Ebrard y Peña: política metropolitana
Miguel Ángel Granados Chapa
20 Sep. 09
A pesar de la complicación de sus agendas gubernamentales, los mandatarios del DF y del Edomex han logrado consumar su dominio en sus congresos locales
Los televidentes suelen mirar con harta frecuencia sus imágenes en espacios vecinos, pues ambos pagan por aparecer en las pantallas o gozan de la muy buena voluntad de Televisa, que noche a noche los presenta tenga o no trascendencia informativa lo que hagan. El jueves 17 estuvieron los dos bajo el mismo techo, el del antiguo Palacio del Factor, sede de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal.
El jefe de Gobierno del gobierno de la Ciudad de México, Marcelo Ebrard, invitó al gobernador mexiquense, Enrique Peña Nieto, a escuchar su Tercer Informe de Gobierno. También llegaron a ese acto la gobernadora de Zacatecas, Amalia García; el de Michoacán, Leonel Godoy; y el de Hidalgo, Miguel Ángel Osorio. Los dos perredistas fueron convidados por afinidad política, mientras que el hidalguense y Peña, priistas, estaban allí como cabezas de gobiernos de la vasta zona metropolitana, que comparten problemas con el del DF y demandan del gobierno federal panista acciones que, aseguran, se les regatean.
Además de gobernar entidades vecinas, con problemas semejantes y muchos asuntos que deben ser abordados conjuntamente o mediante acuerdos, Ebrard y Peña tienen en común su búsqueda de la candidatura presidencial para el 2012. Carece de sentido augurar si su propósito cristalizará entonces y, más aún, si alguno será presidente de la República. Es demasiado temprano para que sus aspiraciones tengan densidad suficiente. Especialmente Ebrard, pero también Peña gobiernan entidades frágiles, con deficiencias estructurales que en cualquier momento podrían generar desastres o conflictos que no pudieran superar, y eso podría arrojarlos fuera de la escena.
Un ejemplo de esa fragilidad, compartida por ambos, es el del agua, que en su escasez o su demasía pone en jaque a los gobiernos. El de la Ciudad de México anuncia ya que dentro de pocos meses la falta de ese líquido será crítica. Y lo es también ya en el territorio vecino, de donde procede la mayor parte del agua consumida en la capital. En el reverso de esa medalla, las colosales lluvias que se abatieron sobre la zona metropolitana a lo largo de septiembre causaron inundaciones que a su vez dañaron a personas y patrimonios a ambos lados del lindero. Uno de los mayores anegamientos de estos días, en el municipio mexiquense de Nezahualcóyotl, ha servido para poner de manifiesto el problema de la basura en la capital de la República.
Se inundaron los accesos al Bordo Poniente, el inmenso yacimiento de desechos que por décadas ha servido para depositar la basura del Distrito Federal. Ya está colmado, y desde 2008 el gobierno de la Ciudad de México debió hallar una alternativa para el tratamiento de sus desperdicios. El gobierno federal, a cuyo cargo está el cuidado del medio ambiente, determinó que el Bordo Poniente debe ser cerrado. Como no estaba preparado para depositar su basura en destinos alternos, el gobierno capitalino defendió legalmente su posibilidad de seguir usando ese basurero. Consiguió un amparo para poder hacerlo y en esa posición precaria se halla.
Impedidos para ingresar a ese depósito, porque el agua estancada que durante una semana nadie ha podido -y tal vez ni intentado- achicar, decenas de enormes camiones de la basura quedaron varados en las inmediaciones del Bordo. Trasladaban los desechos desde los centros de transferencia delegacionales, que ante la parálisis del transporte se colmaron y no están recibiendo la carga de los empleados de limpia que recorren la ciudad. Y la basura se acumula en las calles, en los jardines, con riesgo de infectar el ambiente. Se anuncia que mañana lunes quedará reabierto el acceso al Bordo Poniente. Mientras tanto, los capitalinos han tenido un anticipo de lo que puede ocurrir cuando se interrumpe la cadena que los libera de sus desperdicios.
