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miércoles, 2 de mayo de 2012

Doble agenda política Agenda Ciudadana Por Lorenzo Meyer | Abril 19, 2012

Mexicanos al Norte del Bravo

La doble agenda a la que se refiere el título de esta columna es la que desarrollan algunos de los mexicanos y mexicano-americanos en Estados Unidos. Y es que por un lado se mantienen interesados y activos en los procesos políticos que tienen lugar en el país en que hoy viven -Estados Unidos- pero por otro en los que ocurren en el país de origen de ellos o sus padres. Para cualquiera de los millones de mexicanos que residen en Estados Unidos y los aún más numerosos norteamericanos de origen mexicano, la agenda política de su entorno inmediato -la norteamericana- está ya colmada de temas difíciles. Pero si a esa se le agrega la relacionada con lo que sucede en México, entonces resulta que la carga total es particularmente pesada. Obviamente el mantenerse activos simultáneamente en el frente norteamericano y mexicano no es algo que atraiga a la mayoría de los miembros de la comunidad mexicana en Estados Unidos. Esa mayoría simplemente no quiere o puede invertir tiempo o recursos en hacer patente su compromiso con las causas y candidatos que hoy se disputan el derecho de encabezar la siguiente etapa política de México, pero hay algunos que sí lo hacen.



Apenas 59 mil de los mexicanos que residen en el exterior completaron los engorrosos trámites para poder emitir su voto en la elección del 1° de julio próximo. Sin embargo, son muchos más los que se interesan por el proceso político mexicano y que desean participar en eventos públicos relacionados con nuestras campañas y que quieren oír y también hacerse oír en relación al tema por la vía de la radio con programas en español que se producen en Estados Unidos, reuniones ad hoc o que, incluso, están dispuestos a aportar tiempo y recursos para auspiciar corrientes de opinión favorables a determinado candidato. Como quiera que sea, hay que reconocer el espíritu cívico de esos activistas que allá toman partido por lo que pasa acá.

Datos

Conviene partir de una premisa que debiendo ser evidente e insoslayable en la realidad no lo es tanto: que los temas que afectan a los mexicanos y a los norteamericanos de origen mexicano a ambos lados del río Bravo, son asuntos que ambas comunidades estarían moralmente obligadas a asumir como propios aunque, en la práctica, no siempre es el caso.

Antes de entrar en materia, conviene considerar algunos datos para tener una mejor idea de la importancia demográfica de la comunidad de origen mexicano en Estados Unidos. En el último censo, 50.5 millones de los 308.7 millones de habitantes en Estados Unidos se definieron a sí mismos como hispanos. De ese total, 31.8 millones (63%) fueron de origen mexicano y su tasa de crecimiento entre 2000 y 2010 resultó ser del ¡54%! Poco más del 86% de quienes se dijeron de origen mexicano residía en los estados del oeste y del sur de la Unión Americana, siendo California donde estaba el grueso de ellos aunque los había en todos los estados. De acuerdo con el Pew Hispanic Center, en 2008 residían en Estados Unidos 12.7 millones de personas nacidas en México y de las cuales el 55% -casi 7 millones- eran indocumentadas. Y esos millones -el 2.6% de quienes habitan en Estados Unidos-, están en una posición legal y económica muy vulnerable.

Las cifras anteriores significan que el 10% de los mexicanos -bien podría decirse que el 10% de México- se encuentra en Estados Unidos; los conciudadanos que residen en el resto del mundo son un conjunto muy pequeño. En virtud de lo anterior, resulta que en ningún otro país existe una comunidad extranjera tan grande como la mexicana en Estados Unidos. Y es por ese y otros factores que ya sea, en sentido demográfico, económico o político, para México el mundo externo casi se reduce al país del norte. Si a lo anterior se le agrega la obvia asimetría de poder entre los dos estados -en pocas, sí es que en alguna, relaciones de vecindad entre países la asimetría es tan marcada como en la de México-Estados Unidos. En fin, que la interacción entre las dos naciones que comparten como frontera al río Bravo, es muy peculiar y complicada. Para ambas, esa interacción cotidiana es extraordinariamente difícil de administrar -aunque obviamente lo es más para quien menos poder y recursos tiene: México- y donde lo que es o debería ser el interés nacional mexicano, resulta complicado de definir.

