Mauricio tiene cinco años y unos ojos negros inmensos que miran con dulzura. Se expresa con toda propiedad y por estos días se pregunta por qué algunos hombres abandonan a sus hijos o golpean a las mujeres.
Mau es cuidado amorosamente por las amigas de su madre Carmen Santiago, porque ella estuvo hospitalizada en coma. Carmen es una hermosa mujer de 35 años, reportera y madre soltera. Trabajaba en comunicación social del ayuntamiento de Chilpancingo, Guerrero.
Carmen salió un tiempo con Rubén Mora Peralta, y lo que en un principio consideró un romántico celoso pronto se convirtió en un controlador violento. Ella terminó su relación, pero Rubén le aseguró a la reportera que no estaba dispuesto a “perderla”. Así que hace tres semanas el hombre confrontó a Carmen a las afueras de su casa y la golpeó hasta dejarla inconsciente. Asustado llamó a la ambulancia y dijo que así la encontró. Los médicos determinaron que la golpiza le causó fracturas del cráneo que ponían en peligro su vida; urgieron una intervención adecuada.
El agresor y su tío, el doctor Dorio Mora Tapia, director general de la clínica del ISSSTE, sacaron a Carmen del hospital y la escondieron para evitar que se reportara el caso al Ministerio Público. Las amigas de Carmen se movilizaron para buscarla; interpusieron la denuncia por privación ilegal de la libertad, lesiones agravadas y omisión de cuidados, pero la fiscal de Delitos de Violencia Intrafamiliar Dominga Chávez decidió liberarlo bajo caución.
Carmen salió de otro hospital antier, donde la atendieron por cuatro fracturas en el craneo y desprendimiento de membrana. Sin embargo por falta de atención durante el secuestro, la mitad de su cerebro murió. Perdió de por vida la memoria y la capacidad de procesar emociones.
En este acto feminicida hay muchas y muchos cómplices. En primer lugar, el director del ISSTE que dio de alta a Carmen para salvar a su agresor y los médicos que se negaron a reportar el caso según ordena la Norma Oficial de Salud. La fiscal negligente cuya obligación era investigar. Las y los diputados de Guerrero que desde el 16 de diciembre de 2007 aprobaron la Ley de Acceso a las Mujeres a una vida libre de violencia y, omitieron hasta hoy, adaptar el Código de Procedimientos Penales del estado para tipificar los delitos. Y el gobernador Zeferino Torreblanca, quien ignoró la importancia de aplicar la ley adecuadamente para proteger a sus gobernadas.
Mau reza todas las noches para que le devuelvan a su mamá. Pero esa mujer valiente que defendió su libertad y su derecho a una relación amorosa libre de violencia nunca regresará.
La violencia feminicida arrebató la vida “en vida” a esta joven a punta de golpes. No dejemos que esta sea una metáfora de lo que la normalización de la violencia puede hacer con las y los mexicanos.
kikka-roja.blogspot.com/
Mau es cuidado amorosamente por las amigas de su madre Carmen Santiago, porque ella estuvo hospitalizada en coma. Carmen es una hermosa mujer de 35 años, reportera y madre soltera. Trabajaba en comunicación social del ayuntamiento de Chilpancingo, Guerrero.
Carmen salió un tiempo con Rubén Mora Peralta, y lo que en un principio consideró un romántico celoso pronto se convirtió en un controlador violento. Ella terminó su relación, pero Rubén le aseguró a la reportera que no estaba dispuesto a “perderla”. Así que hace tres semanas el hombre confrontó a Carmen a las afueras de su casa y la golpeó hasta dejarla inconsciente. Asustado llamó a la ambulancia y dijo que así la encontró. Los médicos determinaron que la golpiza le causó fracturas del cráneo que ponían en peligro su vida; urgieron una intervención adecuada.
El agresor y su tío, el doctor Dorio Mora Tapia, director general de la clínica del ISSSTE, sacaron a Carmen del hospital y la escondieron para evitar que se reportara el caso al Ministerio Público. Las amigas de Carmen se movilizaron para buscarla; interpusieron la denuncia por privación ilegal de la libertad, lesiones agravadas y omisión de cuidados, pero la fiscal de Delitos de Violencia Intrafamiliar Dominga Chávez decidió liberarlo bajo caución.
Carmen salió de otro hospital antier, donde la atendieron por cuatro fracturas en el craneo y desprendimiento de membrana. Sin embargo por falta de atención durante el secuestro, la mitad de su cerebro murió. Perdió de por vida la memoria y la capacidad de procesar emociones.
En este acto feminicida hay muchas y muchos cómplices. En primer lugar, el director del ISSTE que dio de alta a Carmen para salvar a su agresor y los médicos que se negaron a reportar el caso según ordena la Norma Oficial de Salud. La fiscal negligente cuya obligación era investigar. Las y los diputados de Guerrero que desde el 16 de diciembre de 2007 aprobaron la Ley de Acceso a las Mujeres a una vida libre de violencia y, omitieron hasta hoy, adaptar el Código de Procedimientos Penales del estado para tipificar los delitos. Y el gobernador Zeferino Torreblanca, quien ignoró la importancia de aplicar la ley adecuadamente para proteger a sus gobernadas.
Mau reza todas las noches para que le devuelvan a su mamá. Pero esa mujer valiente que defendió su libertad y su derecho a una relación amorosa libre de violencia nunca regresará.
La violencia feminicida arrebató la vida “en vida” a esta joven a punta de golpes. No dejemos que esta sea una metáfora de lo que la normalización de la violencia puede hacer con las y los mexicanos.