Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com
Pifias
El régimen de Calderón tiene en los medios masivos no ya solamente una vocería oficialista, sino descarada tapadera cosmética. Las críticas al régimen, salvo honrosas excepciones (Primer plano, por ejemplo, programa de análisis y discusión de la cuestión pública sin concesiones ni lambisconerías, uno de los poquísimos que valen la pena, por pertenecer a la barra de un canal indirectamente manejado por el gobierno cuando mete zapa en Canal Once, del Instituto Politécnico Nacional, bajo las administraciones panistas ha recibido fuertes ataques desde arriba) son inexistentes y la televisión abierta despliega una constante campaña en pro de la deteriorada imagen del hombrecillo. El ejemplo reciente más obvio es el papel inicial de Televisa en la pifia orquestada por el secretario de seguridad, Genaro García Luna, sostenido contra viento y marea en su puesto por Calderón, aunque siga salpicando de fango a su administración, cuando montó la segunda “aprehensión” de unos plagiarios entre los que se encontraba la mediática Florence Cassez.
La televisión de inmediato se encariñó de retorcida manera con las delicadas facciones de la francesita metida en chirona, novia, se nos dijo, del líder de una banda de secuestradores y extorsionadores de particular ferocidad. Como es cosa sabida, la aprehensión de Cassez escaló a la estratósfera diplomática cuando el gobierno de Sarkozy, ese otro diminuto tartufo de derechas, convirtió caprichosamente el asunto en diferendo de cancillerías que erosionó las relaciones franco mexicanas simplemente porque le parecía inconcebible que una francesa fuese, por culpable que pudiese parecer, refundida en una cárcel mexicana. El asunto resurge porque la Suprema Corte de Justicia pone en entredicho la pureza del proceso penal contra la francesa y el resultado es un champurrado jurídico, diplomático y mediático digno de lo más estrafalario y ridículo del melodrama nacional sólo que dirigido por García Luna en lugar de Juan Orol. Por una parte, los despachos informativos que reproducen Televisa y TV Azteca ponen el acento en la acorralada versión oficialista de defender lo indefendible mientras, por la otra, dan atisbos críticos a lo que pudo ser una de las primeras noticias sensacionales en materia de la entonces incipiente estrategia gubernamental de seguridad pública y que terminó, como ya vemos, en esta pifia vergonzante.
Es de sobra conocido el triste papel del secretario de seguridad como director de escena, su desconcertante torpeza al dinamitar en su propia contra (y en contra de su jefe) un proceso que debió ser ejemplar en su cumplimentación. En realidad, y sin demérito del sufrimiento de las víctimas de las atrocidades atribuidas a Cassez y sus allegados, ya no importa mucho si Cassez sale o no: en la palestra rechina la torpeza del ejecutivo federal y la violación flagrante de los más elementales preceptos jurídicos. Por esta pifia y muchas otras (allí su riqueza inexplicable, sin duda asunto pendiente), y ante la inminente terminación del sexenio más jodido en décadas de sexenios jodidos, García Luna deberá en un futuro no muy lejano enfrentar procesos legales. Pero, ¿y la televisora que se sumó gustosa al burdo montaje explícitamente televisivo que pervirtió el asunto, no es cómplice?, ¿y la que le hizo coro de inmediato?, ¿y los ejecutivos de la empresa, el dueño, la cúpula, los directores de noticias, los productores y comentaristas que formaron parte del tinglado, aducirán inconcebible inocencia? A más de su torpeza habitual y su ductilidad ante los grandes intereses corporativos que tienen metida garra en el erario de este país (garra que empieza en la banca, recorre toda la industria, acogota la poca manufactura endémica de calidad y entrega los recursos energéticos nacionales a explotadores extranjeros para terminar en las televisoras que todo lo anterior omiten o aderezan) el gobierno de Calderón resultó, en su ocaso, su propio peor enemigo. Bien dice Julio Hernández en su Astillero (La Jornada, 9/III/2012): “Tanto peca el que simula la aprehensión como el que la transmite en vivo a sabiendas de que es falsa […] García Luna debería ser depuesto de su cargo y consignado judicialmente por las falsedades cometidas durante su oscuro reinado policíaco, pero también los conductores televisivos y las empresas mendaces deberían ser condenadas cuando menos a expresar disculpas públicas por su participación lamentable en uno más de los engaños a los que por sistema someten a sus audiencias”
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kikka-roja.blogspot.com/
tumbaburros@yahoo.com
Pifias
El régimen de Calderón tiene en los medios masivos no ya solamente una vocería oficialista, sino descarada tapadera cosmética. Las críticas al régimen, salvo honrosas excepciones (Primer plano, por ejemplo, programa de análisis y discusión de la cuestión pública sin concesiones ni lambisconerías, uno de los poquísimos que valen la pena, por pertenecer a la barra de un canal indirectamente manejado por el gobierno cuando mete zapa en Canal Once, del Instituto Politécnico Nacional, bajo las administraciones panistas ha recibido fuertes ataques desde arriba) son inexistentes y la televisión abierta despliega una constante campaña en pro de la deteriorada imagen del hombrecillo. El ejemplo reciente más obvio es el papel inicial de Televisa en la pifia orquestada por el secretario de seguridad, Genaro García Luna, sostenido contra viento y marea en su puesto por Calderón, aunque siga salpicando de fango a su administración, cuando montó la segunda “aprehensión” de unos plagiarios entre los que se encontraba la mediática Florence Cassez.
