PORNOTERRORISMO: una granada de mano a los enemigos del goce
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Diana J. Torres es una licenciada en Filología española y artista multidisciplinar que junto a Pablo Raijenstein fundó el concepto -y la página web- Pornoterrorismo. Un movimiento político/artístico que se articula en torno al movimiento queer y el post-porno, pero también “la rabia y la necesidad de expresar ideas inexpresables en los códigos del enemigo”, como afirman en su manifiesto. ¿Quién es el enemigo? Los que han normalizado la sexualidad, por supuesto. Los correctos, moralistas, asustadisos, los que no se atreven a ver el cuerpo como un campo de batalla o, al menos, les da pavor ver el sexo más allá de los fines reproductivos u ortodoxamente héteros.
Más adelante, en el manifiesto aseguran que el PORNOTERRORISMO -que es un adjetivo y no un concepto- “habla y grita en un lenguaje sencillo y simple como una granada de mano o un fusil. No entiende de esdrújulas, ontologías, praxis, perogrulladas, etc. Rehuye de la verborrea panfletaria, de aula, de asamblea, de foro, de masas. Se expresa en cambio desde lo soez, lo callejero, lo bastardo, lo inculto, lo indefinible”.
Y agregan:
Se trata de un nueva máquina de guerra, poderosa y potente: arma eficiente que cuenta con manifiesta potencia de destrucción y creación propia de las bestias. Es el fruto desviado, el vástago confeso, del cruce de una noche de juerga entre 20 años de telediarios mal digeridos y represión sexual, las películas gore de serie Z de los 80, el arte de Annie Sprinkle, las voces de Lydia Lunch, Wendy O. Williams, Virginie Despentes, Beatriz Preciado y la postpornografía, entre otras muchas cosas. Fruto regado con los flujos de muchxs perrxs anónimxs, mucho alcohol y sustancias variadas, muchas orgías entre amigxs y muchas vacanales….
Es que la “x” funciona como puerta de acceso a un universo que va más allá de las definiciones de género y es la clave de este libro autobiográfico y combativo dedicado “al ovario poliquístico, por las gracias y las desgracias” de la autora. Pero ojo, que también se escuda en una cita bíblica: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (San Mateo 5: 3).
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