Víctor M. Quintana S.
Si las guerras salinistas contra Jonguitud y La Quina arrojaron como resultado final a Elba Esther y Romero Deschamps, Dios nos agarre confesados ante el resultado de las guerras calderonistas contra los sindicatos y el crimen organizado.
El esquema de la ofensiva de Salinas para legitimarse ha sido repetido, con su asesoría o por mimetismo de dictadorzuelo, por el afán también de legitimarse del actual inquilino de Los Pinos. Fuerte y seriamente cuestionado su triunfo electoral, Salinas asestó golpes decisivos a los caciques de los sindicatos de educación y petrolero para mostrar a la ciudadanía su afán de cambio desde la raíz, a la vez que dejar muy claro quién tenía el poder en la mano. Ya conocemos los resultados.
Aquí no podemos decir –parafraseando a Marx– que Calderón revive en tragicomedia lo que había sido una tragedia, porque lo que sufrimos es un deterioro al mínimo nivel de lo que ya era una tragicomedia. Ansioso de mostrar que sabe usar el poder que arrebató, Calderón se lanzó a una guerra más absurda y letal –15 mil muertos ya– que la de 1847. No contento con eso, la emprende ahora contra Luz y Fuerza del Centro y contra sindicatos como el SME, el de los mineros y vaya usted a saber cuántos más van a seguir.
Seguramente algún mercadólogo le dijo a Felipe que la valentía vende bien. Y a falta de los empleos que ofreció, a falta de la tranquilidad que garantizó, lleva ya casi tres años recetándonos solamente valentía. Bueno, si valentía se puede llamar a disparar decisiones que a uno mismo lo afectan poco y sin considerar sus consecuencias en el resto de la sociedad. Hágase mi valentía en los bueyes de mi compadre.
No sólo es el decidir por aparentar que se tienen el control y la valentía lo cuestionable en las guerras filipinas. Es asimismo dudosa la orientación no sesgada de dichas batallas. Tomemos por ejemplo la famosa guerra contra el crimen organizado: ¿realmente se combate por igual a todos los grupos delincuenciales? ¿Por qué entonces en Chihuahua más de 90 por ciento de las aprehensiones por parte de las fuerzas federales son de miembros de uno solo de los cárteles en disputa?
Lo mismo dice la sabiduría callejera de la ofensiva calderonista contra los sindicatos. Si con los arrestos que se emprende la cruzada contra el charrismo de Napoleón, o que se combate a la directiva del SME, que no apoyó el asalto a Los Pinos de quien desde ahí manda ahora, si con esos arrestos se persiguieran la antidemocracia, la corrupción, las aviadurías, de Elba Esther o Romero Deschamps, entonces sí estaríamos pensando que Calderón se comprometía y no lanzaba otro desplante el pasado primero de septiembre.
Porque se habla con hipocresía de las inmensidades monetarias con que se subsidia a Luz y Fuerza del Centro, y de su machacada ineficiencia, pero no se evalúa la eficiencia de una secretaría como la de Educación Pública, botín de la maestra y los suyos. O en el peso de la corrupción que lastra a Pemex más que el agotamiento de Cantarell. ¿Por qué no contempla ahora el implacable Lozano la terrible ineficiencia de su secretaría, la tardanza promedio de tres años para resolver un juicio en que un pobre anciano demanda que le devuelvan el dinero de su Afore?
¿Y los colaterales, como le llaman quienes conducen los operativos conjuntos a los efectos perversos de su cojo combate al crimen organizado? Habría que contar cuántos robos de vehículos, cuántos secuestros, cuántos asaltos a mano armada, cuántas extorsiones, cuántas violaciones a los derechos humanos padece la población inerme por cada presunto criminal que se encarcela. Así como habrá que contar los desempleados directos e indirectos, los echados a la calle en un momento en que lo que menos hay en ella es lo que más prometió Calderón en su campaña.
