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jueves, 4 de diciembre de 2008

El profesor y el Presidente: Lorenzo Meyer

AGENDA CIUDADANA
El profesor y el Presidente
Lorenzo Meyer
4 Dic. 08

El foxismo resultó menos un cambio que una irresponsabilidad y una oportunidad desaprovechada

Irresponsabilidad

Explicar la esencia de una gran abdicación de responsabilidad política y describir sus consecuencias es el objetivo del último libro del profesor Rafael Segovia, La política como espectáculo. El sexenio de Vicente Fox. Lo que el Vaticano acaba de descubrir al declarar nulo el primer matrimonio de Fox -las características y efectos de su narcisismo e histrionismo- ya lo había detectado y analizado Segovia en sus artículos publicados en Reforma a lo largo de todo el sexenio del guanajuatense y recogidos en este libro.

Una forma de entender la actual crisis económica mundial es verla como resultado de una enorme falla de responsabilidad. Los encargados de vigilar e impedir los juegos peligrosos de las estructuras financieras se escabulleron de su obligación y propiciaron que las grandes concentraciones de capital descubrieran que especulando con "derivados" sin sustento en la economía real podían hincharse de dinero. Esos abusivos abusaron hasta, literalmente, reventar ellos y el sistema mismo. En términos políticos, un fenómeno similar tuvo lugar en México a partir del año 2000: los encargados de conducir los procesos de consolidación de la democracia simplemente abdicaron de su obligación; el Presidente no se hizo cargo de dirigir al país y los abusivos -desde los gobernadores, la gran empresa, hasta el narco- aprovecharon el vacío de autoridad y proyecto para abusar al extremo hasta echar por la borda la razón de ser de la transición a la democracia.


El modelo ideal del político

Cervantes en El Quijote decidió contrastar al hombre de armas con el hombre de letras. Más tarde, Max Weber, el sociólogo alemán, contrastó al político con el académico. En ambos casos, el hombre que se decidió por la vida activa -las armas o la política- salió mejor librado que aquel que optó por la reflexión. Sin embargo, en la empresa que emprendió entre 2000 y 2006 el profesor Segovia, y que consistió en someter a análisis las acciones de Fox como Presidente, es el académico el que finalmente hace salir al político muy mal parado.

El ensayo crítico es el espacio donde mejor se mueve Segovia. En esta ocasión, ese análisis tiene como objetivo a la derecha ¡y vaya que si Segovia conoce a la derecha! Se trata no de un conocimiento personal -los de derecha no han sido sus círculos- sino originado en el ámbito de la teoría política y la sociología. No es que el autor de La política como espectáculo haga fe de hombre de izquierdas y eso explique la ferocidad de su crítica. No es la ideología lo que mueve su reproche sino el alto costo de tener en el poder en México a una derecha superficial, ignorante, mal educada y sin sentido de la responsabilidad.

Desde el inicio de su carrera académica, Segovia ha utilizado la posición de Max Weber para analizar al poder. Ese gran teórico definió al político ideal como el hombre de acción obligado a observar la ética de la responsabilidad. Y es que el ejercicio del poder desde el Estado implica, en principio, imponer la voluntad propia sobre la de otros. Preferiblemente, debe intentarse la imposición por el convencimiento pero al final hay siempre un elemento de fuerza: el uso de la violencia institucional. Es por disponer de esa capacidad que el político está obligado a actuar con responsabilidad y Segovia demuestra que Vicente Fox y los suyos simplemente no cumplieron con su obligación.


El foxismo

¿Qué implica definir a la política del foxismo como apenas un espectáculo? En principio, el concepto se refiere a una conducta absurda, inapropiada. Ahora bien, aunque el centro del libro lo ocupa el guanajuatense, lo absurdo y lo inapropiado no se reduce a Fox o a su entorno o a su partido, sino que también abarca a la oposición partidista -PRI y PRD- y a otros actores relevantes: instituciones privadas, líderes sindicales, empresarios, comunicadores o autoridades eclesiásticas.

Segovia, como bien lo saben sus lectores, es un maestro de la ironía. Aquí, esa ironía es un torpedo que siempre da en la línea de flotación del foxismo. Sin embargo, la revisión de la política mexicana del sexenio termina por convertirse en un espectáculo deprimente. La exhibición de desatinos y deshonestidades resulta particularmente penosa porque se tiene claro que el proceso político mexicano reciente podía haber seguido un camino muy diferente. Y es aquí donde la incompetencia de Fox resulta históricamente abrumadora.

