JENARO VILLAMIL
proceso.com.mx
MÉXICO, DF, 25 de noviembre (apro).- De manera abrupta, el expresidente Carlos Salinas de Gortari rechazó en Nuevo León que tuviera intención de retornar a un cargo de elección popular, bien como alcalde de Monterrey o gobernador de esa entidad. La aclaración no pedida ante el rumor manifiesto empata con un reciente artículo del diario británico The Financial Times, en el que se hace un recuento de las últimas apariciones del expresidente, ahora en el papel de promotor de su libro La década perdida.
Para el corresponsal Adam Thomson no pasa desapercibido que la "normalización" de la presencia pública de quien se autonombró el "villano favorito" en el sexenio de Ernesto Zedillo, coincide con las encuestas que ubican al PRI como la primera fuerza electoral rumbo a los comicios federales del 2009, así como con una "operación de cirugía" entre las filas priistas, la que incluiría pactos explícitos o implícitos de no agresión entre las tres principales figuras que se perfilan como precandidatos presidenciales: la dirigente nacional Beatriz Paredes, el gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto y el coordinador de los senadores priistas, Manlio Fabio Beltrones. El retorno de Salinas ya no se oculta ni se disfraza.
Todavía en el sexenio de Zedillo, la sola mención del exmandatario podía provocar caídas en la Bolsa y hasta rumores sobre temblores en la Ciudad de México. Sin embargo, la hábil filtración de una llamada telefónica en el noticiario de Canal 2, entre él y su hermana, provocó que Salinas optara por el "autoexilio", aunque nunca dejó de presionar y mover sus piezas para obtener dos cosas fundamentales: la exoneración de su hermano Raúl -que implicaba su propia redención-- y la restitución de su figura pública a raíz de lo brutal crisis económica que ahora vuelve a ensombrecer el panorama nacional.
Salinas publicó un voluminoso libro sobre el "difícil paso a la modernidad" de México, en el que buscó justificar todas y cada una de las medidas adoptadas durante su gobierno, al tiempo que se asumía víctima de una conjura de la nomenclatura priista -una entelequia que nunca alcanzó a explicar muy bien--, sin asumir ningún error sustancial durante el sexenio de las grandezas incumplidas. Paradójicamente, la derrota del PRI en la Presidencia, en el año 2000, facilitó el camino para que Salinas de Gortari retornara a la escena pública. Fue el "gobierno del cambio" de Vicente Fox el que le permitió al hiperactivo expresidente volver a presentarse lo mismo en un cónclave de Televisa que en las reuniones de precampaña electoral en Valle de Bravo, en un evento auspiciado por la misma televisora.
Después la toma de posesión de Enrique Peña Nieto en el Estado de México, en 2005, contó con la presencia de Salinas de Gortari, la cereza en el pastel del morbo político. Ese papel de "invitado incómodo" lo adquirió desde 2005 a la fecha. No hay fiesta ni boda en la elite política que no haya contado con la presencia de Salinas de Gortari, como si se tratara de una celebridad al estilo de María Félix o de un galardonado novelista que cruza su propio pantano sin mancharse el plumaje.
Las revistas de la socialité, así como los merenderos políticos, volvieron a contar con la presencia de Salinas de Gortari. Hábilmente, el exmandatario fue llenando los espacios vacíos dejados por los dos gobiernos panistas en la Presidencia, y no por ello le causa ningún malestar que le atribuyan paternidades como el de la reforma petrolera. De ajonjolí de todas las bodas, Salinas de Gortari ha pasado a ser el ensayista que no tiene quién lo lea. Se dedicó a escribir otro libro autojustificatorio titulado La década perdida, bautizando así su propia ausencia pactada. Para el expresidente, los autores de la desgracia del país son los neoliberales y tecnócratas (los zedillistas), así como los populistas de una izquierda lopezobradorista. Empero hábilmente evita un juicio sumario a los gobiernos del PAN. Maniqueo como siempre, Salinas de Gortari se refiere a la debacle económica detonada en diciembre de 1994 como "la crisis de 1995".
El retorno por aproximación se ha vuelto ya una obsesión para Salinas de Gortari. Espera que en la próxima asamblea nacional del partido al que él quiso rebautizar como "Solidaridad" lo ingrese de nuevo a la palestra, en una operación de cirugía transexenal. En el recuento, su hermano Raúl fue liberado; su hermano Enrique, asesinado; su excuñado Francisco Ruiz Massieu también fue asesinado, y su delfín Luis Donaldo Colosio murió el mismo día en que se truncaron las aspiraciones de poder transexenal de Carlos Salinas. Sin embargo, él quiere romper el último de los mitos del presidencialismo mexicano: los votos de silencio. Y, de paso, que el PRI lo acoja nuevamente en su seno, como en la era del "partidazo".
