http://www.maurita.org/
CUANDO EL SENDERO DEL PEJE BLOG DE VICTOR HERNANDEZ, DIJO: "MARCIAL MACIEL CHINGÓ SU MADRE" ( o sea se murió, el día que murió, estiró la pata, colgó la sotana) NO LE FALTABA RAZÓN, PARADOJA O PLUTÓN EN CAPRICORNIO
(saturno en libra: se hará justicia, plutón en capricornio destrucción de estructura)
LOS MILLONARIOS DE CRISTO UNA MAFIA DE LO MAS HORRIBLE EN DECADENCIA
LA IGLESIA ES LA PUTA DE BABILONIA
http://www.youtube.com/watch?v=iWQwLJTI4tc
Fue gran mentiroso y usurpador de personalidades: la familia
Marcial Maciel abusó de 2 de sus hijos mexicanos
Los procreó con una joven mujer de Tijuana y utilizaba otros nombres
Manifiestan que el alto clero se niega a reconocerlos como vástagos
Salen pormenores sobre el sacerdote en entrevista con Carmen Aristegui
Periódico La Jornada
Jueves 4 de marzo de 2010, p. 3
La familia que formó el sacerdote Marcial Maciel en México reveló ayer los excesos y abusos sexuales cometidos por el fundador de la Legión de Cristo. Tres de sus hijos: Omar, José Raúl y Christian González Lara, junto con su madre Blanca Estela Lara Gutiérrez, lo retrataron como un gran mentiroso, usurpador de personalidades, manipulador y un hombre que cometió actos de pedofilia con dos de sus vástagos.
En la primera entrevista que conceden a un medio de comunicación, en la radio con Carmen Aristegui, dieron cuenta de cómo la alta jerarquía eclesiástica se ha negado a reconocerlos como hijos de Maciel, aunque Álvaro Corcuera, actual superior de los legionarios de Cristo, ha tenido comunicación con ellos, y exigieron al Vaticano resarcir del daño a todas las víctimas de abuso sexual cometidos por integrantes de esa orden religiosa.
Blanca Estela conoció a Maciel en Tijuana, Baja California, cuando ella tenía 19 años de edad y un hijo, y él 56. Le dijo que era viudo y buscaba una muchacha para casarse. Nunca cumplió esa promesa, pero mantuvieron una relación de 25 años durante los cuales prevalecieron los engaños y las perversiones del sacerdote.
Primero le dijo que se llamaba José Rivas, que era detective privado, luego que era de la CIA, "y puras mentiras: así me llevó todo el tiempo, y yo le creí".
Blanca narró los problemas que enfrentó cuando tenía que viajar con sus hijos, "porque yo les ponía nada más mis apellidos". Pasó el tiempo y uno de ellos primero se llamó "Raúl Lara Gutiérrez; después fue Raúl Rivas Lara", y en otro viaje en Relaciones Exteriores le advirtieron que hasta podrían meterla a la cárcel por esos cambios. “Yo dije la verdad: ‘lo que pasa es que mi esposo está fuera y me dio estos apellidos’. Ignoranrte totalmente (me dijo) ‘ya van a ser González Lara’”.
Poder en el Vaticano
En 1997, Blanca descubrió –cuando la revista Contenido publicó un reportaje sobre Marcial Maciel– con quién estaba relacionada. “En la noche, él me llama por teléfono. Le dije: ‘¿qué pasa? Hay una revista (donde) sales tú y dice cosas de abusos sexuales’. Él lo negó.”
En ese tiempo el prelado ya era considerado uno de los religiosos más influyentes en el Vaticano, aunque acumulaba acusaciones de pederastia en su contra.
Paralelamente ya había reconocido con los apellidos de González Lara a los dos hijos que tuvo con Blanca Estela, y al medio hermano de éstos.
A Omar y José Raúl los hizo víctimas de abuso sexual durante ocho años. "Mi primer abuso sucedió en Colombia, cuando yo tenía 7 años de edad. Yo estaba acostado con él, como cualquier niño, como cualquier hijo de familia con su padre a esa edad. Me baja el calzoncillo y me intenta violar. Por instinto humano reacciono y me muevo. Se da cuenta; no me fuerza, pero fue tan fuerte el impacto que hasta el día de hoy recuerdo qué desayuné ese día".
Ese fue el primer abuso contra José Raúl. "Hacía que lo masturbáramos, que le sacáramos fotos masturbándolo; él se quedaba con las fotografías. Se hacía el dormido y nos decía que su tío le hacía lo mismo, que ensayáramos con él."
A Omar, el medio hermano, lo vejó por primera vez en Madrid. “En el (hotel) Holiday Inn, me acuerdo. En ese entonces le dice a Raúl: ‘oye, vamos a masturbarlo’ y, niños pequeños, sin malicia, estamos juntos. Me acuerdo que se hacía el dormido y empezábamos a masturbarlo.
“Siempre nos decía que a él le dolía mucho la pierna, que durmiéramos al menos uno de los dos siempre con él, con el afán de que –nos decía– cuando tienes un dolor en los huesos, ‘caliéntenme la pierna porque me duele mucho…’ en Barcelona, de momento nos decía: ‘dense un beso’, pero por qué…”.
