La agenda oculta de Xinjiang: petróleo, gas y oleoductos
Alfredo Jalife-Rahme
Foto Imagen tomada de la televisión del enfrentamiento entre policías y manifestantes en Urumqi, capital de Xinjiang, el pasado 5 de julioFoto Reuters
El contencioso del Tíbet es similar al de Xinjiang en cuanto se refiere a su sensible localización estratégica como a sus pletóricas materias primas.
A diferencia del Tíbet, poco conectado con los budistas aledaños, la relevante etnia uigur de Xinjiang (8.3 millones del total centroasiático de 11 millones), de origen turco-mongol, exhibe amplias redes con sus similares étnicos e islámicos en Asia central y Turquía.
De allí que el conflicto étnico-teológico entre la mayoría han y la minoría uigur en la amplitud china constituya un verdadero choque de civilizaciones del que se refocilan los huntingtonianos, quienes alientan la balcanización de China y su confrontación con el Islam (mil 500 millones de feligreses).
Conforme se profundiza el tsunami financiero global provocado por la dupla anglosajona de Estados Unidos y Gran Bretaña, se intensifica la espectacular ofensiva bélica de Washington y Londres en toda Eurasia, primordialmente en el añejo arco de la crisis propugnado por el fanático ultrarracista Bernard Lewis (muy cercano a Israel y a los neoconservadores straussianos), con el fin de cercar a las tres grandes potencias geoeconómicas emergentes: China, Rusia e India, que viven intensas conflagraciones en sus respectivas fronteras bajo el travestismo del jihadismo islámico, al unísono de los preparativos israelíes para atacar a Irán.
El paranoide Bibi Netanyahu (ver Bajo la Lupa, 12/7/09) ha lanzado a sus tres submarinos nucleares al mar Rojo, al golfo Pérsico y el mar Mediterráneo para amedrentar a Irán (Réseau Voltaire, 15/7/09), que aún no resuelve su crisis poselectoral.
El añejo arco de la crisis del fundamentalista israelí y teórico de los halcones anglosajones Bernard Lewis se entrelaza con lo que hemos denominado la línea Brzezinski que conecta la antigua Palestina a Irán y al binomio Afganistán-Pakistán, entre los paralelos 20 y 40 grados, que representa geopolíticamente el talón de Aquiles de China.
En este contexto habría que ubicar el reciente estallido étnico-teológico en la rica provincia islámica de Xinjiang, sexta parte del territorio chino que equivale a la superficie de Irán.
Rick Rozoff, colaborador de Global Research (10/7/09), desmenuza la mayor operación de combate desde la guerra de Vietnam del Pentágono y la OTAN desde Afganistán hasta el mar Caspio y Asia central con el fin de controlar las reservas de petróleo y sus oleoductos regionales.
¿La escalada de la dupla anglosajona –mediante su huntingtoniano choque de civilizaciones que ha incendiado las fronteras de Rusia, India y China– responde a la exigencia de un nuevo orden monetario mundial y una nueva divisa que sepulten al otrora omnipotente dólar?
F. William Engdahl, investigador estadunidense-alemán, demuestra cómo Washington juega en profundidad con China (Global Research, 11/7/09), cuyo artículo fue reproducido por China Daily (16/7/09) bajo el título sugestivo: La agenda oculta detrás de la violencia en Xinjiang.
Además de fracturar la cohesión del Grupo de Shanghai (SCO, por sus siglas en inglés), F. William Engdahl demuestra que algunos de los más importantes gasoductos de China pasan por Xinjiang en procedencia de Kazajstán, Turkmenistán, Uzbekistán y Rusia.
F. William Engdahl, con fuertes vínculos con los servicios alemanes de inteligencia, indica que fue determinante el papel que jugó en los disturbios étnicos de Xinjiang la supuesta ONG independiente (sic) Fundación Nacional para la Democracia (FND): “la interferencia de Estados Unidos tiene poco que ver con los pretendidos abusos a los derechos humanos contra los uigures. Al contrario, tiene mucho que ver con la estratégica localización geopolítica de Xinjiang. La FND financia con 215 mil dólares al año al Congreso Mundial Uigur (CMU), con sede en Washington, que busca la creación del ‘Turkistán Oriental’ mediante la secesión de Xinjiang de China”.
La FND se vio implicada en la violencia del Tíbet en marzo del año pasado con el fin de mancillar la imagen china con antelación a los Juegos Olímpicos. Allen Weinstein (muy cercano a Israel y uno de los creadores legislativos de la FND), comentó en 1991 que gran parte de la actividad de la FND era realizada en manera encubierta por la CIA (¡súper-sic!) hace más de 25 años (cita de F. William Engdahl).
Por cierto, el neoconservador straussiano, eterno presidente de la FND y anterior consejero de la Comisión Kissinger (¡extra súper-sic!) Carl Gershman se defiende de ser un títere de la CIA.