A pesar de la hondura de sus propios problemas, de la complicación de sus agendas gubernamentales -que han hecho disminuir el asentimiento público a Ebrard, quizá porque gasta menos en propaganda personalizada-, ambos gobernantes han cobrado fuerza suficiente para controlar la política de sus entidades. Peña condujo al PRI al éxito clamoroso en los comicios del 5 de julio que devolvió a ese partido el gobierno de los municipios mayores y más importantes, los que en el norponiente rigió por años el PAN y los que estuvieron a cargo del PRD, en el oriente. Tienen ayuntamientos mayoritariamente priistas, como no ocurría hace mucho, Naucalpan, Tlalnepantla, Atizapán, en el primer caso; y Nezahualcóyotl, Texcoco, Ecatepec en el segundo, por sólo citar ejemplos notorios.
Después de trienios en que el auge de la oposición mantuvo en vilo al Ejecutivo mexiquense -para evitar lo cual acudió al sencillo pero oneroso recurso de comprar diputados, del PAN en particular- el gobernador Peña tiene ahora una legislatura cómoda, ante la cual rindió su Cuarto Informe hace dos semanas. Como en los viejos tiempos, la fracción priista en el Congreso local alcanzó una mayoría aplastante; 39 de las 75 bancas son suyas. El PAN alcanzó únicamente 12, ocho el PRD, seis el Panal, tres cada uno de los partidos del Trabajo, Verde y Convergencia, y uno sólo el fallido PSD.
Dominio semejante logró Ebrard en la V Legislatura de la Asamblea Legislativa, a pesar de que los resultados electorales no fueron para él tan halagüeños como para su vecino. El jefe del Gobierno de la ciudad transitó en medio del conflicto interno del PRD, en el que también forma parte. Consiguió debilitar a las fuerzas dominantes en la porción capitalina de ese partido: Izquierda Democrática Nacional y Nueva Izquierda, y hoy el control de la Cámara de Diputados local le favorece. Lo encabeza Alejandra Barrales, que fue secretaria de Turismo de Ebrard antes de conseguir el mando local de ese partido. El avance del PAN por un lado, que ganó nueve distritos de mayoría, y el tránsito de perredistas hacia las planillas del Partido del Trabajo y Convergencia, tal como cuadra al movimiento de Andrés Manuel López Obrador, dificultaron una victoria perredista en términos análogos a los de años pasados. Sin embargo, fue mayor el perjuicio sufrido por Nueva Izquierda, que ya no hará desde la Asamblea oposición a su correligionario Ebrard como lo hizo en el trienio concluido el martes pasado, con Víctor Hugo Círigo a la cabeza. Por añadidura, las capacidades de negociación de la diputada Barrales, y su habilidad para los acuerdos, permitieron atraer a la bancada perredista, de 30 miembros, a cuatro legisladores que fueron postulados por otros partidos y a cambio de ventajas personales se sumaron al grupo mayoritario. De esa manera, 34 de los 66 integrantes de la Asamblea -exactamente la mitad más uno- actuarán en consonancia con Ebrard, que eventualmente contará también con el apoyo del breve grupo priista compuesto de ocho miembros. Acción Nacional ejercerá, con sus 15 diputados encabezados por la beligerante Mariana Gómez del Campo, una fuerte oposición, que no siempre será estéril, como lo era en el ámbito federal la actuación de las magras fracciones panistas en la Cámara de Diputados, aplastadas por la aplanadora tricolor.
Acción Nacional no sólo progresó al obtener nueve diputaciones de mayoría, sino que ganó una tercera delegación, añadida a las dos que ha gobernado desde hace nueve años. Sin embargo, también en ese terreno está avanzando el PRD. En Cuajimalpa y Miguel Hidalgo, donde el Instituto Electoral del DF otorgó constancia de jefes delegacionales electos a Carlos Orvañanos y Demetrio Sodi de la Tijera, las elecciones fueron anuladas por la justicia electoral local, debido a que ambos candidatos panistas gastaron más de lo permitido por la ley y la autoridad. Achacando parcialidad a los tres magistrados del tribunal capitalino que juzgaron superado el tope de gasto y sacaron la obligada consecuencia de invalidar los comicios (pues así lo dispone el código electoral capitalino), los dos panistas acudieron al Tribunal Federal Electoral, a cuya sala regional de la cuarta circunscripción corresponde conocer del caso, y pidieron a la sala superior de ese propio tribunal atraer el caso para obviar el paso previo. La sala superior rehusó hacerlo y será la regional la que resuelva el intrincado proceso. Veremos si Sodi despotrica contra los magistrados federales como lo hizo con los locales.
