Lázaro Cárdenas o cuando había estadistas
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“La última vez que hubo un estadista en la Presidencia de México fue hace casi setenta años. Y los resultados fueron estupendos”
¿Idealismo o Realismo bien Entendido? El setenta aniversario que hoy acapara la atención y la tensión es el de la expropiación y nacionalización de la industria petrolera. Sin embargo, ésa no es la única conmemoración que mantiene su sentido. Hace también setenta años tuvo lugar el Anschluss, es decir la anexión de una Austria en crisis por la Alemania nacional-socialista. Y resulta que el Gobierno mexicano de entonces decidió pronunciarse al respecto, cuando sólo la URSS lo hizo, y lo entonces argumentado sigue manteniendo su valor.
Un observador de la política mexicana de entonces pudo haberse preguntado: ¿qué sentido tuvo que un país tan marginal y tan lejos del teatro de los acontecimientos como México tomara partido frente a un hecho sobre el que no podía influir? ¿No hubo en eso un elemento de irrealidad e incluso de absurdo?
Tras la II Guerra Mundial, Hans J. Morgenthau, el padre de la escuela moderna del realismo en política internacional, elaboró toda su teoría bajo la siguiente y evidente premisa: los principios de la moral y del derecho internacionales, cuando no están respaldados por elementos de poder, carecen de significado, (Politics Among Nations, 7ª. Ed., Mc Graw Hill, 2006, pp. 281-316). Esta posición tiene mucho sentido cuando se trata de examinar la política de las grandes potencias. Sin embargo, es posible sostener que desde la perspectiva de los países débiles, con escasos elementos de poder militar o económico, la política de principios es realista. En efecto, en el énfasis en la legalidad y del deber ser, están unos de los pocos elementos de poder de los débiles.
El Anschluss. Vale la pena detenerse aquí para recordar lo que fue el Anschluss o la anexión de Austria por Alemania. La Gran Depresión de 1929 golpeó muy fuerte a Austria, y las divisiones políticas ya existentes se agudizaron hasta casi adquirir el tono de una guerra civil en potencia. En 1933, el canciller Engelbert Dollfuss, social cristiano, un reaccionario que optó por gobernar sin el parlamento, debió enfrentar a otra derecha mucho más dura: a los nazis austriacos. Dollfuss finalmente fue asesinado por los nazis, aunque no por ello lograran hacerse del poder. Sin embargo, y bajo amenaza de una invasión alemana, el nuevo canciller, Kurt von Schuschnigg –también de derecha- admitió a los nazis en su Gabinete. El proyecto inmediato de éstos era lograr la disolver a Austria dentro de la gran Alemania.
Fue entonces cuando las potencias responsables del equilibrio mundial fallaron, pues ni Gran Bretaña ni Francia acudieron al auxilio del Gobierno austriaco. Un Schuschnigg bajo asedio, decidió acudir directamente al pueblo vía el plebiscito, pero justo en las vísperas, uno de los políticos más realistas del siglo XX, Adolfo Hitler, decidió actuar e invadió a una Austria que no resistió. Consumados los hechos, el plebiscito dio como resultado oficial que el 99% de los austriacos aceptó el hecho consumado. Fue así como el Anschluss imaginado por unos desde el fin de la I Guerra Mundial, se consumó.
Gran Bretaña y Francia protestaron, apenas si alzaron la voz y Estados Unidos, por su parte, siguió empeñado en mantener su ausencia de un proceso que estaba acabando con el equilibrio creado por el Tratado de Versalles de 1919. En esas condiciones, para el Gobierno de México, el drama austriaco pudo no haber significado nada. Es más, México hubiera podido argumentar que no chocar con una Alemania que volvía a ir en ascenso, podía ayudar a su interés nacional que era buscar contrapesos a la influencia norteamericana. Sin embargo, Cárdenas razonó de otra forma.
Cárdenas y los Principios. En materia internacional, la Revolución Mexicana propició que personajes con poca educación formal y sin experiencia en asuntos del gran contexto mundial, pero con convicciones y voluntad política, actuaran como auténticos estadistas. Y ése fue justamente el caso de Venustiano Carranza -orientado hacia la derecha- y Lázaro Cárdenas, con una visión de izquierda. Ambos enfrentaron con decisión y efectividad a Estados Unidos y a Europa en nombre del nacionalismo mexicano. Y no obstante sus escasos elementos de poder material, ambos lograron imponer el interés nacional mexicano por sobre el de las grandes potencias extranjeras.
