Por: Miguel Ángel Granados Chapa
Se equivocó Raúl Padilla al propiciar el año pasado la designación de Carlos Briseño como rector de la Universidad de Guadalajara, dejando de lado mejores opciones.
Se equivocó a su turno Briseño cuando creyó propio el poder de la rectoría, que es un poder vicario, eficaz sólo cuando se ensambla con el resto de los factores que hacen gobernable a la segunda universidad del país. La conjunción de esos errores tiene hoy en crisis al aparato que rige a esa institución, crisis que se agravará si alcanza a la comunidad universitaria y si, fuera de control, da lugar a la violencia.
Este lunes, la UdeG amanece con dos rectores.
Briseño se mantiene formalmente en el cargo, en espera de que la judicatura federal lo reponga plenamente en sus funciones, en ejecución de una resolución de amparo que lo protege de su destitución por el consejo universitario. El viernes pasado, sin embargo, a despecho de esa disposición judicial, el consejo designó rector a Marco Antonio Cortés Guardado, en un trámite eficaz en los hechos, pero que no cubrió las formalidades requeridas por la legalidad interna de esa institución. Los dos rectores deberán defender ante los tribunales su nombramiento, pero es difícil que Briceño continúe en el cargo: no es creíble que pueda ejercerlo con el solo apoyo de la fuerza pública y una mínima parcela del poder interno de la Universidad. Para efectos prácticos Briseño ha perdido la rectoría, fallida su maniobra de enfrentarse al mecanismo que lo condujo a ese puesto. Desde hace más de medio siglo domina la UdeG un pequeño grupo, antaño adosado al poder político del PRI, luego abierto a la modernidad plural. Cuando era brazo del poder priista, el grupo fue liderado por Carlos Ramírez Ladewig, asesinado en 1975, a manos de una guerrilla urbana que en Guadalajara parecía auspiciada por el poder presidencial. Tanto se creyó en la UdeG que Echeverría no era ajeno a esa muerte (como parte de la disputa histórica entre las familias Ramírez y Zuno, a que pertenecía su esposa), que el Consejo Universitario despojó al mandatario del doctorado honoris causa que le había conferido. Empezó así el corrimiento del grupo hacia la izquierda, sin que dejara de haber priistas entre sus miembros. Briseño mismo está en esa condición. Hermano del asesinado líder legendario, el ingeniero Álvaro Ramírez quedó al frente del grupo, donde colegiadamente se decidía la composición del aparato universitario. No sólo surgía de su seno la propuesta para que el Gobierno de Jalisco designara rector, sino que también se determinaba el liderazgo de los sindicatos, que en los ochenta irrumpieron como una presencia que no podía ser marginada, y de la federación estudiantil, la FEG, que adquirió lamentable y justa fama por su práctica de la violencia y constituyó la garantía armada de la estabilidad política de la Universidad. En ese grupo se decidió que en 1977 el joven estudiante de historia Raúl Padilla dirigiera la agrupación de los alumnos. Fue notoria y feliz su decisión de transformar a la FEG, que dejó de ser una corporación cuyo funcionamiento se basaba en el miedo. Aunque cesó entonces el pistolerismo, Padilla mismo resolvió reemplazarla por una nueva federación, la FEU actual, propiciada por él cuando fue designado rector por el grupo a que pertenecía. Ya en ese momento, 1989, Padilla había impulsado también en la estructura universitaria una transformación académica que se consolidó bajo su rectorado. A partir de entonces la planta docente creció y mejoró hasta contar hoy con 550 miembros del Sistema Nacional de Investigadores, de un total de doce mil profesores, casi la mitad de tiempo completo. Al mismo tiempo que era rector, Padilla reemplazó a Álvaro Ramírez en la jefatura del núcleo político que tomaba las decisiones. En ese carácter, su posición fue determinante para la designación de sus sucesores, el ingeniero químico Víctor Manuel González y el maestro en sociología, Trinidad Padilla, su hermano. Lo fue también en 2006 cuando en vez de llevar a la rectoría a Tonatiuh Bravo prefirió a Briseño. Si Padilla obró de ese modo por temer la autonomía que pudiera ejercer el hoy presidente de la comisión de educación de la Cámara de Diputados y confiar en la adhesión ciega del rector ahora depuesto, erró el juicio y hoy paga las consecuencias. Su elegido lo privó la semana pasada de los cargos desde donde ha prestigiado a la UdeG. Antes de ser rector, en 1987, Padilla dio cuenta de la amplitud de sus horizontes. Estableció entonces la Feria Universitaria del Libro, que convertida en internacional alcanza hoy rangos que la equiparan con la de Frankfurt, la de mayor prestigio y densidad en el mundo. Desde 1995 en que dejó la rectoría, Padilla encabeza la creciente y rutilante exposición editorial, de la que surgió el Premio de Literatura que llevó el nombre de Juan Rulfo. Con semejante dinamismo Padilla propició el Festival Internacional del Cine de Guadalajara, que ya figura entre los más relevantes de su género. También dio sede a la Cátedra Julio Cortázar, y en los años recientes ha dedicado su energía a la construcción y apertura del Centro Cultural Universitario, que incluye un auditorio y una biblioteca para el estado de Jalisco. No sólo por sus frutos, como aconseja la Biblia, es dable conocer a las personas. También por sus amigos. Lo son de Padilla Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez. De Briseño son los gobernadores Emilio González Márquez y Mario Marín.
