Tres medallas
sergioaguayo@infosel.net.mx
www.sergioaguayo.org
En abril México recibió tres medallas en competencias internacionales. Fuimos número uno en la cantidad de migrantes enviados a trabajar en el exterior; un paisano se colocó en el segundo lugar entre los multimillonarios del mundo y superamos a otras fronteras por el número de quienes murieron intentando llegar a Estados Unidos. Hace unos días el Banco Mundial informó en Washington, D.C. que México es el principal expulsor de trabajadores migrantes. Entre 2000 y 2005 fuimos capaces de forzar la salida de dos millones de personas y eso nos permitió alzarnos con la victoria frente a competidores tan fuertes como China, Pakistán e India. Casi de manera simultánea desde las oficinas de la revista Forbes en la Quinta Avenida de Nueva York salió una corrección a la lista anual de los más ricos difundida semanas antes. El motivo del ajuste fue que Carlos Slim brincó del tercero al segundo lugar al acumular 53 mil millones de dólares (se da por sentado que en unos meses superará a Bill Gates).
La concentración de la riqueza es un fenómeno forjado durante el sexenio de Vicente Fox y que se aprecia mejor revisando la presencia mexicana en las listas de Forbes. En 2000, año en que Fox ganó la Presidencia de la República, 14 mexicanos y una mexicana estaban en la lista de las mil personas más ricas del mundo. Entre todos juntaban 24.9 mil millones de dólares. Seis años después la lista se había modificado ¡y de qué manera! Ya sólo quedaban diez (nueve hombres y una mujer) pero el monto de su riqueza se había triplicado hasta llegar a 78.2 mil millones de dólares. Es cierto que una parte de ese dinero proviene de las actividades que realizan nuestros empresarios en el exterior. Sin embargo, llegaron a ser multimillonarios por una combinación de factores económicos y políticos propios del capitalismo existente en países como México. Buena parte del mercado la controlan monopolios y oligopolios que obtienen altas tasas de utilidad (varios de ellos tienen una ganancia anual del 40 por ciento). Lo logran pagando salarios bajos y exprimiendo a consumidores indefensos porque el Gobierno se muestra bastante dispuesto a ceder a las presiones y exigencias de los más ricos. Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía, acuñó el término de “crony capitalism” (que aquí traduzco como capitalismo entre cuates) para describir el trato preferencial y privilegiado que algunos sectores de la elite económica recibían del Gobierno en algunos países asiáticos. El término, que puede extenderse a México, significa que el éxito en los negocios no depende de la competencia en una economía de mercado sino de la relación tan estrecha establecida entre una parte del empresariado y las instituciones estatales.
El capitalismo entre cuates repercute en la política. Por ejemplo, las elecciones competidas se transforman en guerras sin cuartel en las que todo se vale –campañas negativas, compra y coacción del voto, parcialidad de los medios, etcétera— porque además de disputarse el poder político se pelea el acceso a, o la preservación de, un sistema de privilegios que de manera cotidiana protegen con ejércitos de abogados y contadores que estiran al máximo leyes y reglamentos para pagar una tasa muy baja de impuestos lo que, por supuesto, multiplica los ingresos. Se establece así un sistema que se sustenta a sí mismo: el empresario busca el favor del gobernante porque de él depende la preservación del orden establecido; el político depende del dinero del sector privado porque necesita recursos para ser competitivo en elecciones cada vez más costosas. Este bosquejo de la realidad se confirma con los informes y los diagnósticos de organismos internacionales y mexicanos. La Auditoria Superior de la Federación, por ejemplo, es una institución que está documentando todo el tiempo irregularidades y privilegios. En el caso mexicano este tipo de capitalismo tiene una variante geopolítica. La vecindad con Estados Unidos creó una tradición migratoria que se convirtió en válvula de escape para la presión creada por empleos escasos y mal pagados. Las redes así creadas facilitaron el éxodo desencadenado después de la firma del Tratado de Libre Comercio. Como de manera simultánea Washington decidió recuperar el control de su frontera, ésta se convirtió en el cruce terrestre más letal del mundo. La Fundación para la Asistencia Rural Legal de California dirigido por Claudia Smith acaba de emitir un boletín informando que en los últimos 12 años murieron 4,235 personas, que el año pasado fueron 485 y que hasta el 23 de abril del 2007 iban 91 migrantes muertos.
