Raymundo Riva Palacio
La receta Obama
Miércoles, 25 de Marzo de 2009
Barack Obama, con todo su encanto político y efecto galvanizador de reivindicaciones históricas, es un neófito sobre México. No le importa, no le preocupa y, por lo mismo, lo desconoce por completo. Voltear a ver a su vecino, como lo hizo este martes al anunciar la Casa Blanca un plan para apoyar la guerra contra el narcotráfico, responde a las presiones internas, de opinión pública y de las diferentes agencias federales que están alarmadas porque los narcos mexicanos extendieron su teatro de operaciones a 230 ciudades de la Unión Americana, y en algunas de ellas de la manera menos discreta: invasiones de propiedad, secuestros y asesinatos.
Para entender a Obama en su acercamiento a México, que ni figuró durante su campaña –salvo cuando se paró junto al Río Bravo y vio la frontera tamaulipeca a lo lejos-, ni se encontraba en sus prioridades de arranque de gobierno,hay que leer a Janet Reno, su secretaria de Seguridad Territorial, quien está definiendo la agenda bilateral con México, no sólo porque dentro del gabinete es quien mejor lo conoce –fue gobernadora de Arizona-, sino también porque el ámbito de preocupación que genera la inestabilidad mexicana está fuera del perímetro de la diplomacia, que encabeza Hillary Clinton, e inmerso en la seguridad nacional sobre territorio estadounidense, que es tarea de Napolitano.
Napolitano, el procurador general Eric Holder, el Pentágono y la Casa Blanca, fueron los responsables de elaborar el plan de sellamiento de la frontera con México que se dio a conocer la mañana del martes en Washington. Parece tan abrumador, que el diario The Washington Post lo definió como "la principal iniciativa de seguridad doméstica" del nuevo gobierno. Que sea menos. La "principal iniciativa" que ha lanzado Obama, es una ampliación de programas existentes desde la Administración Bush –el mejor botón de muestra es "Operation Gunrunner", que trabajan hace tiempo ambos gobiernos para combatir el tráfico de armas-, y la continuación de las ideas de Napolitano que viene desarrollando desde que gobernaba Arizona.
Las ideas de Obama son las de Napolitano, que encierra los fenómenos de la violencia del narcotráfico y de la inmigración indocumentada en la misma caja. Ambos son, en esa visión, un problema para la seguridad de Estados Unidos; y los dos tienen que resolverse, por la fuerza y con enfoque policial. El primer planteamiento bajo esa óptica se dio desde la elaboración de la Plataforma Demócrata, que aprobaron los demócratas en su Convención del año pasado cuando nominaron a Obama. Quien estuvo a cargo de la confección del documento final fue, precisamente, Napolitano, quien esculpió los fundamentos sobre la base de su experiencia como gobernadora.
Napolitano vivió en Arizona los años más extremos de las milicias anti mexicanas a lo largo de la frontera, y respondió a ellas con paquetes legislativos que penalizaban severamente los delitos derivados de la migración indocumentada y que pretendía cerrar las puertas del mercado laboral a los mexicanos. Junto con ello, pidió y obtuvo del presidente George Bush que enviaran tropas de la Guardia Nacional para reforzar la frontera con México. En el plan anunciado este martes, no se habla de envío de tropas, pero Napolitano insiste que se sigue evaluando esa posibilidad. Tampoco aparece el tema de la migración en forma directa, pero sí está delineado. La Patrulla Fronteriza tendrá un incremento de agentes y se duplicarán las unidades especiales contra los "crímenes violentos de extranjeros". ¿En dónde se conecta todo esto? En la concepción en Estados Unidos de que los cárteles de la droga están utilizando de manera más frecuente a las redes de traficantes humanos y de indocumentados, para transportar drogas. La migración, bajo ese concepto, atañe a la seguridad nacional, lo que empieza a permear en la opinión pública, como el viernes pasado, cuando durante un encuentro con periodistas estadounidenses en Washington, uno de ellos le preguntó si los indocumentados podrían ser clasificados como terroristas.