La televisión de inmediato se encariñó de retorcida manera con las delicadas facciones de la francesita metida en chirona, novia, se nos dijo, del líder de una banda de secuestradores y extorsionadores de particular ferocidad. Como es cosa sabida, la aprehensión de Cassez escaló a la estratósfera diplomática cuando el gobierno de Sarkozy, ese otro diminuto tartufo de derechas, convirtió caprichosamente el asunto en diferendo de cancillerías que erosionó las relaciones franco mexicanas simplemente porque le parecía inconcebible que una francesa fuese, por culpable que pudiese parecer, refundida en una cárcel mexicana. El asunto resurge porque la Suprema Corte de Justicia pone en entredicho la pureza del proceso penal contra la francesa y el resultado es un champurrado jurídico, diplomático y mediático digno de lo más estrafalario y ridículo del melodrama nacional sólo que dirigido por García Luna en lugar de Juan Orol. Por una parte, los despachos informativos que reproducen Televisa y TV Azteca ponen el acento en la acorralada versión oficialista de defender lo indefendible mientras, por la otra, dan atisbos críticos a lo que pudo ser una de las primeras noticias sensacionales en materia de la entonces incipiente estrategia gubernamental de seguridad pública y que terminó, como ya vemos, en esta pifia vergonzante.
Es de sobra conocido el triste papel del secretario de seguridad como director de escena, su desconcertante torpeza al dinamitar en su propia contra (y en contra de su jefe) un proceso que debió ser ejemplar en su cumplimentación. En realidad, y sin demérito del sufrimiento de las víctimas de las atrocidades atribuidas a Cassez y sus allegados, ya no importa mucho si Cassez sale o no: en la palestra rechina la torpeza del ejecutivo federal y la violación flagrante de los más elementales preceptos jurídicos. Por esta pifia y muchas otras (allí su riqueza inexplicable, sin duda asunto pendiente), y ante la inminente terminación del sexenio más jodido en décadas de sexenios jodidos, García Luna deberá en un futuro no muy lejano enfrentar procesos legales. Pero, ¿y la televisora que se sumó gustosa al burdo montaje explícitamente televisivo que pervirtió el asunto, no es cómplice?, ¿y la que le hizo coro de inmediato?, ¿y los ejecutivos de la empresa, el dueño, la cúpula, los directores de noticias, los productores y comentaristas que formaron parte del tinglado, aducirán inconcebible inocencia? A más de su torpeza habitual y su ductilidad ante los grandes intereses corporativos que tienen metida garra en el erario de este país (garra que empieza en la banca, recorre toda la industria, acogota la poca manufactura endémica de calidad y entrega los recursos energéticos nacionales a explotadores extranjeros para terminar en las televisoras que todo lo anterior omiten o aderezan) el gobierno de Calderón resultó, en su ocaso, su propio peor enemigo. Bien dice Julio Hernández en su Astillero (La Jornada, 9/III/2012): “Tanto peca el que simula la aprehensión como el que la transmite en vivo a sabiendas de que es falsa […] García Luna debería ser depuesto de su cargo y consignado judicialmente por las falsedades cometidas durante su oscuro reinado policíaco, pero también los conductores televisivos y las empresas mendaces deberían ser condenadas cuando menos a expresar disculpas públicas por su participación lamentable en uno más de los engaños a los que por sistema someten a sus audiencias”
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