Situaciones inquietantes y difícilmente corregibles. Para la extrema izquierda la migración y la lista de Forbes confirman que el Gobierno Federal es un lacayo de los ricos y consideran que la única solución es una modificación de raíz en la distribución del poder económico y político. En el otro extremo consideran que se trata de una situación natural porque en una economía de mercado triunfan y se enriquecen los más aptos. Entretanto, vivimos sobre una realidad inestable y riesgosa. Además de las constantes y conocidas movilizaciones políticas surgidas de reivindicaciones locales y nacionales, en los próximos meses empezaremos a detectar las consecuencias de dos procesos simultáneos relacionados con las fronteras. Por un lado, seguirán amurallando la frontera norte con lo que estrangulan la válvula de escape tradicional y se mantendrá alto el costo en vidas. Por el otro, ignoramos las consecuencias que tendrá sobre el maltratado campo mexicano la apertura arancelaria en 2008 a productos agrícolas extranjeros. Quien debería buscar remedio combatiendo a los monopolios ilegales e ilegítimos –el Estado- contribuyó a la creación de lo presente. Si aumentó tanto la riqueza de Slim fue por los beneficios recibidos de Vicente Fox y Andrés Manuel López Obrador. El Gobierno de Felipe Calderón se ha concentrado en combatir al oligopolio criminal, pero su Gobierno apapacha a los monopolios empresariales, sindicales y políticos. Es necesario subrayar que lo mismo hace la mayor parte de la élite gobernante, atrapada en el sistema económico y político creado por ese capitalismo entre cuates.
En el mes que termina, México obtuvo tres medallas incómodas y si incluyéramos a la violencia criminal aumentaría la cifra; me temo que el futuro nos depara más reconocimientos de ese tipo.
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En abril México recibió tres medallas en competencias internacionales. Fuimos número uno en la cantidad de migrantes enviados a trabajar en el exterior; un paisano se colocó en el segundo lugar entre los multimillonarios del mundo y superamos a otras fronteras por el número de quienes murieron intentando llegar a Estados Unidos. Hace unos días el Banco Mundial informó en Washington, D.C. que México es el principal expulsor de trabajadores migrantes. Entre 2000 y 2005 fuimos capaces de forzar la salida de dos millones de personas y eso nos permitió alzarnos con la victoria frente a competidores tan fuertes como China, Pakistán e India. Casi de manera simultánea desde las oficinas de la revista Forbes en la Quinta Avenida de Nueva York salió una corrección a la lista anual de los más ricos difundida semanas antes. El motivo del ajuste fue que Carlos Slim brincó del tercero al segundo lugar al acumular 53 mil millones de dólares (se da por sentado que en unos meses superará a Bill Gates).
La concentración de la riqueza es un fenómeno forjado durante el sexenio de Vicente Fox y que se aprecia mejor revisando la presencia mexicana en las listas de Forbes. En 2000, año en que Fox ganó la Presidencia de la República, 14 mexicanos y una mexicana estaban en la lista de las mil personas más ricas del mundo. Entre todos juntaban 24.9 mil millones de dólares. Seis años después la lista se había modificado ¡y de qué manera! Ya sólo quedaban diez (nueve hombres y una mujer) pero el monto de su riqueza se había triplicado hasta llegar a 78.2 mil millones de dólares. Es cierto que una parte de ese dinero proviene de las actividades que realizan nuestros empresarios en el exterior. Sin embargo, llegaron a ser multimillonarios por una combinación de factores económicos y políticos propios del capitalismo existente en países como México. Buena parte del mercado la controlan monopolios y oligopolios que obtienen altas tasas de utilidad (varios de ellos tienen una ganancia anual del 40 por ciento). Lo logran pagando salarios bajos y exprimiendo a consumidores indefensos porque el Gobierno se muestra bastante dispuesto a ceder a las presiones y exigencias de los más ricos. Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía, acuñó el término de “crony capitalism” (que aquí traduzco como capitalismo entre cuates) para describir el trato preferencial y privilegiado que algunos sectores de la elite económica recibían del Gobierno en algunos países asiáticos. El término, que puede extenderse a México, significa que el éxito en los negocios no depende de la competencia en una economía de mercado sino de la relación tan estrecha establecida entre una parte del empresariado y las instituciones estatales.
