“Que privaticen el estado laico” Carlos Monsiváis/ Proceso MÉXICO, D.F., 23 DE MARZO / El 25 de enero de 2008 la Secretaría de Gobernación (Segob) a cargo de Juan Camilo Mouriño, uno de los centauros de las Manos Limpias del panismo, una parte funcionario y tal vez cuatro quintas partes contratista, exonera a Juan Sandoval Íñiguez, cardenal de Guadalajara; al prelado lo acusa Guadalupe Acosta Naranjo, secretario general del Partido de la Revolución Democrática (PRD), de violar la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público. Según la Segob no se acreditó que Sandoval describiese a los miembros del PRD como “hijos de las tinieblas”, ni que convocase a votar por un partido que sólo podía ser el PAN, ya que en la Asamblea Legislativa del DF el PRD y el PRI votaron a favor de las Sociedades de Convivencia. Además, la Secretaría de Gobernación acusa a La Jornada Occidente de “manipular” y “desvirtuar” las afirmaciones del cardenal. Un contexto informativo tal vez útil El conflicto se inicia el 6 de mayo de 2007 cuando El Semanario, órgano de información católica en Guadalajara, divulga las invectivas del cardenal contra los que aprobaron la despenalización del aborto en la Ciudad de México. Entre las condenas de Sandoval que El Semanario reproduce, disponibles aún en Inter-net, se halla la siguiente: “(Sandoval) reconoció que en esta guerra los hijos de las tinieblas son más hábiles, más activos y más despiertos que los hijos de la luz, y muestra de ello es que los perredistas aprobaron la despenalización del aborto en el Distrito Federal, que permite la interrupción del embarazo antes de las doce semanas de gestación, la cual podría extenderse a otros estados de la República”. Otras de las amonestaciones reproducidas: “El cardenal Sandoval urgió a tomar en cuenta estas acciones con miras a sus elecciones partidistas, sus opciones políticas, porque siempre se ha dicho y siempre se va a decir que un católico de convicción no puede votar por el partido o los partidos que apoyen el aborto o las uniones de homosexuales, porque atentan contra la ley de Dios y la vida humana”. La Jornada Jalisco reproduce las fulminaciones de Sandoval en El Semanario, y Acosta Naranjo presenta denuncia ante Gobernación el 17 de mayo de 2007, pero en el expediente DN/SN/D.I-02/2007, la Dirección General de Asociaciones Religiosas, a cargo de Salvador Beltrán del Río, considera infundados los cargos. Segob se rehúsa a pedirle al cardenal de Guadalajara su declaración, “por no haber sido ofrecida (por Acosta Naranjo) conforme a derecho, al no haberse adjuntado al escrito de ofrecimiento el pliego de posiciones correspondiente, por lo que se desecha dicha probanza”. Al que entienda esta prosa se le enviará a vuelta de correo una indulgencia medieval. El 20 de junio de 2007 la Segob invita a Cristina Elizabeth Díaz, reportera de El Semanario, a rendir testimonio. Díaz acusa a Raúl Torres, de La Jornada Jalisco, de falsear la información de su periódico. Véanse sus pruebas: “De entrada, la cabeza de la nota de Raúl Torres está totalmente manipulada, porque asegura que el cardenal llama a una guerra ‘contra los hijos de las tinieblas’ del PRD, mientras que en la publicación que yo hice se habla de una ‘guerra entre la cultura de la vida y la muerte’”. Sandoval sí convocó a una “guerra santa”, aun reconociendo la mayor destreza de los hijos de las tinieblas, como podrán verlo los lectores en líneas anteriores, pero no es propio de las resoluciones de los panistas tomarse la molestia de cotejar. La reportera añade: “El calificativo hijos de las tinieblas nunca fue utilizado ni por mí ni por el arzobispo Juan Sandoval”, y aclaró: “Esta expresión fue usada con un sentido diferente”. Es decir, que él sí dijo y ella sí reprodujo lo de “hijos de las tinieblas” pero con la intención de señalar, digamos, a los “partidarios del América”. Y esta falsa lectura la infiltró muy probablemente el demonio de las dioptrías. El resolutivo de Gobernación no incluye declaración alguna de Raúl Torres, el periodista “blasfemo” incapaz de entender que la frase emitida por una Eminencia significa siempre algo muy distinto. Y al incrédulo lo desenmascara con modestia la redactora de El Semanario: “El cardenal nunca declaró que los católicos no voten por quienes aprobaron la despenalización del aborto, pues lo señalado en mi nota periodística corresponde a una apreciación personal con un sentido diferente”. Va de nuevo: cuando dice “Buenos días” quiere decir algo muy diferente. Por lo visto, todo se soluciona con mil avemarías o, más modernamente, con los desmentidos que hagan falta. No lo que ocurrió sino lo que debe ocurrir, no lo que es sino lo que se ajusta a la interpretación conveniente. El