Inseguridad, culpa de otros sexenios: FCH
El gobierno federal, en voces del secretario de Marina y del propio Presidente de la República, responsabilizó ayer a sexenios anteriores del clima de inseguridad que vive el país.
El gobierno federal, en voces del secretario de Marina y del propio Presidente de la República, responsabilizó ayer a sexenios anteriores del clima de inseguridad que vive el país. En un discurso ante personal naval, el presidente Felipe Calderón dijo que en el pasado se ignoró e incluso se pretendió administrar la delincuencia en lugar de enfrentarla con determinación, lo que trajo consecuencias funestas para el país. Aseguró que nunca se había dado una ofensiva frontal contra el crimen organizado como la que libra su administración. En una ceremonia de entrega de reconocimientos a marinos, el mandatario mencionó que la delincuencia se había convertido ya en una verdadera amenaza para las instituciones y la tranquilidad de los mexicanos. La población, agregó, está pagando las consecuencias de lo que no se hizo ayer. Calderón afirmó que su gobierno “no negociará jamás” con los grupos criminales, a los que combate sin distingo alguno. En su intervención, el secretario de Marina, Francisco Saynez, ratificó las afirmaciones del Presidente. Dijo que la delincuencia organizada “operaba impunemente” en una situación que no podía ser tolerada más. “No podíamos aceptar más actitudes de indiferencia ante un problema de inseguridad que, de continuar ignorado o solapado, llevaría a un alto riesgo para la seguridad nacional”, expresó. Esta ocasión el discurso del jefe del Ejecutivo se alejó de las palabras pronunciadas el 21 de agosto —durante la firma del Acuerdo Nacional por la Legalidad, la Seguridad y la Justicia— cuando dijo que no había que mirar al pasado para encontrar culpables de los males presentes. En esa fecha reconoció únicamente que la forma tradicional de combatir la inseguridad había sido insuficiente. Entrevistado respecto a las declaraciones de Calderón, Rubén Aguilar, quien fue vocero de la administración foxista, consideró que los gobiernos de Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón han tenido, básicamente, la misma estrategia anticrimen, pero con diversa intensidad. Indicó que los operativos militares quizá no serían posibles si en el sexenio anterior no se hubiera creado la condición para desplazar tropas.
Y Calderón culpa al pasadoEl gobierno federal, en voces del secretario de Marina y del propio Presidente de la República, responsabilizó ayer a sexenios anteriores del clima de inseguridad que vive el país.
El gobierno federal, en voces del secretario de Marina y del propio Presidente de la República, responsabilizó ayer a sexenios anteriores del clima de inseguridad que vive el país. En un discurso ante personal naval, el presidente Felipe Calderón dijo que en el pasado se ignoró e incluso se pretendió administrar la delincuencia en lugar de enfrentarla con determinación, lo que trajo consecuencias funestas para el país. Aseguró que nunca se había dado una ofensiva frontal contra el crimen organizado como la que libra su administración. En una ceremonia de entrega de reconocimientos a marinos, el mandatario mencionó que la delincuencia se había convertido ya en una verdadera amenaza para las instituciones y la tranquilidad de los mexicanos. La población, agregó, está pagando las consecuencias de lo que no se hizo ayer. Calderón afirmó que su gobierno “no negociará jamás” con los grupos criminales, a los que combate sin distingo alguno. En su intervención, el secretario de Marina, Francisco Saynez, ratificó las afirmaciones del Presidente. Dijo que la delincuencia organizada “operaba impunemente” en una situación que no podía ser tolerada más. “No podíamos aceptar más actitudes de indiferencia ante un problema de inseguridad que, de continuar ignorado o solapado, llevaría a un alto riesgo para la seguridad nacional”, expresó. Esta ocasión el discurso del jefe del Ejecutivo se alejó de las palabras pronunciadas el 21 de agosto —durante la firma del Acuerdo Nacional por la Legalidad, la Seguridad y la Justicia— cuando dijo que no había que mirar al pasado para encontrar culpables de los males presentes. En esa fecha reconoció únicamente que la forma tradicional de combatir la inseguridad había sido insuficiente. Entrevistado respecto a las declaraciones de Calderón, Rubén Aguilar, quien fue vocero de la administración foxista, consideró que los gobiernos de Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón han tenido, básicamente, la misma estrategia anticrimen, pero con diversa intensidad. Indicó que los operativos militares quizá no serían posibles si en el sexenio anterior no se hubiera creado la condición para desplazar tropas.