En 1999 los muchachos platicaron a su madre lo que les hacía Maciel. José Raúl empezó a sentirse "muy confundido" y expresó su deseo de acudir con una sicóloga en Cuernavaca, pero su padre lo envió con el doctor Francisco López Ibor, "a una clínica muy prestigiosa en Madrid", y lo hospedó en casa de Norma (otra mujer con la que procreó una hija), a la cual le presentó como su tía.
A los 19 años, después de ser atendido en la clínica López Ibor, en Madrid, José Raúl comenzó un tratamiento a base de neurolíticos y ansiolíticos para combatir rasgos obsesivos y humor subdepresivos.
Tomó esos medicamentos durante año y medio; lo tenían permanentemente dopado. "Él no podía hablar, siempre echando saliva por un lado, quejándose", recordó ayer la madre.
Cuando reportó esos síntomas a Maciel y le dijo que lo llevaría al médico, el sacerdote le respondió: “‘no, no, sigue dándole el medicamento, lo va a componer, eso lo relaja. Está tranquilo, no pasa nada…’ creo que este señor lo quería tener atontado para que dijera ‘pues sí, lo voy a volver loco para que este muchacho no pueda hablar, no diga nada’”, señaló Blanca.
El hijo de Maciel descubriría después que los medicamentos prescritos por el siquiatra López Ibor eran para enfermos de esquizofrenia, hiperactivos o que no podían dormir, además de que una de las pastillas que su propio padre les suministraba a ellos cuando adolescentes (Darvocet T 100 mg) era un derivado de morfina.
Al respecto, Blanca narró que el legionario cargaba siempre un maletín de médico del cual sacaba "un montón de pastillas" que ingería antes o después de los alimentos; "decía que eran vitaminas", aunque ella sospechó que se trataba de drogas.
Comunicación frecuente
Con Omar, el sacerdote Maciel siguió la estrategia de enviarlo a trabajar a Denver, Colorado. "Ahí nos está desvinculando a nosotros como familia, separándonos", contó él.
Al menor de los hijos no lo agredió, pero al parecer sí figuraba en sus planes hacerlo. De hecho, se lo pidió prestado a su mamá. Le dijo: "Nena, a ver si cuando Christian tenga unos 8 añitos me lo prestas o me lo das para que me lo lleve a Irlanda para que también se prepare como Raúl".
Blanca dijo que le respondió: “Sí, no te preocupes, yo te lo voy a prestar. Después de todo lo que les hiciste a mis hijos, ¡todavía quieres que te preste a Christian! ‘¿Qué les hice?’ ¡Tú sabes qué les hiciste! Cómo crees que te voy a dar a mi hijo, si a Raúl se lo llevó sin mi consentimiento a Irlanda”, contó acerca de un viaje vacacional a España, programado para 15 días, con los dos mayores, pero del cual Raúl regresaría dos años después.
Los hijos de Maciel mostraron a Aristegui cartas y postales para demostrar que tenían comunicación frecuente con su padre.
La familia de Maciel ha buscado ser reconocida por la Legión de Cristo como tal. Para ello se acercaron, primero, al rector de la Universidad Anáhuac, Jesús Quirce, a quien le mostraron una boleta de calificaciones con la firma de su padre
(como Jaime Alberto González Rodríguez) para que constatara que se trataba de la misma letra de Maciel.
También hablaron con el obispo de Tepic, Ricardo Watty, uno de los encargados de auditar a los legionarios por indicaciones de Benedicto XVI.
Además, le entregaron a Quirce una carta donde el superior de los legionarios les dice que abrió un fideicomiso para sus hijos, información que –narraron– fue confirmada meses después por Jaime Durán (consejero financiero de la Anáhuac), en presencia del rector.
Pese a que su padre les aseguró que a su muerte los buscarían Álvaro Corcuera (actual superior de la orden) y Marcelino de Andrés para entregarles ese fondo financiero, "nos han dado la espalda", señaló Omar.
Los descendientes de Maciel exigieron al Vaticano que reconozca que a lo largo de décadas diversos legionarios de Cristo abusaron sexualmente de seminaristas y de otras personas, pues se trata de actos criminales.
Dieron cuenta que hace unos meses el sacerdote Carlos Carcheri, supuesto procurador de los Legionarios de Cristo ante la Santa Sede, en nombre de Álvaro Corcuera los invitó a dialogar mediante una carta en la cual los acusa de querer dinero a cambio de callar los abusos de su padre.
“Si bien valoramos todo el sufrimiento que nos has relatado –le escribió a Raúl– y deploramos el mal que pueda seguirse del escándalo, como comprenderás no podemos recoger peticiones de este género, que además son ilícitas. Preferimos buscar y afrontar la verdad por dolorosa que sea”, dice Carcheri.
Blanca Estela sólo hizo una petición a Benedicto XVI: "no nos desampare".
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La arquidiócesis califica al sacerdote de enfermo mental y podría "catalogarlo de criminal"
La CEM se deslinda del caso; la legión calla
Carolina Gómez Mena
http://www.jornada.unam.mx/2010/03/04/index.php?section=politica&article=006n1pol
Periódico La Jornada
Jueves 4 de marzo de 2010, p. 6
Las revelaciones que hicieron ayer hijos de Marcial Maciel, fundador de la Legión de Cristo, provocaron silencio en esa congregación religiosa. Sólo señaló que, por lo "delicado" del asunto, este mediodía ofrecerá una postura oficial al respecto.
La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) se deslindó del caso. Argumentó que es un asunto de la orden mencionada, y la arquidiócesis de México condenó los hechos.