cardenal Sandoval Íñiguez insiste en las reformas a la Ley de Asuntos Religiosos y Culto Público: “Un punto importante a modificar es la libertad de los religiosos a expresarse sobre cualquier tema, principalmente aquel en donde vaya de por medio la moral. Es lamentable que la ley actual no permite opinar a los clérigos, todo mundo puede opinar, todo mundo puede decir, pero si eres sacerdote, si eres obispo, cállate la boca, no opines”. (Febrero de 2008) ¿Por qué confunde Sandoval al México de hoy con uno de los regímenes vigilados por el Santo Oficio? A diario, en publicaciones, radio y televisión, los sacerdotes y los obispos se expresan con furia, por ejemplo, sobre la izquierda y sus decisiones legislativas, y vierten sus saberes o sus prejuicios a propósito de todos los asuntos. Y esto lo hacen, aclara el cardenal en un acto de vanidad de parroquia, porque: “en cuestión de dar una opinión sobre algún tema, son precisamente los sacerdotes quienes están más preparados para externar su punto de vista, pues cuentan con una educación de calidad y una formación humanística”. La subsecretaria en vida desde Lo Alto Uno de los grandes nombramientos de Juan Camilo Mouriño al iniciar su breve paso, for all practical purposes, en la Secretaría de Gobernación es el de Ana Teresa Aranda. Algunos datos de la funcionaria que, también, firma contratos con la Fe al tiempo que ocupa un sitio en el Estado laico: -Ana Teresa Aranda nació en Guanajuato, en 1954. Es hermana de Gerardo Aranda Orozco, el presidente de la Coparmex, luego de Carlos Abascal. Tanto Ana Teresa como Gerardo Aranda y Carlos Abascal han manifestado su apoyo a Provida, a través de desplegados. En junio de 1998, los Aranda y los Abascal apoyaron un desplegado en el que afirmaron: “La despenalización del aborto está en el camino del uso del sexo sin responsabilidad; con esta medida se pretende negar el valor sagrado de lo sexual como expresión unitiva del amor de los esposos, abierto a la vida con responsabilidad. ¿A quién sirve que los abortos de seres humanos bañen con sangre la historia de los mexicanos?”. -Ana Teresa Aranda fue, de 1974 a 1976, secretaria de prensa de la Ancifem en León, de 1980 a 1987 presidió la Ancifem de Puebla, y de 1987 a 1989 presidió a nivel nacional la agrupación caracterizada por su oposición frontal a la despenalización del aborto y a las políticas de diversidad sexual y de prevención. En 1993, como diputada federal del PAN, participó en un foro televisado defendiendo las posiciones del Comité Nacional de Provida. A pesar de caracterizarse como una organización “laica”, Ancifem tiene fuertes vínculos con la jerarquía eclesiástica. En su folleto titulado “Civismo”, el organismo afirma: “Toda la ideología de Ancifem está basada en la doctrina católica y las enseñanzas de los pontífices que han sido nuestra guía segura en la acción”. Como presidenta nacional de Ancifem, Aranda apoyó en 1988 la campaña de la jerarquía católica para clausurar la exposición de Rolando de la Rosa en el Museo de Arte Moderno. En 1993, Ancifem se opuso a un espectáculo de la cantante Madonna argumentando en un desplegado público que la norteamericana “atenta contra los valores”. También esta agrupación encabezó campañas en contra de la obra Sólo para mujeres, en Boca del Río, Veracruz, y en Puebla, afirmando que es “un espectáculo inmoral que atenta contra las buenas costumbres y fomenta la prostitución”. -Como funcionaria pública, Ana Teresa Aranda fue designada en enero de 2001 por el presidente Vicente Fox como directora general del DIF. Desde allí, Aranda organizó varios congresos Profamilia con la asistencia de personajes vinculados al Yunque y otros grupos de extrema derecha como la Fundación Heritage y la Alianza Latinoamericana para la Familia, de origen venezolano. Durante la precampaña presidencial, Ana Teresa Aranda fue designada titular de la Sedesol, en sustitución de Josefina Vázquez Mota. Su nombramiento, en enero de 2006, generó una ola de renuncias, incluyendo a los tres subsecretarios: Antonio Sánchez Díaz de Rivera –viejo rival de Aranda en el PAN de Puebla–, Rodolfo Tuirán y Miguel Székely. También renunció Cecilia Loría, coordinadora de Indesol, y Ricardo Bucio Mújica, director de Vinculación y Coinversión. En la campaña electoral abundaron las denuncias de la utilización electoral de los fondos de Sedesol para apoyar a Felipe Calderón. El 4 de mayo de 2006 El Universal publicó que Aranda, como secretaria de Sedesol, se reunió con Calderón. Oficialmente, la Sedesol negó el encuentro. Juan Camilo Mouriño nombra a Ana Teresa Aranda -A raíz de la renuncia de Francisco Ramírez Acuña como titular de la Secretaría de Gobernación, Ana Teresa Aranda fue nombrada como subsecretaria