Juan Villoro
23 Ene. 09
Como el censor de Cinema Paradiso, el alcalde de Guanajuato, Eduardo Romero Hicks, decidió que los besos que la ciudadanía se da en público sean vigilados para distinguir los que se dan por perniciosa pasión de los que se dan con recato y sin lengua.
Sabemos que la realidad imita al arte y el político guanajuatense está haciendo todo lo posible para parecer un personaje de Jorge Ibargüengoitia, el mayor satirista de su estado. Hay que darle las gracias por reactivar las energías del humor involuntario que habían perdido impulso desde que Vicente Fox hizo que pasáramos de la dictadura perfecta a la caricatura perfecta.
Es obvio que Romero Hicks, autodesignado Fiscal de los Besos, no fue elegido para legislar la vida privada. Sin embargo, considera de interés público supervisar las costumbres e impedir que los besucones transformen su ciudad en una nueva Gomorra.
Para que no se sospeche que desea erradicar para siempre una resistente tentación humana, el Juez de los Besos ha aclarado que no se opone a todas su variantes, sino sólo a aquella que considera "olímpica".
El olimpismo se basa en la práctica del deporte amateur (palabra un tanto pecaminosa que viene de "amar"). Es de suponerse, por tanto, que el alcalde se refiere a los besos que se dan sin cobrar y que buscan romper algún récord.
Para ayudar al análisis, el Legislador de los Besos ofreció la siguiente tipología del picorete que en su muy peculiar Guanajuato habrá de juzgarse legítima. Bajo su mandato se aprueban el beso de gratitud, el de ilusión, el de leyenda, el primer beso y el que une. Esto entraña un problema legislativo. ¿Qué sucede si dos besos correctos se mezclan? ¿Habrá que castigar a una pareja que se dé un beso que los una de manera legendaria? ¿Y qué pasa con el novio que besa por lujuria mientras la novia le responde por compasión? ¿Sólo él delinque o la piedad también es punible?
Por otra parte, hay categorías difíciles de evaluar. ¿Quién es capaz de definir la gratitud? ¿Y en qué momento se convierte en ilusión y luego en cosquillas y deseos y por lo tanto en pecado? No dudo que el alcalde, que tanto ha pensado en el problema, sepa distinguir un primer beso de un beso que une. Pero como no vigila personalmente las calles, corresponderá a servidores públicos menos capacitados distinguir los casos de lesa pasión o saliva. ¿Serán capaces de detectar gratitud e ilusión?
La campaña pretende espiritualizar un placer físico. Esto se nota en el punto de los besos que unen. El alcalde se refiere sin duda a un lazo mental; de lo contrario, aceptaría los besos olímpicos, que no pueden darse sin que las personas estén unidas.
Es de suponerse que los empleados del municipio usarán cronómetros para detectar el instante en que un beso se vuelva delito.
De Consuelo Velázquez a Agustín Lara, la canción mexicana ha invitado a dar besos traviesos y mordelones. Ahora, esta tradición popular tendrá que practicarse antes o después de estar en Guanajuato (o bajo llave y tomando la precaución de vendarle los ojos al Cristo del crucifijo).
Una de las paradojas de la campaña es que en Guanajuato se encuentra el Callejón del Beso. Sabedor de esto, el alcalde apoya los besos "de leyenda", es decir, los que se propinan los castos fantasmas que no intercambian fluidos y suelen ser espíritus muy tristes y algo necrofílicos que sólo besaron a su amada cuando ya estaba muerta.
Sería injusto recordarle al alcalde lo que Rodin, Magritte o Doisneau lograron gracias al beso olímpico. Más próximo a él está el Festival Cervantino, y conviene recordar que el autor de "La Gitanilla" hizo que su personaje recibiera besos "de uno al ciento", una marca, si no olímpica, por lo menos regional.
Juzgar afectos es asunto peliagudo. En 1946, el gran cronista español Julio Camba descubrió que las mujeres correctamente vestidas podían ser pornográficas: "Antes, si una muchacha exhibía sus pantorrillas en público, todo el mundo le atribuía al hacerlo una intención pornográfica; pero, actualmente, ¿qué chica no lleva las faldas cortas? Esto hace que uno contemple ya sin mayor emoción las extremidades inferiores de sus más deliciosas contemporáneas. A veces, sin embargo, cuando, sentada en un diván, una de estas admirables criaturas advierte nuestra presencia, va y se da un tironcito a la falda, y este ademán sencillo que a primera vista parece un ademán de pudor, lo echa todo a perder en un instante... Indudablemente, nuestra amiga es un encantador personaje de Freud. Al tirarse de la falda, nos ha recordado que sus piernas son codiciables, haciendo así que las codiciemos acto continuo. Y he aquí cómo la pornografía que, realizada por una mujer, podía consistir antes en un acto de enseñar las piernas, consiste más bien ahora en un acto de ocultarlas".
La lección de este pasaje de Camba: al suprimirse los besos de evidente lujuria, los besos recatados serán vistos como anuncios de lujuria. Como el alcalde no puede suprimir la libido, sus gobernados se excitarán con gestos que antes pasaban por alto, del mismo modo en que los contenidos varones del siglo XIX se excitaban al ver un empeine. El más inocente besito desatará enormes emociones. En su combate a los besos que juzga excesivos, el alcalde logrará que los demás besos se sexualicen.
La verdadera moral no consiste en cuestionar los gozos ajenos, sino en reparar las miserias. Por eso Pío Baroja escribió: "¿Hay algo más cristiano que una mosca? La mosca es constante, persistente, zumbona. A la mosca le gusta andar en las llagas, en el pus, en las basuras, como los verdaderos cristianos".
Mientras la pobreza y el narcotráfico desfiguran al país, algunos políticos se ocupan de los besos, y dejan que sean las moscas las que se ocupen de la basura.