José de Jesús Aguilar, subdirector de radio y televisión de la arquidiócesis de México, precisó que la información produjo no sólo "admiración" en la Iglesia católica sino "vergüenza". Precisó que ante lo revelado, queda claro que el sacerdote (Maciel) "no estaba sano de sus facultades mentales" y que su comportamiento podría ser catalogado de "criminal".
Aguilar reconoció que estas situaciones "ensombrecen las acciones positivas de la Iglesia católica" y dan motivo para que "muchos piensen que toda ella está igual".
Descartó que ocurra así e hizo un llamado a los fieles y a quienes colaboran con la Iglesia a "esforzarse para hacer cada día mejor su labor".
Fuentes de la CEM indicaron que aunque no dudan de la veracidad de lo dicho por los hijos de Maciel, es probable que debido a que en breve se darán a conocer los resultados de la auditoría realizada por el Vaticano a esa congregación se "quiera colgar más milagros" al fundador de la legión para buscar algún acuerdo. Resaltaron que por lo delicado de lo que se reveló, las víctimas estarían en todo su derecho de entablar denuncias ante la justicia e insistieron en que sólo cuando haya una postura oficial de la legión podría haber reacción de la CEM.
Fuentes de la Legión de Cristo destacaron que en Roma la secretaría general, a cargo del sacerdote Álvaro Corcuera, analizó la situación y los directivos de la orden reconocieron que lo dicho por los hijos de Maciel causó gran "sorpresa" pues no se conocían tantos detalles. Debido a que el tema es "complicado", insistieron en que el pronunciamiento de la legión saldrá hoy.
Aguilar señaló que este episodio deja claro que "Dios escribe derecho en renglones chuecos, pues una cosa es la vida del señor Maciel y otra su obra de apoyo a la fe educativa; sin embargo, la vida íntima de esta persona nos hace ver que se trata de alguien no sana de sus facultades mentales e incluso se puede catalogar de criminal".
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Benedicto XVI ya no tiene excusas para aplicar mano firme, sostiene Bernardo Barranco
Las denuncias de sus hijos revelan que la Iglesia protegió a Maciel: expertos
El estigma del ex líder legionario enloda al Papa y al propio sacerdote, dice una víctima
Foto
El 11 de septiembre de 2007, representantes de grupos civiles dieron a conocer parte de las acusaciones por abusos sexuales contra integrantes de los legionarios de CristoFoto Guillermo Sologuren
Alma E. Muñoz
Periódico La Jornada
Jueves 4 de marzo de 2010, p. 5
Especialistas en religión y ex víctimas de abuso sexual de Marcial Maciel coincidieron en señalar que lo relatado por los hijos del sacerdote mexicano revela el encubrimiento que las altas esferas católicas le otorgaron al fundador de la Legión de Cristo.
Bernardo Barranco consideró que el Vaticano ya no tiene excusa alguna para aplicar mano firme en este caso; esto "significa refundar o desaparecer la orden" religiosa. En entrevista, manifestó que en el caso Maciel "hay una dimensión patológica que va más allá de todo lo que habíamos imaginado. Del abuso sexual a menores, de dimensión pedófila, a un personaje que permanentemente vive en la mentira y eso los siquiatras podrán caracterizarlo como personaje absolutamente enfermo y peligroso".
Pero la peligrosidad de esta persona, apuntó el sociólogo, “deja ver que su estructura inmediata (la Legión de Cristo) a todas luces tolera, solapa delitos gravísimos y finalmente se convierte en cómplice. Es un grupo que debería rendir cuentas ante Dios, la Iglesia y la justicia. Las autoridades deben intervenir.
"No sólo hay cuestión de sanción moral o conducta de complicidad, sino que desde el punto de vista jurídico hay complicidad, y se hacen copartícipes de los delitos cometidos por Maciel a lo largo de décadas."
Incluyó al director general de la Legión de Cristo, Álvaro Corcuera, y al Vaticano. "No puede hacer oídos sordos a lo que este nuevo caso nos abre. Benedicto XVI no puede fingir demencia o desconocimiento, porque él, como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, sabía y tiene completo el expediente de los legionarios."
Por tanto, agregó Barranco, si hay una persona que conoce a fondo las denuncias y los alegatos de defensa "es el actual pontífice, y no tiene excusa para no actuar de manera firme en el caso".
Significa, sostuvo, refundar o desaparecer ese grupo. "Me inclino por la primera (opción). Cambiar la mesa directiva y llamar a una especie de concilio interno de los legionarios, donde se establezcan nuevas bases", teniendo como soporte el informe que elabore el grupo de visitadores encargados de auditar a la orden.
"La gravedad de los abusos internos, de las historias dramáticas que existen en la vida religiosa de los legionarios va a plantear la magnitud de las medidas que adopte el Papa."
En consecuencia, advirtió, probablemente la suerte de la actual directiva de la orden está prácticamente sentenciada. "Lo percibí cuando semanas atrás hubo arrepentimiento y solicitud de personajes pidiendo perdón a las víctimas, como tratando de suavizar que el problema estaba en Marcial Maciel y no alrededor de ellos mismos".
Carlos Martínez García sostuvo que la entrevista de Carmen Aristegui con la familia que formó Maciel en México confirmó que hubo ocultamiento del sacerdote, de quienes lo rodeaban y de las altas esferas católicas sobre la doble vida que llevó el prelado y los excesos que cometió.
