El gobierno de México va perdiendo todas sus batallas. No sólo la muy conocida y reconocida contra los grupos delincuenciales –sin que se puedan abatir las “exportaciones” de droga hacia los Estados Unidos, una de las razones fundamentales para mantener el esquema de seguridad propuesto por Genaro García Luna, en fase de ganar para el futuro, él sí, fuero constitucional si obtiene un escaño en el Senado-, sino también respecto a los nuevos gigantes financieros de Latinoamérica, sobre todo Brasil y luego Argentina y Chile. Tampoco se han hundido, como se auguraba, las naciones gobernadas por elementos radicales, como el venezolano Hugo Chávez o el nicaragüense Daniel Ortega además del ecuatoriano Rafael Correa, que han desarrollado un papel bastante más digno ante las políticas injerentistas del norte, aunque para algunos analistas sólo sean bravucones a quienes no debe darse importancia.
La problemática mexicana es, por tanto, la de mayor riesgo para la estabilidad del continente por cuanto puede ocurrir desde ahora hasta más allá de julio, cuando los comicios federales determinen si continuamos por la senda del continuismo o volvemos al punto de partida para intentar otras salidas a la incipiente democracia. Y no es descartable, aunque nos parece menos probable que hace seis años, la perspectiva de un cambio extremo, hacia la izquierda, con un abanderado que estrena discurso, sonrisa y buenos modales... para quienes quieran creer en la mutación de los hombres.
Por lo general, las grandes crisis económicas se han dado en nuestro país después del finiquito electoral y con un nuevo Congreso en funciones. Lo mismo el colapso de 1976, gravísimo fruto del populismo, que el de 1982, cuando no se dio tiempo a las medidas para frenar el saqueo de divisas –esto es la estatización de la banca y el control de cambios-, porque el presidente electo, Miguel de la Madrid, negoció con los banqueros –ya de por sí extremadamente protegidos- las indemnizaciones mayores de la historia. Así, los ricos ganaron dos veces: al proteger sus haberes en el exterior, especulando con el dólar barato, y al ser generosamente compensados por el Estado en la hora de una nueva privatización, casi automática, al inicio del nuevo régimen. Para ello, claro, se satanizó a López Portillo presentándolo como un frenético acosador de la oligarquía. Y los ladridos sonaron fuerte.
Ahora, la posibilidad de que los sacudimientos financieros lleguen antes de resolverse el concurso electoral, con el partido en posición de la Presidencia aparentemente rezagado por la ausencia de liderazgos firmes y bien recibidos entre la ciudadanía, modifica severamente el horizonte y plantea una serie de interrogantes acerca del destino inmediato del país.
Por principio de cuentas, la causa que venza sobre las urnas recibirá la Presidencia sin blindajes, una deuda apabullante –de más de 312 mil millones de dólares, tres veces más a la que anunció López Portillo en septiembre de 1982 tras el impune saqueo de dólares por parte de los empresarios y banqueros mexicanos con información privilegiada; un asunto que, por cierto, jamás fue indagado para señalar las responsabilidades judiciales respectivas-, y una tendencia a la asfixia económica con los cerrojos impuestos por los Estados Unidos en su afán de ahorrar, en diez años, cuatrocientos diez mil millones de dólares, y por el imperativo de rescatar el euro apretando los cinturones de las naciones de la Unión Europea, entre ellas España que deberá diversificarse para comprar muy barato en Latinoamérica y surtirse de ella, tal y como sucedió al paso de Cortés y Pizarro.
Ya en 2008, los ejecutivos del BBVA-Bancomer, una fusión que se dio por una escandalosa oferta mexicana como si el banco comprado estuviese en ruinas, aceptaron que más de la mitad de sus réditos, con los que pudieron salvar la cabeza de la institución, habían provenido de Bancomer y de México, al tiempo que nuestro país se convertía en la última nación de Latinoamérica en “salir” –aunque no del todo- del tremendo episodio de la recesión mundial.