Los televidentes suelen mirar con harta frecuencia sus imágenes en espacios vecinos, pues ambos pagan por aparecer en las pantallas o gozan de la muy buena voluntad de Televisa, que noche a noche los presenta tenga o no trascendencia informativa lo que hagan. El jueves 17 estuvieron los dos bajo el mismo techo, el del antiguo Palacio del Factor, sede de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal.
El jefe de Gobierno del gobierno de la Ciudad de México, Marcelo Ebrard, invitó al gobernador mexiquense, Enrique Peña Nieto, a escuchar su Tercer Informe de Gobierno. También llegaron a ese acto la gobernadora de Zacatecas, Amalia García; el de Michoacán, Leonel Godoy; y el de Hidalgo, Miguel Ángel Osorio. Los dos perredistas fueron convidados por afinidad política, mientras que el hidalguense y Peña, priistas, estaban allí como cabezas de gobiernos de la vasta zona metropolitana, que comparten problemas con el del DF y demandan del gobierno federal panista acciones que, aseguran, se les regatean.
Además de gobernar entidades vecinas, con problemas semejantes y muchos asuntos que deben ser abordados conjuntamente o mediante acuerdos, Ebrard y Peña tienen en común su búsqueda de la candidatura presidencial para el 2012. Carece de sentido augurar si su propósito cristalizará entonces y, más aún, si alguno será presidente de la República. Es demasiado temprano para que sus aspiraciones tengan densidad suficiente. Especialmente Ebrard, pero también Peña gobiernan entidades frágiles, con deficiencias estructurales que en cualquier momento podrían generar desastres o conflictos que no pudieran superar, y eso podría arrojarlos fuera de la escena.
Un ejemplo de esa fragilidad, compartida por ambos, es el del agua, que en su escasez o su demasía pone en jaque a los gobiernos. El de la Ciudad de México anuncia ya que dentro de pocos meses la falta de ese líquido será crítica. Y lo es también ya en el territorio vecino, de donde procede la mayor parte del agua consumida en la capital. En el reverso de esa medalla, las colosales lluvias que se abatieron sobre la zona metropolitana a lo largo de septiembre causaron inundaciones que a su vez dañaron a personas y patrimonios a ambos lados del lindero. Uno de los mayores anegamientos de estos días, en el municipio mexiquense de Nezahualcóyotl, ha servido para poner de manifiesto el problema de la basura en la capital de la República.
Se inundaron los accesos al Bordo Poniente, el inmenso yacimiento de desechos que por décadas ha servido para depositar la basura del Distrito Federal. Ya está colmado, y desde 2008 el gobierno de la Ciudad de México debió hallar una alternativa para el tratamiento de sus desperdicios. El gobierno federal, a cuyo cargo está el cuidado del medio ambiente, determinó que el Bordo Poniente debe ser cerrado. Como no estaba preparado para depositar su basura en destinos alternos, el gobierno capitalino defendió legalmente su posibilidad de seguir usando ese basurero. Consiguió un amparo para poder hacerlo y en esa posición precaria se halla.
Impedidos para ingresar a ese depósito, porque el agua estancada que durante una semana nadie ha podido -y tal vez ni intentado- achicar, decenas de enormes camiones de la basura quedaron varados en las inmediaciones del Bordo. Trasladaban los desechos desde los centros de transferencia delegacionales, que ante la parálisis del transporte se colmaron y no están recibiendo la carga de los empleados de limpia que recorren la ciudad. Y la basura se acumula en las calles, en los jardines, con riesgo de infectar el ambiente. Se anuncia que mañana lunes quedará reabierto el acceso al Bordo Poniente. Mientras tanto, los capitalinos han tenido un anticipo de lo que puede ocurrir cuando se interrumpe la cadena que los libera de sus desperdicios.