"Decidieron encubrirlo para hacer un control de daños, pero todo se salió (justamente) de control desde hace mucho y cada vez aparece más información."
Consideró que cuando concluya la auditoría ordenada por el Vaticano a la orden, "institucionalmente se va a seguir protegiendo un proyecto tan cercano. Yo no espero mucho, sólo una apariencia de estar preocupados y querer hacer algo".
José Barba, uno de los primeros ex legionarios en denunciar abusos sexuales cometidos por Maciel, habló de "pecado estructural en la visión de Cristo, que está dispuesta a continuar tratando de dar la impresión de pedir perdón, acompañar a víctimas. Un esquema que para nosotros es muy transparente, la verdad no crece porque se diga a muchos. En cambio, el engaño sí, porque se ve la intención de hacia dónde se dirigen". Afirmó que no espera de la jerarquía católica una "decisión tajante" sobre el caso. "Hablan de reparación como si fuera perdón y se comportan con suma irresponsabilidad".
Alejandro Espinosa, otra víctimas del sacerdote mexicano, afirmó que Benedicto XVI es cómplice de Maciel. "Lo veo como traidor e hipócrita", porque no hizo nada con las denuncias que conoció. A la investigación que ordenó "no le veo más sentido que indagar los alcances económicos de la legión... Aparte de lavarse la cara, este estigma de Maciel los enmierda a los dos (al Pontífice y al fallecido religioso) y a muchísima gente".
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Hipocresía e impunidad
LAJORNADA
Las declaraciones hechas ayer a la periodista Carmen Aristegui por dos de los hijos del fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, en el sentido de que durante su niñez fueron víctimas de abuso sexual por parte de su propio padre, constituyen un nuevo golpe a la maltrecha imagen de esa poderosa e influyente orden religiosa y, por extensión, a la de la Iglesia católica, de por sí hundida en un vasto descrédito a escala mundial por la proliferación de casos de abusos sexuales cometidos por sacerdotes.
Por principio de cuentas, las acusaciones revelan la hipocresía proverbial de una jerarquía eclesiástica que se empeña sistemáticamente en vulnerar la libertad de los individuos para decidir sobre sus propios cuerpos y sus relaciones afectivas –muestra de ello son la campaña de las autoridades católicas de nuestro país en contra del aborto y del uso de anticonceptivos, y su empeño por descalificar, sin objetividad científica alguna, como "antinaturales", las uniones de personas del mismo sexo–, y mantiene vigente, en cambio, una directiva insensata y de enorme potencial nocivo, como es el celibato, pese a que dicha restricción no forma parte de los principios históricos fundamentales del catolicismo: fue establecida como una obligación del sacerdocio hasta el siglo XVI, en el contexto del Concilio de Trento, como respuesta a las reformas protestantes que permitían el matrimonio de los clérigos.
Significativamente, la propia Iglesia católica ha sido, por tradición, mucho más tolerante hacia los curas violadores y pederastas que hacia quienes incumplen abiertamente el voto de celibato, y con ello, además de establecer la doble moral como regla de conducta tácitamente aceptada en sus filas, se ha convertido en encubridora de prácticas que afectan a las sociedades en sus entornos fundamentales y provocan un daño irreparable en las víctimas.
Más allá de la pertinencia y la necesidad de que las autoridades vaticanas abandonen una prohibición manifiestamente insostenible y antinatural –ésta sí merece el calificativo, dado que promueve la supresión de una dimensión humana ineludible, como es la sexualidad–, el episodio comentado arroja signos preocupantes sobre las instancias de procuración e impartición de justicia del país, las cuales han exhibido una escandalosa renuencia a investigar las agresiones sexuales cometidas por sacerdotes –como pudo observarse con las acusaciones en contra del arzobispo primado de México, Norberto Rivera, por presunto encubrimiento del cura pederasta Nicolás Aguilar– y han evitado ejercer sus facultades para procurar e impartir justicia. La impunidad de los curas agresores no es, por tanto, responsabilidad exclusiva del clero, sino parece obedecer, en buena medida, a un pacto tácito que involucra a autoridades religiosas y seculares, y que ha extendido la percepción de que en nuestro país el poder político, económico y religioso otorga cobertura legal a quienes se valen de su ascendiente moral sobre la población para cometer agresiones sexuales.
En el caso concreto de Maciel, resulta particularmente necesaria la intervención de las autoridades civiles, habida cuenta de la opacidad y la voluntad de encubrimiento con que los integrantes de la jerarquía vaticana, empezando por el desaparecido Karol Wojtyla y Joseph Ratzinger, se han conducido frente a las acusaciones –graves, verosímiles y por ellos conocidas– que pesan sobre el sacerdote michoacano: cabe recordar que en 2004 el propio Ratzinger tuvo la oportunidad de reabrir, cuando aún presidía la Congregación para la Doctrina de la Fe, el expediente del fundador de los Legionarios; la autoridad católica, sin embargo, rehusó someter a Maciel a un proceso canónico, y selló con ello la impresión de que el Vaticano prefería preservar la impunidad del religioso que desatar un escándalo y una confrontación con una orden que, cabe recordarlo, aporta a la Iglesia católica grandes cuotas de poder político y económico en diversos países, entre ellos México.
