Raymundo Riva Palacio
Sarkozy
Domingo, 08 de Marzo de 2009
"Imbécil", le dijo una vez a la veterana periodista estadounidense Leslie Stahl cuando le preguntó en una entrevista sobre su esposa Cecilia, de quien volaban rumores se estaba divorciando. Borracho apareció a dar una conferencia tras una cumbre del G-8, el grupo político y económico de los países más ricos del mundo, además de Rusia, a unas cuantas semanas de haber sido electo presidente. A un agricultor que lo cuestionó por sus políticas agrícolas, lo insultó en frente de la televisión francesa. Y cuando los jóvenes árabes desataron una ola de disturbios en los suburbios de París hace dos navidades, los calificó sin problema de "chusma". Nadie debía extrañarse del por qué hace algún tiempo, cuando iba caminando, se le acercó un tipo y le estrelló unos huevos sobre la cara.
Pero Sarkozy, el presidente francés que visita México, es uno de los políticos mejor formados que se puedan encontrar hoy en el zoológico de la política internacional. "Tiene la marca de un líder de verdad, la capacidad para tomar decisiones y llevarlas a cabo", escribió recientemente de él Tony Blair, el ex primer ministro inglés. "Puso a Francia en el mapa". Es cierto.
Desde que llegó al Palacio del Eliseo, sede de la poderosa presidencia francesa en junio de 2007, Sarkozy sacó del letargo a una Francia que estaba tan adormilaba como su anciano jefe de Estado, Jacques Chirac. Rápidamente se colocó como actor central en el conflicto entre israelitas y palestinos, logró el cese al fuego en la última invasión de Rusia a Georgia, asumió la presidencia semestral rotativa de la Unión Europea y como ningún otro líder antes convocó reuniones del más alto nivel para todo tipo de problemas comunitarios, creando un piso tan sólido que cuando finalmente estalló la crisis financiera, se adjudicó el liderazgo y llevó a Washington, a los 20 presidentes y jefes de gobierno de las principales economías del mundo para que empezaran a hablar colectivamente sobre el problema que les había caído.
No contento con ello, tomó la bandera del rescate de franceses con problemas en el mundo, y logró repatriar a franceses de Nueva Zelanda, de Chad, de Libia, a Ingrid Betancourt de Colombia y ahora está empeñado, en su viaje a México, de hacer lo mismo con Florence Cassez, presa desde 2005 y condenada a 60 años, por los delitos de secuestro y asociación con el crimen organizado. Sarkozy es como una bala.
Hijo de un aristócrata húngaro de 55 años, nació en París y vivió casi toda su vida en uno de los suburbios más prósperos de Francia. En 1977 comenzó allí su carrera política que lo llevaría a ocupar múltiples cargos de ministro en varios gobiernos –Finanzas e Industria, Comunicaciones, y finalmente del Interior-, a pasar por alcaldías y por diputaciones, a ser consejero y asesor de jefes de Estado.
Pocos dudaban ya hace una década que Sarkozy no llegara lejos en la política francesa. Protegido de una de las viejas figuras, que llegó a la presidencia, Jacques Chirac, se distanció de él cuando estaba en la oposición y se fue a trabajar con Edouard Ballader, cuando llegó a la presidencia francesa. Pero cuando finalmente Chirac ascendió, volvió a llamar al hijo pródigo al gabinete.
Lo hizo ministro del Interior y se montó en el ánimo francés de repudio a la inmigración árabe y africana, endureciendo las leyes migratorias y asumiendo posturas que en su momento llevaron a la prensa francesa a considerarlo en la categoría de Jean-Marie Le Pen, el político más cercano al fascismo que existe en Francia. Pero le dio resultado. Primero logró hacerse de la candidatura para la presidencia, y ya con ella derrotó a la carismática socialista Segolène Royal. No fue por muchos votos, pero sí por mayoría.
Sarkozy se preparaba para navegar al frente del timó del Eliseo.
Pero antes, Sarkozy, finalmente, se fue a celebrar a un hotel de lujo, con grandes viandas y excelentes vinos, su triunfo electoral la misma noche de la victoria, y de ahí tomó un avión privado para irse unas pequeñas vacaciones de descanso de la campaña electoral en el Mediterráneo en un yate privado. Todo por cuenta de un empresario, lo cual le provocó el primer escándalo ya como el líder indiscutible francés.
No había pasado un mes de asumir la presidencia cuando empezaron a volar por toda Francia y el mundo los rumores de infidelidades. Por partida doble. De parte de Cecilia, que terminó hablando pestes de él, y de Sarkozy mismo, con una famosa cantante y modelo nacida en Turín, Carla Bruni, con quien se casó. Son la pareja más atractiva en el mundo de la política. Ella, muy guapa y atractiva. Él, que tiene esa curiosa característica de estar siempre bronceado, guapo y atractivo.
Sarkozy es una revolución política en Francia. Es una excepción que haya llegado a la presidencia sin pasar por la Escuela Nacional de Administración, de donde salen todos los líderes franceses, y que sólo tenga la licenciatura porque el grado superior en Ciencias Políticas nunca le fue otorgado por su pésimo comando del inglés. Pero hiperactivo y ambicioso, es todo un animal político.
Tony Blair, a quien admira porque sedujo a los medios y logró vender ideología política, su alter ego, pero no le ha ido tan bien como a él. La crisis económica, el conflicto en la vieja posesión en la isla caribeña de Guadaloupe y las tensiones sociales, han hecho caer su popularidad. En el último sondeo difundido en febrero por el "Journal de Dimanche", el nivel de aprobación de Sarkozy había caído 7 puntos y se encontraba en 37%. Ha ido perdiendo el apoyo de los jóvenes, de las mujeres y de los burócratas. Esos niveles siempre son muy malos para todos, sin descontar a Sarkozy, el cowboy del mundo al que las cosas en casa no le están pintando nada bien.
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