El capitalismo entre cuates repercute en la política. Por ejemplo, las elecciones competidas se transforman en guerras sin cuartel en las que todo se vale –campañas negativas, compra y coacción del voto, parcialidad de los medios, etcétera— porque además de disputarse el poder político se pelea el acceso a, o la preservación de, un sistema de privilegios que de manera cotidiana protegen con ejércitos de abogados y contadores que estiran al máximo leyes y reglamentos para pagar una tasa muy baja de impuestos lo que, por supuesto, multiplica los ingresos. Se establece así un sistema que se sustenta a sí mismo: el empresario busca el favor del gobernante porque de él depende la preservación del orden establecido; el político depende del dinero del sector privado porque necesita recursos para ser competitivo en elecciones cada vez más costosas. Este bosquejo de la realidad se confirma con los informes y los diagnósticos de organismos internacionales y mexicanos. La Auditoria Superior de la Federación, por ejemplo, es una institución que está documentando todo el tiempo irregularidades y privilegios. En el caso mexicano este tipo de capitalismo tiene una variante geopolítica. La vecindad con Estados Unidos creó una tradición migratoria que se convirtió en válvula de escape para la presión creada por empleos escasos y mal pagados. Las redes así creadas facilitaron el éxodo desencadenado después de la firma del Tratado de Libre Comercio. Como de manera simultánea Washington decidió recuperar el control de su frontera, ésta se convirtió en el cruce terrestre más letal del mundo. La Fundación para la Asistencia Rural Legal de California dirigido por Claudia Smith acaba de emitir un boletín informando que en los últimos 12 años murieron 4,235 personas, que el año pasado fueron 485 y que hasta el 23 de abril del 2007 iban 91 migrantes muertos.
Situaciones inquietantes y difícilmente corregibles. Para la extrema izquierda la migración y la lista de Forbes confirman que el Gobierno Federal es un lacayo de los ricos y consideran que la única solución es una modificación de raíz en la distribución del poder económico y político. En el otro extremo consideran que se trata de una situación natural porque en una economía de mercado triunfan y se enriquecen los más aptos. Entretanto, vivimos sobre una realidad inestable y riesgosa. Además de las constantes y conocidas movilizaciones políticas surgidas de reivindicaciones locales y nacionales, en los próximos meses empezaremos a detectar las consecuencias de dos procesos simultáneos relacionados con las fronteras. Por un lado, seguirán amurallando la frontera norte con lo que estrangulan la válvula de escape tradicional y se mantendrá alto el costo en vidas. Por el otro, ignoramos las consecuencias que tendrá sobre el maltratado campo mexicano la apertura arancelaria en 2008 a productos agrícolas extranjeros. Quien debería buscar remedio combatiendo a los monopolios ilegales e ilegítimos –el Estado- contribuyó a la creación de lo presente. Si aumentó tanto la riqueza de Slim fue por los beneficios recibidos de Vicente Fox y Andrés Manuel López Obrador. El Gobierno de Felipe Calderón se ha concentrado en combatir al oligopolio criminal, pero su Gobierno apapacha a los monopolios empresariales, sindicales y políticos. Es necesario subrayar que lo mismo hace la mayor parte de la élite gobernante, atrapada en el sistema económico y político creado por ese capitalismo entre cuates.
En el mes que termina, México obtuvo tres medallas incómodas y si incluyéramos a la violencia criminal aumentaría la cifra; me temo que el futuro nos depara más reconocimientos de ese tipo.
Kikka Roja