ÁLVARO DELGADO
MEXICO, D.F., 13 de julio (apro).- Hace cuatro años, en julio de 2005, la senadora Luisa María Calderón Hinojosa estaba abatida en su despacho de la Torre de El Caballito, después de que Manuel Espino se impuso en la presidencia del Partido Acción Nacional (PAN).
Hija de Luis Calderón Vega, uno de los prohombres del PAN --quien renunció en 1981, justo cuando ella y su hermano Felipe llegaban--, la invadía una mezcla de sentimientos: Furia, impotencia, frustración, tristeza.
Un año antes, Felipe había renunciado a la Secretaría de Energía y, desde el desempleo, rumiaba la venganza contra Vicente Fox. El CEN, también un año antes, había tomado una decisión clave: Ganar elecciones a como diera lugar.
En la plática con el reportero, se quejaba de que este objetivo proponía en entredicho la tradición del PAN y lamentaba el aserto de Carlos Castillo Peraza, en el sentido de que del PAN era la "victoria cultural" democratizadora. "Ahora lo dudo", decía.
--¿Por qué?
--Porque fue muy corto el periodo en que reinó el ejercicio democrático, como un valor presumible en los partidos políticos.
El PAN, decía, habían distorsionado los principios: El interés de la nación ya no estaba por encima de los intereses particulares, incluyendo los de partido, y el objetivo era crear militantes, no ciudadanía.
"La decisión del CEN da la clave: Ya estuvo bueno de la ética, de los principios, y hay que acatar la ética de la responsabilidad: Ganar como sea."
--¿Perdió el PAN ganando el poder en el 2000?
--No es un asunto de Fox para acá. Ya se veía desde hace tiempo. Hubo mucha gente de buena voluntad que vino al PAN, con voluntad de servir, pero ese es el PAN que encontraron, un PAN que aceptaba prácticas antes inaceptables, pero ese es el PAN que encontraron y ese es el PAN que creyeron que era.
Creyente de que el fin no justifica los medios, Calderón decía que, desde 1988, no se reflexionó el nuevo papel del PAN y se impusieron las prisas.
--¿Cuándo se impusieron esas prisas, porque no comenzaron con Espino?
--No, él gana por eso. Cuando empezamos a ganar gobiernos no tuvimos tiempo de poner reglas de quién tiene el poder. Porque el hambre está canija, el desempleo también. Y cuando tienes el poder de abrir un espacio laboral, también tienes la tentación de pedir un favor a cambio.
"Entonces cuando empezamos a ganar gobiernos no estuvimos muy atentos a ver qué pasaba con esa dinámica y no pusimos reglas a tiempo. Y esto se vino multiplicando."
Esta larga cita de la entrevista que tuve con Luisa María Calderón, publicada parcialmente en el semanario Proceso y que se reproduce íntegra en el libro El engaño. Prédica y práctica del PAN (Grijalbo, 2007), va al centro de varios de los problemas que afronta este partido y que, después del desastre electoral del domingo 5, configuran la peor crisis de su historia de casi siete décadas.
La propia conducta de la exsenadora tiene que ver con esta crisis: Después de hacer este riguroso examen del PAN, sobrevino la simulación, el doble discurso, la hipocresía cuando su hermano, tres meses después, se impuso en la elección interna con el uso de prácticas fraudulentas y, en la elección constitucional, multiplicó esas prácticas y otros recursos deleznables que se resumen en el "haiga sido como haiga sido".
Abundantes evidencias de estas "prácticas antes inaceptables" que ella condenaba están, también, detalladas en el libro citado, pero además cómo Calderón, aun antes y después de asumir el cargo, el 1 de diciembre de 2006, urdió una estrategia para, con el uso de la nómina federal, comprar voluntades y controlar al PAN que, con su empleado Germán Martínez, resultó un fiasco, pese a la simbiosis con la estructura gubernamental.
