- ¿Urgencia de pagar la deuda social?
- Sólo en un bienio Calderón creó 6 millones de nuevos pobres
De tanto hablar sobre el tema (“el 2 por ciento –y demás impuestos y aumentos– para pagar la deuda social”) algunos suponen que el mensaje de Los Pinos va en serio, pero en realidad la única deuda que preocupa a su inquilino es la interna y externa del sector público, cada día más abultada, donde vertiginosamente el engrudo se le hace bolas ante el temor, no sin fundamento, de que las calificadoras internacionales reduzcan la puntuación correspondiente.
Como, ante lo obvio, ya no puede hacerlo sobre el navío de gran calado y la solidez de las finanzas públicas, al gobierno calderonista le ha dado por hablar, machaconamente, de la deuda social y la urgencia de reducirla, como si se tratara de algo novedoso, surgido de la nada y sin responsabilidad alguna. Y el discurso en torno a este tipo de deuda se liga al del otro débito (el público), que con Calderón en Los Pinos ha crecido de forma por demás peligrosa, por mucho que en campaña se comprometiera a proceder exactamente en sentido contrario y acusara a otro candidato de ser un peligro para México.
Pues bien, cuando Calderón habla de la urgencia de pagar la deuda social, evade el quid del asunto: que en su primer bienio sentado en Los Pinos el número de pobres en el país se incrementó en 6 millones, y que en el segundo (2009-2010) los resultados en este renglón serán escalofriantes. Ya el Banco Mundial tuvo la cortesía de adelantar que la recesión de este año sumió en la pobreza a entre 9 y 10 millones de latinoamericanos, buena parte de ellos en México (La Jornada, Roberto González Amador). Semanas atrás, la misma fuente echó números y sólo para el primer semestre de 2009 estimó en no menos de 4.5 millones la proporción de nuevos pobres mexicanos, que sumados a los del referido primer bienio superan los 10 millones de paisanos en tan precaria condición. Todo ello para redondear 55 millones de depauperados en el país, ahora utilizados como carne de cañón y herramienta de chantaje en su intentona por sacar adelante el paquetazo 2010, o lo que es lo mismo, más impuestos para los pobres para que salgan de la pobreza.
Con el disfraz del combate a la pobreza (en los hechos, el incremento de la misma) es que Calderón y sus muchachos pretenden convencer a propios y extraños de la necesidad de que se apruebe el paquetazo, pero en realidad la preocupación real está por otra parte. Las principales agencias calificadoras internacionales comienzan a manifestar sus dudas sobre la solidez presumida en Los Pinos y a cuestionar la capacidad de pago de los compromisos nacionales e internacionales (léase deuda pública), lo que podría llevarlas a reducir el número de estrellitas que le han puesto al gobierno mexicano desde que Salinas de Gortari resolvió definitivamente el problema de la deuda (dicho sea de paso, por aquellos tiempos también despetrolizó las finanzas públicas. También Fox lo dijo, y ya ven).
En días pasados, el simpático dirigente nacional panista, César Nava, aseguró que si Calderón y sus blanquiazules no tienen plan B se debe a una sencilla razón: no vamos a endeudar al país. En este espacio se preguntó: ¿de qué país habla el susodicho?, pues tal declaración no va para el caso mexicano: en lo que va del calderonato la deuda del sector público federal se ha incrementado ferozmente: 77 por ciento en lo que toca al débito externo y 72 por ciento en el ámbito interno; al cierre del primer semestre de 2009 el saldo del primero fue de 84 mil 405.7 millones de dólares (comparable al registrado en 1995, el año de la gran crisis), y el del segundo de 2 billones 536 mil 98.1 millones de pesos (el mayor de la historia), según la estadística del tercer informe del propio inquilino de Los Pinos.
Qué bueno que no quieran endeudar al país, como dice el jilguero Nava, aunque en los hechos han procedido en sentido contrario a la declaración. Por un lado, el número de pobres se ha incrementado de forma terrorífica, en medio de un discurso de combate a la pobreza; por el otro, el endeudamiento público avanza a paso sostenido, pero desde el micrófono oficial se animan a decir que no queremos endeudar al país. Lo mejor del caso es que los mexicanos todos pagamos por los desastrosos resultados y por las machaconas declaraciones.
