A qué vino el Papa
Ayer, en una misa realizada en Silao, Benedicto XVI congregó cientos de miles de feligreses y a los más prominentes miembros de todas las vertientes de la clase política, incluidos los titulares de los tres poderes de la unión, los tres principales candidatos presidenciales, gobernadores, legisladores, secretarios de Estado y otros.
En su homilía, el pontífice hizo una enumeración incompleta y parcial de las expresiones de la catastrófica situación nacional: la pobreza, la corrupción, la violencia doméstica, el narcotráfico, la crisis de valores y la criminalidad, dijo, eludiendo el hecho de que esos fenómenos han sido exponenciados por el modelo neoliberal implantado en México y América Latina en décadas pasadas, sin que la Iglesia que él preside haya asumido una posición clara de rechazo a esa orientación económica devastadora. Por el contrario, en la mayoría de los casos las jerarquías eclesiales nacionales –es el caso de la mexicana– hicieron sólidas alianzas con las oligarquías políticas, económicas y mediáticas que impusieron el llamado Consenso de Washington.
El mismo Joseph Ratzinger se encargó, desde su puesto de prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe, de hostigar y perseguir a los religiosos católicos sensibles ante el sufrimiento social, que buscaron en la Teología de la Liberación una vía de resistencia al neoliberalismo y a sus expresiones concretas: la creciente desigualdad, el autoritarismo, la represión, la sobrexplotación de los trabajadores, el saqueo de tierras y de recursos naturales, entre otras.
HELIOFLORES |
En su homilía, el pontífice hizo una enumeración incompleta y parcial de las expresiones de la catastrófica situación nacional: la pobreza, la corrupción, la violencia doméstica, el narcotráfico, la crisis de valores y la criminalidad, dijo, eludiendo el hecho de que esos fenómenos han sido exponenciados por el modelo neoliberal implantado en México y América Latina en décadas pasadas, sin que la Iglesia que él preside haya asumido una posición clara de rechazo a esa orientación económica devastadora. Por el contrario, en la mayoría de los casos las jerarquías eclesiales nacionales –es el caso de la mexicana– hicieron sólidas alianzas con las oligarquías políticas, económicas y mediáticas que impusieron el llamado Consenso de Washington.
El mismo Joseph Ratzinger se encargó, desde su puesto de prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe, de hostigar y perseguir a los religiosos católicos sensibles ante el sufrimiento social, que buscaron en la Teología de la Liberación una vía de resistencia al neoliberalismo y a sus expresiones concretas: la creciente desigualdad, el autoritarismo, la represión, la sobrexplotación de los trabajadores, el saqueo de tierras y de recursos naturales, entre otras.