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MÉXICO, DF, 25 de noviembre (apro).- De manera abrupta, el expresidente Carlos Salinas de Gortari rechazó en Nuevo León que tuviera intención de retornar a un cargo de elección popular, bien como alcalde de Monterrey o gobernador de esa entidad. La aclaración no pedida ante el rumor manifiesto empata con un reciente artículo del diario británico The Financial Times, en el que se hace un recuento de las últimas apariciones del expresidente, ahora en el papel de promotor de su libro La década perdida.
Para el corresponsal Adam Thomson no pasa desapercibido que la "normalización" de la presencia pública de quien se autonombró el "villano favorito" en el sexenio de Ernesto Zedillo, coincide con las encuestas que ubican al PRI como la primera fuerza electoral rumbo a los comicios federales del 2009, así como con una "operación de cirugía" entre las filas priistas, la que incluiría pactos explícitos o implícitos de no agresión entre las tres principales figuras que se perfilan como precandidatos presidenciales: la dirigente nacional Beatriz Paredes, el gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto y el coordinador de los senadores priistas, Manlio Fabio Beltrones. El retorno de Salinas ya no se oculta ni se disfraza.
Todavía en el sexenio de Zedillo, la sola mención del exmandatario podía provocar caídas en la Bolsa y hasta rumores sobre temblores en la Ciudad de México. Sin embargo, la hábil filtración de una llamada telefónica en el noticiario de Canal 2, entre él y su hermana, provocó que Salinas optara por el "autoexilio", aunque nunca dejó de presionar y mover sus piezas para obtener dos cosas fundamentales: la exoneración de su hermano Raúl -que implicaba su propia redención-- y la restitución de su figura pública a raíz de lo brutal crisis económica que ahora vuelve a ensombrecer el panorama nacional.
Salinas publicó un voluminoso libro sobre el "difícil paso a la modernidad" de México, en el que buscó justificar todas y cada una de las medidas adoptadas durante su gobierno, al tiempo que se asumía víctima de una conjura de la nomenclatura priista -una entelequia que nunca alcanzó a explicar muy bien--, sin asumir ningún error sustancial durante el sexenio de las grandezas incumplidas. Paradójicamente, la derrota del PRI en la Presidencia, en el año 2000, facilitó el camino para que Salinas de Gortari retornara a la escena pública. Fue el "gobierno del cambio" de Vicente Fox el que le permitió al hiperactivo expresidente volver a presentarse lo mismo en un cónclave de Televisa que en las reuniones de precampaña electoral en Valle de Bravo, en un evento auspiciado por la misma televisora.
Después la toma de posesión de Enrique Peña Nieto en el Estado de México, en 2005, contó con la presencia de Salinas de Gortari, la cereza en el pastel del morbo político. Ese papel de "invitado incómodo" lo adquirió desde 2005 a la fecha. No hay fiesta ni boda en la elite política que no haya contado con la presencia de Salinas de Gortari, como si se tratara de una celebridad al estilo de María Félix o de un galardonado novelista que cruza su propio pantano sin mancharse el plumaje.
Las revistas de la socialité, así como los merenderos políticos, volvieron a contar con la presencia de Salinas de Gortari. Hábilmente, el exmandatario fue llenando los espacios vacíos dejados por los dos gobiernos panistas en la Presidencia, y no por ello le causa ningún malestar que le atribuyan paternidades como el de la reforma petrolera. De ajonjolí de todas las bodas, Salinas de Gortari ha pasado a ser el ensayista que no tiene quién lo lea. Se dedicó a escribir otro libro autojustificatorio titulado La década perdida, bautizando así su propia ausencia pactada. Para el expresidente, los autores de la desgracia del país son los neoliberales y tecnócratas (los zedillistas), así como los populistas de una izquierda lopezobradorista. Empero hábilmente evita un juicio sumario a los gobiernos del PAN. Maniqueo como siempre, Salinas de Gortari se refiere a la debacle económica detonada en diciembre de 1994 como "la crisis de 1995".
El retorno por aproximación se ha vuelto ya una obsesión para Salinas de Gortari. Espera que en la próxima asamblea nacional del partido al que él quiso rebautizar como "Solidaridad" lo ingrese de nuevo a la palestra, en una operación de cirugía transexenal. En el recuento, su hermano Raúl fue liberado; su hermano Enrique, asesinado; su excuñado Francisco Ruiz Massieu también fue asesinado, y su delfín Luis Donaldo Colosio murió el mismo día en que se truncaron las aspiraciones de poder transexenal de Carlos Salinas. Sin embargo, él quiere romper el último de los mitos del presidencialismo mexicano: los votos de silencio. Y, de paso, que el PRI lo acoja nuevamente en su seno, como en la era del "partidazo".
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