Fincher, director de Pecados capitales, El club de la pelea, El curioso caso de Benjamin Button y Red Social, justifica nuevamente ser uno de los más reputados cineastas hollywoodenses, esta vez con la remake hablada en inglés del filme sueco basado en el primer volumen de la exitosa saga póstuma del sueco Stieg Larsson.
A diferencia de otras versiones de películas extranjeras, la que tuvo a su cargo el talentoso Steven Zaillian, autor tanto de guiones originales como el de La lista de Schindler, como adaptados, en el caso de El juego de la fortuna, entre otros, se desarrolla en el mismo lugar que la primera, es decir en Estocolmo y Uppsala.
Mikael Blomkvist es un periodista de investigación que viene de sufrir un importante traspié judicial, mientras que Lisbeth Salander es una chica misteriosa, impulsada por el odio a los abusadores y a los reaccionarios, que esconde un secreto por el cual depende de un tutor adulto que se aprovecha de ella, hasta que un día esa relación pega un giro.
Lisbeth luce pequeña, desgarbada, tiene piercings y tatuajes en todo su cuerpo, se mueve rudamente, viste de negro y se mueve en motocicleta, además de ser una experta en redes, a las que accede incluso cuando no tiene permiso para hacerlo, tan hábil como el mejor agente secreto a la vieja usanza, sin renunciar por completo a la sensibilidad.
Cuando un rico y veterano industrial nórdico ofrece al periodista investigar la extraña desaparición de su sobrina hace cuatro décadas, este recurre a la chica a la que dobla en edad, quien acaba de espiarlo por encargo de los mismos empresarios, con la que comenzará a armar un intrincado rompecabezas destinado a resolver el caso criminal.
Los hombres que no amaban a las mujeres, el filme del sueco Niels Arden Oplev, primera versión del relato de Larsson estrenado en 2009, con Michael Nyqvist y Noomi Rapace y sus secuelas (de Donald Alfredson) potenciaron el éxito que en su tiempo había disfrutado en las librerías, e impulsó a Sony Pictures a volver sobre el tema.
Tras resolver que el inglés Daniel Craig sería el nuevo Blomkvist, y numerosos rumores acerca de quién podría encarnar a la nueva Lisbeth, cuando ya se estaba debatiendo en recurrir por segunda vez a la actriz sueca Noomi Rapace, Fincher convocó a Rooney Mara, a quien conoció al armar el reparto de su anterior Red Social, hace tres años.
A los 27 años, Mara tiene la primera gran oportunidad de su por ahora corta filmografía de destacarse en un papel que requiere una compleja composición, y una apuesta por lo físico fuera de lo común, que seguramente hubiese puesto a prueba a cualquiera de las experimentadas otras postulantes que también participaron del casting, pero sin éxito.
La diferencia entre los personajes debía ser marcada principalmente desde el punto de vista físico pero también desde lo tecnológico, lo ideológico y, lógicamente, desde lo generacional, características que ya estaban muy bien definidas en el libro y en la primera versión de Arden Oplev, filme ganador de un premio de la BAFTA.
Fincher y Zaillian no tuvieron presiones para modificar ni una línea aquella producción rigurosa que no obstante su origen atípico, había logrado una recaudación mundial superior a los 100 millones de dólares, y con esa misma cifra como presupuesto, convocaron a un elenco fuerte y repartieron el rodaje de exteriores en Suecia.
Como en el relato y su primera adaptación pervive la mirada feminista, en la que los hombres peores o mejores, son los que deciden a su antojo el destino de las mujeres, por más que estas sean las que, finalmente, tienen a ojos del espectador la capacidad de conducir el relato, que es indudable tiene en Lisbeth a un personaje muy rico.
Fincher impacta desde los títulos, en donde se moldea a fuego la idea que guiará la historia, una fragua en la que también tiene impactante fuerza el tema Inmigrant Spng, de Led Zeppelin en cover de Trent Reznor y Atticus Ross, que ya trabajaron con Fincher en el filme sobre el creador de Facebook, y por el que ganaron el Oscar.
El guión de Zaillian saca nuevamente partido de la simultaneidad de historias que van in crescendo hasta estallar en el momento en que se cruzan, una y otra vez hasta un desenlace violento en su resolución, pero abierto a la historia de esta mujer y este hombre con universos muy particulares, ella tras el amor, el detrás del éxito profesional.
El resultado es impecable por donde se lo mire, desde lo argumental y lo narrativo, hasta lo actoral, en cuanto al cuidadoso casting y a la construcción de personajes que requieren atención tanto de sus intérpretes como del director en cuanto a desempeño dentro de la historia, para que cada uno tenga su momento sin eclipsar al otro.
La edición sorprende por mantener en vilo al espectador desde el primer momento hasta definir el rumbo de los acontecimientos hasta pasada la primera hora de proyección cuando estalla el primer momento de violencia explícita, que da paso a una intrincada red de idas y venidas de unos y otros que va desenmascarando la trama oculta.
Hay momentos que cinematográficamente funciona muy bien, como la reacción de Lisbeth al intento de sometimiento de su tutor, la del descubrimiento de Mikael de que está en peligro y la costura que ella asume tras un ataque furtivo sobre el cuerpo del periodista, antes de un encuentro físico más allá de lo puramente profesional.
En este sentido son sobresalientes los trabajos de Mara y Craig, ella con piercings auténticos, él muy lejos de su también paradigmática composición de James Bond (para muchos la mejor del personaje creado por Ian Fleming), demostrando uno y otro ser actores a los que les gusta jugarse por los personajes hasta las últimas consecuencias.
La chica del dragón tatuado es un excelente comienzo para la revisión de la saga de Larsson, la confirmación del talento de Craig, la revelación de Mara, que además demuestra su capacidad para mutar (un veloz y epílogo, última vuelta de tuerca de la historia), y el rigor de Fincher que tiene en claro lo que el público busca y aplaude
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