La simulación es, entonces, otra de las enfermedades del PAN, como lo acredita la olvidadiza Luisa Calderón, secretaria de Elecciones del PAN en Michoacán, quien atribuyó la debacle a que su hermano no intervino en las elecciones. "¡A lo mejor lo que voy a decir es absurdo! Pero el no haberse metido en el proceso electoral fue motivo de que no ganáramos. El presidente siguió haciendo su trabajo en el gobierno y los panistas nos hicimos responsables del proceso".
En realidad --y eso lo saben los panistas--, lo que se impuso en el PAN no fue la "victoria cultural" de la que se ufanaba Castillo Peraza -- quien tuvo siempre una visión patrimonialista de la historia: el PAN y sólo el PAN era encarnación de la democracia--, sino el empleo de recursos ilegales e inmorales para ganar elecciones internas y constitucionales. El fraude, pues.
En el nuevo esquema de contienda de México, donde los procesos electorales no son entre partidos y candidatos, sino entre aparatos –gobiernos al frente partidos y candidatos--, el PAN quiso emular al PRI en estas elecciones y fue avasallado, en buena medida porque estaba maniatado por los arreglitos que estableció, en el 2006, con priistas de la talla de Mario Marín, Ulises Ruiz, Eugenio Hernández y José Reyes Baeza.
Lo que se ha impuesto en México y en el PAN es, entonces, la victoria cultural del PRI: Ganar a como dé lugar y tener el cinismo de decir que fue de manera democrática.
Si en algún estado puede resumirse el empleo de todo tipo de prácticas para actuar en la vida partidaria y en la arrogancia, prepotencia e ineptitud en el ejercicio de gobierno es en Jalisco, donde el choque de facciones ha superado inclusive a los perredistas.
En este contexto es que se produce la disputa en el PAN, que Calderón se aferra a seguir controlando, pese a ser el principal responsable de la debacle, y ya perfila a quien será el sustituto del embajador Germán Martínez, como lo adelantó, el martes 7, a los gobernadores que sumisamente aceptaron.
Calderón puede imponer a otro empleado, porque controla también, gracias a la nómina federal, al Consejo Nacional --no "consejo político nacional", como erróneamente se afirma-- para que en un plazo de 30 días, conforme al artículo 86 de los Estatutos, elija al sucesor para que concluya el periodo de tres años, que termina el 7 de diciembre de 2010.
En la lógica de facciones se ha impuesto en el PAN y en la cúpula hay dos grupos: El que encabeza Calderón y el de sus antagonistas, que en la práctica encabezan Manuel Espino y Santiago Creel, cuyas diferencias arbitra Vicente Fox.
Y hay que recordarlo: Ya no existe más la división entre los "doctrinarios" y la facción encabezada por la ultraderechista Organización Nacional del Yunque, como lo acredité en El Yunque, la ultraderecha en el poder y El Ejército de Dios (Plaza y Janés, 2003 y 2004), porque Calderón pactó con esa organización ultraderechista y a menudo actúa peor que los más radicales de ésta.
Esa es también la herencia de Calderón al PAN: Lo que antes era deleznable, ahora es virtuoso…
Apuntes
Es inaudito y no se explica más que por la lógica de la impunidad que se ha instalado en México y la prepotencia de quienes ejercen el poder: Los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación decidieron irse de vacaciones y dejaron pendiente, hasta agosto, la decisión de ejercer su facultad de investigación por la muerte de 48 niños en la guardería ABC, de Hermosillo, Sonora. Patricia Duarte, mamá del niño Andrés Alonso García Duarte, salió con lágrimas del recinto donde se niega la justicia a los débiles y se atiende a los poderosos, y sentenció: "Mi hijo nació en México. El Estado mexicano me lo mató y no voy a descansar hasta que el mundo condene a México por este crimen"… El gobierno de Calderón no sólo se arrodilla ante Estados Unidos, sino hasta de Colombia y su narcopresidente Álvaro Uribe por no mover ni un dedo para defender a la mexicana Lucía Morett, perseguida también por los yunquistas José Antonio Ortega y Guillermo Velasco Arzac, testaferros de Uribe y Calderón…
Hija de Luis Calderón Vega, uno de los prohombres del PAN --quien renunció en 1981, justo cuando ella y su hermano Felipe llegaban--, la invadía una mezcla de sentimientos: Furia, impotencia, frustración, tristeza.
