Asumen compromiso e irán mujeres a defender el petróleo
Jaime Avilés
No acababa de retirarse la gente del Zócalo –por las bocinas se oía la nueva composición de Liliana Felipe, llamada Nos tienen miedo porque no tenemos miedo–, cuando a los teléfonos celulares de algunos reporteros que estaban en el templete, cerca de Alejandro Encinas y Marcelo Ebrard, comenzó a llegar una noticia: “Jesús Ortega va a anunciar en conferencia de prensa que ganó las elecciones del PRD”.
Andrés Manuel López Obrador seguía estrechando manos en su recorrido por la valla atestada de simpatizantes, que lo habían aclamado desde que bajó del podio frente a Catedral, y caminaba hacia una de las bocas del Metro –seguido de su hijo Andrés y de un discreto dispositivo de vigilancia–, mientras la pantalla proyectaba el video de La cumbia del petróleo, también de Liliana Felipe, que una docena de bailarias disfrazadas de obreras de Pemex interpretaba agitando las caderas en el escenario.
En los rostros de las mujeres de todas las edades que cruzaban la plaza rumbo a las salidas había un brillo de satisfacción por el compromiso público, de enorme responsabilidad histórica, que ellas habían aceptado alzando miles y miles de manos, cuando Claudia Sheinbaum les preguntó si estaban dispuestas a encabezar los bloqueos en torno del Congreso de la Unión, los aeropuertos, las instalaciones de Telmex, de los bancos y de Petróleos Mexicanos, a partir del instante en que, como dijo López Obrador, “el PAN y las cúpulas del PRI” intenten reformar las leyes secundarias para privatizar los hidrocarburos del país.
Un “¡síii!” a mano alzada
“¿Aceptan?”, les había repreguntado Sheinbaum en el momento estelar de la tarde, para que a nadie le cupiera la menor duda. Y de nuevo miles y miles, lo mismo señoras de la tercera edad que adolescentes tiernas y esposas maduras, profesionistas, empleadas domésticas, pobladoras de los barrios periféricos, clasemedieras y niñas incluso, y junto a ellas maridos, novios, amantes, hermanos, suegros, yernos, cuñados, colegas, solitarios, mirones y hasta los misóginos, todos también, gritaron desafinada y largamente: “¡Síii!”
Sobre la multitud ondeaban banderas del movimiento gay y, como sacadas del túnel del tiempo, algunas del Partido Popular Socialista fundado por Vicente Lombardo Toledano, y entre ellas las del PT y muy pocas del PRD, salvo en la esquina del Zócalo y Pino Suárez, donde había un contingente muy amarillo.
Desde el micrófono, Jesusa Rodríguez no se cansaba de saludar a los que habían venido desde el interior del país. A cada rato lanzaba vivas en honor de Sonora, Sinaloa, Guerrero, Veracruz, Morelos, Puebla, Tamaulipas, y también para saludar la presencia de Radio Bemba y de Radio AMLO, así como a la gente de Tepepan, que no cesaba de alborotar, pero sobre todo a los que habían acudido desde la hermana república de Yucatán y que, subrayó, “hoy se regresan a Mérida pero aquí van a estar dentro de ocho días”.
Desde las históricas semanas del plantón de 2006, el de ayer fue con mucho uno de los mítines más emocionantes. Después de año y medio de reuniones más bien de rutina, de discursos reiterativos sobre la firmeza del movimiento y la raigambre de sus principios, ayer todo cambió porque, como puso de relieve Andrés Manuel, la hora de la verdad se acerca: está a una semana de distancia y la Convención Nacional Democrática y los partidos que la rodean, la Comisión Nacional por la Defensa del Petróleo, todas las estructuras organizativas de esta lucha están listas para tensar cuerdas y entrar en una nueva etapa de la resistencia civil que no dejará de ser pacífica.
López Obrador fue muy cuidadoso en este aspecto al exhortar a la multitud, como si le hablara en persona a cada quien, acerca de que al formar las brigadas que intervendrán en los “cercos” alrededor de las instalaciones estratégicas, nadie permita, dijo así, “acelerados que nos traten de arrastrar a la violencia”, porque eso, explicó, es “lo que quieren los vendepatrias y sus patrones”, en obvia alusión a las empresas extranjeras que aguardan la llamada “reforma energética” para empezar a explotar los recursos del subsuelo que desde 1938 pertenecen exclusivamente a la nación.
