Los regímenes panistas han propiciado el peor escenario para la democracia en el país: “De una parte dejaron en manos del PRI las decisiones políticas; al PRD las calles y con ellas el apoyo popular, y ellos se quedaron como administradores, con el único apoyo del Ejército; los panistas se convirtieron en verdaderos pepenadores de los despojos priístas”, sostiene Porfirio Muñoz Ledo.Esta actitud del PAN, advierte, es muestra de una clara involución, de la renuncia a una reforma del Estado por la falta de oficio político, del hecho insólito de que el poder económico esté por encima del político por la falta de noción de país y por el desconocimiento de la historia. En resumen, Vicente Fox y Felipe Calderón “infiltraron el Estado, abortaron la transición, continuaron con la coagulación oligárquica y la restauración del salinato, basta ver las fotos de sociales”. A manera de ejemplo, refiere que Fox mandó hacer, a través de su gente de confianza, un estudio para saber cuántos cargos podía asignar el Presidente, “ellos pensaban que unos 200 o 300. Cuando le llegó el informe y se enteró que podía repartir unos 9 mil, hizo tal cara de contento, como si estuviera viendo el tesoro de Moctezuma: a eso se reduce la visión de Estado del PAN”, afirma. Muñoz Ledo reinicia así el pleito personal que mantiene contra la desmemoria nacional, contra la visión de una historia lineal que busca, desde todas las estructuras del poder, eliminar el pasado y que, a contracorriente, el coordinador del Frente Amplio Progresista recupera en La ruptura que viene, libro en el que hace un recuento de los acontecimientos recientes del país, del proceso electoral del 88 hasta el presente. Habla de la “cofradía perniciosa” en la que se convirtió el sindicato magisterial y que lo ha llevado a convertirse en “árbitro electoral”; de la falta de visión del PRD, “que no fue capaz de entender las consecuencias” de la imposición priísta de Luis Carlos Ugalde en el Instituto Federal Electoral, “y que cedió al sistema de cuotas, sin siquiera cobrar su parte. Yo mismo fui benévolo”, concede.En entrevista con La Jornada, previa a la presentación de su libro, advierte que la única posibilidad de que no se pierda la gobernabilidad en el país, es que el Congreso apruebe la serie de acuerdos a los que llegaron los partidos en los trabajos de la Reforma del Estado. “A los legisladores la sociedad les dio toda la confianza y el resultado de su gestión se va a medir por el avance que logren en las próximas semanas en este tema fundamental para el desarrollo democrático de México”.El texto de Muñoz Ledo abre con una referencia a Cuauhémoc Cárdenas, en la que cuestiona su papel luego del proceso electoral de 1988. Lo hace, apunta el ex presidente nacional del PRI y del PRD, sin ánimo de confrontación, como una referencia imprescindible para entender la historia reciente del país. Menciona su relación con Fox, “que en algún momento torció su interés por la reforma del Estado” y admite que si bien se rompió con un sistema, “no acertamos a crear otro nuevo, incluso crece la conciencia de que estamos viviendo la prolongación perversa del régimen anterior”. Destaca la primera entrevista secreta que sostuvo el entonces candidato del PRI con Cuauhtémoc Cárdenas, dos días después de las elecciones presidenciales en 1988. Entrevista a la que Cárdenas “se ha referido a ella en términos que no son veraces ni reflejan el ánimo de contribuir al esclarecimiento de sucesos que, reiteramos, influyeron decisivamente en el curso de la historia contemporánea de nuestro país”.Resulta altamente reprobable, añade, que el entonces candidato del Frente Democrático Nacional (FDN) no sólo haya mantenido en secreto el suceso, sino que se hubiese reunido a espaldas de la militancia “y lo que es peor, mintió en repetidas ocasiones al no aceptar que sostuvo dicho encuentro”. El 88 fue un gran despertar ciudadano, tuvo consecuencias en el proceso democrático pero, al haberse desmontado la movilización social, fueron muy inferiores, refiere Muñoz Ledo, quien en su libro cuestiona las razones de Cárdenas para esa desmovilización social.El autor asegura que de mantenerse la movilización se hubiera forzado al reconocimiento del triunfo del candidato del FDN. El hecho de que Cárdenas “pretende justificarse con el argumento de que la entrevista con Salinas evitó un derramamiento de sangre”, no se sostiene, “jamás existió tal riesgo”, asevera Muñoz Ledo, quien advierte que “para esas decisiones históricas, se requieren respuestas de otro tamaño”. En el 94, añade el coordinador del FAP, “hay un nuevo jalón”, derivado del levantamiento armado de Chiapas y de la crisis interna del sistema, resultado del magnicidio en la persona de Luis Donaldo Colosio. “Esas son palabras mayores: ¿por qué se empeñan en minimizar un acontecimiento como éste?”, enfatiza.“¿Cuál es el tercer jalón y por qué se da? Eso ya no se analiza, es la ruptura de las lealtades políticas, el rompimiento de Ernesto Zedillo con Carlos Salinas, una ruptura más que cacareada en el libro de Salinas, además de la ruptura del sistema económico. Aquí también se intenta minimizar la profundidad de la crisis económica de 1994, parece que todo se olvida”.Entonces, refiere Muñoz Ledo, Zedillo reconoció que su elección no había sido equitativa, “le había dado demasiado al PAN, se había ido demasiado a la derecha, entonces, por sus propias razones, Zedillo quiso equilibrar y se hizo la reforma más importante de todas: la autonomía del Distrito Federal.De su relación con Vicente Fox, recuerda el reproche que le hizo, poco antes de morir, Adolfo Aguilar Zínser, por mantener el diálogo con el entonces Presidente, que consideraba absolutamente inútil: “No te has dado cuenta que Vicente no existe, pertenece a quien lo habita”, me recordaba, añade Muñoz Ledo, “el mote que circuló por los caminos de Guanajuato cuando Fox y yo competíamos por la gubernatura: el alto vacío. Definición radical que el tiempo verificó”. |
Kikka Roja
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