Entre 1913 y 1918, Carranza reafirmó los principios básicos de la política exterior defensiva. Un país en revolución, sin Estado, proclamó la igualdad jurídica de los estados, la no-intervención de un país en los asuntos internos de otro, la solución pacífica de los conflictos y su compromiso antiimperialista. Carranza sostuvo su posición negociando, posponiendo, usando de la ambigüedad, cediendo sin conceder y en un caso, en El Carrizal, usando la fuerza frente a un enemigo infinitamente superior.
Cárdenas tuvo ya la ventaja de presidir un país relativamente estable y un régimen con un partido de Estado cuyas bases sociales fueron las más amplias y movilizadas hasta entonces, pero México seguía siendo un país marginal en términos de poder material. No obstante lo anterior, el Gobierno de Cárdenas expropió los latifundios extranjeros, denunció la invasión italiana de Etiopía en 1935 y se opuso luego a las concesiones que Gran Bretaña y Francia se proponían hacer a Italia a costa de la nación africana y sostuvo que no por invadida Etiopía había perdido su asiento en la Sociedad de Naciones (SDN).
Al estallar en 1936 la guerra civil en España, y pese a la política de no-interferencia –indiferencia- de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, Cárdenas volvió a contradecir abiertamente a los poderosos. En nombre de los principios, dio la ayuda que pudo al Gobierno legítimo de la república: armas, alimentos y apoyo político y diplomático. Su posición fue clara: cuando un Gobierno legítimamente constituido es víctima de la subversión y los rebeldes aceptan el apoyo directo de otros países –Italia y Alemania-, entonces la “no-intervención” deja de ser un principio y se transforma en coartada para permitir que otros aplasten la soberanía popular.
Para Cárdenas, su decisión de coincidir en España sólo con la Unión Soviética, tuvo un costo político tanto en lo interno como en lo externo. Sin embargo, el apoyo a la República Española continuó incluso cuando la causa estuvo perdida y duró decenios, pues nunca se reconoció al régimen franquista. El oportunismo no fue una característica del cardenismo.
Una vez dado ese gran paso frente a la tragedia española, el Gobierno mexicano dio otros dos adicionales en la misma dirección, y que no por ser puramente simbólicos dejaron de ser significativos. Uno fue frente a la invasión japonesa de China –que la condenó- y otro de cara al hecho consumado en Austria.
La SND fue en ambos casos la caja de resonancia de la posición internacional mexicana. México llegó muy tarde a la organización internacional, pero una vez dentro, fue un entusiasta de la SDN y de la acción multilateral. Ahí, en Ginebra, y como lo había hecho en los tres casos anteriores, el representante de México condenó el Anschluss mediante argumentos jurídicos y morales. La posición mexicana llegó al extremo de condenar incluso al propio Gobierno austriaco derrocado porque, según Fabela, al no resistir y abdicar legalmente de su soberanía en favor de Alemania, el Gobierno disuelto incumplió con su obligación que no era otra que recabar antes la anuencia del Consejo de la SDN. En cuanto al valor del plebiscito ex post facto, México lo consideró nulo por haber sido hecho bajo coacción. El delegado mexicano concluyó entonces su alegato con una predicción que se cumpliría: por no hacer respetar los principios de la SDN en los casos de Etiopía, España, China y Austria, “el mundo caerá en una conflagración mucho más grave de la que ahora se quiere evitar”.
Apenas concluido el alegato legal y moral de México sobre Austria, Cárdenas se enfrentó directamente y sin titubeos a Estados Unidos, Gran Bretaña y Holanda al reafirmar y defender con éxito el dominio mexicano sobre su petróleo. En fin, que el presidente michoacano fue un estadista de principio a fin y que no ha tenido sucesor.
Conclusión. Cuando el México cardenista tomó partido en la arena internacional e internamente actuó contra las grandes empresas extranjeras, apostó fuerte. Nadie le pudo asegurar entonces a Cárdenas que Alemania, Italia y Japón no triunfarían ni tampoco que Washington actuaría con la mesura en la defensa de las propiedades de sus petroleros y terratenientes. Pudo haber ocurrido lo contrario. Sin embargo, y para el México cardenista, apelar a principios y actuar en consecuencia, resultó ser un realismo político estupendo.
