No satisfecho con su columna cada tercer día en El Correo Ilustrado, Krauze ahora se apresta a suplir las funciones de la dirección general al organizar
un debate entre Fernando Pliego, autor de El mito del fraude electoral, y un servidor en las páginas de La Jornada. El doctor Pliego y yo ya hemos debatido su texto públicamente, así que no tendría ningún problema en reditar el debate si Carmen Lira lo viera conveniente. En mi opinión el texto de Fernando únicamente confirma las dudas sobre el resultado de las últimas elecciones presidenciales.
Pero el asunto de fondo no es la evidente apertura de La Jornada al intercambio plural de ideas, sino las actitudes cerradas, elitistas e intolerantes de un grupo de intelectuales, quienes se escandalizan cada vez que los ciudadanos levantan la voz ante las injusticias cometidas por “las instituciones” del país. Últimamente Enrique Krauze y José Woldenberg se han convertido en figuras emblemáticas de este tipo de reflejos autoritarios. El diferendo es con ellos, no con el doctor Pliego.
Sugiero que cerremos este intercambio epistolar para pasar a otra etapa de la discusión. Emplazo a Enrique Krauze a debatir públicamente y en tiempo real sobre el estado actual de la democracia en México en alguno de “los medios a su alcance”, como muestra de su disposición a fomentar “la cultura de los debates”. ¿Tendrá Krauze el valor para defender sus ideas de viva voz en sus propios terrenos?
un debate entre Fernando Pliego, autor de El mito del fraude electoral, y un servidor en las páginas de La Jornada. El doctor Pliego y yo ya hemos debatido su texto públicamente, así que no tendría ningún problema en reditar el debate si Carmen Lira lo viera conveniente. En mi opinión el texto de Fernando únicamente confirma las dudas sobre el resultado de las últimas elecciones presidenciales.
Pero el asunto de fondo no es la evidente apertura de La Jornada al intercambio plural de ideas, sino las actitudes cerradas, elitistas e intolerantes de un grupo de intelectuales, quienes se escandalizan cada vez que los ciudadanos levantan la voz ante las injusticias cometidas por “las instituciones” del país. Últimamente Enrique Krauze y José Woldenberg se han convertido en figuras emblemáticas de este tipo de reflejos autoritarios. El diferendo es con ellos, no con el doctor Pliego.
Sugiero que cerremos este intercambio epistolar para pasar a otra etapa de la discusión. Emplazo a Enrique Krauze a debatir públicamente y en tiempo real sobre el estado actual de la democracia en México en alguno de “los medios a su alcance”, como muestra de su disposición a fomentar “la cultura de los debates”. ¿Tendrá Krauze el valor para defender sus ideas de viva voz en sus propios terrenos?
John M. Ackerman
Kikka Roja
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