Y ya viene otra, la peor en trescientos años de acuerdo al anuncio de Agustín Carstens, gobernador del Banco de México, sin que los altos financieros al servicio del régimen calderonista –por ejemplo el nuevo secretario de Hacienda, José Antonio Meade Kuribeña, quien se ganó la rifa del tigre-, se hayan preocupado en anunciar medidas de emergencia para paliar los tremendos riesgos de un fuerte quebranto económico mientras se desarrollan las jornadas de la campaña presidencial –y las otras, para renovar el Congreso y varias gubernaturas-, y no cesa el acecho de los violentos y con ello el consiguiente desafío del gobierno de Washington, cada vez más decidido a “cooperar” bilateralmente con México simulando una invasión. Son más sofisticados que cuando pusieron sus botas sobre los territorios de Medio Oriente para dispones de su petróleo, prioridad sobre cualquiera otra razón supuestamente humanitaria.
El primero de julio será una jornada tormentosa, sin duda. Los candidatos –incluso quienes sueñan con ser la o el abanderado del PAN-, han tocado techo y parecen incapaces de mostrar otro perfil que el que ya se conoce sobre cada uno de ellos. Y será muy difícil que el presunto electorado cambie de opinión porque los adversarios de cada uno se encargaran de agitar la memoria, lanzar provocaciones y tratar de descalificar, personal y socialmente, a los postulantes. Ya le sucedió, hace seis años, a López Obrador y la cuerda se mantiene; y ahora, el blanco es Enrique Peña Nieto quien, de plano, ha optado por esperar para ver si amaina una tempestad que los meteorólogos de la política estiman será cada vez mayor hasta el fin de año. No tenemos salidas a la vista ni buenas intenciones en la clase directiva del país.
Debate
Cuando Felipe Calderón pasó revista a las tropas, por primera vez en su condición de Comandante Supremo, fue evidente que el sastre le jugó una mala pasada: la casaca militar le quedaba tan grande que el mandatario parecía una caricatura andante de sí mismo. Dijimos entonces que nada era casual en política y que tal podría representar el signo de los nuevos tiempos: un ejecutivo cooptado por los mandos militares y, de hecho, encerrado en su búnker de Los Pinos. Luego supimos que, en efecto, se había construido el tal búnker, además de otros en la Policía Federal y la Secretaría de Seguridad Pública, como reflejo del imparable temor a ser motivo de un ataque frontal.
Pese a ello, y curiosamente, las mafias no han señalado hacia Los Pinos como objetivo, salvo si consideramos los “accidentes mortales” de Juan Camilo Mouriño y Francisco Blake Mora, ambos en funciones de secretario de Gobernación, ni molestaron gran cosa a “La Cocoíta”, la hermana mayor mientras recorrió gran parte del minado territorio michoacano.
Cuando Calderón denunció que el crimen organizado había infiltrado el proceso, no explicó cómo su querida hermana no había sufrido el menor incidente durante sus recorridos –los elementos del Estado Mayor Presidencial le permitieron ser la que más municipios visitara, incluso en las regiones de mayor peligrosidad por ser territorios del narco-, y sólo saltó cuando no fue suficiente el apoyo para hacerla ganar en una entidad profndamente identificada con la izquierda, salvo en algunas colonias de Morelia.
Calderón, según parece, no saldrá con el menor rasguño personal, salvo en lo político claro. Y su temor mayor, naturalmente, es cuál será su destino a partir de diciembre de 2012. ¿Una lejana embajada?¿Cómo la de Australia a donde fue anunciado, en calidad de plenipotenciario, Echeverría, quitándoselo de encima López Portillo?
La Anécdota
Baltasar Garzón, quien recientemente visitó México cosechando lauros floridos en otra de las penosas actitudes lacayunas de nuestro gobierno, se caracterizó por entrometerse en las soberanías ajenas so pretexto de perseguir a quienes habían afrentado a los españoles fuera de sus fronteras. Lo extraño es que, en contraposición, ningún juez mexicano asuma un papel semejante, sobre todo para perseguir a los xenófobos del norte que emprende cacerías humanas bajo la mayor impunidad.
El tal juez Garzón ahora se enfrenta al Tribunal Supremo de España que le acusa, luego de haberlo inhabilitado como Magistrado desde mayo de 2010, por haber ordenado a la policía grabar las conversaciones privadas de un grupo de presuntos “lavadores” de dinero, la trama Gürtel. Si tal proceder fuese efectivo en México, hace tiempo habrían ingresado a la cárcel algunos de los más renombrados directores de CISEN –uno de ellos está en vías de ser embajador-, el secretario de Seguridad Pública y cuantos han integrado la red de espionaje al servicio de la Presidencia, con el titular mismo de ésta en primer lugar.
¿Será ésta la gran diferencia entre el primer mundo y las democracias simuladas?
E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com.mx
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