Horizonte político José A. Crespo El PAN en Gobernación Durante el régimen priista, la Secretaría de Gobernación llegó a constituir el eje del gobierno. Se le consideraba una supersecretaría y, a su titular, el hombre más poderoso después del Presidente de la República (lo que empezó a cambiar con Salinas de Gortari). Y, por eso mismo, en la etapa dorada del régimen, quien ocupara dicha dependencia se posicionaba fuertemente para ser el candidato oficial y, por ende, el siguiente mandatario. Al menos eso empezó cuando los civiles sustituyeron a los generales. Miguel Alemán, el primer presidente civil de la posrevolución, surgió de esa cartera. Igualmente lo hicieron Adolfo Ruiz Cortines, Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría (Adolfo López Mateos fue secretario del Trabajo). Y por eso Mario Moya Palencia, titular de la Segob durante el echeverriato, anticipó vísperas. Pero estábamos ya en vísperas del fin de la era dorada del régimen, para entrar en su fase de agotamiento, en la que la élite política tradicional (de abogados) fue dando paso a la tecnocracia. José López Portillo y Miguel de la Madrid, siendo abogados, se desempeñaron ya en la rama económica (Hacienda y Programación y Presupuesto). Desde Echeverría, ya ningún Presidente ha emanado de la Secretaría de Gobernación. Pero el mítico halo de esa dependencia sigue vivo. Por eso, varios buscadores de poder han intentado ocupar esa cartera o, estando en ella, han echado vuelo a su imaginación (como les ocurrió a Manuel Bartlett, Fernando Gutiérrez Barrios y Emilio Chuayfett). También, Esteban Moctezuma fue de inmediato considerado el delfín, tan pronto pisó el Palacio de Covián. Y, desde luego, todavía el candidato oficial en la contienda de 2000 salió de Gobernación aunque, para su mala suerte, en esa ocasión le tocó al PRI perder por primera vez. Pero tampoco es casual que Santiago Creel, ya en un gobierno panista, siendo el delfín de Vicente Fox, haya elegido Gobernación como su trinchera, creyendo que desde ahí sería más fácil lograr la candidatura presidencial (probablemente fue a la inversa). Y por eso también, al iniciarse este gobierno se empezó a especular sobre las posibilidades de Francisco Ramírez Acuña, por ocupar esa cartera, así no hubiera ningún elemento sólido para considerarlo seriamente como presidenciable (según quedó ya confirmado). Y no es casual tampoco que ahora se haya desatado mucho ruido sobre las aspiraciones y el potencial de Juan Camilo Mouriño. Que Mouriño diga que llegar a Los Pinos no está en su horizonte, en México se entiende, en automático, como que desde luego lo está (también como herencia de la cultura política priista). Es ya más mito que realidad que Gobernación sea la antesala de Los Pinos, como sí lo fue hace ya mucho tiempo. Pero más allá de las prematuras aunque inevitables especulaciones sucesorias, el hecho es que Gobernación dejó de ser el eje del gobierno, sobre todo con la llegada del PAN al poder. Ese partido no parece saber bien a bien qué hacer con esa dependencia. Y eso puede deberse a condiciones distintas, pero complementarias: que en virtud del fin del régimen de partido hegemónico, el secretario de Gobernación (quienquiera que sea), no tiene los elementos políticos que tenían sus antecesores. En efecto, los recursos políticos y económicos de que hoy dispone Gobernación no tienen parangón con los que disponían sus titulares en la era dorada del PRI. No porque ahora ya estemos en democracia, que no lo estamos, sino porque ya no vivismos en un régimen de hegemonía presidencial y partidista (pues de lo segundo no se sigue automáticamente lo primero, como muchos sostienen). También cuenta la adjudicación de algunas funciones tradicionales de Gobernación a la Secretaría de Seguridad Pública, lo que resta a la primera instrumentos de innegable eficacia. Pero otra posible explicación del desdibujo de Gobernación en tiempos del PAN es que los panistas (viejos o nuevos) no saben cómo manejar políticamente una cartera así. Santiago Creel logró operar algunos temas como diputado federal, pero en Gobernación no hizo prácticamente nada (salvo pensar en su entrada triunfal a Los Pinos). Se le fue de las manos el asunto de San Salvador Atenco lo que marcó al foxismo como ineficaz y participó de lleno en la inhabilitación política de Andrés López Obrador lo que marcó al foxismo como antidemocrático. Más allá de eso, no hizo sino vigilar el uso adecuado del Himno Nacional e intercambiar permisos de juego por spots televisivos para su campaña interna. Su sucesor, Carlos Abascal, cuya principal responsabilidad era conducir exitosamente la elección presidencial, perdió rápidamente el control de ella (si bien no era fácil sacarla adelante con un Presidente que decidió contender también, dispuesto, además, a ganarla como fuera). Ramírez Acuña llegó con la fama de duro y más de un analista le auguró un buen desempeño. Pero de inmediato su figura se desvaneció. Nunca estuvo en ninguna negociación política, las que en realidad se dieron dentro del Congreso y cuyo enlace con el Ejecutivo lo llevó precisamente Mouriño. Quizás el jalisciense sólo recordó que Gobernación servía para censurar a la oposición o manipular las emisiones oficiales y eso fue lo único que se le ocurrió hacer. El caso es que llega ahora un personaje a quien muchos le atribuyen grandes aptitudes políticas, capacidad de operación, sentido estratégico. Todo ello, pese a su juventud y escasa experiencia (que la edad no lo es todo, pero mucho ayuda). Es su oportunidad para mostrar de qué está hecho. Con el futuro desempeño de Mouriño podremos inferir si el PAN ya le encontró a Gobernación la cuadratura del círculo o si sigue sin descubrir bien a bien para qué sirve. |
Kikka Roja
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