En medio de la crispación que envuelve a la vida pública sanea el ambiente, le pone una nota festiva el aire ecuménico que impregnó la boda de Catalina Hinojosa y Jorge Mendoza, festejada el sábado por la noche en el Club Campestre Monterrey en el municipio de San Pedro Garza García.
El novio es hijo del senador Jorge Mendoza Vargas, quien aprovechó el fasto social para estrechar sus lazos políticos, de cara a la próxima sucesión gubernamental en Nuevo León, a la cual ya se aprestan los partidos que han regido esa entidad en los años recientes, el PAN y el PRI. Contra la peregrina idea, esparcida por sus adversarios y sus enemigos, de que perdió su capacidad de interlocutor político, el invitado principal del acontecimiento fue el secretario de Gobernación Juan Camilo Mouriño. ¡Mentira que no pueda hablar con nadie! En la boda se le vio en diálogos que suponemos amenos no sólo con el anfitrión, sino también con el gobernador Natividad González Parás, con el diputado Emilio Gamboa y, naturalmente, con quien le salvó la vida y lo puso en condiciones de continuar en su cargo, el senador Manlio Fabio Beltrones.
Fue llamativo que los líderes parlamentarios priistas se dieran tiempo para asistir al festejo sabatino, pues en la antevíspera la tribuna de las cámaras donde coordinan a sus compañeros tricolores había sido tomada por legisladores del Frente amplio progresista. En Xicoténcatl, Beltrones había exigido a gritos que no los secuestraran y, por lo visto, los senadores fapistas cedieron a su reclamo, pues allí estaba de fiesta, libre en toda la extensión de la palabra. Bueno, quizá no tanto, porque el día anterior en el aeropuerto de Toluca una reunión de gobernadores y el comité nacional encabezado por Beatriz Paredes había impuesto a los coordinadores legislativos una decisión con la que ellos jugaban, como si dependiera estrictamente de su voluntad y sus intereses: la discusión legislativa de la reforma petrolera no ocurrirá en abril, haya o no debate nacional sobre la materia.
Supongo que la fuerza de convocatoria del senador Mendoza le viene de su singularísima condición de representar en su cámara no a una entidad sino a una empresa, el Grupo Salinas, donde durante dos sexenios se desempeñó como vicepresidente ejecutivo de información y asuntos públicos. En ese carácter encabezó la Cámara Nacional de la Industria de Radio y Televisión, donde reemplazó a Bernardo Gómez, vicepresidente de Televisa, cuando los grandes consorcios resolvieron tomar para sí la conducción de ese organismo y de ese modo acentuar su capacidad de control sobre los concesionarios de medios electrónicos.
Hasta antes de 1994, en que se vinculó a su paisano Ricardo Salinas Pliego, Mendoza había hecho una carrera en la política y la administración local, y en el gobierno federal que todavía no le permitía volar alto. En cambio, con el poder vicario que le proporcionaba su pertenencia a TV Azteca, llegó hace dos años al Senado, en la planilla priista de representación proporcional. No habiendo militares de filiación tricolor en esa cámara, Beltrones le confió la Comisión de Defensa, acaso recordando su aguerrida conducta en la toma de las instalaciones del Canal Cuarenta, exitosa operación bélica que dejó como botín a Salinas Pliego la dispensa gubernamental para operar una concesión que nunca le ha sido atribuida.
Mendoza se opuso, sin éxito, a la reforma constitucional en materia electoral, que cuenta con un vasto y profundo capítulo sobre medios electrónicos, cuya nuez consiste en prohibir que la propaganda política sea objeto de comercio en radio y televisión. Tal vez su posición no fue tan enjundiosa como sus jefes en el Ajusco hubieran esperado, acaso porque ahora el futuro de Mendoza depende de su cercanía a Beltrones y menos de su relación con Salinas Pliego. Aunque podría ser una predicción fallida, TV Azteca puede hacer un senador, pero quizá está lejos todavía el momento en que pueda hacer un gobernador.
Notoriamente, Mendoza quiere serlo, a partir de cualquier apoyo que pueda conseguir. Por eso se mueve en el escenario local. A veces sus iniciativas resultan fallidas, como una función gratuita de cine en Guadalupe, que debió ser suspendida por falta de público. Tal vez por eso resolvió hacerse presente de modo masivo. En agosto del año pasado, de su oficina senatorial fueron emitidas cerca de un millón 400 mil cartas dirigidas a ciudadanos de Nuevo León. En ellas, Mendoza se ponía a disposición de los votantes para hacer llegar su voz al Senado, daba cuenta de su trabajo en esa cámara, y pedía llenar un formulario con datos personales y la sugerencia de aportar los nombres de dos personas a las que “debamos contactar”.
No faltaron destinatarios asombrados de saber que Mendoza los representaba en el Senado, especialmente quienes habían votado y hecho ganar a los panistas Fernando Elizondo y Blanca Judith Díaz Delgado, o los que contribuyeron con su sufragio a que el priista Eloy Cantú fuera senador perdidoso, de minoría. Por lo demás, como lo hizo notar Reforma el 9 de febrero, Mendoza no se ajustaba a la verdad en su mensaje, pues se atribuía logros de cuya autoría estaba lejos. Para empezar, no es muy asiduo, pues ha participado en sólo 41% de las votaciones, y no ha presentado ninguna de las 138 iniciativas que los senadores priistas pretenden hacer aprobar.
