Mesa política con Carmen Aristegui segmento 1 - 14-07-09 MVS.
3 videos en 1
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http://www.youtube.com/watch?v=_QZn8x85rgY
http://www.youtube.com/watch?v=IkzN8Ej8p1A
http://www.youtube.com/watch?v=9X46xoj-n7M
kikka-roja.blogspot.com lorenzo-meyer-las-crisis-de-mexico-la del 46 y la de ahora
AGENDA CIUDADANA Las crisis de México, la de 1946 y la de ahora Lorenzo Meyer
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http://www.youtube.com/watch?v=_QZn8x85rgY
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AGENDA CIUDADANA Las crisis de México, la de 1946 y la de ahora Lorenzo Meyer
Sé que algunos de ustedes utilizan mi página www.sergioaguayo.org para escuchar los audios de la Mesa Política transmitida en el noticiero de Carmen Aristégui. Para su información, a partir de esta semana también se incluyen los videos en donde aparezco con Lorenzo Meyer y Denise Dresser.
Saludos.
Sergio Aguayo
-------------------------------EL ARTICULO DE RENE DELGADO CITADO POR SERGIO AGUAYO
SOBREAVISO
A la deriva
René Delgado
11 Jul. 09
Sin liderazgos con respaldo moral, sin idea del rumbo a imprimirle al país, sin metas claras en dirección al porvenir y con todo y elecciones, el país atraviesa un muy mal momento: no hay algo que llene de orgullo a la nación y le dé satisfacción, invitándola a ir por más.
El incendio de una guardería con su trágico saldo pone en duda al conjunto de un servicio clave para favorecer el trabajo de padres y madres de familia; la ejecución de otro ciudadano más abandonado a su suerte después de denunciar al crimen vulnera el llamado a sumarse contra la delincuencia; y, en el colmo del absurdo, el patadón del director técnico de la selección de futbol a un jugador del equipo adversario habla de una desesperación incontenible. Todas esas estampas forman parte del álbum de la degradación de un país que resbala una y otra vez en la realización de sus anhelos.
Son pocos, poquísimos, los mexicanos cuyo desempeño todavía se distingue como modelo de actuación y, en esa medida, faltan referentes para entusiasmar a la ciudadanía en la idea de construir un mejor destino.
* * *
Quizá en el campo del cine, la plástica, la literatura, la arquitectura y en algunos nichos de la ciencia y el deporte se mantiene una cierta reserva estratégica de lo que el país -sus habitantes- puede ser y hacer. Fuera de esos ámbitos es muy difícil encontrar personalidades merecedoras de estar en la vitrina donde cada país guarda y exhibe sus trofeos.
Los prelados de la Iglesia, los más encumbrados gobernantes y líderes políticos, los dirigentes sindicales, los más afortunados empresarios, los más importantes magistrados y ministros han dejado de constituir la élite de los mejores hombres y mujeres, distinguidos o reconocidos por la ciudadanía como los señalados para representar, encabezar o conducir al país.
Día tras día, semana tras semana, algún evento los expone como los más vivos, como los más pícaros que, en el uso o abuso de su función o investidura, conquistan para su exclusivo bienestar o fortuna placeres, recursos, bienes, negocios, puestos o beneficios. No como los líderes acreditados en un cierto ámbito social. Sus seguidores, simpatizantes, afiliados, empleados y fans no pueden sino quedarse con el ojo cuadrado o, bien, entender que hay que ser como ellos no para corregir o mejorar las cosas, sino para conseguir lo que ellos logran.
El concepto de nación desaparece entonces, todo se vuelve un esfuerzo individual en beneficio propio y exclusivo, ajeno por completo a la comunidad o la vocación del servicio público o social.
* * *
En el vértigo de esa degradación, la confusión agranda el desastre. Sin confianza en la autoridad, cualquiera que ésta sea, sin confianza en la pulcritud de la indagación correspondiente, cualquier desgracia es casi obligado mirarla y explicarla desde el balcón de la sospecha, la corrupción, la complicidad o la negligencia.
Es lógico que así sea porque, cuando verdaderamente hay evidencia de corrupción, negligencia, complicidad u omisión, la autoridad se empeña en evitar presentar las cosas como son y actuar en consecuencia. Es socorrido el recurso de transformarlas en sucesos insólitos o aislados y, por lo mismo, imposibles de prevenir y, desde luego, de castigar o sancionar.
