Álvaro delgado
MEXICO, DF, 7 de julio (apro).- Hasta hace no mucho, ocho años exactos, el Partido Acción Nacional (PAN) fue consecuente con una de sus reiteradas quejas como oposición: decirse víctima del espionaje de un régimen al que definía ya no sólo como autoritario, sino dictatorial, uno de cuyos conspicuos operadores, desde las “cañerías” de la Secretaría de Gobernación, era identificado como Manlio Fabio Beltrones. En el contexto de la elección del 2000, cuando por ejemplo se reveló que Vicente Fox había sido rescatado por el Fobaproa --algo que era absolutamente cierto--, se generó un gran escándalo y uno de los compromisos del gobierno de la alternancia fue cerrar el capítulo del espionaje, práctica asociada por el PAN al priismo y a políticos como Beltrones. Mano derecha del mítico Fernando Gutiérrez Barrios, a quien los panistas terminaron por adorar cuando aterrizó los pactos con Carlos Salinas, Beltrones era detestado por muchos prominentes líderes del PAN y aun de su propio partido, como Elba Esther Gordillo, quien reiteradamente lo califica de “operador de cañerías”. Uno de esos políticos panistas era Felipe Calderón, quien hace 18 años fungía como secretario general del PAN y en esa condición acusó a Beltrones, gobernador de Sonora, de imponer un “régimen policiaco” por la reiterada práctica oficial del espionaje telefónico contra miembros de ese partido.
“En el espionaje telefónico contra dirigentes del PAN en Sonora no sólo hay un problema legal, sino de impunidad política de funcionarios del gobierno de ese estado”, decía Calderón Hinojosa en entrevista con el semanario Proceso, y evocaba cómo, en 1991, antes y después de las elecciones, también se registró una práctica semejante. “Se trata de una práctica reiterada de Beltrones por intervenir en la vida pública del PAN”, acusó Calderón, quien ya como presidente de su partido, en 1996, envió a un personaje con fama de duro a enfrenar al priista y erradicar su intervención en el PAN de Sonora. Era Manuel Espino. A casi tres lustros de ese capítulo, la triada vuelve a encontrarse, en condiciones francamente semejantes en términos de poder, salvo por las posiciones de cada cual: aunque Calderón fue impuesto en la titularidad del Ejecutivo, y Espino fue echado del PAN, el poder lo ejerce Beltrones. Y todo el mundo lo sabe: el futuro del gobierno de Calderón depende de la decisión de Beltrones, quien acaba de volver a poner en ridículo a la pandilla que, formalmente, gobierna México.
Por una parte, desbarató el recurrente alegato que el PAN mantuvo durante décadas de ser víctima del espionaje y de desmontarlo una vez llegado al poder y elevó el precio de su apoyo a la privatización del petróleo, pero sobre todo reventó la estrategia que, hacia las elecciones del 2009, se pretendía instrumentar para asociarlo a escándalos inclusive de carácter sexual. Por eso la furia de Manuel Espino: la escrituración que Calderón ha hecho de la Presidencia de la República a Beltrones, en el 2012, sin que además exista garantía de que, por ejemplo, se apruebe la privatización del petróleo, de la que depende la viabilidad de la gestión actual.
Apuntes
Tiene razón el arzobispo de León, Guanajuato, Guadalupe Martín Rábago: es “asqueroso (y) humillante” lo visto en los videos difundidos sobre las clases de tortura impartidas a los gendarmes de esa ciudad gobernada, desde hace exactamente dos décadas, por el PAN.
“En el espionaje telefónico contra dirigentes del PAN en Sonora no sólo hay un problema legal, sino de impunidad política de funcionarios del gobierno de ese estado”, decía Calderón Hinojosa en entrevista con el semanario Proceso, y evocaba cómo, en 1991, antes y después de las elecciones, también se registró una práctica semejante. “Se trata de una práctica reiterada de Beltrones por intervenir en la vida pública del PAN”, acusó Calderón, quien ya como presidente de su partido, en 1996, envió a un personaje con fama de duro a enfrenar al priista y erradicar su intervención en el PAN de Sonora. Era Manuel Espino. A casi tres lustros de ese capítulo, la triada vuelve a encontrarse, en condiciones francamente semejantes en términos de poder, salvo por las posiciones de cada cual: aunque Calderón fue impuesto en la titularidad del Ejecutivo, y Espino fue echado del PAN, el poder lo ejerce Beltrones. Y todo el mundo lo sabe: el futuro del gobierno de Calderón depende de la decisión de Beltrones, quien acaba de volver a poner en ridículo a la pandilla que, formalmente, gobierna México.
Por una parte, desbarató el recurrente alegato que el PAN mantuvo durante décadas de ser víctima del espionaje y de desmontarlo una vez llegado al poder y elevó el precio de su apoyo a la privatización del petróleo, pero sobre todo reventó la estrategia que, hacia las elecciones del 2009, se pretendía instrumentar para asociarlo a escándalos inclusive de carácter sexual. Por eso la furia de Manuel Espino: la escrituración que Calderón ha hecho de la Presidencia de la República a Beltrones, en el 2012, sin que además exista garantía de que, por ejemplo, se apruebe la privatización del petróleo, de la que depende la viabilidad de la gestión actual.
Apuntes
Tiene razón el arzobispo de León, Guanajuato, Guadalupe Martín Rábago: es “asqueroso (y) humillante” lo visto en los videos difundidos sobre las clases de tortura impartidas a los gendarmes de esa ciudad gobernada, desde hace exactamente dos décadas, por el PAN.
Comentarios: delgado@proceso.com.mx
Kikka Roja
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