El pueblo se vuelve contra Wall Street Por:Nina Easton Publicado: 06:00, 30 de septiembre de 2008 En este frenético mes, el secretario del Tesoro Henry Paulson y el presidente de la Reserva Federal Ben Bernanke han transformado Wall Street. Y de paso quizá también han cambiado la política estadounidense. Este mes de históricas intervenciones gubernamentales refleja la versión política del cambio climático: desencadenando una nueva era de ira contra la clase acaudalada que podría perjudicar a compañías, líderes empresariales y adinerados inversionistas. “Puede ocurrir una calamidad si las reacciones que estamos viendo continúan, podría darse una cólera crispada contra los negocios y las corporaciones” predice el analista demócrata Doug Schoen. Y es que, frente a lo que ha sucedido, Enron es casi un juego de niños. En cambio, la implosión de Wall Street, seguida por la serie de rescates multimillonarios dirigida por Paulson, ha detonado sentimientos populistas que ya estaban gestándose en la política de EU, y que prometen redefinir todas las batallas legislativas, desde el sistema fiscal y comercial hasta la regulación federal. Washington no puede desdeñar el enojo de la clase media estadounidense. Y los enormes compromisos financieros que el gobierno ha adquirido atarán las manos del próximo presidente del país en todo lo tocante a la clase media. Contribuyentes dicen “no” Es esa clase media la que no creyó la historia de que su sustento se vería beneficiado por el plan de rescate económico. Por el contrario, la población trabajadora juzgó el plan como un “rescate entre amigos”, explica Newt Gingrich, expresidente de la Cámara de Representantes que hoy encabeza un estudio para conocer la opinión de los ciudadanos sobre el tema. El sondeo (realizado por el demócrata Doug Schoen y el republicano Kellyanne Conway) reveló que la mayoría de la gente no quiere que el Congreso use el dinero de los contribuyentes para rescatar a las instituciones financieras, incluso si su colapso significa un duro golpe para el mercado bursátil. La población se ha hecho escuchar, llamando a sus representantes distritales para oponerse al plan. Paulson y Bernanke pecaron de confianza al creer que todos entenderían la urgencia del rescate y la aprobación del Congreso. “Si esto no se aprueba ya, que el cielo nos ayude” declaró Paulson. Creyeron que infundir el temor de una debacle financiera sería suficiente, pero no contaban con el hecho de que los legisladores se verían presionados por los ciudadanos, molestos de tener que rescatar a los grandes de Wall Street. El equipo de Bush también fue criticado por usar el argumento del miedo, pero para que el plan fuera aprobado, el presidente tuvo que advertir a los que aún dudaban: “Estamos en medio de una crisis financiera grave. Nuestra economía está en peligro.” Incluso sin la crisis crediticia, el próximo presidente de EU recibiría una economía en mal estado. “Tenemos muchos problemas graves con el dólar y el déficit comercial, problemas que estaban ocultos debido al aparente incremento de la riqueza” explica David Colander, economista del Middlebury College. Al llegar a la Casa Blanca, ni Obama ni McCain podrán pedir la ayuda de la Reserva Federal (Fed). Con un dólar depreciado, una inflación que alcanza el 5.4% y un gobierno que debe vender miles de millones de dólares en nuevos bonos para financiar el rescate, la Fed podría verse imposibilitada para bajar las tasas de interés y estimular la economía. Los ricos se hacen más ricos Así, aunque la crisis financiera pase, su legado político permanecerá. El resentimiento hacia los especuladores está llegando a extremos nunca vistos. Obviemos por un momento el hecho de que muchos estadounidenses –viviendo por encima de sus medios- contribuyeron a la crisis económica. Los votantes no escucharon en qué les favorecería que Paulson usara su dinero para sacar del aprieto a Bear Stearns, Fannie Mae, Freddie Mac y AIG, mucho antes de que se anunciara el plan de rescate, una intervención que podría costarle a cada habitante del país la cantidad de 2,300 dólares. Aún antes del rescate, la clase media estadounidense ya mostraba hostilidad hacia la clase privilegiada. Pues hay una creciente sensación de que la desaceleración no ha afectado a ese sector, mientras la economía de la familia promedio se hundía. Al inicio de la carrera presidencial, el Pew Research Center informó que tres cuartas partes de los estadounidenses coincidían en que “los ricos se hacen más ricos mientras los pobres se hacen más pobres”. Un 43% de los encuestados también concordaba en que EU estaba dividido en dos clases: ricos y pobres. En contraposición, el sector de los super-ricos va en aumento: El 1% de los asalariados mejor pagados hoy percibe la mayor cantidad de ingresos desde 1929, y sólo en el país hay más de mil multimillonarios. Frente a ello, el 80% de los asalariados han visto caer sus ingresos. Asimismo, la compensación de un CEO aumentó un 20.5% en 2007 (con un pago promedio de 18.8 millones de dólares), mientras que los ingresos de las empresas sólo reportaron un incremento del 3%, según el Economic Research Institute. Matices populistas Obama ha usado la diferencia de clases desde el comienzo de su campaña, algo que encaja bien con sus últimas declaraciones contra los “codiciosos CEOs e inversionistas” (un argumento compartido por la opinión pública, que mayoritariamente culpa a los CEOs por la crisis financiera). Pero el populismo no se limita a los demócratas. La aversión contra los ricos también ha contagiado a McCain (quien hace nueve años defendió la desregulación financiera) y ahora el candidato republicano promete reglas más estrictas para Wall Street y declaró que ningún ejecutivo de las entidades rescatadas debía ganar más que el propio presidente de EU (400,000 dólares). Gingrich sostiene que el aumento del populismo en EU no es una rebelión contra las empresas, sino contra todas las élites, incluyendo al gobierno y a los medios de comunicación dominantes. “Tenemos un establishment que sólo dialoga consigo mismo, una élite que no tiene contacto con la gente” afirma. Por lo pronto, los rescates económicos han carcomido el argumento republicano de que el mercado funciona mejor cuando se maneja solo. Aunque ambos partidos coinciden en la necesidad de una mayor regulación y claridad en los mercados, muchos temen una respuesta draconiana del Congreso que termine ahogando el flujo de capital. “No todos son malos. Es necesaria la regulación: mayores requisitos de capitalización, mercados más transparentes. Pero por Dios, no queremos estrangular al sector” declara el profesor de Harvard Ken Rogoff. Cierto, no todos en el mercado financiero son “malos”, pero políticamente hablando, la clase empresarial estadounidense -mucha de la cual no tuvo nada que ver con el caos de Wall Street- ha sido destronada. Y tardará en recuperar la corona. |
Kikka Roja
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