Publicado el: 21-Diciembre-2008
Con pasmosa facilidad el presidente Felipe Calderón ha hecho responsable a otros sexenios de la terrible inseguridad que hoy padecemos los mexicanos. Así lo dijo el viernes pasado en un evento de la Marina, “que en el pasado se ignoró e incluso se pretendió administrar la delincuencia en lugar de enfrentarla con determinación, lo que trajo consecuencias funestas para el país”.
Una salida fácil para un gobernante que se ve desesperado, que no da el tamaño, que no ha podido resolver los problemas que nos agobian o que los ha resuelto a medias, lo cual hace más complicada nuestra situación porque lo malo de los problemas resueltos a medias, es que nunca salen de la escena pública y sólo hacen más aguda la problemática.
Lo cierto es que Felipe Calderón no tuvo que ir lejos por la respuesta; de inmediato, gente de su propio partido, el senador Felipe González, le exigió que no empleara un lenguaje encriptado y que diera los nombres de los responsables de la inseguridad que hoy se vive en México.
Lo cual resulta ocioso en el senador de Aguascalientes, al que por cierto, gracias al fuero, le gusta andar empistolado: en cierto modo tiene razón Felipe Calderón, la inseguridad en México comenzó a crecer desde que en mala hora ese filopanista, el pésimo presidente que fue Ernesto Zedillo, le entregó el poder de la PGR a los panistas, a Antonio Lozano Gracia y al “abogangster” barbudo que hoy vuelve a aparecer detrás de Gobernación y que gracias a “chicanas” y al tráfico de influencias, le ha hecho grandes boquetes al Estado mexicano con lo cual se han enriquecido hasta la saciedad los bufetes de abogados panistas.
Y es que con Lozano Gracia al frente de la PGR, y con Pablo Chapa como fiscal, se extendió la impunidad en México hasta llegar al caso grotesco de la siembra de osamentas en casos criminales, lo cual puso en grave evidencia a la justicia mexicana y de cuyo desprestigio no se ha podido desligar.
A Ernesto Zedillo, cuyo turbio proceder nos hace pensar en un mexicano formado como agente de la oligarquía internacional en las universidades gringas (no olvidemos la influencia que sobre Zedillo tuvo el perverso Joseph Marie Córdoba Montoya), lo sucedió en el poder la famosa “pareja presidencial”, la cual es hoy sospechosa de haber pactado con la delincuencia organizada.
Tampoco debemos olvidar el desastroso papel que hizo en la PGR la fanática de la ultraderecha María de la Luz Malvado, designada por Fox como subprocuradora del general Rafael Macedo de la Concha, misma que le tomó la protesta a Rodolfo de la Guardia García, como jefe de la Interpol-México, el cual fue detenido el pasado mes de octubre por sus nexos con el crimen organizado.
Asimismo, el responsable de los penales federales en los tiempos de Fox, cuando escapó de Puente Grande Joaquín “El Chapo” Guzmán, Jorge Tello Peón, ha sido designado por Felipe Calderón como asesor presidencial en seguridad nacional. Y lo mismo sucede con Eduardo Medina Mora, titular de la PGR, que fue secretario de Seguridad Pública Federal en el sexenio fallido de Fox.
Y ante el gran desorden que hoy se carga Calderón en el país y del cual pretende culpar al pasado, es necesario reconocer lo publicado por el periodista Marc Lacey, del New York Times, el pasado 15 de diciembre, “que Coahuila no se encuentra entre los estados más violentos de México, país donde los asesinatos y secuestros se han incrementado enormemente ligados con la delincuencia organizada”.
Aunque Felipe Calderón se empeñe en culpar al pasado de las causas estructurales de la inseguridad, ¿qué acaso no se promovió como el “Presidente del Empleo”? Por si no lo saben él y sus asesores, el desempleo es una causa estructural de la inseguridad que hoy padecemos en México, aunque el tal Germencito Martínez diga lo contrario.
vanguardia.com.mxUna salida fácil para un gobernante que se ve desesperado, que no da el tamaño, que no ha podido resolver los problemas que nos agobian o que los ha resuelto a medias, lo cual hace más complicada nuestra situación porque lo malo de los problemas resueltos a medias, es que nunca salen de la escena pública y sólo hacen más aguda la problemática.
Lo cierto es que Felipe Calderón no tuvo que ir lejos por la respuesta; de inmediato, gente de su propio partido, el senador Felipe González, le exigió que no empleara un lenguaje encriptado y que diera los nombres de los responsables de la inseguridad que hoy se vive en México.