Sería particularmente desastroso para la imagen y credibilidad de la institucionalidad de nuestro país, de por sí erosionadas, que las denuncias formuladas ayer por los hijos de Maciel terminen, como ha ocurrido con tantos otros casos similares, en un carpetazo: ante estos testimonios, las autoridades deben emprender acciones concretas para investigar estos crímenes y sancionar a posibles responsables vivos: y es que el hoy difunto Maciel, difícilmente pudo haber llevado una doble vida durante décadas sin el encubrimiento de miembros de su propia congregación y de las autoridades eclesiásticas. La jerarquía católica, por su parte, deberá mostrar, en estas pesquisas, una voluntad de colaboración decidida y autocrítica, y evitar los baños de pureza con que suele reaccionar ante acusaciones de este tipo, si lo que quiere es restañar en alguna medida su dañada imagen pública.
En la primera entrevista que conceden a un medio de comunicación, en la radio con Carmen Aristegui, dieron cuenta de cómo la alta jerarquía eclesiástica se ha negado a reconocerlos como hijos de Maciel, aunque Álvaro Corcuera, actual superior de los legionarios de Cristo, ha tenido comunicación con ellos, y exigieron al Vaticano resarcir del daño a todas las víctimas de abuso sexual cometidos por integrantes de esa orden religiosa.
Blanca Estela conoció a Maciel en Tijuana, Baja California, cuando ella tenía 19 años de edad y un hijo, y él 56. Le dijo que era viudo y buscaba una muchacha para casarse. Nunca cumplió esa promesa, pero mantuvieron una relación de 25 años durante los cuales prevalecieron los engaños y las perversiones del sacerdote.
Primero le dijo que se llamaba José Rivas, que era detective privado, luego que era de la CIA, "y puras mentiras: así me llevó todo el tiempo, y yo le creí".
Blanca narró los problemas que enfrentó cuando tenía que viajar con sus hijos, "porque yo les ponía nada más mis apellidos". Pasó el tiempo y uno de ellos primero se llamó "Raúl Lara Gutiérrez; después fue Raúl Rivas Lara", y en otro viaje en Relaciones Exteriores le advirtieron que hasta podrían meterla a la cárcel por esos cambios. “Yo dije la verdad: ‘lo que pasa es que mi esposo está fuera y me dio estos apellidos’. Ignoranrte totalmente (me dijo) ‘ya van a ser González Lara’”.
Poder en el Vaticano
En 1997, Blanca descubrió –cuando la revista Contenido publicó un reportaje sobre Marcial Maciel– con quién estaba relacionada. “En la noche, él me llama por teléfono. Le dije: ‘¿qué pasa? Hay una revista (donde) sales tú y dice cosas de abusos sexuales’. Él lo negó.”
En ese tiempo el prelado ya era considerado uno de los religiosos más influyentes en el Vaticano, aunque acumulaba acusaciones de pederastia en su contra.
Paralelamente ya había reconocido con los apellidos de González Lara a los dos hijos que tuvo con Blanca Estela, y al medio hermano de éstos.
A Omar y José Raúl los hizo víctimas de abuso sexual durante ocho años. "Mi primer abuso sucedió en Colombia, cuando yo tenía 7 años de edad. Yo estaba acostado con él, como cualquier niño, como cualquier hijo de familia con su padre a esa edad. Me baja el calzoncillo y me intenta violar. Por instinto humano reacciono y me muevo. Se da cuenta; no me fuerza, pero fue tan fuerte el impacto que hasta el día de hoy recuerdo qué desayuné ese día".
Ese fue el primer abuso contra José Raúl. "Hacía que lo masturbáramos, que le sacáramos fotos masturbándolo; él se quedaba con las fotografías. Se hacía el dormido y nos decía que su tío le hacía lo mismo, que ensayáramos con él."
A Omar, el medio hermano, lo vejó por primera vez en Madrid. “En el (hotel) Holiday Inn, me acuerdo. En ese entonces le dice a Raúl: ‘oye, vamos a masturbarlo’ y, niños pequeños, sin malicia, estamos juntos. Me acuerdo que se hacía el dormido y empezábamos a masturbarlo.
“Siempre nos decía que a él le dolía mucho la pierna, que durmiéramos al menos uno de los dos siempre con él, con el afán de que –nos decía– cuando tienes un dolor en los huesos, ‘caliéntenme la pierna porque me duele mucho…’ en Barcelona, de momento nos decía: ‘dense un beso’, pero por qué…”.
En 1999 los muchachos platicaron a su madre lo que les hacía Maciel. José Raúl empezó a sentirse "muy confundido" y expresó su deseo de acudir con una sicóloga en Cuernavaca, pero su padre lo envió con el doctor Francisco López Ibor, "a una clínica muy prestigiosa en Madrid", y lo hospedó en casa de Norma (otra mujer con la que procreó una hija), a la cual le presentó como su tía.
A los 19 años, después de ser atendido en la clínica López Ibor, en Madrid, José Raúl comenzó un tratamiento a base de neurolíticos y ansiolíticos para combatir rasgos obsesivos y humor subdepresivos.
Tomó esos medicamentos durante año y medio; lo tenían permanentemente dopado. "Él no podía hablar, siempre echando saliva por un lado, quejándose", recordó ayer la madre.
