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jueves, 1 de noviembre de 2007

Lorenzo Meyer : La Ley del ciclo

La ‘Ley del ciclo’
Lorenzo Meyer
AGENDA CIUDADANA
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“¿Es la ‘Iniciativa Mérida’ el TLC –integración a Estados Unidos- de la seguridad mexicana?”
Lorenzo Meyer

Iniciativa. La “Iniciativa Mérida” (IM) enfrenta un gran reto: la “Ley del ciclo”. Esa “Ley” puede enunciarse así: al inicio de cada sexenio Estados Unidos presiona al Gobierno de México para llegar a algún acuerdo y dar la “batalla final” al narcotráfico. De buena o mala gana, nuestro Gobierno siempre tiene que aceptar la demanda y luego viene una etapa de planes y de entusiasmo en los círculos de Washington; conforme el tiempo pasa ese entusiasmo disminuye hasta ser sustituido por la recriminación y la desilusión. Con el nuevo sexenio, el ciclo vuelve a iniciarse. Siempre el disparador son las necesidades políticas internas de Estados Unidos y el fracaso final se explica por la corrupción. La IM implica una ayuda a México por 1,400 millones de dólares a lo largo de dos o tres años. El plan se delineó en noviembre de 2006, cuando Felipe Calderón era aún presidente electo y se reafirmó en Mérida en marzo de 2007. Ahora debe pasar la prueba de su aceptación política en ambos países...y la de la realidad. El primer cuestionamiento a la IM es saber si en verdad ha sido la falta relativa de recursos materiales del Gobierno de México lo que explica el fracaso reiterado de las políticas de combate a la producción y tráfico de drogas. El Banco de México, por tomar un punto de referencia, tiene una reserva de 75.3 mil millones de dólares, por tanto la ayuda norteamericana en la IM representa menos del 2% de nuestra reserva internacional. La falta de dólares no puede ser explicación adecuada; México podría financiar la IM sin necesidad de abrir la puerta a la influencia de Washington.

Un segundo cuestionamiento surge al examinar la agenda de la mayor potencia del mundo; su prioridad no es el combate a las drogas sino al terrorismo islámico. Al unir los 1,400 millones de dólares con las necesidades del donador, surge la sospecha que en la IM hay una agenda de seguridad no declarada y que eso explica que en Estados Unidos ve a la IM en términos que la información disponible no justifica: “cambio telúrico” e histórico en la relación con México, (Washington Post, 23 de octubre). ¿Telúrico? ¿la IM el TLC de Calderón?

Drogas y Algo Más. Se asegura que la IM no implicará, como en Colombia, presencia de tropas norteamericanas pero sí de asesores, ya que el acuerdo comprende helicópteros, aviones de observación, equipo de inspección y comunicación, software más supervisión del reclutamiento y entrenamiento de policías y militares. Como sea, la ingerencia política-policíaca-militar de Estados Unidos en México, aumentará. Se supone que el 90% de la cocaína que llega a Estados Unidos proviene de México y esa es la razón formal del interés de Washington e la IM. Sin embargo, si el supercrimen organizado –los cárteles del narco- ya ha rebasado a las instituciones mexicanas, no es difícil suponer que también lo pudieran hacer las organizaciones del Islam radicalizado para usar la frontera norte de México para posibles operaciones. La IM bien pudiera ser una política norteamericana de objetivos múltiples: acciones contra el narcotráfico y apoyo a su seguridad nacional. Sin embargo, como por ahora no hay información pública sobre este ultimo aspecto, el análisis con datos sólo puede centrarse en lo evidente: en la acción contra los cárteles de la droga, aunque sin desdeñar la posibilidad que ese frente sólo sea la punta de un iceberg.