Un año antes, Felipe había renunciado a la Secretaría de Energía y, desde el desempleo, rumiaba la venganza contra Vicente Fox. El CEN, también un año antes, había tomado una decisión clave: Ganar elecciones a como diera lugar.
En la plática con el reportero, se quejaba de que este objetivo proponía en entredicho la tradición del PAN y lamentaba el aserto de Carlos Castillo Peraza, en el sentido de que del PAN era la "victoria cultural" democratizadora. "Ahora lo dudo", decía.
--¿Por qué?
--Porque fue muy corto el periodo en que reinó el ejercicio democrático, como un valor presumible en los partidos políticos.
El PAN, decía, habían distorsionado los principios: El interés de la nación ya no estaba por encima de los intereses particulares, incluyendo los de partido, y el objetivo era crear militantes, no ciudadanía.
"La decisión del CEN da la clave: Ya estuvo bueno de la ética, de los principios, y hay que acatar la ética de la responsabilidad: Ganar como sea."
--¿Perdió el PAN ganando el poder en el 2000?
--No es un asunto de Fox para acá. Ya se veía desde hace tiempo. Hubo mucha gente de buena voluntad que vino al PAN, con voluntad de servir, pero ese es el PAN que encontraron, un PAN que aceptaba prácticas antes inaceptables, pero ese es el PAN que encontraron y ese es el PAN que creyeron que era.
Creyente de que el fin no justifica los medios, Calderón decía que, desde 1988, no se reflexionó el nuevo papel del PAN y se impusieron las prisas.
--¿Cuándo se impusieron esas prisas, porque no comenzaron con Espino?
--No, él gana por eso. Cuando empezamos a ganar gobiernos no tuvimos tiempo de poner reglas de quién tiene el poder. Porque el hambre está canija, el desempleo también. Y cuando tienes el poder de abrir un espacio laboral, también tienes la tentación de pedir un favor a cambio.
"Entonces cuando empezamos a ganar gobiernos no estuvimos muy atentos a ver qué pasaba con esa dinámica y no pusimos reglas a tiempo. Y esto se vino multiplicando."
Esta larga cita de la entrevista que tuve con Luisa María Calderón, publicada parcialmente en el semanario Proceso y que se reproduce íntegra en el libro El engaño. Prédica y práctica del PAN (Grijalbo, 2007), va al centro de varios de los problemas que afronta este partido y que, después del desastre electoral del domingo 5, configuran la peor crisis de su historia de casi siete décadas.
La propia conducta de la exsenadora tiene que ver con esta crisis: Después de hacer este riguroso examen del PAN, sobrevino la simulación, el doble discurso, la hipocresía cuando su hermano, tres meses después, se impuso en la elección interna con el uso de prácticas fraudulentas y, en la elección constitucional, multiplicó esas prácticas y otros recursos deleznables que se resumen en el "haiga sido como haiga sido".
Abundantes evidencias de estas "prácticas antes inaceptables" que ella condenaba están, también, detalladas en el libro citado, pero además cómo Calderón, aun antes y después de asumir el cargo, el 1 de diciembre de 2006, urdió una estrategia para, con el uso de la nómina federal, comprar voluntades y controlar al PAN que, con su empleado Germán Martínez, resultó un fiasco, pese a la simbiosis con la estructura gubernamental.
