Conjeturas
Foxistas y calderonistas, con sus diferencias, tienen factores comunes. Odian al liberalismo político de los padres fundadores de lo que ha quedado de republicanismo, y que no es lo mismo que democracia, pero que se complementan para lograr lo que se ha llamado el buen gobierno. Por lo tanto desprecian y combaten a quienes, con y tras nuestra gloriosa Revolución de Ayutla, lucharon por el Estado y la cultura laicas, la separación Estado e iglesia, la tolerancia religiosa, la libertad de cultos y rompieron el nudo gordiano del conservadurismo, la teocracia y la necedad de imponer la monarquía.
Pues bien. Del cada vez más reducido calendario de fechas históricas (para ya no hablar ni de patriotismo ni nacionalismo), la del 18 de julio es para recordar la muerte de Benito Juárez (y no para conmemorarla, como ante el presidente argentino, metiendo varias veces la pata al estilo Fox, dijo Calderón con motivo de que ese día era el recordatorio del fallecimiento de Hidalgo). Por disposición legal la Bandera debe izarse a media asta. Ninguna dependencia federal lo hizo y menos en Los Pinos. No se trató de un olvido. Fue intencional. Los panistas de todas las derechas, herederos de los conservadores, desprecian a Juárez. El pasado 21 de marzo, día del nacimiento del indio de Guelatao, Calderón, con su séquito de guardaespaldas del Estado Mayor Presidencial, a hurtadillas se fue al Panteón de San Fernando, donde está la tumba del Benemérito, e hizo una guardia. En cuestión de minutos llegó y se fue. Los bien pensados supusieron que don Felipe cuando menos iba a guardar las formas y de dientes para fuera cumpliría con sus obligaciones, entre las que está rendir honores a quienes, como Juárez, dejaron precedente de la dimensión de un viraje histórico. Se ha dicho que Porfirio a pesar de todo. Y Juárez por sobre todo. Pero los panistas, que gracias a las contribuciones de los liberales de entonces, lograron rescatar su tradición derechista, reaccionaria y conservadora con tintes teocráticos, insisten, como sus antepasados, en borrar el legado juarista que comprende, desde 1854, con la Revolución de Ayutla encabezada por Juan µlvarez, hasta la restauración de la República en 1860, pasando por la Constitución de 1857. La Generación de Juárez conquistó una hazaña histórica que todavía vivimos como planteamiento de una sociedad abierta: democrática y republicana, que busca ser llevada hasta sus últimas consecuencias. "Los reaccionarios, que al fin son mexicanos", ahora en el poder, se cobran, vengativamente, que aquellos hombres, hayan abierto los caminos democráticos para la disputa electoral de los cargos públicos. Y por eso, conscientes, ordenaron no izar la Bandera para honrar el 18 de julio. En su fuero interno quieren rescatar la memoria de Maximiliano, quien, como bien escribió Gastón García Cantú, nunca fue emperador, porque Juárez era el Presidente Constitucional. Los conservadores de ayer son los cristeros de ahora y estos odian a Juárez, por eso han saboteado recordar el 18 de julio.
Pues bien. Del cada vez más reducido calendario de fechas históricas (para ya no hablar ni de patriotismo ni nacionalismo), la del 18 de julio es para recordar la muerte de Benito Juárez (y no para conmemorarla, como ante el presidente argentino, metiendo varias veces la pata al estilo Fox, dijo Calderón con motivo de que ese día era el recordatorio del fallecimiento de Hidalgo). Por disposición legal la Bandera debe izarse a media asta. Ninguna dependencia federal lo hizo y menos en Los Pinos. No se trató de un olvido. Fue intencional. Los panistas de todas las derechas, herederos de los conservadores, desprecian a Juárez. El pasado 21 de marzo, día del nacimiento del indio de Guelatao, Calderón, con su séquito de guardaespaldas del Estado Mayor Presidencial, a hurtadillas se fue al Panteón de San Fernando, donde está la tumba del Benemérito, e hizo una guardia. En cuestión de minutos llegó y se fue. Los bien pensados supusieron que don Felipe cuando menos iba a guardar las formas y de dientes para fuera cumpliría con sus obligaciones, entre las que está rendir honores a quienes, como Juárez, dejaron precedente de la dimensión de un viraje histórico. Se ha dicho que Porfirio a pesar de todo. Y Juárez por sobre todo. Pero los panistas, que gracias a las contribuciones de los liberales de entonces, lograron rescatar su tradición derechista, reaccionaria y conservadora con tintes teocráticos, insisten, como sus antepasados, en borrar el legado juarista que comprende, desde 1854, con la Revolución de Ayutla encabezada por Juan µlvarez, hasta la restauración de la República en 1860, pasando por la Constitución de 1857. La Generación de Juárez conquistó una hazaña histórica que todavía vivimos como planteamiento de una sociedad abierta: democrática y republicana, que busca ser llevada hasta sus últimas consecuencias. "Los reaccionarios, que al fin son mexicanos", ahora en el poder, se cobran, vengativamente, que aquellos hombres, hayan abierto los caminos democráticos para la disputa electoral de los cargos públicos. Y por eso, conscientes, ordenaron no izar la Bandera para honrar el 18 de julio. En su fuero interno quieren rescatar la memoria de Maximiliano, quien, como bien escribió Gastón García Cantú, nunca fue emperador, porque Juárez era el Presidente Constitucional. Los conservadores de ayer son los cristeros de ahora y estos odian a Juárez, por eso han saboteado recordar el 18 de julio.
cepedaneri@prodigy.net.mx
Kikka Roja
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