Anarquía... Juan Enríquez Cabot 22 Dic. 08 Normalmente es mala idea, cuando pasa un coche lleno de gente armada, aventar piedras. Esto lo descubrió, hará tres semanas, un pequeño malhechor llamado Alexandros Grigoropoulos... Los policías que ocupaban la patrulla que atacó Alexandros ya estaban hasta la mother. Cada vez que pasaban por el barrio de Exarchia se las mentaban, les aventaban piedras y orines, los amedrentaban. En respuesta las autoridades, año tras año, noche tras noche, golpeaban, amenazaban, arrestaban a jóvenes, a veces casi al azar. El 6 de diciembre, tras nuevo insulto, cuando los atacaron 30 jóvenes con piedras y bombas molotov, dos policías sencillamente se dijeron a sí mismos basta. Se bajaron de su patrulla y mataron a uno de los agresores. Acto seguido la ciudad se incendió. Este incendio todavía no se apaga. Esta guerra se había estado gestando durante años entre quienes se supone mantienen el orden y progreso y quienes se supone deben ser beneficiarios de un Estado europeo moderno. Ni un bando ni el otro cumplió. Cada año se graduaban, con supuestos títulos, cada vez más haraganes incompetentes que luego no hallaban chamba. Sin reforma real, se colapsaba el futuro de Grecia. Las divisiones entre ricos y pobres crecían. Algunos vivían en moderna Europa unida y cada vez mas vivían resentidos en el ostracismo de una vecindad sin salida. La ciudadanía se desesperaba y había intentado una y otra vez transmitir su mensaje: estamos hartos. Las cosas tienen que cambiar. Ya basta. Durante 2007 hubo 902 protestas y marchas en Atenas. Pero el gobierno, en vez de escuchar, se había acostumbrado a una protesta más. Total, qué más da. Que griten, que marchen hasta que se cansen. Siempre es lo mismo. Dales un poco más de atole con el dedo. Mientras tanto crecían los casos de corrupción y complicidad entre autoridades y empresarios, crecía la pobreza, y al no haber reforma educativa real, el desempleo entre los jóvenes llegaba al 25 por ciento. La legitimidad del gobierno se continuaba erosionando cual Cañón del Sumidero. En este contexto, la muerte de Alexandros no fue causa sino catalizador. El gobierno griego no entendió esto. Vio la muerte como incidente desafortunado y aislado. Por eso, su primera reacción, ante la violencia generalizada, fue declarar que investigaría el incidente pero que no toleraría ninguna violencia adicional. Competentes voceros oficiales también agregaron que no mostrarían clemencia alguna contra instigadores de desorden y violencia. Huuy qué miedo, dijeron los jóvenes. Acto seguido, miles de estudiantes salieron a la calle a celebrar las posadas quemando el árbol de navidad en la plaza principal, incendiando las oficinas de la aerolínea nacional y el principal banco, y deshaciendo más de 130 tiendas. Felix Navidad... Al cuarto día de anarquía, lo que había empezado como un lío en la capital y centrado en el politécnico se había esparcido por todo el país. En Salonika, la segunda ciudad más grande del país, estudiantes intentaban convertir policías en antorchas vivas. Creta, Tesalónica, Patras, Corfú y Chania se convertían en ciudades sitiadas por estudiantes. Aun en zonas rurales jóvenes empezaban a perpetuar anarquía. Tres semanas después del inicio de la violencia, pese a la enorme presión por meter orden por parte de clase media y comerciantes, el gobierno griego no ha reaccionado. Las calles siguen tomadas, las protestas continúan, el desorden reina. Ayer cubrieron el nuevo árbol de navidad, en la plaza principal de Atenas, con basura. El gobierno no puede reprimir porque, al igual que tantos y tantos gobiernos hoy día, enfrenta a una población que ya decidió que no tiene nada que perder. Es población que ha vivido con tanto temor y desesperación, que ha enfrentado tanta injusticia, que está dispuesta a todo. Años de austeridad, corrupción y violencia han creado masas de pobres, desempleados y enojados. Se desmoronó, en la ilegitimidad, el proyecto común de nación. Parte de la población, especialmente los jóvenes, quieren y buscan violencia, honor, acción. Quieren quemar. Quieren sangre. Y no les importa morir o que mueran policías. Sólo buscan excusa. En palabras de un manifestante: "que queme Atenas, especialmente los bancos". Hoy día Grecia no debe temer invasiones de espartanos, persas, turcos o mongoles. No son, en general, las invasiones de fuera las que están deshaciendo países. Más bien son las acciones, o falta de acciones, de gobierno tras gobierno que están llevando a la destrucción interna. Si el lío fuera puramente griego, pues qué lástima pero no hay tanto fijón. Pero ya se contagiaron protestas violentas en Berlín, Moscú, Madrid y Londres. Francia ya vivió violentas protestas en el 2005 y 2006. Ahora el ejemplo griego puede detonar, de nuevo, tremendo conflicto. Hará una semana, los franceses tuvieron que cerrar más de 100 preparatorias y posponer esenciales reformas educativas. Capaz que ninguna de estas lecciones es aplicable a Mexicalpan delas Tunas, S.A. de C.V. Capaz que es factible que Calderon & Cia. continúen aplicando su política de violencia resuelve todo. Capaz que los problemas del empleo en la juventud se resuelven sin modificar la ligera concentración de mercado que vivimos en telefonía, TV, cemento, cerveza, radio, gas, petróleo, electricidad. Capaz que no es esencial para la paz la calidad en la educación. Pero capaz que las protestas en el Zócalo muestran una y otra vez que hay una que otra gente ligeramente frustrada. Habría entonces que pensarle, con mucho cuidado, qué pasa al profundizarse la ya gravísima crisis económica, ¿de dónde va a resurgir la legitimidad del gobierno, instituciones y autoridades? Si se empezara a dar violencia generalizada, ¿cómo aplicar a tiempo la fuerza para detener la destrucción? La respuesta depende no de lo que se haga después de una muerte como la de Alexandros sino de lo que se construya, o deje de construir, años y décadas antes de llegar a la parálisis griega. El organizador del comité olímpico griego, Stratis Stratigis, encontró una manera sucinta de explicarle a sus amigos lo que vive su país: "Nuestra democracia se está destruyendo porque ha malentendido el derecho a la libertad e igualdad. Le enseñó a su ciudadanía a ejercer la falta de respeto como un derecho, a trasponer la libertad con la violencia, a confundir la igualdad con la impertinencia, y a tomar la anarquía como entretenimiento". Admite Stratis que éste no es concepto original. Es frase de Sócrates, a quien mataron, hará 2 mil 407 años, por insistir en hablar con la verdad... |
kikka-roja.blogspot.com/
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