Agendas

Para todos los mexicanos o las personas de origen mexicano que residen en Estados Unidos, los temas políticos que les atañen directamente son los

norteamericanos: la debilidad de la economía, el desempleo, la calidad y las condiciones de trabajo, los recortes en los servicios públicos y las múltiples manifestaciones y efectos de la discriminación. Sin embargo, para los indocumentados, -esos que mandan una buena parte de los 22, 731 millones de dólares que México recibe como remesas del exterior y que equivalen al 2.5% del PIB nacional y que en algunos estados de la República llega a ser del 10%, (“El Economista”, 6 de febrero y “Reforma”, 15, abril)- hay otro asunto vital: el tema de la legalización de su estancia en el país donde trabajan y la creciente persecución de la que hoy son objeto. Sin embargo y pese a todo, hay mexicanos o mexicano-americanos que se dan tiempo para sumar a sus intereses lo que sucede en México. Uno de los muchos ejemplos de esto último fue un evento público que tuvo lugar en Los Ángeles, California, el fin de semana pasado.

Bajo el lema “México Ahora o Nunca” Rubén Luengas -periodista cuyo programa de radio “Contragolpe” que difunde una estación local-, decidió organizar una mesa redonda en un estudio de televisión en Burbank y al que acudieron entre tres y cuatro centenas de personas que pagaron su entrada para escuchar y participar en una discusión con periodistas y académicos, moderada por Luengas, y donde se abordó la problemática mexicana, tanto la coyuntural como la profunda. Es posible que otros eventos similares se lleven a cabo en otros lugares y, en conjunto, deben tomarse como indicadores de una efervescencia política mexicana que va más allá de nuestras fronteras, y que incluye desde meras reuniones y mesas redondas hasta la organización de comités o la producción de videos.

Para evaluar eventos como el que tuvo lugar en Los Ángeles, se debe de partir de la existencia de un interés genuino en la comunidad, pues además de tomarse la molestia de ir a Burbank un sábado en la noche, había que pagar la admisión -los organizadores tenían que recuperar el gasto hecho-. El otro punto a notar es el esfuerzo por reafirmar su liga con la cultura mexicana, por ello antes de la sesión política se presentó un coro de niñas y jóvenes que interpretaron canciones mexicanas y un corrido compuesto por una señora que trabaja limpiando viviendas de los “anglos” y que retrataba la dureza de esa vida. Por otro lado, hay que aceptar que las actitudes y opiniones -simpatías y fobias- que se expresaron a lo largo de la reunión no necesariamente se deben tomar como representativas de la comunidad, pero tampoco se les puede calificar de atípicas, simplemente son la expresión del punto de vista del segmento más politizado y activo de la comunidad mexicana.

Por las preguntas y comentarios vertidos en la reunión referida, se puede concluir que del otro lado hay bastante información sobre lo que acontece en México -alguna tomada directamente de medios electrónicos mexicanos- y una notable insatisfacción con el estado de cosas en nuestro país, en particular con la ineficiencia y la corrupción gubernamentales y con uno de sus efectos más concretos: la inseguridad y la persistencia del crimen organizado. Nadie manifestó entusiasmo ante lo hecho por el PAN ni, menos por la posibilidad del retorno del PRI a la presidencia y sí, en cambio, hubo expresiones de simpatía por Andrés Manuel López Obrador y “Morena” aunque no por el PRD y no faltó quien expresara dudas sobre la imparcialidad del IFE: la mala calidad de la elección del 2006 no se olvida.

Una Historia que Continúa

Desde el siglo XIX la comunidad mexicana en Estados Unidos se ha manifestado en torno a los procesos y tensiones políticas en México. En ocasiones notables, los disidentes de aquí encontraron respaldo allá -la experiencia de Francisco Madero en 1910 es sólo un ejemplo- y hoy, con una comunidad tan numerosa y más comunicada e informada que antes, el fenómeno adquiere mayor importancia.

Hoy “el factor mexicano en Estados Unidos” puede ser, de nuevo, un elemento más que influya positivamente en la evolución política de nuestro país. Por nuestra parte y desde acá, debemos buscar ser lo mismo allá.

RESUMEN

“La comunidad de origen mexicano en Estados Unidos es un observador y también un actor en esta elección y en el proceso político en general”.
.
kikka-roja.blogspot.com

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