Cuando reportó esos síntomas a Maciel y le dijo que lo llevaría al médico, el sacerdote le respondió: “‘no, no, sigue dándole el medicamento, lo va a componer, eso lo relaja. Está tranquilo, no pasa nada…’ creo que este señor lo quería tener atontado para que dijera ‘pues sí, lo voy a volver loco para que este muchacho no pueda hablar, no diga nada’”, señaló Blanca.
El hijo de Maciel descubriría después que los medicamentos prescritos por el siquiatra López Ibor eran para enfermos de esquizofrenia, hiperactivos o que no podían dormir, además de que una de las pastillas que su propio padre les suministraba a ellos cuando adolescentes (Darvocet T 100 mg) era un derivado de morfina.
Al respecto, Blanca narró que el legionario cargaba siempre un maletín de médico del cual sacaba "un montón de pastillas" que ingería antes o después de los alimentos; "decía que eran vitaminas", aunque ella sospechó que se trataba de drogas.
Comunicación frecuente
Con Omar, el sacerdote Maciel siguió la estrategia de enviarlo a trabajar a Denver, Colorado. "Ahí nos está desvinculando a nosotros como familia, separándonos", contó él.
Al menor de los hijos no lo agredió, pero al parecer sí figuraba en sus planes hacerlo. De hecho, se lo pidió prestado a su mamá. Le dijo: "Nena, a ver si cuando Christian tenga unos 8 añitos me lo prestas o me lo das para que me lo lleve a Irlanda para que también se prepare como Raúl".
Blanca dijo que le respondió: “Sí, no te preocupes, yo te lo voy a prestar. Después de todo lo que les hiciste a mis hijos, ¡todavía quieres que te preste a Christian! ‘¿Qué les hice?’ ¡Tú sabes qué les hiciste! Cómo crees que te voy a dar a mi hijo, si a Raúl se lo llevó sin mi consentimiento a Irlanda”, contó acerca de un viaje vacacional a España, programado para 15 días, con los dos mayores, pero del cual Raúl regresaría dos años después.
Los hijos de Maciel mostraron a Aristegui cartas y postales para demostrar que tenían comunicación frecuente con su padre.
La familia de Maciel ha buscado ser reconocida por la Legión de Cristo como tal. Para ello se acercaron, primero, al rector de la Universidad Anáhuac, Jesús Quirce, a quien le mostraron una boleta de calificaciones con la firma de su padre
(como Jaime Alberto González Rodríguez) para que constatara que se trataba de la misma letra de Maciel.
También hablaron con el obispo de Tepic, Ricardo Watty, uno de los encargados de auditar a los legionarios por indicaciones de Benedicto XVI.
Además, le entregaron a Quirce una carta donde el superior de los legionarios les dice que abrió un fideicomiso para sus hijos, información que –narraron– fue confirmada meses después por Jaime Durán (consejero financiero de la Anáhuac), en presencia del rector.
Pese a que su padre les aseguró que a su muerte los buscarían Álvaro Corcuera (actual superior de la orden) y Marcelino de Andrés para entregarles ese fondo financiero, "nos han dado la espalda", señaló Omar.
Los descendientes de Maciel exigieron al Vaticano que reconozca que a lo largo de décadas diversos legionarios de Cristo abusaron sexualmente de seminaristas y de otras personas, pues se trata de actos criminales.
Dieron cuenta que hace unos meses el sacerdote Carlos Carcheri, supuesto procurador de los Legionarios de Cristo ante la Santa Sede, en nombre de Álvaro Corcuera los invitó a dialogar mediante una carta en la cual los acusa de querer dinero a cambio de callar los abusos de su padre.
“Si bien valoramos todo el sufrimiento que nos has relatado –le escribió a Raúl– y deploramos el mal que pueda seguirse del escándalo, como comprenderás no podemos recoger peticiones de este género, que además son ilícitas. Preferimos buscar y afrontar la verdad por dolorosa que sea”, dice Carcheri.
Blanca Estela sólo hizo una petición a Benedicto XVI: "no nos desampare".
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La arquidiócesis califica al sacerdote de enfermo mental y podría "catalogarlo de criminal"
La CEM se deslinda del caso; la legión calla
Carolina Gómez Mena
http://www.jornada.unam.mx/2010/03/04/index.php?section=politica&article=006n1pol
Periódico La Jornada
Jueves 4 de marzo de 2010, p. 6
Las revelaciones que hicieron ayer hijos de Marcial Maciel, fundador de la Legión de Cristo, provocaron silencio en esa congregación religiosa. Sólo señaló que, por lo "delicado" del asunto, este mediodía ofrecerá una postura oficial al respecto.
La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) se deslindó del caso. Argumentó que es un asunto de la orden mencionada, y la arquidiócesis de México condenó los hechos.
José de Jesús Aguilar, subdirector de radio y televisión de la arquidiócesis de México, precisó que la información produjo no sólo "admiración" en la Iglesia católica sino "vergüenza". Precisó que ante lo revelado, queda claro que el sacerdote (Maciel) "no estaba sano de sus facultades mentales" y que su comportamiento podría ser catalogado de "criminal".
Aguilar reconoció que estas situaciones "ensombrecen las acciones positivas de la Iglesia católica" y dan motivo para que "muchos piensen que toda ella está igual".
Descartó que ocurra así e hizo un llamado a los fieles y a quienes colaboran con la Iglesia a "esforzarse para hacer cada día mejor su labor".
