JOSé GIL OLMOS
MÉXICO, D.F., 18 de febrero (apro).- Desde hace seis días iniciaron en Monterrey, Nuevo León, las protestas de grupos sociales, algunos con el rostro embozado, para exigir el retiro de los retenes del Ejército. Y en lo que parece una de las acciones más concertadas del crimen organizado, las movilizaciones se multiplicaron en otros tres estados.
Los inconformes han bloqueado carreteras, puentes internacionales y de peaje, así como calles principales en varias ciudades para demandar que en la lucha contra el narcotráfico se retire a los militares. Las autoridades federales, así como las de Nuevo León, Chihuahua, Tamaulipas y Veracruz, han acusado al cártel del Golfo y a Los Zetas de ser los autores intelectuales de esas manifestaciones sociales.
De ser cierta esta acusación, estaríamos presenciando una expresión más de la depurada organización que en otras ocasiones ha demostrado el narcotráfico, tal como lo ha hecho con la instalación de las "narcomantas" para denunciar el apoyo del Ejército, la policía, gobernadores y hasta del Presidente de la República, a alguno de los cárteles de la droga, principalmente el de Sinaloa, encabezado por Joaquín El Chapo Guzmán.
En esta ocasión, el crimen organizado estaría utilizando a hombres y mujeres, algunos de ellos con los rostros ocultos, como si fueran de la guerrilla, para expresar una inconformidad que lamentablemente comparten muchos ciudadanos en contra de elementos del Ejército, quienes han cometido abusos en los retenes instalados para detener a narcotraficantes.
Más allá de las críticas que se han vertido sobre la manipulación de los grupos sociales –¿qué partido no lo ha hecho y lo seguirá haciendo? – por parte del narcotráfico, la sola presencia de los jóvenes en la calle, defendiendo a algún cártel, alegando un supuesto derecho de libre tránsito, podría ser una grave señal de la evolución que está logrando el narcotráfico: la existencia de bases sociales de apoyo.
Desde hace tiempo se ha mencionado que el narcotráfico en México pretende seguir los caminos de la guerrilla y conseguir la simpatía de comunidades, colonias y pueblos, a quienes beneficiaría con la obra social que el gobierno les niega.
En Colombia, ocurrió un fenómeno similar hace un par de décadas con Pablo Escobar, quien distribuía parte de sus millonarias ganancias entre la población de comunidades rurales, con lo que conseguía el apoyo de éstas.
Hasta ahora, se sabe que, a través del miedo, el narcotráfico ha logrado este apoyo en lugares serranos de Chihuahua, Oaxaca y Guerrero, así como en ciertas zonas urbanas de algunos estados del norte del país.
Pero también comienza a dilucidarse que a través del dinero pueden manipular a masas de jóvenes que se mueven de manera organizada, exigiendo que el Ejército sea retirado de las calles, lo cual les beneficiaría para el trasiego de los enervantes.
La sofisticación del narcotráfico mexicano es cada vez más evidente, pues lo mismo se manejan en el mundo financiero que en el deportivo, en el mercado inmobiliario que en el comercio formal e informal, en la política apoyando a ciertos candidatos o en el medio del espectáculo financiando a algunos cantantes.
Pero el apoyo a grupos sociales no se había detectado hasta esta semana, cuando en un solo día se desataron las movilizaciones en Monterrey, Ciudad Juárez, Matamoros, Reynosa, Nuevo Laredo, Ciudad Victoria, Jalapa, Tuxpan, Poza Rica, Veracruz, Nogales, Ciudad Mendoza y Cuitlahuac, con la misma demanda de retirar las tropas de las calles de aquellas zonas donde el narcotráfico se ha entronizado.
Amparados en un reclamo legítimo de detener el abuso de los militares, que han incurrido en el asesinato, tortura y maltrato de inocentes, algunos de los manifestantes con el rostro oculto se han expresado de manera agresiva, creando un ambiente de caos y violencia que en nada ayuda a la atmósfera de terror que existe en algunos estados.