¿Idealismo o Realismo bien Entendido? El setenta aniversario que hoy acapara la atención y la tensión es el de la expropiación y nacionalización de la industria petrolera. Sin embargo, ésa no es la única conmemoración que mantiene su sentido. Hace también setenta años tuvo lugar el Anschluss, es decir la anexión de una Austria en crisis por la Alemania nacional-socialista. Y resulta que el Gobierno mexicano de entonces decidió pronunciarse al respecto, cuando sólo la URSS lo hizo, y lo entonces argumentado sigue manteniendo su valor.
Un observador de la política mexicana de entonces pudo haberse preguntado: ¿qué sentido tuvo que un país tan marginal y tan lejos del teatro de los acontecimientos como México tomara partido frente a un hecho sobre el que no podía influir? ¿No hubo en eso un elemento de irrealidad e incluso de absurdo?
Tras la II Guerra Mundial, Hans J. Morgenthau, el padre de la escuela moderna del realismo en política internacional, elaboró toda su teoría bajo la siguiente y evidente premisa: los principios de la moral y del derecho internacionales, cuando no están respaldados por elementos de poder, carecen de significado, (Politics Among Nations, 7ª. Ed., Mc Graw Hill, 2006, pp. 281-316). Esta posición tiene mucho sentido cuando se trata de examinar la política de las grandes potencias. Sin embargo, es posible sostener que desde la perspectiva de los países débiles, con escasos elementos de poder militar o económico, la política de principios es realista. En efecto, en el énfasis en la legalidad y del deber ser, están unos de los pocos elementos de poder de los débiles.
El Anschluss. Vale la pena detenerse aquí para recordar lo que fue el Anschluss o la anexión de Austria por Alemania. La Gran Depresión de 1929 golpeó muy fuerte a Austria, y las divisiones políticas ya existentes se agudizaron hasta casi adquirir el tono de una guerra civil en potencia. En 1933, el canciller Engelbert Dollfuss, social cristiano, un reaccionario que optó por gobernar sin el parlamento, debió enfrentar a otra derecha mucho más dura: a los nazis austriacos. Dollfuss finalmente fue asesinado por los nazis, aunque no por ello lograran hacerse del poder. Sin embargo, y bajo amenaza de una invasión alemana, el nuevo canciller, Kurt von Schuschnigg –también de derecha- admitió a los nazis en su Gabinete. El proyecto inmediato de éstos era lograr la disolver a Austria dentro de la gran Alemania.
Fue entonces cuando las potencias responsables del equilibrio mundial fallaron, pues ni Gran Bretaña ni Francia acudieron al auxilio del Gobierno austriaco. Un Schuschnigg bajo asedio, decidió acudir directamente al pueblo vía el plebiscito, pero justo en las vísperas, uno de los políticos más realistas del siglo XX, Adolfo Hitler, decidió actuar e invadió a una Austria que no resistió. Consumados los hechos, el plebiscito dio como resultado oficial que el 99% de los austriacos aceptó el hecho consumado. Fue así como el Anschluss imaginado por unos desde el fin de la I Guerra Mundial, se consumó.
Gran Bretaña y Francia protestaron, apenas si alzaron la voz y Estados Unidos, por su parte, siguió empeñado en mantener su ausencia de un proceso que estaba acabando con el equilibrio creado por el Tratado de Versalles de 1919. En esas condiciones, para el Gobierno de México, el drama austriaco pudo no haber significado nada. Es más, México hubiera podido argumentar que no chocar con una Alemania que volvía a ir en ascenso, podía ayudar a su interés nacional que era buscar contrapesos a la influencia norteamericana. Sin embargo, Cárdenas razonó de otra forma.
Cárdenas y los Principios. En materia internacional, la Revolución Mexicana propició que personajes con poca educación formal y sin experiencia en asuntos del gran contexto mundial, pero con convicciones y voluntad política, actuaran como auténticos estadistas. Y ése fue justamente el caso de Venustiano Carranza -orientado hacia la derecha- y Lázaro Cárdenas, con una visión de izquierda. Ambos enfrentaron con decisión y efectividad a Estados Unidos y a Europa en nombre del nacionalismo mexicano. Y no obstante sus escasos elementos de poder material, ambos lograron imponer el interés nacional mexicano por sobre el de las grandes potencias extranjeras.