Los Antecedentes. En términos de narcotráfico y no de seguridad, la IM es sólo el último episodio de una larga y no muy digna historia. Desde los años de 1950, Washington mostró preocupación por el aumento del ingreso de marihuana mexicana, pero realmente fue en 1969 cuando abiertamente planteó una “guerra contra las drogas” como elemento relevante de su agenda domestica. Entonces, y mediante la “Operación Intercepción” –revisión fastidiosa de cualquiera que cruzara de México a Estados Unidos-, Washington casi paralizó la vida transfronteriza y obligó a un Gustavo Díaz Ordaz humillado a sumarse a una política diseñada por y para el presidente Richard Nixon. En el inicio de la llamada “guerra contra las drogas”, los países objetos de la presión de Washington eran Turquía, México, Francia, Vietnam, Tailandia y Luxemburgo. En marzo de 1971, ya con Echeverría, la opinión de Washington era que el esfuerzo binacional estaba resultando en una gran cooperación “al más alto nivel” y que gracias a ello se había dotado a México de aviones y equipo “hasta por un millón de dólares”. En 1973 este combate sería apoyada con un cambio institucional: la creación en Estados Unidos de una nueva agencia, la Drug Enforcement Administration o DEA y con un gran presupuesto: ¡100 millones de dólares! La relación Washington-Echeverría en este campo empezó bien, pero terminó mal. Con López Portillo y hasta 1980, la prensa norteamericana reportó que la lucha contra el opio al sur de la frontera iba bien, pero dos años más tarde y en medio de la gran crisis económica mexicana, se reveló que todo había sido un engaño, entre otras razones porque la Policía de la capital mexicana estaba dirigida por un ejemplo perfecto de corrupción: “El Negro” Durazo.

Para 1983 un nuevo presidente calificado como conservador y ajeno al “populismo”, Miguel de la Madrid, fue de nuevo la esperanza de Washington. Sin embargo, esa visión se acabó en 1985 cuando los narcotraficantes, con la colaboración de miembros de la Dirección Federal de Seguridad, secuestraron, torturaron y asesinaron a un agente de la DEA en México: a Enrique Camarena. No tardó en asegurarse que México exportaba más heroína y marihuana que nunca. Para abril de 1986 –para cuando el negocio de la droga en México ya equivalía a mil millones de dólares-, se supo que De la Madrid había aceptado que Washington monitoreara su programa de lucha contra la producción de drogas. Sin embargo, esa aceptación no le evitó una dura crítica en el Congreso norteamericano, donde se exigió que oficialmente se declarara que México ya no era “un colaborador” en la lucha mundial contra el narcotráfico.

El ciclo volvió a repetirse. En efecto, sí alguien despertó un gran entusiasmo inicial en Estados Unidos fue Carlos Salinas. El joven educado en Harvard se comprometió desde luego con un grupo de legisladores norteamericanos a “hacerle miserable la vida a los narcos”. Estados Unidos anunció entonces un nuevo programa que volvería a proveer a México de helicópteros y entrenamiento para sus agentes. Al final, la flotilla no sirvió para nada y además, la DEA humilló a Salinas al secuestrar en 1990 a un médico mexicano –Humberto Álvarez Machaín- al que se acusó de haber mantenido vivo a Camarena durante las sesiones de tortura. Si bien Salinas finalmente logró negociar el retorno de Álvarez Machaín, en Estados Unidos se volvió a descubrir que México estaba “fallando” en su acción contra el narcotráfico (The New York Times, 7 de agosto). Para entonces, el valor de las drogas en el mercado mundial se calculaba en 500 mil millones de dólares anuales. Luego llegó Zedillo, que también creó esperanzas al prometer “una campaña de tierra arrasada” contra el narco, pero la esperanza se vino abajo en 1997 al descubrirse que el “zar antidrogas” mexicano, el general Jesús Gutiérrez Rebollo, estaba al servicio de uno de los cárteles de la droga.

De Vicente Fox y el régimen panista la historia, por muy reciente, es muy conocida. De nuevo el entusiasmo inicial en Washington con el “ranchero demócrata” fue notable pero desapareció cuando la violencia del narcotráfico alcanzó niveles nunca vistos. Los cárteles descubrieron y humillaron al Gobierno con la fuga de “El Chapo” y con miles de ejecuciones casi públicas, donde emplearon como sicarios a los célebres “Zetas”, ex miembros de cuerpos especiales del Ejército entrenados por Estados Unidos.

Conclusión. La historia de la IM puede ser distinta de la de sus antepasado, pero hasta ahora no hay sustento para ello; no hay nada nuevo respecto de lo que ya fue. La demanda imbatible por las drogas, el poder corruptor de los cárteles, la debilidad y corrupción de las instituciones mexicanas y la presión norteamericana se han combinado para meter a México en un círculo infernal, que hoy se complica al añadirse el tema de la seguridad del vecino del norte. La falta de información sobre el alcance de la IM en materia de seguridad norteamericana debe mantenernos en guardia. En este caso, la obligación ciudadana es exigir información sobre los compromisos adquiridos por el Gobierno frente a Washington. Los 1,400 millones de dólares podrían resultar un miserable plato de lentejas si son intercambiados por una mayor limitación de la soberanía mexicana.

Kikka Roja

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