Líneas arriba se anota el porcentaje de crecimiento de la deuda pública (datos oficiales), pero la estadística de la Cámara de Diputados contribuye con lo siguiente: con Calderón en Los Pinos, el saldo de la deuda bruta del sector público presupuestario por habitante pasó (pesos constantes) de 17 mil 440.3 el primer día de diciembre de 2006 a 21 mil 597.3 el último del mismo mes de 2008, un avance de 24 por ciento en el periodo. Falta el endeudamiento 2009, con lo que dicho porcentaje crecerá aún más.
Las cifras anteriores llevan a un primer resultado: al cierre de 2008, la deuda por habitante resultó prácticamente la misma que en 1991, cuando Salinas de Gortari había decretado la solución definitiva del problema de la deuda, con el agravante de que ahora son muchos millones de mexicanos más –incluidos los recién nacidos– los que obligadamente deben pagar por algo no sólo voluminoso, sino que no se ve por ninguna parte en términos de crecimiento y desarrollo. Para dar una idea de qué se trata, en 1980 (casi tres décadas atrás), el saldo de la deuda bruta del sector público presupuestario representaba 28 por ciento del producto interno bruto; en 2009 esa proporción se eleva a 32 por ciento, aproximadamente. Así es: miles y miles de millones de pesos y dólares después, amén de muchas soluciones definitivas al problema de la deuda, el débito público se mantiene como el cliente preferido del erario.
En 2007-2010 del erario habrá salido alrededor de un billón de pesos para cubrir el costo financiero de la deuda pública. Pero el discurso habla de pagar la deuda social y combatir la pobreza. Entonces, ¿cuál es el verdadero sentido, la urgencia real del paquetazo? No hay que averiguar mucho para llegar a la respuesta correcta.
Las rebanadas del pastel
Para no perder la costumbre, el Banco Mundial –el mismo que habla del brutal incremento en el número de pobres– impulsa la política de una mayor carga tributaria para los de siempre, porque los gobiernos disponen de menos recursos. Por ello, recomienda, este momento exige más de los ciudadanos que pagan impuestos, que se utilizarán para pagar la deuda, pero no la social, desde luego.
Como, ante lo obvio, ya no puede hacerlo sobre el navío de gran calado y la solidez de las finanzas públicas, al gobierno calderonista le ha dado por hablar, machaconamente, de la deuda social y la urgencia de reducirla, como si se tratara de algo novedoso, surgido de la nada y sin responsabilidad alguna. Y el discurso en torno a este tipo de deuda se liga al del otro débito (el público), que con Calderón en Los Pinos ha crecido de forma por demás peligrosa, por mucho que en campaña se comprometiera a proceder exactamente en sentido contrario y acusara a otro candidato de ser un peligro para México.
Pues bien, cuando Calderón habla de la urgencia de pagar la deuda social, evade el quid del asunto: que en su primer bienio sentado en Los Pinos el número de pobres en el país se incrementó en 6 millones, y que en el segundo (2009-2010) los resultados en este renglón serán escalofriantes. Ya el Banco Mundial tuvo la cortesía de adelantar que la recesión de este año sumió en la pobreza a entre 9 y 10 millones de latinoamericanos, buena parte de ellos en México (La Jornada, Roberto González Amador). Semanas atrás, la misma fuente echó números y sólo para el primer semestre de 2009 estimó en no menos de 4.5 millones la proporción de nuevos pobres mexicanos, que sumados a los del referido primer bienio superan los 10 millones de paisanos en tan precaria condición. Todo ello para redondear 55 millones de depauperados en el país, ahora utilizados como carne de cañón y herramienta de chantaje en su intentona por sacar adelante el paquetazo 2010, o lo que es lo mismo, más impuestos para los pobres para que salgan de la pobreza.
