REPORTAJE ESPECIAL
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Me precio de conocer con cierto detalle la Columna de la Independencia, pues tuve la suerte de aplicar la normatividad federal para su restauración entre febrero y septiembre de 2006, al lado del arquitecto Jesús Enrique Velázquez, quien por entonces era mi contraparte en el Gobierno del DF.
Traigo esto a colación por las revelaciones y los incrementos inexplicables en el costo de la llamada Estela de Luz que se han hecho públicos. Ambos son monumentos urbanos. Un par de gobiernos separados por el tiempo, el de Porfirio Díaz y el de Felipe Calderón con los Bicentenarios. Al más antiguo le tocó sufrir una crisis constructiva que se solucionó con alardes tecnológicos de la época (una vez que la obra arrancó en enero de 1902, se debió desmontar en 1906, cuando ya se alzaba hasta el primer tercio de su altura, y se cimentó con pilotes de madera, algunos con cabeza de concreto), en tanto que un escándalo no aclarado envuelve al segundo. El ingeniero Javier Jiménez Espriú lo ha resumido bien. Él se preguntó en agosto de 2010, cuando se anunció que no se terminaría a tiempo, y luego en agosto de 2011, frente a una serie de explicaciones baladíes: ¿por qué se pasó de un presupuesto para su construcción de 200 a otro de 690 millones, para enseguida brincar a otro de mil millones?1 ¿Por qué se compró el acero en Finlandia y el cuarzo en Brasil, éste además se pulió en Italia, con algún incremento predecible de costo, sólo por su transporte? ¿Por qué se colocó la primera piedra sin contar con un proyecto ejecutivo? ¿Por qué se cometieron “pequeños errores” que implicaron pasar de un peso de 80 a mil 700 toneladas en la estructura, o no calcular los vientos y tener que aumentar la cimentación de 30 a 50 metros? Y claro, por consecuencia, ¿por qué se incrementó tan escandalosamente su costo? En las preguntas mismas, Jiménez Espriú, al ironizar daba indicios de las respuestas.2
Como sea, el primer monumento logró crearse y atraer el afecto de los capitalinos y su silueta se identifica hoy con la Ciudad de México, en tanto que la Estela de Luz, con su oscuro pasado, deberá luchar contra su mala fama para representar algo positivo.
Por ello es que creo pertinente hacer el siguiente ejercicio, a la espera de que se den a conocer los resultados de las auditorias en curso sobre el costo e irregularidades de la Estela de Luz, por ejemplo, la asignación de la obra a GUTSA, estando dicha compañía inhabilitada.
La Columna de la Independencia, que proyectó el arquitecto Antonio Rivas Mercado, costó, según diversas fuentes de la época y de estudiosos contemporáneos, 2 millones 150 mil pesos.3 Esta cifra incluye el corte y montaje de la cantera entre 1902 y 1906, el desmontaje que debió hacerse de la misma en 1906, su cimentación, la estructura de concreto (pionera en aquel momento, con unas varillas descomunales), los trabajos de cantería que forran la estructura, los mármoles, la obra artística importada, el vaciado de la Victoria Alada (popularmente conocido como El Ángel) que remata el monumento, el resto de las esculturas artísticas (bronces y mármoles), la cubierta de oro de hoja de 24 kilates, 6% del costo de la obra que se le pagó al arquitecto por el proyecto y dirección, y hasta el año que permaneció en París seleccionando y supervisando las esculturas. Para que esta cifra diga algo es necesario recordar que la “raya” de un peón adulto, o de un artesano urbano, como los operarios que trabajaron ahí, era de 2 reales o 25 centavos por “una jornada laboral”.4 Eso quiere decir que un peón ganaba a la semana 1.25, y 5 pesos al mes. Las “rayas” de los peones urbanos y rurales eran similares. No importa aquí que en las fronteras del México porfiriano, o por desarrollar trabajos riesgosos, las retribuciones llegaran a 30 y hasta 50 centavos, o que en ciertas zonas rurales, en cambio, fueran tan bajos como 18 centavos. Sí es importante tener presente que esas “rayas” eran sólo una parte de la retribución que un peón recibía, pues en el campo o la ciudad éstas se completaban con diversas prestaciones paternalistas.