La simulación es, entonces, otra de las enfermedades del PAN, como lo acredita la olvidadiza Luisa Calderón, secretaria de Elecciones del PAN en Michoacán, quien atribuyó la debacle a que su hermano no intervino en las elecciones. "¡A lo mejor lo que voy a decir es absurdo! Pero el no haberse metido en el proceso electoral fue motivo de que no ganáramos. El presidente siguió haciendo su trabajo en el gobierno y los panistas nos hicimos responsables del proceso".
En realidad --y eso lo saben los panistas--, lo que se impuso en el PAN no fue la "victoria cultural" de la que se ufanaba Castillo Peraza -- quien tuvo siempre una visión patrimonialista de la historia: el PAN y sólo el PAN era encarnación de la democracia--, sino el empleo de recursos ilegales e inmorales para ganar elecciones internas y constitucionales. El fraude, pues.
En el nuevo esquema de contienda de México, donde los procesos electorales no son entre partidos y candidatos, sino entre aparatos –gobiernos al frente partidos y candidatos--, el PAN quiso emular al PRI en estas elecciones y fue avasallado, en buena medida porque estaba maniatado por los arreglitos que estableció, en el 2006, con priistas de la talla de Mario Marín, Ulises Ruiz, Eugenio Hernández y José Reyes Baeza.
Lo que se ha impuesto en México y en el PAN es, entonces, la victoria cultural del PRI: Ganar a como dé lugar y tener el cinismo de decir que fue de manera democrática.
Si en algún estado puede resumirse el empleo de todo tipo de prácticas para actuar en la vida partidaria y en la arrogancia, prepotencia e ineptitud en el ejercicio de gobierno es en Jalisco, donde el choque de facciones ha superado inclusive a los perredistas.
En este contexto es que se produce la disputa en el PAN, que Calderón se aferra a seguir controlando, pese a ser el principal responsable de la debacle, y ya perfila a quien será el sustituto del embajador Germán Martínez, como lo adelantó, el martes 7, a los gobernadores que sumisamente aceptaron.
Calderón puede imponer a otro empleado, porque controla también, gracias a la nómina federal, al Consejo Nacional --no "consejo político nacional", como erróneamente se afirma-- para que en un plazo de 30 días, conforme al artículo 86 de los Estatutos, elija al sucesor para que concluya el periodo de tres años, que termina el 7 de diciembre de 2010.
En la lógica de facciones se ha impuesto en el PAN y en la cúpula hay dos grupos: El que encabeza Calderón y el de sus antagonistas, que en la práctica encabezan Manuel Espino y Santiago Creel, cuyas diferencias arbitra Vicente Fox.
Y hay que recordarlo: Ya no existe más la división entre los "doctrinarios" y la facción encabezada por la ultraderechista Organización Nacional del Yunque, como lo acredité en El Yunque, la ultraderecha en el poder y El Ejército de Dios (Plaza y Janés, 2003 y 2004), porque Calderón pactó con esa organización ultraderechista y a menudo actúa peor que los más radicales de ésta.
Esa es también la herencia de Calderón al PAN: Lo que antes era deleznable, ahora es virtuoso…
Apuntes
Es inaudito y no se explica más que por la lógica de la impunidad que se ha instalado en México y la prepotencia de quienes ejercen el poder: Los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación decidieron irse de vacaciones y dejaron pendiente, hasta agosto, la decisión de ejercer su facultad de investigación por la muerte de 48 niños en la guardería ABC, de Hermosillo, Sonora. Patricia Duarte, mamá del niño Andrés Alonso García Duarte, salió con lágrimas del recinto donde se niega la justicia a los débiles y se atiende a los poderosos, y sentenció: "Mi hijo nació en México. El Estado mexicano me lo mató y no voy a descansar hasta que el mundo condene a México por este crimen"… El gobierno de Calderón no sólo se arrodilla ante Estados Unidos, sino hasta de Colombia y su narcopresidente Álvaro Uribe por no mover ni un dedo para defender a la mexicana Lucía Morett, perseguida también por los yunquistas José Antonio Ortega y Guillermo Velasco Arzac, testaferros de Uribe y Calderón…
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