de Población, Asuntos Religiosos y Migración, puesto clave para definir las políticas de natalidad, las relaciones con las agrupaciones religiosas y el flujo migratorio a través de las diversas estaciones que forman parte del Instituto Nacional de Migración. Su falta de experiencia en estas tres áreas, su perfil conservador y provida, así como su escasa formación profesional (sólo tiene estudios como bachiller de Humanidades en el Instituto Oriente Puebla, así como diversos diplomados sobre liderazgo político, y “toma de decisiones”) le han acarreado numerosas críticas, desde su nombramiento como directora del DIF. La empiojada por la pobreza “Mi padre tenía un rancho y en esa casa donde yo vivía no había ninguna traba para que nosotros (sus vástagos) fuéramos con los hijos de los labriegos, con quienes convivíamos muchísimo. Inclusive hasta había permisos para ir a dormir a sus casas. Yo recuerdo haber regresado muchas veces a la casa y haber necesitado… pues no sé, algunos polvos para matar los piojitos. Había unos que vendían en unas latas; me los tenía que poner y me enredaban la cabeza porque nos empiojábamos totalmente. Pero fue una súper oportunidad de convivir, de sentir cerca muchas necesidades que a lo mejor cuando uno vive alejado de la pobreza, no las puede percibir”. (Nota de Alma E. Muñoz, La Jornada, 1 febrero 2006). “No me gustaría competir con un sacerdote” Una parte del asedio al Estado laico depende del desconocimiento de la historia y las leyes del país. Éste, por ejemplo, es el caso de la diputada del PRD Ruth Zavaleta. Se le pregunta sobre la participación política de la Iglesia católica y responde muy ufana: “Que puedan votar y que puedan ser votados; sí, que puedan ser votados, discúlpenme, pero quieren libertad, si la gente va a seguir a una persona que represente los designios celestiales, pues a lo mejor nos va a convencer, no sé, yo respeto mucho a la Iglesia y respeto mucho a todos los sectores, pero pues realmente me parece que también abrirnos al escrutinio público tiene sus costos… Estar en el púlpito diciendo por quién van a votar, como se hizo en la pasada elección pues no teníamos gran costo, todos nos quejábamos que decían: ya vieron el azulito del cielo, pues hay que votar por el azulito del cielo... Y yo me quejaba en mis iglesias de mi comunidad; yo decía es que oigan es que es en desventaja, yo qué contesto ante eso, si la gente quiere ir al cielo. Yo la verdad es que creo que se abre la posibilidad de cuestionar por qué están participando…” (Marzo de 2008. Versión estenográfica) A parrafadas semejantes, ya las explicó muy bien hace un siglo el Método Ollendorf: “Si mi tía tuviera llantas sería un auto sacramental”. Luego de atravesar las alamedas de la claridad, la diputada Zavaleta se resigna: “La verdad es que la Iglesia está participando abiertamente en las últimas elecciones, induciendo el voto abiertamente en muchas comunidades”. ¡Qué se le va a hacer! La Ley de Dios pisotea la Ley de los Hombres, tan perecederos: “No votarás en contra de mis creencias tal y como las defienden mis hijos bienamados”, sería la frase conveniente. La presidenta de la Cámara acude a su amplio criterio y lo extiende al Vaticano, todo él ansioso de modernizar el Decálogo. Ante la pregunta sobre las candidaturas de eclesiásticos, la señora Ruth se eleva: “Pues si la gente acepta eso, y aquí en la Cámara logran aprobar y cambiar la ley para que un sacerdote quiera ser diputado, además están pidiendo también que les den posibilidades de casarse, pues por qué no, que se casen los sacerdotes, perdónenme pero en otros países pasa eso, entonces porque en este país se puede limitar esa circunstancia. No me estoy burlando, o sea, yo veo una situación de rompimiento cultural, de una revolución a nivel mundial de cómo van cambiando las cosas, pues realmente si la Iglesia quiere romper ya con estas camisas de fuerza que tiene, por qué no liberalizar esa situación.” Y ante la pregunta: “¿Votaría a favor, si hubiese propuesta para que los sacerdotes fueran representantes populares?”, su respuesta (la que jactanciosamente intuyo o vislumbro) es vibrante: “Sí, yo les quería decir: que no, porque no me gustaría competir con un sacerdote. O sea, imagínense, contra eso pues qué le voy a prometer yo a mis electores. Pero habría que revisar, les digo, no quiero ser irresponsable, legalmente habría que revisar, pero en otros países… o sea, sí, claro, que no sean sacerdotes ejerciendo, sí, claro, pero él pregunta si estuviera ejerciendo en todas sus libertades”. A lo mejor en estas declaraciones va incluido un plan maestro contra el Estado laico o a su favor. Ánimo, egiptólogos. |
Kikka Roja
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