Ahora bien, contrastando la información anterior, sorprende que la Estela de Luz, proyectada por el arquitecto César Pérez Becerril, según diversas fuentes haya costado mil, o mil 110 millones de pesos, no sabemos con claridad aún. Por supuesto que aquellos pesos porfirianos y los actuales no son los mismos. Entre 1905 y 2012 el peso sufrió varias devaluaciones. Así, puesto que hacer los cálculos para comparar los costos de ambos monumentos, o hacer proyecciones para ver a cuánto equivaldrían esos pesos de 1902-1910 a los de hoy, sería poco claro para el lector, es más fácil e ilustrativo empezar por recordar de nuevo los sueldos actuales: un albañil recibe hoy el salario mínimo, o mil 740 pesos al mes.
Llevaré el ejercicio más allá. Hago unas divisiones simples. Redondeando, a la baja, mil millones entre mil 740 pesos, da 574 mil 712 sueldos mensuales de igual número de albañiles. Si repito la misma operación con los 2 millones 150 mil pesos porfirianos, resultan 430 mil rayas mensuales a igual número de peones. Aquí no viene a cuento algún comentario cínico actual que argumentara un aumento de sólo 30% o 40%. En cambio, a lo anterior hay que agregar dos factores más: la complejidad de uno y otro monumentos es importante, puesto que el antiguo fue un verdadero tour de force. Para resolverlo debió echarse mano de la ingeniería más avanzada. En tanto que, el monumento moderno, más parece haber sufrido por los errores de previsión. El tiempo invertido en levantarlos es otro factor que debe tomarse en cuenta y sí puede compararse. Entonces resulta que entre enero de 1902 y septiembre de 1910 (105 meses) no se pagaron 430 mil rayas en ese lapso, puesto que no laboraron ahí igual número de peones y, repito, ese costo incluye lo enlistado atrás. Pero si esto es así, sin ser auditor, de igual forma puedo asegurar que entre agosto de 2009 y diciembre de 2011 (28, contando los meses que la obra se paró), no se pagaron 574 mil 712 salarios a igual número de albañiles que hubiesen trabajado en la Estela de Luz.
No creo que la Estela de Luz pueda aspirar a transformarse en un referente de la ciudad. Es de muy dudosa calidad, es simple (son cuatro cilindros enormes que sostienen dos bastidores para montar las 500 placas de cuarzo), no se regeneró el espacio urbano circundante, lo cual sí preveía el proyecto original. Estoy seguro que se alteró gravemente la propuesta de Pérez Becerril, como él mismo lo ha explicado.5
Estos datos me parece que sí dan sentido a la cifra del costo del nuevo monumento, a la vez que hacen evidente una desproporción más escandalosa que la arrojada por la Columna de la Independencia. Hoy se gastó 30% o 40% más dinero, pero en menos tiempo, cuatro veces menos, para levantar un monumento menos complejo. Pero entonces, ¿por qué fue tan caro?
Para explicar el costo tan elevado, aventuro un par de hipótesis abundando en lo explicado por el ingeniero Jiménez Espriú: debió ser muy oneroso comprar el cuarzo en Brasil y pulirlo en Italia, o caer en la cuenta de que la cimentación no debía ser a 30 sino a 50 metros, o arrancar sin un proyecto ejecutivo, sí, pero no se ha señalado y pensado en las implicaciones de que la obra se detuviera en agosto de 2010, cuando fue evidente que no se terminaría, y se abandonaran las plumas y grúas en el terreno durante casi un año. Una obra que se arranca y se detiene es carísima, lo sabemos. ¿Cuánto costó la renta de ese equipo durante esos meses en que no se usó? No sólo, se dice, esto debe corroborarse, que la Estela de Luz, tal como la vemos hoy, son en realidad dos, porque el acero que se utilizaría durante el periodo que estuvo parada la obra (puesto que se dudaba en terminarla) se vendió y, para concluirla, hubo que comprarlo de nuevo. ¿Es cierto eso? La auditoría que se realizará debiera darnos una explicación.