Si es cierto que se trata de una acción concertada del crimen organizado, la estrategia resulta ser muy inteligente, porque aprovechando la inconformidad social, algunos cárteles del narcotráfico impulsan el cuestionamiento del uso del Ejército en la guerra contra las drogas.
Y no sólo eso: también están mandando el mensaje al gobierno y al Ejército de que cuentan con una base social que les puede ayudar, protegiéndolos o apoyándolos cuando sea necesario.
kikka-roja.blogspot.com/
De ser cierta esta acusación, estaríamos presenciando una expresión más de la depurada organización que en otras ocasiones ha demostrado el narcotráfico, tal como lo ha hecho con la instalación de las "narcomantas" para denunciar el apoyo del Ejército, la policía, gobernadores y hasta del Presidente de la República, a alguno de los cárteles de la droga, principalmente el de Sinaloa, encabezado por Joaquín El Chapo Guzmán.
En esta ocasión, el crimen organizado estaría utilizando a hombres y mujeres, algunos de ellos con los rostros ocultos, como si fueran de la guerrilla, para expresar una inconformidad que lamentablemente comparten muchos ciudadanos en contra de elementos del Ejército, quienes han cometido abusos en los retenes instalados para detener a narcotraficantes.
Más allá de las críticas que se han vertido sobre la manipulación de los grupos sociales –¿qué partido no lo ha hecho y lo seguirá haciendo? – por parte del narcotráfico, la sola presencia de los jóvenes en la calle, defendiendo a algún cártel, alegando un supuesto derecho de libre tránsito, podría ser una grave señal de la evolución que está logrando el narcotráfico: la existencia de bases sociales de apoyo.
Desde hace tiempo se ha mencionado que el narcotráfico en México pretende seguir los caminos de la guerrilla y conseguir la simpatía de comunidades, colonias y pueblos, a quienes beneficiaría con la obra social que el gobierno les niega.
En Colombia, ocurrió un fenómeno similar hace un par de décadas con Pablo Escobar, quien distribuía parte de sus millonarias ganancias entre la población de comunidades rurales, con lo que conseguía el apoyo de éstas.
Hasta ahora, se sabe que, a través del miedo, el narcotráfico ha logrado este apoyo en lugares serranos de Chihuahua, Oaxaca y Guerrero, así como en ciertas zonas urbanas de algunos estados del norte del país.
Pero también comienza a dilucidarse que a través del dinero pueden manipular a masas de jóvenes que se mueven de manera organizada, exigiendo que el Ejército sea retirado de las calles, lo cual les beneficiaría para el trasiego de los enervantes.
La sofisticación del narcotráfico mexicano es cada vez más evidente, pues lo mismo se manejan en el mundo financiero que en el deportivo, en el mercado inmobiliario que en el comercio formal e informal, en la política apoyando a ciertos candidatos o en el medio del espectáculo financiando a algunos cantantes.
Pero el apoyo a grupos sociales no se había detectado hasta esta semana, cuando en un solo día se desataron las movilizaciones en Monterrey, Ciudad Juárez, Matamoros, Reynosa, Nuevo Laredo, Ciudad Victoria, Jalapa, Tuxpan, Poza Rica, Veracruz, Nogales, Ciudad Mendoza y Cuitlahuac, con la misma demanda de retirar las tropas de las calles de aquellas zonas donde el narcotráfico se ha entronizado.
Amparados en un reclamo legítimo de detener el abuso de los militares, que han incurrido en el asesinato, tortura y maltrato de inocentes, algunos de los manifestantes con el rostro oculto se han expresado de manera agresiva, creando un ambiente de caos y violencia que en nada ayuda a la atmósfera de terror que existe en algunos estados.
Si es cierto que se trata de una acción concertada del crimen organizado, la estrategia resulta ser muy inteligente, porque aprovechando la inconformidad social, algunos cárteles del narcotráfico impulsan el cuestionamiento del uso del Ejército en la guerra contra las drogas.
Y no sólo eso: también están mandando el mensaje al gobierno y al Ejército de que cuentan con una base social que les puede ayudar, protegiéndolos o apoyándolos cuando sea necesario.