La decadencia del régimen autoritario priista abrió para México una oportunidad cuya importancia es difícil de minimizar, pero Fox, y quienes le rodearon y apoyaron desde el poder económico, mediático, sindical o religioso, prefirieron dejarla pasar. A estas alturas, casi se antoja explicar la oportunidad perdida como el resultado de una conspiración de las élites para frustrar en México un salto político y moral cualitativo similar al que dieron España, Chile, Brasil o Uruguay, por citar ejemplos cercanos. Sin embargo, del análisis de Segovia se puede concluir que más que resultado de una conspiración, lo que echó a perder la transición a la democracia en México fue la mala calidad de sus élites y su enorme corrupción.

El gobierno "de empresarios y para empresarios" que anunció Fox resultó el gobierno de un grupo con una enorme voracidad combinada con una tremenda falta de humildad y de realismo. El haber podido manejar una empresa privada no prepara a nadie para enfrentar con éxito el manejo del poder político. Dominar los elementos de la oferta y la demanda en el mercado, poco o nada tiene que ver con manejar la complicada trama de intereses, conflictos y proyectos alternativos de que está hecha la política. Fox fue no sólo un mal político sino un advenedizo. Por eso, en vez del arquitecto de un nuevo y mejor régimen para México, terminó por ser simplemente un personaje sin grandeza que sobrevivió juntando y administrando los restos del naufragio priista.

Segovia concluye describiendo y analizando el sentimiento que dominó en la etapa final del sexenio foxista: el del miedo. El "miedo pánico" a Andrés Manuel López Obrador, a quien Fox y los suyos le atribuyeron todas las características que en otro tiempo y lugar se le atribuyeron a Atila: que venía a destruir y a quitar todo a las gentes de orden y de bien. El autor define a ese sentimiento en el foxismo más como uno de grupo que de clase, pero en este punto hay razones para el desacuerdo. Gracias a su control del gobierno y de los medios, más las visiones conservadoras del mundo que dominan en amplios sectores de la sociedad mexicana, el foxismo y sus aliados lograron contagiar de pavor a amplias capas de todas las clases sociales mexicanas.

Desde la perspectiva de Rafael Segovia, la Presidencia de Fox dejó el campo político mexicano en ruinas. En abril del 2006, por ejemplo, el autor concluía: "Jamás ha tenido México un Presidente con sus características, con su falta de cultura e incluso de ortografía". Para Fox, señala Segovia, el nacionalismo resultó ser simplemente "uno de los obstáculos para el pleno desarrollo de México: el país ha vivido en el error desde el 16 de septiembre de 1810". Finalmente, la incapacidad e indiferencia de Fox frente al crimen organizado dieron por resultado que: "Nunca como ahora la barbarie, la saña y una brutalidad sin límites se habían apoderado del país... Las cabezas quedan ahí, como imágenes que nos vuelven a la memoria por haberlas visto en revistas de principios del siglo XX, en la rebelión de los bóxers en China, cuando las potencias europeas mataron hombres hasta hartarse". A unas líneas de concluir el libro, el autor anota con alarma que los crímenes que entonces le asombraban pero que del 2006 a la fecha han escalado en cantidad y brutalidad "son la culminación de una descomposición total".

México no se merecía, no se merece, el liderazgo que ha tenido. Menos después del gran esfuerzo que una parte de su sociedad hizo para avanzar a una etapa mejor del desarrollo político. Hoy queda claro que la historia no suele ser justa y que la fortuna, para citar a Maquiavelo, jugó a los mexicanos otra mala pasada. Ya en noviembre mismo del 2000, en vísperas de la toma de posesión de Fox, Segovia advertía que el PRI podría aprovechar las debilidades que se adivinaban en el nuevo Presidente y su proyecto para, a la vuelta de los años, dar un vuelco a la situación política y retornar al poder. Bueno, más tarde de lo previsto pero por las razones previstas, ese vuelco está a punto de darse. El PRI puede ganar las elecciones del 2009 e incluso recuperar la Presidencia. Es en esa posible vuelta al pasado donde reside la verdadera dimensión -y tragedia- del foxismo y del México contemporáneo.


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