Así, resulta que los muertos por la crisis política que vivió Oaxaca fallecieron quién sabe por qué; la violación de los derechos humanos de una periodista por denunciar a un pederasta no es de gravedad aunque implica a un gobernador; el encubrimiento de un sacerdote pederasta por parte de un cardenal es una peccata minuta; los mineros de Pasta de Conchos forman parte de un pasado sin solución; los arreglos de un ministro y un jefe del Ejecutivo para usar como ariete el Estado de derecho contra un adversario político es un interesante tema de conversación y nada más; los asesinos de dos mineros muertos por bala en Lázaro Cárdenas son un enigma; el fracaso de la mejora educativa en razón de una alianza política no debe ser motivo de preocupación; el afán de involucrar a la esposa del presidente de la República en la tragedia de la guardería no pasa de ser un recurso válido en la guerra sucia; el uso con fines políticos del combate al crimen es cuando más un ardid electoral...
Si todo eso queda bajo el tapete de la impunidad, el abuso, la anécdota o la complicidad, por qué entonces no sospechar que un temblor, una tromba, un huracán sean producto también de la complicidad de gobernantes, legisladores y ministros en el afán de sobrevivir a sus errores. Por eso la degradación que vive el país toma, por momentos, visos de un destino manifiesto.
* * *
Desde hace años, el país vive esa situación. No ha construido nuevos liderazgos con respaldo moral ni ha cuidado los que tenía, y la esperanza que en ese sentido significó la alternancia en el poder muy lejos quedó de constituir una alternativa.
Hoy mismo, a unos días de la preocupación que el anulismo significó a los candidatos y los partidos políticos ese asunto ya pasó al archivo de los recuerdos. En nada inquieta a las dirigencias partidistas el que una porción ciudadana haya optado manifiestamente por no elegirlos, ahora la atención está concentrada en cobrar revancha dentro de sus propias formaciones para ver quién es quién en la recomposición de fuerzas.
En Acción Nacional y en el Partido de la Revolución Democrática la atención está puesta en llevar a cabo el ajuste de cuentas internas para cobrar la factura derivada de la derrota. Aprecian su ruina como una fortuna. En el partido tricolor todavía no acaban de descifrar cómo gobernar y aprovechar esa fuerza tetracéfala que les dejó su triunfo: Enrique Peña, Beatriz Paredes, Manlio Fabio Beltrones y el elenco de gobernadores no están muy claros en el qué y el cómo hacer lo que podrían.
* * *
Vuelven los líderes del país a la irrenunciable tarea de explorar su ombligo y ver qué pueden hacer para aparecer mejor calificados en la próxima encuesta, sin voltear la vista a ese vértigo de sucesos que advierte la degradación.
Los niños de la guardería de Hermosillo ya fueron enterrados y, ahora, la atención está sobre el listado del conjunto de guarderías. El joven mormón y su cuñado ya fueron debidamente enterrados y el caso ya fue atraído por la Procuraduría General de la República, garantizando guardar muy bien ese expediente junto con tantos que acumula. El patadón de Javier Aguirre se olvidará con el juego de mañana. Por lo demás, ya ocurrirá algo estos días que cambie el foco de atención, aunque mantenga la tensión social.
El incendio de una guardería con su trágico saldo pone en duda al conjunto de un servicio clave para favorecer el trabajo de padres y madres de familia; la ejecución de otro ciudadano más abandonado a su suerte después de denunciar al crimen vulnera el llamado a sumarse contra la delincuencia; y, en el colmo del absurdo, el patadón del director técnico de la selección de futbol a un jugador del equipo adversario habla de una desesperación incontenible. Todas esas estampas forman parte del álbum de la degradación de un país que resbala una y otra vez en la realización de sus anhelos.
Son pocos, poquísimos, los mexicanos cuyo desempeño todavía se distingue como modelo de actuación y, en esa medida, faltan referentes para entusiasmar a la ciudadanía en la idea de construir un mejor destino.
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Quizá en el campo del cine, la plástica, la literatura, la arquitectura y en algunos nichos de la ciencia y el deporte se mantiene una cierta reserva estratégica de lo que el país -sus habitantes- puede ser y hacer. Fuera de esos ámbitos es muy difícil encontrar personalidades merecedoras de estar en la vitrina donde cada país guarda y exhibe sus trofeos.
Los prelados de la Iglesia, los más encumbrados gobernantes y líderes políticos, los dirigentes sindicales, los más afortunados empresarios, los más importantes magistrados y ministros han dejado de constituir la élite de los mejores hombres y mujeres, distinguidos o reconocidos por la ciudadanía como los señalados para representar, encabezar o conducir al país.