¿Cómo puede un pretendido filántropo y demócrata como Gershman ser aliado de los halcones bélicos israelíes y neoconservadores straussianos como Irving Kristol y Norman Podhoretz? ¡Tales son los derechos humanos y la democracia de Estados Unidos e Israel: pura simulación!
F. William Engdahl desenreda la madeja de los financiamientos por el Congreso de Estados Unidos a la FND mediante receptores inocuos y filántropos como la Cámara de Comercio de Estados Unidos, el sindicato AFL-CIO y el Centro para la Empresa Privada (¡extra súper-sic!) Internacional.
No fue casual que los disturbios étnico-teológicos en Urumqi (capital de Xinjiang) se hayan escenificado días después a la cumbre del Grupo de Shanghai (ver Bajo la Lupa, 14/6/09).
Tampoco fue coincidencia que el pasado 18 de mayo la FND haya realizado una conferencia de derechos humanos sobre Turkistán Oriental: 60 años bajo el régimen comunista chino. Entre sus copatrocinadores se encontraron Human Rights Watch (del megaespeculador George Soros, padrino de las revoluciones de color en la periferia rusa) y la Organización de las Naciones y Pueblos sin Representación (UNPO, por sus siglas en inglés), una extraña entidad balcanizadora de 57 multietnias que se acopla a los intereses desestabilizadores anglosajones.
La presidenta del CMU es Rebiya Kadeer, instrumento del Departamento de Estado, a juicio de Donald Kirk, quien expone que Washington financia a sus amigos (sic) uigures (Asia Times, 18/7/09): Estados Unidos se ha tropezado casi inadvertidamente en medio del conflicto étnico en China occidental del que no tiene ninguna oportunidad de salir airoso.
Mas allá de las instalaciones nucleares y satelitales chinas en su seno, la sensible ubicación estratégica de Xinjiang (comparte fronteras con Tíbet, India, Mongolia, Rusia, Kazajstán, Kirguizistán, Tayikistán, Afganistán y Pakistán) se dimensiona aún más debido a sus pletóricas reservas de carbón (40 por ciento del total), petróleo y gas natural (25 por ciento del total). La extracción de petróleo y gas en la rica provincia de Xinjiang (60 por ciento de su economía) se conecta con Shanghai.
¿Cómo responderá en forma civilizada China, al tiempo que proteja los intereses inalienables de sus minorías en Tíbet y Xinjiang, para levantar el ominoso desafío que le propinó la CIA, perdón, la FND, en su yugular económica y energética?
kikka-roja.blogspot.com/
A diferencia del Tíbet, poco conectado con los budistas aledaños, la relevante etnia uigur de Xinjiang (8.3 millones del total centroasiático de 11 millones), de origen turco-mongol, exhibe amplias redes con sus similares étnicos e islámicos en Asia central y Turquía.
De allí que el conflicto étnico-teológico entre la mayoría han y la minoría uigur en la amplitud china constituya un verdadero choque de civilizaciones del que se refocilan los huntingtonianos, quienes alientan la balcanización de China y su confrontación con el Islam (mil 500 millones de feligreses).
Conforme se profundiza el tsunami financiero global provocado por la dupla anglosajona de Estados Unidos y Gran Bretaña, se intensifica la espectacular ofensiva bélica de Washington y Londres en toda Eurasia, primordialmente en el añejo arco de la crisis propugnado por el fanático ultrarracista Bernard Lewis (muy cercano a Israel y a los neoconservadores straussianos), con el fin de cercar a las tres grandes potencias geoeconómicas emergentes: China, Rusia e India, que viven intensas conflagraciones en sus respectivas fronteras bajo el travestismo del jihadismo islámico, al unísono de los preparativos israelíes para atacar a Irán.
El paranoide Bibi Netanyahu (ver Bajo la Lupa, 12/7/09) ha lanzado a sus tres submarinos nucleares al mar Rojo, al golfo Pérsico y el mar Mediterráneo para amedrentar a Irán (Réseau Voltaire, 15/7/09), que aún no resuelve su crisis poselectoral.
El añejo arco de la crisis del fundamentalista israelí y teórico de los halcones anglosajones Bernard Lewis se entrelaza con lo que hemos denominado la línea Brzezinski que conecta la antigua Palestina a Irán y al binomio Afganistán-Pakistán, entre los paralelos 20 y 40 grados, que representa geopolíticamente el talón de Aquiles de China.
En este contexto habría que ubicar el reciente estallido étnico-teológico en la rica provincia islámica de Xinjiang, sexta parte del territorio chino que equivale a la superficie de Irán.