Así son las guerras de Felipe Calderón: guerras sesgadas en los adversarios que inventan. Guerras que tienen oligo-beneficiarios, como las organizaciones criminales no combatidas, o la empresa del triple play que aprovechará las líneas de transmisión de Luz y Fuerza del Centro. Guerras con pocos beneficiarios y miles de víctimas civiles, inocentes. Por ese camino, pronto el país entero será damnificado de su valentía.
kikka-roja.blogspot.com/
El esquema de la ofensiva de Salinas para legitimarse ha sido repetido, con su asesoría o por mimetismo de dictadorzuelo, por el afán también de legitimarse del actual inquilino de Los Pinos. Fuerte y seriamente cuestionado su triunfo electoral, Salinas asestó golpes decisivos a los caciques de los sindicatos de educación y petrolero para mostrar a la ciudadanía su afán de cambio desde la raíz, a la vez que dejar muy claro quién tenía el poder en la mano. Ya conocemos los resultados.
Aquí no podemos decir –parafraseando a Marx– que Calderón revive en tragicomedia lo que había sido una tragedia, porque lo que sufrimos es un deterioro al mínimo nivel de lo que ya era una tragicomedia. Ansioso de mostrar que sabe usar el poder que arrebató, Calderón se lanzó a una guerra más absurda y letal –15 mil muertos ya– que la de 1847. No contento con eso, la emprende ahora contra Luz y Fuerza del Centro y contra sindicatos como el SME, el de los mineros y vaya usted a saber cuántos más van a seguir.
Seguramente algún mercadólogo le dijo a Felipe que la valentía vende bien. Y a falta de los empleos que ofreció, a falta de la tranquilidad que garantizó, lleva ya casi tres años recetándonos solamente valentía. Bueno, si valentía se puede llamar a disparar decisiones que a uno mismo lo afectan poco y sin considerar sus consecuencias en el resto de la sociedad. Hágase mi valentía en los bueyes de mi compadre.
No sólo es el decidir por aparentar que se tienen el control y la valentía lo cuestionable en las guerras filipinas. Es asimismo dudosa la orientación no sesgada de dichas batallas. Tomemos por ejemplo la famosa guerra contra el crimen organizado: ¿realmente se combate por igual a todos los grupos delincuenciales? ¿Por qué entonces en Chihuahua más de 90 por ciento de las aprehensiones por parte de las fuerzas federales son de miembros de uno solo de los cárteles en disputa?
Lo mismo dice la sabiduría callejera de la ofensiva calderonista contra los sindicatos. Si con los arrestos que se emprende la cruzada contra el charrismo de Napoleón, o que se combate a la directiva del SME, que no apoyó el asalto a Los Pinos de quien desde ahí manda ahora, si con esos arrestos se persiguieran la antidemocracia, la corrupción, las aviadurías, de Elba Esther o Romero Deschamps, entonces sí estaríamos pensando que Calderón se comprometía y no lanzaba otro desplante el pasado primero de septiembre.
Porque se habla con hipocresía de las inmensidades monetarias con que se subsidia a Luz y Fuerza del Centro, y de su machacada ineficiencia, pero no se evalúa la eficiencia de una secretaría como la de Educación Pública, botín de la maestra y los suyos. O en el peso de la corrupción que lastra a Pemex más que el agotamiento de Cantarell. ¿Por qué no contempla ahora el implacable Lozano la terrible ineficiencia de su secretaría, la tardanza promedio de tres años para resolver un juicio en que un pobre anciano demanda que le devuelvan el dinero de su Afore?
¿Y los colaterales, como le llaman quienes conducen los operativos conjuntos a los efectos perversos de su cojo combate al crimen organizado? Habría que contar cuántos robos de vehículos, cuántos secuestros, cuántos asaltos a mano armada, cuántas extorsiones, cuántas violaciones a los derechos humanos padece la población inerme por cada presunto criminal que se encarcela. Así como habrá que contar los desempleados directos e indirectos, los echados a la calle en un momento en que lo que menos hay en ella es lo que más prometió Calderón en su campaña.
Así son las guerras de Felipe Calderón: guerras sesgadas en los adversarios que inventan. Guerras que tienen oligo-beneficiarios, como las organizaciones criminales no combatidas, o la empresa del triple play que aprovechará las líneas de transmisión de Luz y Fuerza del Centro. Guerras con pocos beneficiarios y miles de víctimas civiles, inocentes. Por ese camino, pronto el país entero será damnificado de su valentía.