1 “1,036 millones, 460 mil pesos”, para ser exactos, según declaró el arquitecto César Pérez Becerril, autor del proyecto, a Columba Vértiz de la Fuente, en “La Estela de Luz, sin la plaza del Bicentenario”, Proceso, 1835, 1 de enero de 2012, p. 66. El 2 de febrero se dijo que se trata de “1,110 millones, 575 mil pesos”, según explicó Pablo Escudero, presidente de la Comisión de la Función Pública de la Cámara de Diputados, a Roberto Garduño y Enrique Méndez, en “Denuncian que la Estela de Luz costó $65 millones más de lo anunciado oficialmente”, La Jornada, 2 de febrero de 2012, p. 31.
2 Javier Jiménez Espriú, “El monumento…al bicentenario”, en La Jornada, 19 de agosto de 2010, p. 31. Y de él mismo, “La estela de luz del bicentenario”, en La Jornada, 25 de agosto de 2011, p. 31.
3 Archivo del Ex Ayuntamiento, GDF, Ramo: Monumento a la Independencia, Expedientes 26-56, folios 21 y 22. Ahí y en el Archivo General de la Nación se conserva la documentación de la obra. Véase también Secretaría de Estado y del Despacho de Gobernación, Monumento a la Independencia, México, Compañía Editora Nacional S. A., 1910, p. 32. En las pp. 16, 17, 24, 30, 32 y 37 hay un desglose del costo con cierto detalle. Se trata de la memoria oficial publicada por el gobierno de Porfirio Díaz para dar cuentas de lo realizado y gastado. Asimismo véase: María Eugenia Olivares Obregón Abadiano, La obra arquitectónica de Antonio Rivas Mercado, tesis para obtener el titulo de Licenciado en Historia del Arte, México, UIA, 1986, p. 180. Y por último: Alicia Sánchez Mejorada de Gil, La Columna de la Independencia, México, Editorial Jilguero S. A., 1990, p. 66.
4 Estos montos provienen de una autoridad en la materia: Herbert J. Nickel, “Elementos de la economía moral en las relaciones laborales de las haciendas mexicanas”, en Herbert J. Nickel (editor), Paternalismo y economía moral en las haciendas mexicanas del Porfiriato, México, UIA, 1989, p. 36.
5 Columba Vértiz de la Fuente, “La estela…”, op. cit., pp. 66-67.
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MÉXICO, D.F. (Proceso).- Me precio de conocer con cierto detalle la Columna de la Independencia, pues tuve la suerte de aplicar la normatividad federal para su restauración entre febrero y septiembre de 2006, al lado del arquitecto Jesús Enrique Velázquez, quien por entonces era mi contraparte en el Gobierno del DF.
Traigo esto a colación por las revelaciones y los incrementos inexplicables en el costo de la llamada Estela de Luz que se han hecho públicos. Ambos son monumentos urbanos. Un par de gobiernos separados por el tiempo, el de Porfirio Díaz y el de Felipe Calderón con los Bicentenarios. Al más antiguo le tocó sufrir una crisis constructiva que se solucionó con alardes tecnológicos de la época (una vez que la obra arrancó en enero de 1902, se debió desmontar en 1906, cuando ya se alzaba hasta el primer tercio de su altura, y se cimentó con pilotes de madera, algunos con cabeza de concreto), en tanto que un escándalo no aclarado envuelve al segundo. El ingeniero Javier Jiménez Espriú lo ha resumido bien. Él se preguntó en agosto de 2010, cuando se anunció que no se terminaría a tiempo, y luego en agosto de 2011, frente a una serie de explicaciones baladíes: ¿por qué se pasó de un presupuesto para su construcción de 200 a otro de 690 millones, para enseguida brincar a otro de mil millones?1 ¿Por qué se compró el acero en Finlandia y el cuarzo en Brasil, éste además se pulió en Italia, con algún incremento predecible de costo, sólo por su transporte? ¿Por qué se colocó la primera piedra sin contar con un proyecto ejecutivo? ¿Por qué se cometieron “pequeños errores” que implicaron pasar de un peso de 80 a mil 700 toneladas en la estructura, o no calcular los vientos y tener que aumentar la cimentación de 30 a 50 metros? Y claro, por consecuencia, ¿por qué se incrementó tan escandalosamente su costo? En las preguntas mismas, Jiménez Espriú, al ironizar daba indicios de las respuestas.2
Como sea, el primer monumento logró crearse y atraer el afecto de los capitalinos y su silueta se identifica hoy con la Ciudad de México, en tanto que la Estela de Luz, con su oscuro pasado, deberá luchar contra su mala fama para representar algo positivo.