Fuentes de la CEM indicaron que aunque no dudan de la veracidad de lo dicho por los hijos de Maciel, es probable que debido a que en breve se darán a conocer los resultados de la auditoría realizada por el Vaticano a esa congregación se "quiera colgar más milagros" al fundador de la legión para buscar algún acuerdo. Resaltaron que por lo delicado de lo que se reveló, las víctimas estarían en todo su derecho de entablar denuncias ante la justicia e insistieron en que sólo cuando haya una postura oficial de la legión podría haber reacción de la CEM.
Fuentes de la Legión de Cristo destacaron que en Roma la secretaría general, a cargo del sacerdote Álvaro Corcuera, analizó la situación y los directivos de la orden reconocieron que lo dicho por los hijos de Maciel causó gran "sorpresa" pues no se conocían tantos detalles. Debido a que el tema es "complicado", insistieron en que el pronunciamiento de la legión saldrá hoy.
Aguilar señaló que este episodio deja claro que "Dios escribe derecho en renglones chuecos, pues una cosa es la vida del señor Maciel y otra su obra de apoyo a la fe educativa; sin embargo, la vida íntima de esta persona nos hace ver que se trata de alguien no sana de sus facultades mentales e incluso se puede catalogar de criminal".
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Benedicto XVI ya no tiene excusas para aplicar mano firme, sostiene Bernardo Barranco
Las denuncias de sus hijos revelan que la Iglesia protegió a Maciel: expertos
El estigma del ex líder legionario enloda al Papa y al propio sacerdote, dice una víctima
Foto
El 11 de septiembre de 2007, representantes de grupos civiles dieron a conocer parte de las acusaciones por abusos sexuales contra integrantes de los legionarios de CristoFoto Guillermo Sologuren
Alma E. Muñoz
Periódico La Jornada
Jueves 4 de marzo de 2010, p. 5
Especialistas en religión y ex víctimas de abuso sexual de Marcial Maciel coincidieron en señalar que lo relatado por los hijos del sacerdote mexicano revela el encubrimiento que las altas esferas católicas le otorgaron al fundador de la Legión de Cristo.
Bernardo Barranco consideró que el Vaticano ya no tiene excusa alguna para aplicar mano firme en este caso; esto "significa refundar o desaparecer la orden" religiosa. En entrevista, manifestó que en el caso Maciel "hay una dimensión patológica que va más allá de todo lo que habíamos imaginado. Del abuso sexual a menores, de dimensión pedófila, a un personaje que permanentemente vive en la mentira y eso los siquiatras podrán caracterizarlo como personaje absolutamente enfermo y peligroso".
Pero la peligrosidad de esta persona, apuntó el sociólogo, “deja ver que su estructura inmediata (la Legión de Cristo) a todas luces tolera, solapa delitos gravísimos y finalmente se convierte en cómplice. Es un grupo que debería rendir cuentas ante Dios, la Iglesia y la justicia. Las autoridades deben intervenir.
"No sólo hay cuestión de sanción moral o conducta de complicidad, sino que desde el punto de vista jurídico hay complicidad, y se hacen copartícipes de los delitos cometidos por Maciel a lo largo de décadas."
Incluyó al director general de la Legión de Cristo, Álvaro Corcuera, y al Vaticano. "No puede hacer oídos sordos a lo que este nuevo caso nos abre. Benedicto XVI no puede fingir demencia o desconocimiento, porque él, como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, sabía y tiene completo el expediente de los legionarios."
Por tanto, agregó Barranco, si hay una persona que conoce a fondo las denuncias y los alegatos de defensa "es el actual pontífice, y no tiene excusa para no actuar de manera firme en el caso".
Significa, sostuvo, refundar o desaparecer ese grupo. "Me inclino por la primera (opción). Cambiar la mesa directiva y llamar a una especie de concilio interno de los legionarios, donde se establezcan nuevas bases", teniendo como soporte el informe que elabore el grupo de visitadores encargados de auditar a la orden.
"La gravedad de los abusos internos, de las historias dramáticas que existen en la vida religiosa de los legionarios va a plantear la magnitud de las medidas que adopte el Papa."
En consecuencia, advirtió, probablemente la suerte de la actual directiva de la orden está prácticamente sentenciada. "Lo percibí cuando semanas atrás hubo arrepentimiento y solicitud de personajes pidiendo perdón a las víctimas, como tratando de suavizar que el problema estaba en Marcial Maciel y no alrededor de ellos mismos".
Carlos Martínez García sostuvo que la entrevista de Carmen Aristegui con la familia que formó Maciel en México confirmó que hubo ocultamiento del sacerdote, de quienes lo rodeaban y de las altas esferas católicas sobre la doble vida que llevó el prelado y los excesos que cometió.
"Decidieron encubrirlo para hacer un control de daños, pero todo se salió (justamente) de control desde hace mucho y cada vez aparece más información."
Consideró que cuando concluya la auditoría ordenada por el Vaticano a la orden, "institucionalmente se va a seguir protegiendo un proyecto tan cercano. Yo no espero mucho, sólo una apariencia de estar preocupados y querer hacer algo".
José Barba, uno de los primeros ex legionarios en denunciar abusos sexuales cometidos por Maciel, habló de "pecado estructural en la visión de Cristo, que está dispuesta a continuar tratando de dar la impresión de pedir perdón, acompañar a víctimas. Un esquema que para nosotros es muy transparente, la verdad no crece porque se diga a muchos. En cambio, el engaño sí, porque se ve la intención de hacia dónde se dirigen". Afirmó que no espera de la jerarquía católica una "decisión tajante" sobre el caso. "Hablan de reparación como si fuera perdón y se comportan con suma irresponsabilidad".