Policía federal en abundancia para la frontera, es la base del plan de Obama para combatir al narcotráfico. Policía federal es lo que siempre planteó Napolitano. El 30 de enero pasado, la secretaria firmó una directiva de Acción Directa de Seguridad Fronteriza, donde urgía que todas las agencias locales y federales con responsabilidad en la frontera, aportaran toda la información de operación, logística, capacidad y posibilidades de colaboración multiagencias, para poder desarrollar un plan de seguridad fronteriza. Menos de dos meses después, bajo el disfraz del plan para ayudar al presidente Felipe Calderón en la guerra contra el narcotráfico, esa directiva adquirió vida. Ella misma lo dijo semanas después en una audiencia en el Capitolio: es el único camino para combatir la "violencia rampante" de los cárteles de la droga.
Napolitano dijo a los legisladores que el plan tenía dos ejes: romper los círculos financieros del lavado de dinero, que estiman entre 18 mil y 36 mil millones de dólares, y una inyección tecnológica en la frontera sur. Por supuesto, ambos preceptos fueron anunciados por la Casa Blanca este martes. Obama ordenó triplicar el número de agentes de inteligencia para combatir el lavado de dinero, y se enviarán recursos para inyectar en escáners –para revisar los ferrocarriles- y en lectores de placas remotos, conectados a bases de datos policiales –para determinar con prontitud los vehículos sospechosos que quieren ingresar a Estados Unidos-, que ya existen, como proyecto piloto en San Ysidro, frontera con Tijuana.
El enfoque estadounidense al problema es una respuesta directa a sus exigencias domésticas. Después de todo, lo que durante décadas fue un problema exclusivamente mexicano, ahora también es estadounidense. Hubo enorme indiferencia en Washington cuando una multitud de funcionarios mexicanos decían que en el fenómeno del narcotráfico, Estados Unidos ponía las armas y México los muertos. Finalmente, aunque sea por la puerta de atrás, el fenómeno ya se asume con corresponsabilidad. Varios años tuvieron que pasar para que los muertos se empezaran a contar sobre territorio estadounidense y que un halcón demócrata, como es Napolitano, arrastrara a un indiferente Obama para comenzar a actuar en consecuencia.
Para entender a Obama en su acercamiento a México, que ni figuró durante su campaña –salvo cuando se paró junto al Río Bravo y vio la frontera tamaulipeca a lo lejos-, ni se encontraba en sus prioridades de arranque de gobierno,hay que leer a Janet Reno, su secretaria de Seguridad Territorial, quien está definiendo la agenda bilateral con México, no sólo porque dentro del gabinete es quien mejor lo conoce –fue gobernadora de Arizona-, sino también porque el ámbito de preocupación que genera la inestabilidad mexicana está fuera del perímetro de la diplomacia, que encabeza Hillary Clinton, e inmerso en la seguridad nacional sobre territorio estadounidense, que es tarea de Napolitano.
Napolitano, el procurador general Eric Holder, el Pentágono y la Casa Blanca, fueron los responsables de elaborar el plan de sellamiento de la frontera con México que se dio a conocer la mañana del martes en Washington. Parece tan abrumador, que el diario The Washington Post lo definió como "la principal iniciativa de seguridad doméstica" del nuevo gobierno. Que sea menos. La "principal iniciativa" que ha lanzado Obama, es una ampliación de programas existentes desde la Administración Bush –el mejor botón de muestra es "Operation Gunrunner", que trabajan hace tiempo ambos gobiernos para combatir el tráfico de armas-, y la continuación de las ideas de Napolitano que viene desarrollando desde que gobernaba Arizona.