Por ello es que creo pertinente hacer el siguiente ejercicio, a la espera de que se den a conocer los resultados de las auditorias en curso sobre el costo e irregularidades de la Estela de Luz, por ejemplo, la asignación de la obra a GUTSA, estando dicha compañía inhabilitada.
La Columna de la Independencia, que proyectó el arquitecto Antonio Rivas Mercado, costó, según diversas fuentes de la época y de estudiosos contemporáneos, 2 millones 150 mil pesos.3 Esta cifra incluye el corte y montaje de la cantera entre 1902 y 1906, el desmontaje que debió hacerse de la misma en 1906, su cimentación, la estructura de concreto (pionera en aquel momento, con unas varillas descomunales), los trabajos de cantería que forran la estructura, los mármoles, la obra artística importada, el vaciado de la Victoria Alada (popularmente conocido como El Ángel) que remata el monumento, el resto de las esculturas artísticas (bronces y mármoles), la cubierta de oro de hoja de 24 kilates, 6% del costo de la obra que se le pagó al arquitecto por el proyecto y dirección, y hasta el año que permaneció en París seleccionando y supervisando las esculturas. Para que esta cifra diga algo es necesario recordar que la “raya” de un peón adulto, o de un artesano urbano, como los operarios que trabajaron ahí, era de 2 reales o 25 centavos por “una jornada laboral”.4 Eso quiere decir que un peón ganaba a la semana 1.25, y 5 pesos al mes. Las “rayas” de los peones urbanos y rurales eran similares. No importa aquí que en las fronteras del México porfiriano, o por desarrollar trabajos riesgosos, las retribuciones llegaran a 30 y hasta 50 centavos, o que en ciertas zonas rurales, en cambio, fueran tan bajos como 18 centavos. Sí es importante tener presente que esas “rayas” eran sólo una parte de la retribución que un peón recibía, pues en el campo o la ciudad éstas se completaban con diversas prestaciones paternalistas.
Ahora bien, contrastando la información anterior, sorprende que la Estela de Luz, proyectada por el arquitecto César Pérez Becerril, según diversas fuentes haya costado mil, o mil 110 millones de pesos, no sabemos con claridad aún. Por supuesto que aquellos pesos porfirianos y los actuales no son los mismos. Entre 1905 y 2012 el peso sufrió varias devaluaciones. Así, puesto que hacer los cálculos para comparar los costos de ambos monumentos, o hacer proyecciones para ver a cuánto equivaldrían esos pesos de 1902-1910 a los de hoy, sería poco claro para el lector, es más fácil e ilustrativo empezar por recordar de nuevo los sueldos actuales: un albañil recibe hoy el salario mínimo, o mil 740 pesos al mes.
Llevaré el ejercicio más allá. Hago unas divisiones simples. Redondeando, a la baja, mil millones entre mil 740 pesos, da 574 mil 712 sueldos mensuales de igual número de albañiles. Si repito la misma operación con los 2 millones 150 mil pesos porfirianos, resultan 430 mil rayas mensuales a igual número de peones. Aquí no viene a cuento algún comentario cínico actual que argumentara un aumento de sólo 30% o 40%. En cambio, a lo anterior hay que agregar dos factores más: la complejidad de uno y otro monumentos es importante, puesto que el antiguo fue un verdadero tour de force. Para resolverlo debió echarse mano de la ingeniería más avanzada. En tanto que, el monumento moderno, más parece haber sufrido por los errores de previsión. El tiempo invertido en levantarlos es otro factor que debe tomarse en cuenta y sí puede compararse. Entonces resulta que entre enero de 1902 y septiembre de 1910 (105 meses) no se pagaron 430 mil rayas en ese lapso, puesto que no laboraron ahí igual número de peones y, repito, ese costo incluye lo enlistado atrás. Pero si esto es así, sin ser auditor, de igual forma puedo asegurar que entre agosto de 2009 y diciembre de 2011 (28, contando los meses que la obra se paró), no se pagaron 574 mil 712 salarios a igual número de albañiles que hubiesen trabajado en la Estela de Luz.
