Jaime Avilés jamastu@gmail.com
Cristina Valls, una ciudadana española que estaba en Atenco en mayo de 2006 cuando los representantes de Vicente Fox y Enrique Peña Nieto detuvieron con saña a más de un centenar de personas, presentó ayer una denuncia en Madrid en contra de “140 miembros de la Policía Federal Preventiva, la policía del estado de México y la policía municipal de Texcoco”, a quienes acusa por los delitos de “tortura”, “abusos sexuales” y “violación”, de acuerdo con un cable de la agencia Associated Press. La noticia llega dos días después de que un juez mexicano declaró la total inocencia de más de 50 habitantes de Atenco, hombres y mujeres, que permanecían sujetos a proceso penal en libertad bajo fianza después de haber padecido lo mismo que Cristina –tortura física y sicológica, toqueteos y sometimiento sexual–, pero también largos meses de prisión en cárceles mexiquenses. Ahora habrá que ver –sin el menor asomo de optimismo– cómo actúa la Audiencia Nacional de España ante la queja de Cristina, a quien respalda la Liga Mundial de Mujeres (Women’s Link Worldwide), siempre según la nota de Ap. Y desde luego habrá que invocar al diablo si es preciso para que el expediente no caiga en manos de Baltasar Garzón, el juez más frívolo de Castilla, famoso en el ancho mundo porque su descuido a la hora de integrar las averiguaciones es tan grande como su vanidad y su protagonismo: no por nada se le han escapado los peces más gordos cuando ya los tenía tras las rejas, como bien lo ilustra el caso Pinochet. Hace cuatro años, otros ciudadanos españoles invocaron la protección de la justicia de su tierra después de haber sido detenidos y torturados sicológicamente por la policía del entonces gobernador de Jalisco, el ahora recién defenestrado Francisco Ramírez Acuña. En aquella ocasión, las quejas de esos pobres muchachos fueron archivadas rápidamente. ¿Será posible hacer algo para que no suceda lo mismo con la denuncia de Cristina Valls? El asunto irrumpe en el escenario político binacional cuando faltan seis semanas para el 9-M (las elecciones legislativas del 9 de marzo), en que José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy se disputarán la jefatura del gobierno español, y con ésta los instrumentos para seguir impulsando, gane quien gane, la misma política de reconquista económica hacia México, donde ya colocaron a su propio pelele gallego en Bucareli, pero también cuando de un momento a otro se iniciará aquí la privatización de Pemex en favor de Repsol (y de la familia Mouriño), contra la cual se movilizará como nunca nuestro pueblo. La justicia española tiene la obligación de investigar a fondo la denuncia de Cristina y no limitarse a establecer la responsabilidad material de las bestias que de tantas maneras la lastimaron. Debe precisar, sobre todo, el grado de culpabilidad que alcanzaron, en los delitos cometidos contra ella, las autoridades que ordenaron o permitieron que los policías actuaran en forma tan brutal. Recuérdese que el día de los hechos, mientras la televisión mostraba reiteradamente a los campesinos bañados en sangre para asustar al resto de la población, el ex director de la PFP, Wilfrido Robledo, y el gobernador Peña Nieto, se ufanaban de haber planeado, coordinado y seguido paso a paso, personalmente, el desarrollo de las operaciones. Orgullosísimos. Como cazadores con el rifle al hombro y la bota sobre el cadáver del hermoso venado. Mientras tanto, hoy culminará en el Zócalo el recorrido de la caravana Sin maíz no hay país, que partió el martes desde el sur del estado de Puebla y se dirigió al Distrito Federal sembrando granos blancos, rojos, amarillos y azules, en los jardines centrales de numerosos municipios. Tanto el antropólogo Julio Glockner como la actriz Jesusa Rodríguez encargaron a los pobladores de cada sitio vigilar el crecimiento de los jilotes hasta que éstos den elotes y los que tengan hambre puedan arrancarles los dientes y dejarlos reducidos a olotes. A lo largo de la travesía, dos ideas capturaron la atención de los participantes: la de que, después de la domesticación del fuego, la creación del maíz fue el descubrimiento más importante de la humanidad, y la de que a medida que evolucionaba, la mazorca se fue envolviendo en más y más hojas, como si intentara proteger sus semillas de la devoración de sus creadores. Acerca de lo primero, hubo opiniones discrepantes en cuanto a la relevancia del descubrimiento del maíz. “Lo mismo podrían decir del arroz los pueblos de Asia o del trigo los de Europa”, observó alguien en medio de una acalorada polémica. Lo insoslayable, en todo caso, es el hecho de que a partir del momento en que los antiguos mesoamericanos comprobaron que si depositaban unos granos en el suelo éstos se multiplicaban exponencialmente, la cultura de la región se transformó. Los nómadas dejaron de ir de aquí para allá en busca de insectos, ratas, conejos, víboras y otras especies animales para alimentarse, y optaron por construir casas de barro con techos más resistentes que poco a poco se fueron transformando en ciudades. En Nealtican, un pequeño municipio poblano por donde la caravana pasó el jueves, fueron encontradas no hace mucho piezas de cerámica que datan de hace 2 mil años, y que fueron sepultadas a principios del siglo I por una capa de lava del Popocatépetl. La semana pasada, por hacer un mal chiste (apretando uno de los resortes básicos del humor, que es la exageración), esta columna se refirió a que los vestigios más antiguos de maíz que han sido hallados hasta la fecha tienen una edad aproximada de 40 mil años. El sabio Julio Glockner precisó: “Hace 40 mil años estaba ocurriendo apenas la caminata a través del estrecho de Bering. Los primeros elotes, de acuerdo con pruebas hechas con carbono 14, son como de hace 8 mil años”. Jesusa Rodríguez, por su parte, subrayó con especial énfasis el hecho de que la apertura indiscriminada de nuestras fronteras para permitir el ingreso del maíz de Estados Unidos y Canadá desde el primer minuto de este mes y año, permite ya algo terrible: que Monsanto siembre una variedad modificada genéticamente que mata las especies originales de maíz mexicano e impone su predominio, arrasando no sólo con un producto alimenticio sino con una cultura milenaria como la nuestra. Aunque la citada caravana fue más simbólica que organizativa, pudo comprobar que en todos los puntos de su corta ruta –como se sabe que está sucediendo en muchas otras regiones del país– los campesinos se preparan para la gran manifestación del próximo jueves, en la que, según los más optimistas, se reunirán por lo menos un millón de personas. No nos quedemos en casa a ver si es cierto: hay que acudir y convencer a todos los que podamos. El acto, si resulta exitoso, inaugurará una etapa crucial para las luchas populares por la sobrevivencia del país. Ojalá que la semana entrante la prensa del mundo publique las siguientes noticias: que una muchedumbre imponente se congregó en México en defensa del maíz y que en España la Audiencia Nacional se comprometió a investigar a fondo la denuncia de Cristina. |
Kikka Roja
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