Lo cual resulta ocioso en el senador de Aguascalientes, al que por cierto, gracias al fuero, le gusta andar empistolado: en cierto modo tiene razón Felipe Calderón, la inseguridad en México comenzó a crecer desde que en mala hora ese filopanista, el pésimo presidente que fue Ernesto Zedillo, le entregó el poder de la PGR a los panistas, a Antonio Lozano Gracia y al “abogangster” barbudo que hoy vuelve a aparecer detrás de Gobernación y que gracias a “chicanas” y al tráfico de influencias, le ha hecho grandes boquetes al Estado mexicano con lo cual se han enriquecido hasta la saciedad los bufetes de abogados panistas.
Y es que con Lozano Gracia al frente de la PGR, y con Pablo Chapa como fiscal, se extendió la impunidad en México hasta llegar al caso grotesco de la siembra de osamentas en casos criminales, lo cual puso en grave evidencia a la justicia mexicana y de cuyo desprestigio no se ha podido desligar.
A Ernesto Zedillo, cuyo turbio proceder nos hace pensar en un mexicano formado como agente de la oligarquía internacional en las universidades gringas (no olvidemos la influencia que sobre Zedillo tuvo el perverso Joseph Marie Córdoba Montoya), lo sucedió en el poder la famosa “pareja presidencial”, la cual es hoy sospechosa de haber pactado con la delincuencia organizada.
Tampoco debemos olvidar el desastroso papel que hizo en la PGR la fanática de la ultraderecha María de la Luz Malvado, designada por Fox como subprocuradora del general Rafael Macedo de la Concha, misma que le tomó la protesta a Rodolfo de la Guardia García, como jefe de la Interpol-México, el cual fue detenido el pasado mes de octubre por sus nexos con el crimen organizado.
Asimismo, el responsable de los penales federales en los tiempos de Fox, cuando escapó de Puente Grande Joaquín “El Chapo” Guzmán, Jorge Tello Peón, ha sido designado por Felipe Calderón como asesor presidencial en seguridad nacional. Y lo mismo sucede con Eduardo Medina Mora, titular de la PGR, que fue secretario de Seguridad Pública Federal en el sexenio fallido de Fox.
Y ante el gran desorden que hoy se carga Calderón en el país y del cual pretende culpar al pasado, es necesario reconocer lo publicado por el periodista Marc Lacey, del New York Times, el pasado 15 de diciembre, “que Coahuila no se encuentra entre los estados más violentos de México, país donde los asesinatos y secuestros se han incrementado enormemente ligados con la delincuencia organizada”.
Aunque Felipe Calderón se empeñe en culpar al pasado de las causas estructurales de la inseguridad, ¿qué acaso no se promovió como el “Presidente del Empleo”? Por si no lo saben él y sus asesores, el desempleo es una causa estructural de la inseguridad que hoy padecemos en México, aunque el tal Germencito Martínez diga lo contrario.
Astillero
Julio Hernández López
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
■ Administrar el narco
■ Felipe acusa a Chente
■ Pero de allí no pasa
El viejo pleito entre Vicente Fox y Felipe Calderón ha entrado a una etapa de renovada virulencia. El primero pretende imponer decisiones políticas y electorales a través de Manuel Espino y descalifica la “guerra” contra el narcotráfico mediante declaraciones del ex vocero Rubén Aguilar, mientras el segundo lanzó personalmente acusaciones contra quienes en el pasado pretendieron ignorar o administrar a las mafias desbordadas, y antes permitió al secretario de Marina acusar al foxismo de haber dejado al país en manos de una delincuencia organizada que “operaba impunemente”.
Refugiado en el Centro Fox (edificación hecha con aportaciones de empresarios previamente beneficiados con obras y concesiones públicas), convertido en tragicómico aspirante a estrella internacional (sus giras dando conferencias acabaron en la nada), amenazante emisor de declaraciones políticas incómodas (poniendo en evidencia su papel ilegal, inequitativo y profundamente distorsionador de los comicios en que habría actuado como vengador contra AMLO) y protector y promotor de actos políticos internacionales (a nombre de la organización de derecha que preside Espino) y nacionales (entre ellos el aglutinamiento en torno a Creel, nuevamente enfilado por el martismo-vicentismo a la Presidencia; el renovado activismo del tosco Espino y la pepena de inconformidades internas del panismo, como sucedió en el pasado episodio potosino de postulación de candidato a gobernador), el vaticanamente declarado desequilibrado pretende impulsar candidatos de su línea vaquera a las diputaciones federales y apretar la marca al chantajeado Calderón para que en este tramo de máxima debilidad institucional acepte abiertamente el tutelaje hecho virtualmente con botas.