El novio es hijo del senador Jorge Mendoza Vargas, quien aprovechó el fasto social para estrechar sus lazos políticos, de cara a la próxima sucesión gubernamental en Nuevo León, a la cual ya se aprestan los partidos que han regido esa entidad en los años recientes, el PAN y el PRI. Contra la peregrina idea, esparcida por sus adversarios y sus enemigos, de que perdió su capacidad de interlocutor político, el invitado principal del acontecimiento fue el secretario de Gobernación Juan Camilo Mouriño. ¡Mentira que no pueda hablar con nadie! En la boda se le vio en diálogos que suponemos amenos no sólo con el anfitrión, sino también con el gobernador Natividad González Parás, con el diputado Emilio Gamboa y, naturalmente, con quien le salvó la vida y lo puso en condiciones de continuar en su cargo, el senador Manlio Fabio Beltrones.
Fue llamativo que los líderes parlamentarios priistas se dieran tiempo para asistir al festejo sabatino, pues en la antevíspera la tribuna de las cámaras donde coordinan a sus compañeros tricolores había sido tomada por legisladores del Frente amplio progresista. En Xicoténcatl, Beltrones había exigido a gritos que no los secuestraran y, por lo visto, los senadores fapistas cedieron a su reclamo, pues allí estaba de fiesta, libre en toda la extensión de la palabra. Bueno, quizá no tanto, porque el día anterior en el aeropuerto de Toluca una reunión de gobernadores y el comité nacional encabezado por Beatriz Paredes había impuesto a los coordinadores legislativos una decisión con la que ellos jugaban, como si dependiera estrictamente de su voluntad y sus intereses: la discusión legislativa de la reforma petrolera no ocurrirá en abril, haya o no debate nacional sobre la materia.
Supongo que la fuerza de convocatoria del senador Mendoza le viene de su singularísima condición de representar en su cámara no a una entidad sino a una empresa, el Grupo Salinas, donde durante dos sexenios se desempeñó como vicepresidente ejecutivo de información y asuntos públicos. En ese carácter encabezó la Cámara Nacional de la Industria de Radio y Televisión, donde reemplazó a Bernardo Gómez, vicepresidente de Televisa, cuando los grandes consorcios resolvieron tomar para sí la conducción de ese organismo y de ese modo acentuar su capacidad de control sobre los concesionarios de medios electrónicos.
Hasta antes de 1994, en que se vinculó a su paisano Ricardo Salinas Pliego, Mendoza había hecho una carrera en la política y la administración local, y en el gobierno federal que todavía no le permitía volar alto. En cambio, con el poder vicario que le proporcionaba su pertenencia a TV Azteca, llegó hace dos años al Senado, en la planilla priista de representación proporcional. No habiendo militares de filiación tricolor en esa cámara, Beltrones le confió la Comisión de Defensa, acaso recordando su aguerrida conducta en la toma de las instalaciones del Canal Cuarenta, exitosa operación bélica que dejó como botín a Salinas Pliego la dispensa gubernamental para operar una concesión que nunca le ha sido atribuida.
Mendoza se opuso, sin éxito, a la reforma constitucional en materia electoral, que cuenta con un vasto y profundo capítulo sobre medios electrónicos, cuya nuez consiste en prohibir que la propaganda política sea objeto de comercio en radio y televisión. Tal vez su posición no fue tan enjundiosa como sus jefes en el Ajusco hubieran esperado, acaso porque ahora el futuro de Mendoza depende de su cercanía a Beltrones y menos de su relación con Salinas Pliego. Aunque podría ser una predicción fallida, TV Azteca puede hacer un senador, pero quizá está lejos todavía el momento en que pueda hacer un gobernador.
Notoriamente, Mendoza quiere serlo, a partir de cualquier apoyo que pueda conseguir. Por eso se mueve en el escenario local. A veces sus iniciativas resultan fallidas, como una función gratuita de cine en Guadalupe, que debió ser suspendida por falta de público. Tal vez por eso resolvió hacerse presente de modo masivo. En agosto del año pasado, de su oficina senatorial fueron emitidas cerca de un millón 400 mil cartas dirigidas a ciudadanos de Nuevo León. En ellas, Mendoza se ponía a disposición de los votantes para hacer llegar su voz al Senado, daba cuenta de su trabajo en esa cámara, y pedía llenar un formulario con datos personales y la sugerencia de aportar los nombres de dos personas a las que “debamos contactar”.
No faltaron destinatarios asombrados de saber que Mendoza los representaba en el Senado, especialmente quienes habían votado y hecho ganar a los panistas Fernando Elizondo y Blanca Judith Díaz Delgado, o los que contribuyeron con su sufragio a que el priista Eloy Cantú fuera senador perdidoso, de minoría. Por lo demás, como lo hizo notar Reforma el 9 de febrero, Mendoza no se ajustaba a la verdad en su mensaje, pues se atribuía logros de cuya autoría estaba lejos. Para empezar, no es muy asiduo, pues ha participado en sólo 41% de las votaciones, y no ha presentado ninguna de las 138 iniciativas que los senadores priistas pretenden hacer aprobar.
La correspondencia de Mendoza, uno de 128 senadores, significó el 85% de los envíos del Senado.
Kikka Roja