Día tras día, semana tras semana, algún evento los expone como los más vivos, como los más pícaros que, en el uso o abuso de su función o investidura, conquistan para su exclusivo bienestar o fortuna placeres, recursos, bienes, negocios, puestos o beneficios. No como los líderes acreditados en un cierto ámbito social. Sus seguidores, simpatizantes, afiliados, empleados y fans no pueden sino quedarse con el ojo cuadrado o, bien, entender que hay que ser como ellos no para corregir o mejorar las cosas, sino para conseguir lo que ellos logran.
El concepto de nación desaparece entonces, todo se vuelve un esfuerzo individual en beneficio propio y exclusivo, ajeno por completo a la comunidad o la vocación del servicio público o social.
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En el vértigo de esa degradación, la confusión agranda el desastre. Sin confianza en la autoridad, cualquiera que ésta sea, sin confianza en la pulcritud de la indagación correspondiente, cualquier desgracia es casi obligado mirarla y explicarla desde el balcón de la sospecha, la corrupción, la complicidad o la negligencia.
Es lógico que así sea porque, cuando verdaderamente hay evidencia de corrupción, negligencia, complicidad u omisión, la autoridad se empeña en evitar presentar las cosas como son y actuar en consecuencia. Es socorrido el recurso de transformarlas en sucesos insólitos o aislados y, por lo mismo, imposibles de prevenir y, desde luego, de castigar o sancionar.
Así, resulta que los muertos por la crisis política que vivió Oaxaca fallecieron quién sabe por qué; la violación de los derechos humanos de una periodista por denunciar a un pederasta no es de gravedad aunque implica a un gobernador; el encubrimiento de un sacerdote pederasta por parte de un cardenal es una peccata minuta; los mineros de Pasta de Conchos forman parte de un pasado sin solución; los arreglos de un ministro y un jefe del Ejecutivo para usar como ariete el Estado de derecho contra un adversario político es un interesante tema de conversación y nada más; los asesinos de dos mineros muertos por bala en Lázaro Cárdenas son un enigma; el fracaso de la mejora educativa en razón de una alianza política no debe ser motivo de preocupación; el afán de involucrar a la esposa del presidente de la República en la tragedia de la guardería no pasa de ser un recurso válido en la guerra sucia; el uso con fines políticos del combate al crimen es cuando más un ardid electoral...
Si todo eso queda bajo el tapete de la impunidad, el abuso, la anécdota o la complicidad, por qué entonces no sospechar que un temblor, una tromba, un huracán sean producto también de la complicidad de gobernantes, legisladores y ministros en el afán de sobrevivir a sus errores. Por eso la degradación que vive el país toma, por momentos, visos de un destino manifiesto.
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Desde hace años, el país vive esa situación. No ha construido nuevos liderazgos con respaldo moral ni ha cuidado los que tenía, y la esperanza que en ese sentido significó la alternancia en el poder muy lejos quedó de constituir una alternativa.
Hoy mismo, a unos días de la preocupación que el anulismo significó a los candidatos y los partidos políticos ese asunto ya pasó al archivo de los recuerdos. En nada inquieta a las dirigencias partidistas el que una porción ciudadana haya optado manifiestamente por no elegirlos, ahora la atención está concentrada en cobrar revancha dentro de sus propias formaciones para ver quién es quién en la recomposición de fuerzas.
En Acción Nacional y en el Partido de la Revolución Democrática la atención está puesta en llevar a cabo el ajuste de cuentas internas para cobrar la factura derivada de la derrota. Aprecian su ruina como una fortuna. En el partido tricolor todavía no acaban de descifrar cómo gobernar y aprovechar esa fuerza tetracéfala que les dejó su triunfo: Enrique Peña, Beatriz Paredes, Manlio Fabio Beltrones y el elenco de gobernadores no están muy claros en el qué y el cómo hacer lo que podrían.
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Vuelven los líderes del país a la irrenunciable tarea de explorar su ombligo y ver qué pueden hacer para aparecer mejor calificados en la próxima encuesta, sin voltear la vista a ese vértigo de sucesos que advierte la degradación.
Los niños de la guardería de Hermosillo ya fueron enterrados y, ahora, la atención está sobre el listado del conjunto de guarderías. El joven mormón y su cuñado ya fueron debidamente enterrados y el caso ya fue atraído por la Procuraduría General de la República, garantizando guardar muy bien ese expediente junto con tantos que acumula. El patadón de Javier Aguirre se olvidará con el juego de mañana. Por lo demás, ya ocurrirá algo estos días que cambie el foco de atención, aunque mantenga la tensión social.
Sin liderazgos, sin ideas, sin metas es muy difícil encontrar motivo de orgullo.
Correo electrónico: sobreaviso@latinmail.com
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