Con el disfraz del combate a la pobreza (en los hechos, el incremento de la misma) es que Calderón y sus muchachos pretenden convencer a propios y extraños de la necesidad de que se apruebe el paquetazo, pero en realidad la preocupación real está por otra parte. Las principales agencias calificadoras internacionales comienzan a manifestar sus dudas sobre la solidez presumida en Los Pinos y a cuestionar la capacidad de pago de los compromisos nacionales e internacionales (léase deuda pública), lo que podría llevarlas a reducir el número de estrellitas que le han puesto al gobierno mexicano desde que Salinas de Gortari resolvió definitivamente el problema de la deuda (dicho sea de paso, por aquellos tiempos también despetrolizó las finanzas públicas. También Fox lo dijo, y ya ven).
En días pasados, el simpático dirigente nacional panista, César Nava, aseguró que si Calderón y sus blanquiazules no tienen plan B se debe a una sencilla razón: no vamos a endeudar al país. En este espacio se preguntó: ¿de qué país habla el susodicho?, pues tal declaración no va para el caso mexicano: en lo que va del calderonato la deuda del sector público federal se ha incrementado ferozmente: 77 por ciento en lo que toca al débito externo y 72 por ciento en el ámbito interno; al cierre del primer semestre de 2009 el saldo del primero fue de 84 mil 405.7 millones de dólares (comparable al registrado en 1995, el año de la gran crisis), y el del segundo de 2 billones 536 mil 98.1 millones de pesos (el mayor de la historia), según la estadística del tercer informe del propio inquilino de Los Pinos.
Qué bueno que no quieran endeudar al país, como dice el jilguero Nava, aunque en los hechos han procedido en sentido contrario a la declaración. Por un lado, el número de pobres se ha incrementado de forma terrorífica, en medio de un discurso de combate a la pobreza; por el otro, el endeudamiento público avanza a paso sostenido, pero desde el micrófono oficial se animan a decir que no queremos endeudar al país. Lo mejor del caso es que los mexicanos todos pagamos por los desastrosos resultados y por las machaconas declaraciones.
Líneas arriba se anota el porcentaje de crecimiento de la deuda pública (datos oficiales), pero la estadística de la Cámara de Diputados contribuye con lo siguiente: con Calderón en Los Pinos, el saldo de la deuda bruta del sector público presupuestario por habitante pasó (pesos constantes) de 17 mil 440.3 el primer día de diciembre de 2006 a 21 mil 597.3 el último del mismo mes de 2008, un avance de 24 por ciento en el periodo. Falta el endeudamiento 2009, con lo que dicho porcentaje crecerá aún más.
Las cifras anteriores llevan a un primer resultado: al cierre de 2008, la deuda por habitante resultó prácticamente la misma que en 1991, cuando Salinas de Gortari había decretado la solución definitiva del problema de la deuda, con el agravante de que ahora son muchos millones de mexicanos más –incluidos los recién nacidos– los que obligadamente deben pagar por algo no sólo voluminoso, sino que no se ve por ninguna parte en términos de crecimiento y desarrollo. Para dar una idea de qué se trata, en 1980 (casi tres décadas atrás), el saldo de la deuda bruta del sector público presupuestario representaba 28 por ciento del producto interno bruto; en 2009 esa proporción se eleva a 32 por ciento, aproximadamente. Así es: miles y miles de millones de pesos y dólares después, amén de muchas soluciones definitivas al problema de la deuda, el débito público se mantiene como el cliente preferido del erario.
En 2007-2010 del erario habrá salido alrededor de un billón de pesos para cubrir el costo financiero de la deuda pública. Pero el discurso habla de pagar la deuda social y combatir la pobreza. Entonces, ¿cuál es el verdadero sentido, la urgencia real del paquetazo? No hay que averiguar mucho para llegar a la respuesta correcta.
Las rebanadas del pastel
Para no perder la costumbre, el Banco Mundial –el mismo que habla del brutal incremento en el número de pobres– impulsa la política de una mayor carga tributaria para los de siempre, porque los gobiernos disponen de menos recursos. Por ello, recomienda, este momento exige más de los ciudadanos que pagan impuestos, que se utilizarán para pagar la deuda, pero no la social, desde luego.
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