Hasta ahora, Calderón ha tomado las cosas con la calma de quien sabe que al desatar la ira del adversario podría desatar catástrofes para sí mismo. Aun cuando siempre se le describió como un personaje “de mecha corta”, Felipe ha tardado muchísimo en explotar contra el foxismo, que diariamente lo contradice y exhibe. Hace apenas unos días, el ex vocero presidencial Rubén Aguilar hizo saber que la mejor manera de enfrentar al narcotráfico es negociando con él, lo que es una explícita descalificación de la estrategia felipista de la “guerra” militar, y Manuel Espino ha anunciado su determinación de convertirse a partir de enero en una piedrota en el zapato del patético Germancito Martínez (es decir, contra Calderón). Y no sólo eso, pues el guanajuatense cometió el máximo agravio posible a un Felipe Calderón hipersensible, al desairar los presuntos funerales de Estado con que el michoacano pretendía dar un magno adiós al compañero ido, Juan Camilo Mouriño, y repetió la significativa ausencia en el acto dominical panista al que la esposa y vocera Martita había anunciado asistencia sin falta (si Fox hubiera sido secretario particular, y se hubiera llamado César Nava, lo hubieran corrido del cargo, enviándolo a la nada partidista, por andar hablando mal del queridísimo difunto y por intrigar contra él).
Pero el pasado viernes, en uno de sus refugios políticos como son los actos con soldados o marinos, Calderón soltó un discurso que, aun cuando evitó precisar fechas administrativas y nombres y apellidos de los responsables, acusó a los fantasmas del pasado de “haber ignorado o haber pretendido administrar a la delincuencia, en lugar de enfrentarla con determinación”, lo que “trajo consecuencias funestas para México”. Hoy, añadió quien en una especie de defensa propia ha decidido disparar aunque sea con balas oratorias de salva, “estamos pagando las consecuencias de lo que no se hizo ayer”, pero la administración felipista “ni negocia ni negociará jamás con las organizaciones criminales”.
Son graves en sí los señalamientos de quien tiene como su favorito el corrido de El hijo desobediente, pero más lo son si el que los pronuncia es el jefe formal de la institucionalidad mexicana y si quien los deja en calidad de mero recurso oratorio es el mismo que constantemente exhorta a los desprotegidos ciudadanos a que tengan valor cívico para denunciar los hechos delictivos de los que tengan conocimiento. Si el propio encargado de Los Pinos es incapaz de dar trámite judicial a sus aseveraciones de que hubo quienes pactaron con narcotraficantes y provocaron las “consecuencias funestas” que hoy se viven a lo largo del país, entonces habrá que ir preparando similares argumentos de complicidad e ineficacia intencional para aplicarlos a la administración felipista.
Y ni siquiera puede Calderón escudarse en la intencional imprecisión de lo que dijo el pasado viernes en un desayuno con personal naval, pues en su cara se produjo una acusación inequívoca contra el foxismo cuando el secretario de la Marina, almirante Mariano Francisco Saynez Mendoza, dijo: “Cuando hace dos años comenzó la presente administración, la Armada de México (…) asumió el compromiso con usted, señor Presidente, y con la sociedad mexicana, de hacer frente a la delincuencia organizada que en esos momentos operaba impunemente en una situación que no podía ser tolerada más. No podíamos aceptar más actitudes de indiferencia ante un problema de inseguridad que de continuar ignorado o solapado llevaría a un alto riesgo para la seguridad nacional”.
Acaba de ser brevemente detenido un portador de apellido intocable, Manuel Bribiesca, por detalles fiscales normalmente irrelevantes en esos niveles de impunidad (por más que el ex esposo de la señora Marta sea entendido como un personaje indeseable en la intimidad del rancho San Cristóbal). ¿Se decidirá Calderón a frenar el activismo de Fox en su contra mediante apertura de expedientes judiciales, así fuera sólo para amagar, por los asuntos del narcotráfico del que bien le pueden informar Medina Mora y García Luna, destacados funcionarios del foxismo administrador del narcotráfico, o nuevamente todo quedará en fuegos de artificio cebados por el chantaje electoral de 2006? ¡Hasta mañana!
kikka-roja.blogspot.com/
Refugiado en el Centro Fox (edificación hecha con aportaciones de empresarios previamente beneficiados con obras y concesiones públicas), convertido en tragicómico aspirante a estrella internacional (sus giras dando conferencias acabaron en la nada), amenazante emisor de declaraciones políticas incómodas (poniendo en evidencia su papel ilegal, inequitativo y profundamente distorsionador de los comicios en que habría actuado como vengador contra AMLO) y protector y promotor de actos políticos internacionales (a nombre de la organización de derecha que preside Espino) y nacionales (entre ellos el aglutinamiento en torno a Creel, nuevamente enfilado por el martismo-vicentismo a la Presidencia; el renovado activismo del tosco Espino y la pepena de inconformidades internas del panismo, como sucedió en el pasado episodio potosino de postulación de candidato a gobernador), el vaticanamente declarado desequilibrado pretende impulsar candidatos de su línea vaquera a las diputaciones federales y apretar la marca al chantajeado Calderón para que en este tramo de máxima debilidad institucional acepte abiertamente el tutelaje hecho virtualmente con botas.
