- UNESCO y Educación local recogen el sentir de 263 adolescentes de 4 delegaciones
- Trato violento y profesores injustos orillan a menores a dejar la escuela
- Más allá de su situación familiar y económica predominan las referencias a castigos, según estudio
Rocío González Alvarado
Con frases como: “no me gustan las clases de español, tampoco las de matemáticas, menos los talleres. Toda la escuela es aburrida”, “no quiero ir a la escuela porque los maestros me caen mal, mucho más el director”, o “ya no estudio porque la maestra me pegó y me rompió la boleta en la escuela”, niños y adolescentes que no asisten a clases expresaron lo que les gusta y disgusta de la escuela y los motivos que los obligaron a dejar las aulas. Lo anterior forma parte de los resultados obtenidos en talleres realizados en las delegaciones Gustavo A. Madero, Alvaro Obregón, Iztapalapa, y Milpa Alta, identificadas con los más altos índices de exclusión educativa, que se recogen en el estudio Y tú ¿qué opinas? realizado por la Unesco en México y la Secretaría de Educación capitalina, con el propósito de conocer por qué los menores dejan la escuela.
Los 263 participantes, de entre seis y 18 años, manifestaron su sentir mediante dibujos, cuentos, obras de teatro y escritos, en los que predominan las referencias a trato violento o incomprensión de sus profesores, más allá, inclusive, de la situación económica o familiar. Los ejemplos se multiplican en los diferentes ejercicios, como el que hizo Alejandra, de 15 años, en un reportaje titulado “Profesores injustos” en el periódico Nosotros, “el más candente”. En éste cuenta la experiencia que tuvo con una maestra que la reprobó por no tener máquina de escribir. ¿No te ha pasado que un maestro te culpa de algo injustamente?”, inquiere.
En un sociodrama, en el que se les pidió protestar por la exclusión educativa, los menores llamaron a su organización “Muera la escuela” y expusieron 13 razones. Entre ellas, “los maestros son incomprensivos”, “ponen castigos injustos”, “no puedes pintarte el pelo ni hacerte perforaciones”, “sólo quieren que lleves tenis blancos”. De hecho, en los murales sobre su experiencia en las escuelas, los participantes utilizaron colores intensos, como rojo, negro o azul, y dibujaron inmuebles maltrechos, grafiteados y de cabeza, que cobijan a personajes oscuros, y rodeados de hechos de violencia, como un individuo atropellado y un perro muerto a tiros. Lo que más les disgusta de las instalaciones físicas son los sanitarios. En cambio, cuando ilustraron su escuela ideal recurrieron a colores claros, al “estilo arcoiris, con zonas verdes que evocan la naturaleza y el uso del azul como elemento del cielo o el mar”. “La escuela que me gustaría está en las nubes”, anota Mariana, de 10 años. La de Angélica tiene juegos y la de Elizabeth un módulo de policía.
En sus cuentos y composiciones en general, narran experiencias de niños que no van a la escuela por problemas familiares y su intención de cambiar el sistema educativo. “¡Podemos hacer una marcha para que la escuela sea más divertida”, propuso un menor. Otros, a petición de los talleristas, después de leer Los decretos del hombre, de Thiago de Mello, hicieron los propios. “Decreto que los niños vayan a la escuela”, “Está dicho que el maestro nos saque 10 en todos los examenes, tareas, etcétera”, o “Fuera feliz si todo en el mundo fuera divertido”. Con las respuestas de este ejercicio, realizado entre febrero y marzo de este año, sobre los factores que impiden a los niños y adolescentes disfrutar de su educación, se pretende plantear una guía para la adopción de acciones que coadyuven a que, cada vez más, se logre que todos ejerciten este derecho.
Los 263 participantes, de entre seis y 18 años, manifestaron su sentir mediante dibujos, cuentos, obras de teatro y escritos, en los que predominan las referencias a trato violento o incomprensión de sus profesores, más allá, inclusive, de la situación económica o familiar. Los ejemplos se multiplican en los diferentes ejercicios, como el que hizo Alejandra, de 15 años, en un reportaje titulado “Profesores injustos” en el periódico Nosotros, “el más candente”. En éste cuenta la experiencia que tuvo con una maestra que la reprobó por no tener máquina de escribir. ¿No te ha pasado que un maestro te culpa de algo injustamente?”, inquiere.
En un sociodrama, en el que se les pidió protestar por la exclusión educativa, los menores llamaron a su organización “Muera la escuela” y expusieron 13 razones. Entre ellas, “los maestros son incomprensivos”, “ponen castigos injustos”, “no puedes pintarte el pelo ni hacerte perforaciones”, “sólo quieren que lleves tenis blancos”. De hecho, en los murales sobre su experiencia en las escuelas, los participantes utilizaron colores intensos, como rojo, negro o azul, y dibujaron inmuebles maltrechos, grafiteados y de cabeza, que cobijan a personajes oscuros, y rodeados de hechos de violencia, como un individuo atropellado y un perro muerto a tiros. Lo que más les disgusta de las instalaciones físicas son los sanitarios. En cambio, cuando ilustraron su escuela ideal recurrieron a colores claros, al “estilo arcoiris, con zonas verdes que evocan la naturaleza y el uso del azul como elemento del cielo o el mar”. “La escuela que me gustaría está en las nubes”, anota Mariana, de 10 años. La de Angélica tiene juegos y la de Elizabeth un módulo de policía.
En sus cuentos y composiciones en general, narran experiencias de niños que no van a la escuela por problemas familiares y su intención de cambiar el sistema educativo. “¡Podemos hacer una marcha para que la escuela sea más divertida”, propuso un menor. Otros, a petición de los talleristas, después de leer Los decretos del hombre, de Thiago de Mello, hicieron los propios. “Decreto que los niños vayan a la escuela”, “Está dicho que el maestro nos saque 10 en todos los examenes, tareas, etcétera”, o “Fuera feliz si todo en el mundo fuera divertido”. Con las respuestas de este ejercicio, realizado entre febrero y marzo de este año, sobre los factores que impiden a los niños y adolescentes disfrutar de su educación, se pretende plantear una guía para la adopción de acciones que coadyuven a que, cada vez más, se logre que todos ejerciten este derecho.
Kikka Roja