Una última reflexión cristiana: el menos olímpico de los besos fue el de Judas.
kikka-roja.blogspot.com/
Sabemos que la realidad imita al arte y el político guanajuatense está haciendo todo lo posible para parecer un personaje de Jorge Ibargüengoitia, el mayor satirista de su estado. Hay que darle las gracias por reactivar las energías del humor involuntario que habían perdido impulso desde que Vicente Fox hizo que pasáramos de la dictadura perfecta a la caricatura perfecta.
Es obvio que Romero Hicks, autodesignado Fiscal de los Besos, no fue elegido para legislar la vida privada. Sin embargo, considera de interés público supervisar las costumbres e impedir que los besucones transformen su ciudad en una nueva Gomorra.
Para que no se sospeche que desea erradicar para siempre una resistente tentación humana, el Juez de los Besos ha aclarado que no se opone a todas su variantes, sino sólo a aquella que considera "olímpica".
El olimpismo se basa en la práctica del deporte amateur (palabra un tanto pecaminosa que viene de "amar"). Es de suponerse, por tanto, que el alcalde se refiere a los besos que se dan sin cobrar y que buscan romper algún récord.
Para ayudar al análisis, el Legislador de los Besos ofreció la siguiente tipología del picorete que en su muy peculiar Guanajuato habrá de juzgarse legítima. Bajo su mandato se aprueban el beso de gratitud, el de ilusión, el de leyenda, el primer beso y el que une. Esto entraña un problema legislativo. ¿Qué sucede si dos besos correctos se mezclan? ¿Habrá que castigar a una pareja que se dé un beso que los una de manera legendaria? ¿Y qué pasa con el novio que besa por lujuria mientras la novia le responde por compasión? ¿Sólo él delinque o la piedad también es punible?
Por otra parte, hay categorías difíciles de evaluar. ¿Quién es capaz de definir la gratitud? ¿Y en qué momento se convierte en ilusión y luego en cosquillas y deseos y por lo tanto en pecado? No dudo que el alcalde, que tanto ha pensado en el problema, sepa distinguir un primer beso de un beso que une. Pero como no vigila personalmente las calles, corresponderá a servidores públicos menos capacitados distinguir los casos de lesa pasión o saliva. ¿Serán capaces de detectar gratitud e ilusión?
La campaña pretende espiritualizar un placer físico. Esto se nota en el punto de los besos que unen. El alcalde se refiere sin duda a un lazo mental; de lo contrario, aceptaría los besos olímpicos, que no pueden darse sin que las personas estén unidas.
Es de suponerse que los empleados del municipio usarán cronómetros para detectar el instante en que un beso se vuelva delito.
De Consuelo Velázquez a Agustín Lara, la canción mexicana ha invitado a dar besos traviesos y mordelones. Ahora, esta tradición popular tendrá que practicarse antes o después de estar en Guanajuato (o bajo llave y tomando la precaución de vendarle los ojos al Cristo del crucifijo).
Una de las paradojas de la campaña es que en Guanajuato se encuentra el Callejón del Beso. Sabedor de esto, el alcalde apoya los besos "de leyenda", es decir, los que se propinan los castos fantasmas que no intercambian fluidos y suelen ser espíritus muy tristes y algo necrofílicos que sólo besaron a su amada cuando ya estaba muerta.
Sería injusto recordarle al alcalde lo que Rodin, Magritte o Doisneau lograron gracias al beso olímpico. Más próximo a él está el Festival Cervantino, y conviene recordar que el autor de "La Gitanilla" hizo que su personaje recibiera besos "de uno al ciento", una marca, si no olímpica, por lo menos regional.
Juzgar afectos es asunto peliagudo. En 1946, el gran cronista español Julio Camba descubrió que las mujeres correctamente vestidas podían ser pornográficas: "Antes, si una muchacha exhibía sus pantorrillas en público, todo el mundo le atribuía al hacerlo una intención pornográfica; pero, actualmente, ¿qué chica no lleva las faldas cortas? Esto hace que uno contemple ya sin mayor emoción las extremidades inferiores de sus más deliciosas contemporáneas. A veces, sin embargo, cuando, sentada en un diván, una de estas admirables criaturas advierte nuestra presencia, va y se da un tironcito a la falda, y este ademán sencillo que a primera vista parece un ademán de pudor, lo echa todo a perder en un instante... Indudablemente, nuestra amiga es un encantador personaje de Freud. Al tirarse de la falda, nos ha recordado que sus piernas son codiciables, haciendo así que las codiciemos acto continuo. Y he aquí cómo la pornografía que, realizada por una mujer, podía consistir antes en un acto de enseñar las piernas, consiste más bien ahora en un acto de ocultarlas".
La lección de este pasaje de Camba: al suprimirse los besos de evidente lujuria, los besos recatados serán vistos como anuncios de lujuria. Como el alcalde no puede suprimir la libido, sus gobernados se excitarán con gestos que antes pasaban por alto, del mismo modo en que los contenidos varones del siglo XIX se excitaban al ver un empeine. El más inocente besito desatará enormes emociones. En su combate a los besos que juzga excesivos, el alcalde logrará que los demás besos se sexualicen.
La verdadera moral no consiste en cuestionar los gozos ajenos, sino en reparar las miserias. Por eso Pío Baroja escribió: "¿Hay algo más cristiano que una mosca? La mosca es constante, persistente, zumbona. A la mosca le gusta andar en las llagas, en el pus, en las basuras, como los verdaderos cristianos".
Mientras la pobreza y el narcotráfico desfiguran al país, algunos políticos se ocupan de los besos, y dejan que sean las moscas las que se ocupen de la basura.
Una última reflexión cristiana: el menos olímpico de los besos fue el de Judas.