Por eso, lo que todo mundo se repetía al despedirse en la plaza, en las calles y más tarde en los cafés –como en el Bertico de Madero, repleto de parroquianos ataviados con los símbolos de la CND–, era: “¡Nos vemos el martes!” “¡Sí, aquí nos vemos el martes!” Y unas y otros se iban llenos de optimismo y confianza porque, por primera vez desde la provocación del 18 de noviembre, cuando los campanazos catedralicios, ayer las cosas salieron de la manera más tersa.
Andrés Manuel López Obrador seguía estrechando manos en su recorrido por la valla atestada de simpatizantes, que lo habían aclamado desde que bajó del podio frente a Catedral, y caminaba hacia una de las bocas del Metro –seguido de su hijo Andrés y de un discreto dispositivo de vigilancia–, mientras la pantalla proyectaba el video de La cumbia del petróleo, también de Liliana Felipe, que una docena de bailarias disfrazadas de obreras de Pemex interpretaba agitando las caderas en el escenario.
En los rostros de las mujeres de todas las edades que cruzaban la plaza rumbo a las salidas había un brillo de satisfacción por el compromiso público, de enorme responsabilidad histórica, que ellas habían aceptado alzando miles y miles de manos, cuando Claudia Sheinbaum les preguntó si estaban dispuestas a encabezar los bloqueos en torno del Congreso de la Unión, los aeropuertos, las instalaciones de Telmex, de los bancos y de Petróleos Mexicanos, a partir del instante en que, como dijo López Obrador, “el PAN y las cúpulas del PRI” intenten reformar las leyes secundarias para privatizar los hidrocarburos del país.
Un “¡síii!” a mano alzada
“¿Aceptan?”, les había repreguntado Sheinbaum en el momento estelar de la tarde, para que a nadie le cupiera la menor duda. Y de nuevo miles y miles, lo mismo señoras de la tercera edad que adolescentes tiernas y esposas maduras, profesionistas, empleadas domésticas, pobladoras de los barrios periféricos, clasemedieras y niñas incluso, y junto a ellas maridos, novios, amantes, hermanos, suegros, yernos, cuñados, colegas, solitarios, mirones y hasta los misóginos, todos también, gritaron desafinada y largamente: “¡Síii!”
Sobre la multitud ondeaban banderas del movimiento gay y, como sacadas del túnel del tiempo, algunas del Partido Popular Socialista fundado por Vicente Lombardo Toledano, y entre ellas las del PT y muy pocas del PRD, salvo en la esquina del Zócalo y Pino Suárez, donde había un contingente muy amarillo.
Desde el micrófono, Jesusa Rodríguez no se cansaba de saludar a los que habían venido desde el interior del país. A cada rato lanzaba vivas en honor de Sonora, Sinaloa, Guerrero, Veracruz, Morelos, Puebla, Tamaulipas, y también para saludar la presencia de Radio Bemba y de Radio AMLO, así como a la gente de Tepepan, que no cesaba de alborotar, pero sobre todo a los que habían acudido desde la hermana república de Yucatán y que, subrayó, “hoy se regresan a Mérida pero aquí van a estar dentro de ocho días”.
Desde las históricas semanas del plantón de 2006, el de ayer fue con mucho uno de los mítines más emocionantes. Después de año y medio de reuniones más bien de rutina, de discursos reiterativos sobre la firmeza del movimiento y la raigambre de sus principios, ayer todo cambió porque, como puso de relieve Andrés Manuel, la hora de la verdad se acerca: está a una semana de distancia y la Convención Nacional Democrática y los partidos que la rodean, la Comisión Nacional por la Defensa del Petróleo, todas las estructuras organizativas de esta lucha están listas para tensar cuerdas y entrar en una nueva etapa de la resistencia civil que no dejará de ser pacífica.
López Obrador fue muy cuidadoso en este aspecto al exhortar a la multitud, como si le hablara en persona a cada quien, acerca de que al formar las brigadas que intervendrán en los “cercos” alrededor de las instalaciones estratégicas, nadie permita, dijo así, “acelerados que nos traten de arrastrar a la violencia”, porque eso, explicó, es “lo que quieren los vendepatrias y sus patrones”, en obvia alusión a las empresas extranjeras que aguardan la llamada “reforma energética” para empezar a explotar los recursos del subsuelo que desde 1938 pertenecen exclusivamente a la nación.
Por eso, lo que todo mundo se repetía al despedirse en la plaza, en las calles y más tarde en los cafés –como en el Bertico de Madero, repleto de parroquianos ataviados con los símbolos de la CND–, era: “¡Nos vemos el martes!” “¡Sí, aquí nos vemos el martes!” Y unas y otros se iban llenos de optimismo y confianza porque, por primera vez desde la provocación del 18 de noviembre, cuando los campanazos catedralicios, ayer las cosas salieron de la manera más tersa.
Kikka Roja
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