Astillero
A 31 DÍAS. Boletas que se usarán en las elecciones de julio son acomodadas en las bodegas del Instituto Federal Electoral Foto María Meléndrez Parada
Con prosa ácida y haciendo aparente tabla rasa, el poeta Javier Sicilia convirtió una invitación dialoguista a candidatos presidenciales en una sesión de ajusticiamientos unilaterales. Con cuchillo anarquista pasó por su mística plancha personal de hospitalizaciones políticas a los cuatro concurrentes, entre abrazos, besos y apapachos de protocolo, empeñado en destazar a partidos, candidatos y elecciones para favorecer su postura personal, a la que no quiso reconocer categoría de política oficial del movimiento que encabeza, es decir, que lo más adecuado a la hora de las urnas será el voto nulo.
Sicilia caracterizó a Josefina Vázquez Mota como la propuesta de continuidad de la política de sangre y horror que se ha vivido en México en los últimos años, luego colocó a Enrique Peña Nieto (particularmente doña Trinidad Ramírez, lideresa de la resistencia de Atenco) frente al espejo irrompible de la represión (con el priísta tratando de esbozar aprendizajes de lo hecho a la hora de soltar jaurías), enhebró descalificaciones directas a Andrés Manuel López Obrador (quien las enfrentó y respondió) y terminó criticando al indefendible Gabriel Quadri, por quien de cualquier manera expresó simpatía personal, como con otros de los sometidos a la sesión de amores volubles.