A pesar de la hondura de sus propios problemas, de la complicación de sus agendas gubernamentales -que han hecho disminuir el asentimiento público a Ebrard, quizá porque gasta menos en propaganda personalizada-, ambos gobernantes han cobrado fuerza suficiente para controlar la política de sus entidades. Peña condujo al PRI al éxito clamoroso en los comicios del 5 de julio que devolvió a ese partido el gobierno de los municipios mayores y más importantes, los que en el norponiente rigió por años el PAN y los que estuvieron a cargo del PRD, en el oriente. Tienen ayuntamientos mayoritariamente priistas, como no ocurría hace mucho, Naucalpan, Tlalnepantla, Atizapán, en el primer caso; y Nezahualcóyotl, Texcoco, Ecatepec en el segundo, por sólo citar ejemplos notorios.
Después de trienios en que el auge de la oposición mantuvo en vilo al Ejecutivo mexiquense -para evitar lo cual acudió al sencillo pero oneroso recurso de comprar diputados, del PAN en particular- el gobernador Peña tiene ahora una legislatura cómoda, ante la cual rindió su Cuarto Informe hace dos semanas. Como en los viejos tiempos, la fracción priista en el Congreso local alcanzó una mayoría aplastante; 39 de las 75 bancas son suyas. El PAN alcanzó únicamente 12, ocho el PRD, seis el Panal, tres cada uno de los partidos del Trabajo, Verde y Convergencia, y uno sólo el fallido PSD.
Dominio semejante logró Ebrard en la V Legislatura de la Asamblea Legislativa, a pesar de que los resultados electorales no fueron para él tan halagüeños como para su vecino. El jefe del Gobierno de la ciudad transitó en medio del conflicto interno del PRD, en el que también forma parte. Consiguió debilitar a las fuerzas dominantes en la porción capitalina de ese partido: Izquierda Democrática Nacional y Nueva Izquierda, y hoy el control de la Cámara de Diputados local le favorece. Lo encabeza Alejandra Barrales, que fue secretaria de Turismo de Ebrard antes de conseguir el mando local de ese partido. El avance del PAN por un lado, que ganó nueve distritos de mayoría, y el tránsito de perredistas hacia las planillas del Partido del Trabajo y Convergencia, tal como cuadra al movimiento de Andrés Manuel López Obrador, dificultaron una victoria perredista en términos análogos a los de años pasados. Sin embargo, fue mayor el perjuicio sufrido por Nueva Izquierda, que ya no hará desde la Asamblea oposición a su correligionario Ebrard como lo hizo en el trienio concluido el martes pasado, con Víctor Hugo Círigo a la cabeza. Por añadidura, las capacidades de negociación de la diputada Barrales, y su habilidad para los acuerdos, permitieron atraer a la bancada perredista, de 30 miembros, a cuatro legisladores que fueron postulados por otros partidos y a cambio de ventajas personales se sumaron al grupo mayoritario. De esa manera, 34 de los 66 integrantes de la Asamblea -exactamente la mitad más uno- actuarán en consonancia con Ebrard, que eventualmente contará también con el apoyo del breve grupo priista compuesto de ocho miembros. Acción Nacional ejercerá, con sus 15 diputados encabezados por la beligerante Mariana Gómez del Campo, una fuerte oposición, que no siempre será estéril, como lo era en el ámbito federal la actuación de las magras fracciones panistas en la Cámara de Diputados, aplastadas por la aplanadora tricolor.
Acción Nacional no sólo progresó al obtener nueve diputaciones de mayoría, sino que ganó una tercera delegación, añadida a las dos que ha gobernado desde hace nueve años. Sin embargo, también en ese terreno está avanzando el PRD. En Cuajimalpa y Miguel Hidalgo, donde el Instituto Electoral del DF otorgó constancia de jefes delegacionales electos a Carlos Orvañanos y Demetrio Sodi de la Tijera, las elecciones fueron anuladas por la justicia electoral local, debido a que ambos candidatos panistas gastaron más de lo permitido por la ley y la autoridad. Achacando parcialidad a los tres magistrados del tribunal capitalino que juzgaron superado el tope de gasto y sacaron la obligada consecuencia de invalidar los comicios (pues así lo dispone el código electoral capitalino), los dos panistas acudieron al Tribunal Federal Electoral, a cuya sala regional de la cuarta circunscripción corresponde conocer del caso, y pidieron a la sala superior de ese propio tribunal atraer el caso para obviar el paso previo. La sala superior rehusó hacerlo y será la regional la que resuelva el intrincado proceso. Veremos si Sodi despotrica contra los magistrados federales como lo hizo con los locales.
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