Este lunes, la UdeG amanece con dos rectores.
Briseño se mantiene formalmente en el cargo, en espera de que la judicatura federal lo reponga plenamente en sus funciones, en ejecución de una resolución de amparo que lo protege de su destitución por el consejo universitario. El viernes pasado, sin embargo, a despecho de esa disposición judicial, el consejo designó rector a Marco Antonio Cortés Guardado, en un trámite eficaz en los hechos, pero que no cubrió las formalidades requeridas por la legalidad interna de esa institución. Los dos rectores deberán defender ante los tribunales su nombramiento, pero es difícil que Briceño continúe en el cargo: no es creíble que pueda ejercerlo con el solo apoyo de la fuerza pública y una mínima parcela del poder interno de la Universidad. Para efectos prácticos Briseño ha perdido la rectoría, fallida su maniobra de enfrentarse al mecanismo que lo condujo a ese puesto. Desde hace más de medio siglo domina la UdeG un pequeño grupo, antaño adosado al poder político del PRI, luego abierto a la modernidad plural. Cuando era brazo del poder priista, el grupo fue liderado por Carlos Ramírez Ladewig, asesinado en 1975, a manos de una guerrilla urbana que en Guadalajara parecía auspiciada por el poder presidencial. Tanto se creyó en la UdeG que Echeverría no era ajeno a esa muerte (como parte de la disputa histórica entre las familias Ramírez y Zuno, a que pertenecía su esposa), que el Consejo Universitario despojó al mandatario del doctorado honoris causa que le había conferido. Empezó así el corrimiento del grupo hacia la izquierda, sin que dejara de haber priistas entre sus miembros. Briseño mismo está en esa condición. Hermano del asesinado líder legendario, el ingeniero Álvaro Ramírez quedó al frente del grupo, donde colegiadamente se decidía la composición del aparato universitario. No sólo surgía de su seno la propuesta para que el Gobierno de Jalisco designara rector, sino que también se determinaba el liderazgo de los sindicatos, que en los ochenta irrumpieron como una presencia que no podía ser marginada, y de la federación estudiantil, la FEG, que adquirió lamentable y justa fama por su práctica de la violencia y constituyó la garantía armada de la estabilidad política de la Universidad. En ese grupo se decidió que en 1977 el joven estudiante de historia Raúl Padilla dirigiera la agrupación de los alumnos. Fue notoria y feliz su decisión de transformar a la FEG, que dejó de ser una corporación cuyo funcionamiento se basaba en el miedo. Aunque cesó entonces el pistolerismo, Padilla mismo resolvió reemplazarla por una nueva federación, la FEU actual, propiciada por él cuando fue designado rector por el grupo a que pertenecía. Ya en ese momento, 1989, Padilla había impulsado también en la estructura universitaria una transformación académica que se consolidó bajo su rectorado. A partir de entonces la planta docente creció y mejoró hasta contar hoy con 550 miembros del Sistema Nacional de Investigadores, de un total de doce mil profesores, casi la mitad de tiempo completo. Al mismo tiempo que era rector, Padilla reemplazó a Álvaro Ramírez en la jefatura del núcleo político que tomaba las decisiones. En ese carácter, su posición fue determinante para la designación de sus sucesores, el ingeniero químico Víctor Manuel González y el maestro en sociología, Trinidad Padilla, su hermano. Lo fue también en 2006 cuando en vez de llevar a la rectoría a Tonatiuh Bravo prefirió a Briseño. Si Padilla obró de ese modo por temer la autonomía que pudiera ejercer el hoy presidente de la comisión de educación de la Cámara de Diputados y confiar en la adhesión ciega del rector ahora depuesto, erró el juicio y hoy paga las consecuencias. Su elegido lo privó la semana pasada de los cargos desde donde ha prestigiado a la UdeG. Antes de ser rector, en 1987, Padilla dio cuenta de la amplitud de sus horizontes. Estableció entonces la Feria Universitaria del Libro, que convertida en internacional alcanza hoy rangos que la equiparan con la de Frankfurt, la de mayor prestigio y densidad en el mundo. Desde 1995 en que dejó la rectoría, Padilla encabeza la creciente y rutilante exposición editorial, de la que surgió el Premio de Literatura que llevó el nombre de Juan Rulfo. Con semejante dinamismo Padilla propició el Festival Internacional del Cine de Guadalajara, que ya figura entre los más relevantes de su género. También dio sede a la Cátedra Julio Cortázar, y en los años recientes ha dedicado su energía a la construcción y apertura del Centro Cultural Universitario, que incluye un auditorio y una biblioteca para el estado de Jalisco. No sólo por sus frutos, como aconseja la Biblia, es dable conocer a las personas. También por sus amigos. Lo son de Padilla Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez. De Briseño son los gobernadores Emilio González Márquez y Mario Marín.
Kikka Roja
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