Las ideas de Obama son las de Napolitano, que encierra los fenómenos de la violencia del narcotráfico y de la inmigración indocumentada en la misma caja. Ambos son, en esa visión, un problema para la seguridad de Estados Unidos; y los dos tienen que resolverse, por la fuerza y con enfoque policial. El primer planteamiento bajo esa óptica se dio desde la elaboración de la Plataforma Demócrata, que aprobaron los demócratas en su Convención del año pasado cuando nominaron a Obama. Quien estuvo a cargo de la confección del documento final fue, precisamente, Napolitano, quien esculpió los fundamentos sobre la base de su experiencia como gobernadora.
Napolitano vivió en Arizona los años más extremos de las milicias anti mexicanas a lo largo de la frontera, y respondió a ellas con paquetes legislativos que penalizaban severamente los delitos derivados de la migración indocumentada y que pretendía cerrar las puertas del mercado laboral a los mexicanos. Junto con ello, pidió y obtuvo del presidente George Bush que enviaran tropas de la Guardia Nacional para reforzar la frontera con México. En el plan anunciado este martes, no se habla de envío de tropas, pero Napolitano insiste que se sigue evaluando esa posibilidad. Tampoco aparece el tema de la migración en forma directa, pero sí está delineado. La Patrulla Fronteriza tendrá un incremento de agentes y se duplicarán las unidades especiales contra los "crímenes violentos de extranjeros". ¿En dónde se conecta todo esto? En la concepción en Estados Unidos de que los cárteles de la droga están utilizando de manera más frecuente a las redes de traficantes humanos y de indocumentados, para transportar drogas. La migración, bajo ese concepto, atañe a la seguridad nacional, lo que empieza a permear en la opinión pública, como el viernes pasado, cuando durante un encuentro con periodistas estadounidenses en Washington, uno de ellos le preguntó si los indocumentados podrían ser clasificados como terroristas.
Policía federal en abundancia para la frontera, es la base del plan de Obama para combatir al narcotráfico. Policía federal es lo que siempre planteó Napolitano. El 30 de enero pasado, la secretaria firmó una directiva de Acción Directa de Seguridad Fronteriza, donde urgía que todas las agencias locales y federales con responsabilidad en la frontera, aportaran toda la información de operación, logística, capacidad y posibilidades de colaboración multiagencias, para poder desarrollar un plan de seguridad fronteriza. Menos de dos meses después, bajo el disfraz del plan para ayudar al presidente Felipe Calderón en la guerra contra el narcotráfico, esa directiva adquirió vida. Ella misma lo dijo semanas después en una audiencia en el Capitolio: es el único camino para combatir la "violencia rampante" de los cárteles de la droga.
Napolitano dijo a los legisladores que el plan tenía dos ejes: romper los círculos financieros del lavado de dinero, que estiman entre 18 mil y 36 mil millones de dólares, y una inyección tecnológica en la frontera sur. Por supuesto, ambos preceptos fueron anunciados por la Casa Blanca este martes. Obama ordenó triplicar el número de agentes de inteligencia para combatir el lavado de dinero, y se enviarán recursos para inyectar en escáners –para revisar los ferrocarriles- y en lectores de placas remotos, conectados a bases de datos policiales –para determinar con prontitud los vehículos sospechosos que quieren ingresar a Estados Unidos-, que ya existen, como proyecto piloto en San Ysidro, frontera con Tijuana.
El enfoque estadounidense al problema es una respuesta directa a sus exigencias domésticas. Después de todo, lo que durante décadas fue un problema exclusivamente mexicano, ahora también es estadounidense. Hubo enorme indiferencia en Washington cuando una multitud de funcionarios mexicanos decían que en el fenómeno del narcotráfico, Estados Unidos ponía las armas y México los muertos. Finalmente, aunque sea por la puerta de atrás, el fenómeno ya se asume con corresponsabilidad. Varios años tuvieron que pasar para que los muertos se empezaran a contar sobre territorio estadounidense y que un halcón demócrata, como es Napolitano, arrastrara a un indiferente Obama para comenzar a actuar en consecuencia.
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