Alejandro Espinosa, otra víctimas del sacerdote mexicano, afirmó que Benedicto XVI es cómplice de Maciel. "Lo veo como traidor e hipócrita", porque no hizo nada con las denuncias que conoció. A la investigación que ordenó "no le veo más sentido que indagar los alcances económicos de la legión... Aparte de lavarse la cara, este estigma de Maciel los enmierda a los dos (al Pontífice y al fallecido religioso) y a muchísima gente".
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Hipocresía e impunidad
LAJORNADA
Las declaraciones hechas ayer a la periodista Carmen Aristegui por dos de los hijos del fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, en el sentido de que durante su niñez fueron víctimas de abuso sexual por parte de su propio padre, constituyen un nuevo golpe a la maltrecha imagen de esa poderosa e influyente orden religiosa y, por extensión, a la de la Iglesia católica, de por sí hundida en un vasto descrédito a escala mundial por la proliferación de casos de abusos sexuales cometidos por sacerdotes.
Por principio de cuentas, las acusaciones revelan la hipocresía proverbial de una jerarquía eclesiástica que se empeña sistemáticamente en vulnerar la libertad de los individuos para decidir sobre sus propios cuerpos y sus relaciones afectivas –muestra de ello son la campaña de las autoridades católicas de nuestro país en contra del aborto y del uso de anticonceptivos, y su empeño por descalificar, sin objetividad científica alguna, como "antinaturales", las uniones de personas del mismo sexo–, y mantiene vigente, en cambio, una directiva insensata y de enorme potencial nocivo, como es el celibato, pese a que dicha restricción no forma parte de los principios históricos fundamentales del catolicismo: fue establecida como una obligación del sacerdocio hasta el siglo XVI, en el contexto del Concilio de Trento, como respuesta a las reformas protestantes que permitían el matrimonio de los clérigos.
Significativamente, la propia Iglesia católica ha sido, por tradición, mucho más tolerante hacia los curas violadores y pederastas que hacia quienes incumplen abiertamente el voto de celibato, y con ello, además de establecer la doble moral como regla de conducta tácitamente aceptada en sus filas, se ha convertido en encubridora de prácticas que afectan a las sociedades en sus entornos fundamentales y provocan un daño irreparable en las víctimas.
Más allá de la pertinencia y la necesidad de que las autoridades vaticanas abandonen una prohibición manifiestamente insostenible y antinatural –ésta sí merece el calificativo, dado que promueve la supresión de una dimensión humana ineludible, como es la sexualidad–, el episodio comentado arroja signos preocupantes sobre las instancias de procuración e impartición de justicia del país, las cuales han exhibido una escandalosa renuencia a investigar las agresiones sexuales cometidas por sacerdotes –como pudo observarse con las acusaciones en contra del arzobispo primado de México, Norberto Rivera, por presunto encubrimiento del cura pederasta Nicolás Aguilar– y han evitado ejercer sus facultades para procurar e impartir justicia. La impunidad de los curas agresores no es, por tanto, responsabilidad exclusiva del clero, sino parece obedecer, en buena medida, a un pacto tácito que involucra a autoridades religiosas y seculares, y que ha extendido la percepción de que en nuestro país el poder político, económico y religioso otorga cobertura legal a quienes se valen de su ascendiente moral sobre la población para cometer agresiones sexuales.
En el caso concreto de Maciel, resulta particularmente necesaria la intervención de las autoridades civiles, habida cuenta de la opacidad y la voluntad de encubrimiento con que los integrantes de la jerarquía vaticana, empezando por el desaparecido Karol Wojtyla y Joseph Ratzinger, se han conducido frente a las acusaciones –graves, verosímiles y por ellos conocidas– que pesan sobre el sacerdote michoacano: cabe recordar que en 2004 el propio Ratzinger tuvo la oportunidad de reabrir, cuando aún presidía la Congregación para la Doctrina de la Fe, el expediente del fundador de los Legionarios; la autoridad católica, sin embargo, rehusó someter a Maciel a un proceso canónico, y selló con ello la impresión de que el Vaticano prefería preservar la impunidad del religioso que desatar un escándalo y una confrontación con una orden que, cabe recordarlo, aporta a la Iglesia católica grandes cuotas de poder político y económico en diversos países, entre ellos México.
Sería particularmente desastroso para la imagen y credibilidad de la institucionalidad de nuestro país, de por sí erosionadas, que las denuncias formuladas ayer por los hijos de Maciel terminen, como ha ocurrido con tantos otros casos similares, en un carpetazo: ante estos testimonios, las autoridades deben emprender acciones concretas para investigar estos crímenes y sancionar a posibles responsables vivos: y es que el hoy difunto Maciel, difícilmente pudo haber llevado una doble vida durante décadas sin el encubrimiento de miembros de su propia congregación y de las autoridades eclesiásticas. La jerarquía católica, por su parte, deberá mostrar, en estas pesquisas, una voluntad de colaboración decidida y autocrítica, y evitar los baños de pureza con que suele reaccionar ante acusaciones de este tipo, si lo que quiere es restañar en alguna medida su dañada imagen pública.
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