Carlos Bonfil
carlos.bonfil@gmail.com
No hay hasta aquí nada que el propio realizador no haya mostrado o referido en su exitosa serie documental ¿Quién es el señor López?, del año pasado. Lo novedoso ahora es el testimonial de indignación popular que da cuenta de las anomalías del proceso electoral, y que incluye imágenes elocuentes de la campaña negativa que emprendieron la mayoría de los medios de comunicación para descalificar al candidato mejor colocado en todas las encuestas electorales.
Se documentan las intervenciones partidistas del entonces presidente de la República y del presidente del Consejo Coordinador Empresarial, las abiertas incitaciones al odio que fueron moneda corriente en radio y televisión y en las que se señaló al candidato de izquierda como un “peligro para México”, creando un clima de linchamiento moral que polarizó al país de una forma nunca antes vista. Queda expuesta en el documental la complicidad abierta de Televisa y Televisión Azteca en el esfuerzo por consolidar una elección de Estado y garantizar el triunfo, cueste lo que cueste, del candidato Felipe Calderón, quien, de modo fanfarrón, alude en televisión a la certidumbre de su victoria, “haiga sido como haiga sido” (sic). Hay testimonios de intelectuales de la talla de Lorenzo Meyer y Carlos Monsiváis, quienes comentan con agudeza crítica el proceso.
El documental adolece de un tono didáctico tal vez excesivo, y que una dosis mayor de humorismo e ingenio popular –desbordante en los días del plantón de Reforma– habría equilibrado de modo más atractivo; hay también omisiones importantes, como el episodio del llamado efecto “chachalaca” o la ausencia de Obrador en el debate televisivo entre candidatos. Sin embargo, el cometido principal de la cinta es muy preciso: documentar, con material proporcionado por los propios ciudadanos, las evidencias del fraude electoral que insistentemente se intenta negar o minimizar, sugiriendo de paso la intensidad del encono generado en contra de un personaje político al que había que declarar perdedor, aun en el caso (remoto o no) de que hubiera legítimamente ganado.
Este intento de envilecer a la opinión pública fue parcialmente exitoso, pero no lo suficiente como para impedir la proliferación de testimonios verbales y visuales que registran de manera perdurable la inmoralidad del proceso electoral.
En Los orígenes del totalitarismo Hannah Arendt cita a una dama burguesa que luego de celebrar la condena injusta al capitán Dreyfus, añade: “Me gustaría que a final de cuentas resultara inocente, pues de esa forma sufriría todavía más”.
No es otra la lógica de quienes, como lo registra Mandoki, se han empecinado, antes y después de las elecciones, en descalificar moralmente la figura de López Obrador. Según el realizador, la película va dirigida a todos los mexicanos, “a los que creen que hubo fraude, pero no saben realmente cómo sucedió; a los que no saben si hubo, pero que no les gusta no saber y quieren conocer la verdad; a los que piensan que no hubo fraude y desean otra fuente de información, y a los que piensan que sí hubo fraude y que éste era bien merecido”. La cinta se estrenó ayer en 230 pantallas y en 32 ciudades del país.
carlos.bonfil@gmail.com
- Fraude: México 2006
No hay hasta aquí nada que el propio realizador no haya mostrado o referido en su exitosa serie documental ¿Quién es el señor López?, del año pasado. Lo novedoso ahora es el testimonial de indignación popular que da cuenta de las anomalías del proceso electoral, y que incluye imágenes elocuentes de la campaña negativa que emprendieron la mayoría de los medios de comunicación para descalificar al candidato mejor colocado en todas las encuestas electorales.
Se documentan las intervenciones partidistas del entonces presidente de la República y del presidente del Consejo Coordinador Empresarial, las abiertas incitaciones al odio que fueron moneda corriente en radio y televisión y en las que se señaló al candidato de izquierda como un “peligro para México”, creando un clima de linchamiento moral que polarizó al país de una forma nunca antes vista. Queda expuesta en el documental la complicidad abierta de Televisa y Televisión Azteca en el esfuerzo por consolidar una elección de Estado y garantizar el triunfo, cueste lo que cueste, del candidato Felipe Calderón, quien, de modo fanfarrón, alude en televisión a la certidumbre de su victoria, “haiga sido como haiga sido” (sic). Hay testimonios de intelectuales de la talla de Lorenzo Meyer y Carlos Monsiváis, quienes comentan con agudeza crítica el proceso.
El documental adolece de un tono didáctico tal vez excesivo, y que una dosis mayor de humorismo e ingenio popular –desbordante en los días del plantón de Reforma– habría equilibrado de modo más atractivo; hay también omisiones importantes, como el episodio del llamado efecto “chachalaca” o la ausencia de Obrador en el debate televisivo entre candidatos. Sin embargo, el cometido principal de la cinta es muy preciso: documentar, con material proporcionado por los propios ciudadanos, las evidencias del fraude electoral que insistentemente se intenta negar o minimizar, sugiriendo de paso la intensidad del encono generado en contra de un personaje político al que había que declarar perdedor, aun en el caso (remoto o no) de que hubiera legítimamente ganado.
Este intento de envilecer a la opinión pública fue parcialmente exitoso, pero no lo suficiente como para impedir la proliferación de testimonios verbales y visuales que registran de manera perdurable la inmoralidad del proceso electoral.
En Los orígenes del totalitarismo Hannah Arendt cita a una dama burguesa que luego de celebrar la condena injusta al capitán Dreyfus, añade: “Me gustaría que a final de cuentas resultara inocente, pues de esa forma sufriría todavía más”.
No es otra la lógica de quienes, como lo registra Mandoki, se han empecinado, antes y después de las elecciones, en descalificar moralmente la figura de López Obrador. Según el realizador, la película va dirigida a todos los mexicanos, “a los que creen que hubo fraude, pero no saben realmente cómo sucedió; a los que no saben si hubo, pero que no les gusta no saber y quieren conocer la verdad; a los que piensan que no hubo fraude y desean otra fuente de información, y a los que piensan que sí hubo fraude y que éste era bien merecido”. La cinta se estrenó ayer en 230 pantallas y en 32 ciudades del país.
Kikka Roja
tendran que pasar 10 años para que el pueblo mexicano dija ¡a, si fue un fraude : pero ya sera demasiado tarde. o no?
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