Hasta ahora, Calderón ha tomado las cosas con la calma de quien sabe que al desatar la ira del adversario podría desatar catástrofes para sí mismo. Aun cuando siempre se le describió como un personaje “de mecha corta”, Felipe ha tardado muchísimo en explotar contra el foxismo, que diariamente lo contradice y exhibe. Hace apenas unos días, el ex vocero presidencial Rubén Aguilar hizo saber que la mejor manera de enfrentar al narcotráfico es negociando con él, lo que es una explícita descalificación de la estrategia felipista de la “guerra” militar, y Manuel Espino ha anunciado su determinación de convertirse a partir de enero en una piedrota en el zapato del patético Germancito Martínez (es decir, contra Calderón). Y no sólo eso, pues el guanajuatense cometió el máximo agravio posible a un Felipe Calderón hipersensible, al desairar los presuntos funerales de Estado con que el michoacano pretendía dar un magno adiós al compañero ido, Juan Camilo Mouriño, y repetió la significativa ausencia en el acto dominical panista al que la esposa y vocera Martita había anunciado asistencia sin falta (si Fox hubiera sido secretario particular, y se hubiera llamado César Nava, lo hubieran corrido del cargo, enviándolo a la nada partidista, por andar hablando mal del queridísimo difunto y por intrigar contra él).
Pero el pasado viernes, en uno de sus refugios políticos como son los actos con soldados o marinos, Calderón soltó un discurso que, aun cuando evitó precisar fechas administrativas y nombres y apellidos de los responsables, acusó a los fantasmas del pasado de “haber ignorado o haber pretendido administrar a la delincuencia, en lugar de enfrentarla con determinación”, lo que “trajo consecuencias funestas para México”. Hoy, añadió quien en una especie de defensa propia ha decidido disparar aunque sea con balas oratorias de salva, “estamos pagando las consecuencias de lo que no se hizo ayer”, pero la administración felipista “ni negocia ni negociará jamás con las organizaciones criminales”.
Son graves en sí los señalamientos de quien tiene como su favorito el corrido de El hijo desobediente, pero más lo son si el que los pronuncia es el jefe formal de la institucionalidad mexicana y si quien los deja en calidad de mero recurso oratorio es el mismo que constantemente exhorta a los desprotegidos ciudadanos a que tengan valor cívico para denunciar los hechos delictivos de los que tengan conocimiento. Si el propio encargado de Los Pinos es incapaz de dar trámite judicial a sus aseveraciones de que hubo quienes pactaron con narcotraficantes y provocaron las “consecuencias funestas” que hoy se viven a lo largo del país, entonces habrá que ir preparando similares argumentos de complicidad e ineficacia intencional para aplicarlos a la administración felipista.
Y ni siquiera puede Calderón escudarse en la intencional imprecisión de lo que dijo el pasado viernes en un desayuno con personal naval, pues en su cara se produjo una acusación inequívoca contra el foxismo cuando el secretario de la Marina, almirante Mariano Francisco Saynez Mendoza, dijo: “Cuando hace dos años comenzó la presente administración, la Armada de México (…) asumió el compromiso con usted, señor Presidente, y con la sociedad mexicana, de hacer frente a la delincuencia organizada que en esos momentos operaba impunemente en una situación que no podía ser tolerada más. No podíamos aceptar más actitudes de indiferencia ante un problema de inseguridad que de continuar ignorado o solapado llevaría a un alto riesgo para la seguridad nacional”.
Acaba de ser brevemente detenido un portador de apellido intocable, Manuel Bribiesca, por detalles fiscales normalmente irrelevantes en esos niveles de impunidad (por más que el ex esposo de la señora Marta sea entendido como un personaje indeseable en la intimidad del rancho San Cristóbal). ¿Se decidirá Calderón a frenar el activismo de Fox en su contra mediante apertura de expedientes judiciales, así fuera sólo para amagar, por los asuntos del narcotráfico del que bien le pueden informar Medina Mora y García Luna, destacados funcionarios del foxismo administrador del narcotráfico, o nuevamente todo quedará en fuegos de artificio cebados por el chantaje electoral de 2006? ¡Hasta mañana!
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