Entre 1913 y 1918, Carranza reafirmó los principios básicos de la política exterior defensiva. Un país en revolución, sin Estado, proclamó la igualdad jurídica de los estados, la no-intervención de un país en los asuntos internos de otro, la solución pacífica de los conflictos y su compromiso antiimperialista. Carranza sostuvo su posición negociando, posponiendo, usando de la ambigüedad, cediendo sin conceder y en un caso, en El Carrizal, usando la fuerza frente a un enemigo infinitamente superior.
Cárdenas tuvo ya la ventaja de presidir un país relativamente estable y un régimen con un partido de Estado cuyas bases sociales fueron las más amplias y movilizadas hasta entonces, pero México seguía siendo un país marginal en términos de poder material. No obstante lo anterior, el Gobierno de Cárdenas expropió los latifundios extranjeros, denunció la invasión italiana de Etiopía en 1935 y se opuso luego a las concesiones que Gran Bretaña y Francia se proponían hacer a Italia a costa de la nación africana y sostuvo que no por invadida Etiopía había perdido su asiento en la Sociedad de Naciones (SDN).
Al estallar en 1936 la guerra civil en España, y pese a la política de no-interferencia –indiferencia- de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, Cárdenas volvió a contradecir abiertamente a los poderosos. En nombre de los principios, dio la ayuda que pudo al Gobierno legítimo de la república: armas, alimentos y apoyo político y diplomático. Su posición fue clara: cuando un Gobierno legítimamente constituido es víctima de la subversión y los rebeldes aceptan el apoyo directo de otros países –Italia y Alemania-, entonces la “no-intervención” deja de ser un principio y se transforma en coartada para permitir que otros aplasten la soberanía popular.
Para Cárdenas, su decisión de coincidir en España sólo con la Unión Soviética, tuvo un costo político tanto en lo interno como en lo externo. Sin embargo, el apoyo a la República Española continuó incluso cuando la causa estuvo perdida y duró decenios, pues nunca se reconoció al régimen franquista. El oportunismo no fue una característica del cardenismo.
Una vez dado ese gran paso frente a la tragedia española, el Gobierno mexicano dio otros dos adicionales en la misma dirección, y que no por ser puramente simbólicos dejaron de ser significativos. Uno fue frente a la invasión japonesa de China –que la condenó- y otro de cara al hecho consumado en Austria.
La SND fue en ambos casos la caja de resonancia de la posición internacional mexicana. México llegó muy tarde a la organización internacional, pero una vez dentro, fue un entusiasta de la SDN y de la acción multilateral. Ahí, en Ginebra, y como lo había hecho en los tres casos anteriores, el representante de México condenó el Anschluss mediante argumentos jurídicos y morales. La posición mexicana llegó al extremo de condenar incluso al propio Gobierno austriaco derrocado porque, según Fabela, al no resistir y abdicar legalmente de su soberanía en favor de Alemania, el Gobierno disuelto incumplió con su obligación que no era otra que recabar antes la anuencia del Consejo de la SDN. En cuanto al valor del plebiscito ex post facto, México lo consideró nulo por haber sido hecho bajo coacción. El delegado mexicano concluyó entonces su alegato con una predicción que se cumpliría: por no hacer respetar los principios de la SDN en los casos de Etiopía, España, China y Austria, “el mundo caerá en una conflagración mucho más grave de la que ahora se quiere evitar”.
Apenas concluido el alegato legal y moral de México sobre Austria, Cárdenas se enfrentó directamente y sin titubeos a Estados Unidos, Gran Bretaña y Holanda al reafirmar y defender con éxito el dominio mexicano sobre su petróleo. En fin, que el presidente michoacano fue un estadista de principio a fin y que no ha tenido sucesor.
Conclusión. Cuando el México cardenista tomó partido en la arena internacional e internamente actuó contra las grandes empresas extranjeras, apostó fuerte. Nadie le pudo asegurar entonces a Cárdenas que Alemania, Italia y Japón no triunfarían ni tampoco que Washington actuaría con la mesura en la defensa de las propiedades de sus petroleros y terratenientes. Pudo haber ocurrido lo contrario. Sin embargo, y para el México cardenista, apelar a principios y actuar en consecuencia, resultó ser un realismo político estupendo.
Kikka Roja