No creo que la Estela de Luz pueda aspirar a transformarse en un referente de la ciudad. Es de muy dudosa calidad, es simple (son cuatro cilindros enormes que sostienen dos bastidores para montar las 500 placas de cuarzo), no se regeneró el espacio urbano circundante, lo cual sí preveía el proyecto original. Estoy seguro que se alteró gravemente la propuesta de Pérez Becerril, como él mismo lo ha explicado.5
Estos datos me parece que sí dan sentido a la cifra del costo del nuevo monumento, a la vez que hacen evidente una desproporción más escandalosa que la arrojada por la Columna de la Independencia. Hoy se gastó 30% o 40% más dinero, pero en menos tiempo, cuatro veces menos, para levantar un monumento menos complejo. Pero entonces, ¿por qué fue tan caro?
Para explicar el costo tan elevado, aventuro un par de hipótesis abundando en lo explicado por el ingeniero Jiménez Espriú: debió ser muy oneroso comprar el cuarzo en Brasil y pulirlo en Italia, o caer en la cuenta de que la cimentación no debía ser a 30 sino a 50 metros, o arrancar sin un proyecto ejecutivo, sí, pero no se ha señalado y pensado en las implicaciones de que la obra se detuviera en agosto de 2010, cuando fue evidente que no se terminaría, y se abandonaran las plumas y grúas en el terreno durante casi un año. Una obra que se arranca y se detiene es carísima, lo sabemos. ¿Cuánto costó la renta de ese equipo durante esos meses en que no se usó? No sólo, se dice, esto debe corroborarse, que la Estela de Luz, tal como la vemos hoy, son en realidad dos, porque el acero que se utilizaría durante el periodo que estuvo parada la obra (puesto que se dudaba en terminarla) se vendió y, para concluirla, hubo que comprarlo de nuevo. ¿Es cierto eso? La auditoría que se realizará debiera darnos una explicación.
1 “1,036 millones, 460 mil pesos”, para ser exactos, según declaró el arquitecto César Pérez Becerril, autor del proyecto, a Columba Vértiz de la Fuente, en “La Estela de Luz, sin la plaza del Bicentenario”, Proceso, 1835, 1 de enero de 2012, p. 66. El 2 de febrero se dijo que se trata de “1,110 millones, 575 mil pesos”, según explicó Pablo Escudero, presidente de la Comisión de la Función Pública de la Cámara de Diputados, a Roberto Garduño y Enrique Méndez, en “Denuncian que la Estela de Luz costó $65 millones más de lo anunciado oficialmente”, La Jornada, 2 de febrero de 2012, p. 31.
2 Javier Jiménez Espriú, “El monumento…al bicentenario”, en La Jornada, 19 de agosto de 2010, p. 31. Y de él mismo, “La estela de luz del bicentenario”, en La Jornada, 25 de agosto de 2011, p. 31.
3 Archivo del Ex Ayuntamiento, GDF, Ramo: Monumento a la Independencia, Expedientes 26-56, folios 21 y 22. Ahí y en el Archivo General de la Nación se conserva la documentación de la obra. Véase también Secretaría de Estado y del Despacho de Gobernación, Monumento a la Independencia, México, Compañía Editora Nacional S. A., 1910, p. 32. En las pp. 16, 17, 24, 30, 32 y 37 hay un desglose del costo con cierto detalle. Se trata de la memoria oficial publicada por el gobierno de Porfirio Díaz para dar cuentas de lo realizado y gastado. Asimismo véase: María Eugenia Olivares Obregón Abadiano, La obra arquitectónica de Antonio Rivas Mercado, tesis para obtener el titulo de Licenciado en Historia del Arte, México, UIA, 1986, p. 180. Y por último: Alicia Sánchez Mejorada de Gil, La Columna de la Independencia, México, Editorial Jilguero S. A., 1990, p. 66.
4 Estos montos provienen de una autoridad en la materia: Herbert J. Nickel, “Elementos de la economía moral en las relaciones laborales de las haciendas mexicanas”, en Herbert J. Nickel (editor), Paternalismo y economía moral en las haciendas mexicanas del Porfiriato, México, UIA, 1989, p. 36.
5 Columba Vértiz de la Fuente, “La estela…”, op. cit., pp. 66-67.
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