Rick Rozoff, colaborador de Global Research (10/7/09), desmenuza la mayor operación de combate desde la guerra de Vietnam del Pentágono y la OTAN desde Afganistán hasta el mar Caspio y Asia central con el fin de controlar las reservas de petróleo y sus oleoductos regionales.
¿La escalada de la dupla anglosajona –mediante su huntingtoniano choque de civilizaciones que ha incendiado las fronteras de Rusia, India y China– responde a la exigencia de un nuevo orden monetario mundial y una nueva divisa que sepulten al otrora omnipotente dólar?
F. William Engdahl, investigador estadunidense-alemán, demuestra cómo Washington juega en profundidad con China (Global Research, 11/7/09), cuyo artículo fue reproducido por China Daily (16/7/09) bajo el título sugestivo: La agenda oculta detrás de la violencia en Xinjiang.
Además de fracturar la cohesión del Grupo de Shanghai (SCO, por sus siglas en inglés), F. William Engdahl demuestra que algunos de los más importantes gasoductos de China pasan por Xinjiang en procedencia de Kazajstán, Turkmenistán, Uzbekistán y Rusia.
F. William Engdahl, con fuertes vínculos con los servicios alemanes de inteligencia, indica que fue determinante el papel que jugó en los disturbios étnicos de Xinjiang la supuesta ONG independiente (sic) Fundación Nacional para la Democracia (FND): “la interferencia de Estados Unidos tiene poco que ver con los pretendidos abusos a los derechos humanos contra los uigures. Al contrario, tiene mucho que ver con la estratégica localización geopolítica de Xinjiang. La FND financia con 215 mil dólares al año al Congreso Mundial Uigur (CMU), con sede en Washington, que busca la creación del ‘Turkistán Oriental’ mediante la secesión de Xinjiang de China”.
La FND se vio implicada en la violencia del Tíbet en marzo del año pasado con el fin de mancillar la imagen china con antelación a los Juegos Olímpicos. Allen Weinstein (muy cercano a Israel y uno de los creadores legislativos de la FND), comentó en 1991 que gran parte de la actividad de la FND era realizada en manera encubierta por la CIA (¡súper-sic!) hace más de 25 años (cita de F. William Engdahl).
Por cierto, el neoconservador straussiano, eterno presidente de la FND y anterior consejero de la Comisión Kissinger (¡extra súper-sic!) Carl Gershman se defiende de ser un títere de la CIA.
¿Cómo puede un pretendido filántropo y demócrata como Gershman ser aliado de los halcones bélicos israelíes y neoconservadores straussianos como Irving Kristol y Norman Podhoretz? ¡Tales son los derechos humanos y la democracia de Estados Unidos e Israel: pura simulación!
F. William Engdahl desenreda la madeja de los financiamientos por el Congreso de Estados Unidos a la FND mediante receptores inocuos y filántropos como la Cámara de Comercio de Estados Unidos, el sindicato AFL-CIO y el Centro para la Empresa Privada (¡extra súper-sic!) Internacional.
No fue casual que los disturbios étnico-teológicos en Urumqi (capital de Xinjiang) se hayan escenificado días después a la cumbre del Grupo de Shanghai (ver Bajo la Lupa, 14/6/09).
Tampoco fue coincidencia que el pasado 18 de mayo la FND haya realizado una conferencia de derechos humanos sobre Turkistán Oriental: 60 años bajo el régimen comunista chino. Entre sus copatrocinadores se encontraron Human Rights Watch (del megaespeculador George Soros, padrino de las revoluciones de color en la periferia rusa) y la Organización de las Naciones y Pueblos sin Representación (UNPO, por sus siglas en inglés), una extraña entidad balcanizadora de 57 multietnias que se acopla a los intereses desestabilizadores anglosajones.
La presidenta del CMU es Rebiya Kadeer, instrumento del Departamento de Estado, a juicio de Donald Kirk, quien expone que Washington financia a sus amigos (sic) uigures (Asia Times, 18/7/09): Estados Unidos se ha tropezado casi inadvertidamente en medio del conflicto étnico en China occidental del que no tiene ninguna oportunidad de salir airoso.
Mas allá de las instalaciones nucleares y satelitales chinas en su seno, la sensible ubicación estratégica de Xinjiang (comparte fronteras con Tíbet, India, Mongolia, Rusia, Kazajstán, Kirguizistán, Tayikistán, Afganistán y Pakistán) se dimensiona aún más debido a sus pletóricas reservas de carbón (40 por ciento del total), petróleo y gas natural (25 por ciento del total). La extracción de petróleo y gas en la rica provincia de Xinjiang (60 por ciento de su economía) se conecta con Shanghai.
¿Cómo responderá en forma civilizada China, al tiempo que proteja los intereses inalienables de sus minorías en Tíbet y Xinjiang, para levantar el ominoso desafío que le propinó la CIA, perdón, la FND, en su yugular económica y energética?