31 ENERO 2012
Hace más de un año, en un desayuno en la casa de gobierno de Toluca (con la sala tapizada de fotografías de sus hijos con su primera esposa, Mónica Pretelini, fallecida entre dudas y sospechas que lo persiguen), a una pregunta de Enrique Peña Nieto sobre la competencia por la Presidencia (de la cada vez menos República por los sabotajes antilaicos de Vicente Fox y Felipe Calderón) le contestaron que se esperara para 2018. Siempre y cuando el Partido Revolucionario Institucional (PRI) –como indicaban sus victorias en las elecciones intermedias– obtuviera la victoria en 2012, con un candidato de lujo como el sonorense Manlio Fabio Beltrones Rivera, que en el cargo hubiera probado su evolución a estadista con sus propuestas de reformas políticas, económicas y sociales, que los diputados federales peñistas impidieron consumar como todo un programa.







