Sarkozy y su 68
Guadalupe Loaeza
En mayo de 1968, Nicolas Sarkozy tenía 13 años. A pesar de su corta edad, quería, absolutamente, participar en la contramanifestación organizada por los golistas. Entonces Sarkozy, hijo de padres divorciados en 1960, vivía en casa de su abuelo (viudo) con su madre y sus dos hermanos y una tía solterona. No obstante su abuelo era judío, sus nietos no se enteraron de ello hasta el día en que murió. "He allí un tema del que nunca se hablaba en familia", escribe Catherine Nay, autora de la biografía de Sarkozy: Un Poder Llamado Deseo. Según la autora, Nicolas no fue ni un niño ni mucho menos un adolescente feliz: "Lo que me formó fue la suma de humillaciones recibidas en la infancia", confesó no hace mucho el mismo candidato por la derecha. Pal Sarkozy de Nagy-Bocsa, originario de la pequeña nobleza húngara, es un padre ausente (en esa época, en el medio burgués, el divorcio era considerado como algo muy raro) que se niega a pasar la pensión familiar a su madre. (Algunos años después Nicolas estuvo a punto de denunciarlo ante los tribunales). De ahí que Andrée Mallah se hubiera visto obligada de retomar sus estudios de derecho para trabajar: "En esa época me despertaba a las cinco y media de la mañana, trabajaba en mis cursos, en la cama, hasta las siete y media. En seguida me ocupaba de los niños, los llevaba a la escuela, hacía las compras, arreglaba la casa y a las dos de la tarde me iba a la oficina, a esa hora una joven llegaba a la casa para ocuparse de los niños, los bañaba y les daba de cenar. Cuando regresaba a casa cenaba con Guillaume (el hijo mayor)".
Para Nicolas, su madre, a la que adora y admira, "representa mis verdaderas raíces", por ella estudió derecho y por ella también creció de la derecha. De vez en cuando, los niños Sarkozy comen con su padre en una pizzería de la plaza Wagram, pero la mayor parte del tiempo, Pal está viajando. Nicolas necesita un padre y lo encuentra en la persona de su abuelo, el doctor Benedict Mallah, golista convencido. Es con él que asiste a diferentes ceremonias y a todos los desfiles del 14 de julio, lo que marcaría profundamente al futuro ministro del Interior. Por eso, la tarde en que quiso ir a manifestar contra los estudiantes de mayo de 68 y que su madre fue a ver al director del colegio para que no le permitiera salir, se sintió profundamente frustrado. Habrá sido por esa frustración, regresión, amor al abuelo, adolescencia infeliz o lo que fuera, que 39 años después, el candidato de la UMP dijera en Bercy frente a 20 mil personas: "Mayo 1968, nos impuso el relativismo intelectual y moral. Los herederos de mayo 1968 nos impusieron la idea de que todo se valía, que a partir de ahora no había diferencia entre el bien y el mal, entre lo verdadero y lo falso, lo bello y lo feo. Son ellos los que nos hicieron creer que no podía existir ninguna jerarquía de valores. Además, no había valores, ni jerarquía. No había nada". El domingo 29 de abril hacía mucho calor y mientras Nicolas Sarkozy sudaba a chorros, seguía diciendo: "La herencia de mayo de 1968 introdujo el cinismo tanto en la sociedad como en la política. Vean ustedes el culto por el dinero, el rey; el provecho a plazos cortos, la especulación, cómo las consecuencias del capitalismo financiero fueron importadas por los valores de mayo de 1968".
¿Por qué se habrá referido de ese modo el candidato de la derecha al hablar de una fecha, en la que aparece sobre la escena pública un nuevo personaje colectivo, como dice la historiadora Alice Kaplan: "La clase de la adolescencia, la cual se afirma por sí sola por oposición al mundo adulto"? Fue precisamente durante el mes de mayo que estudiantes, sindicatos, trabajadores, intelectuales y maestros franceses denuncian el capitalismo, la austeridad moral golista y las detenciones de sus compañeros; al mismo tiempo que proclamaban la liberación sexual y los derechos de la mujer. Ah, cómo enojaron las declaraciones del candidato de la derecha a Ségolène Royal. Al otro día, la socialista dijo furiosa que el vocabulario de Sarkozy había sido "sumamente violento" sobre el movimiento estudiantil. "Cuando lo escucho decir que hay que 'liquidar' mayo del 68, pienso que es un vocabulario muy violento y él que descubre, al final de su campaña a los obreros gracias a las cámaras, debería de recordar que Mayo 68 también es 11 millones de huelguistas". Igualmente Ségolène recordó los acuerdos de Grenelle, "la sección sindical de la empresa" y la "revalorización de los salarios", obtenidos por los huelguistas hace 39 años. "Fue así que Francia se desbloqueó y volvió a surgir el crecimiento. Claro que hubo excesos, como en todos los períodos difíciles, pero eso ya pasó hace tiempo. Desde entonces las cosas han tomado su curso. Todos los excesos han significado avances formidables en relación a las conquistas de libertad, de autonomía, de igualdad hombres y mujeres y de derecho sindical".
No, Nicolas Sarkozy no fue a la contramanifestación organizada por los golistas. Ni su madre ni el director del liceo se lo permitieron; de haber podido ir, seguramente hubiera leído algunos slogans que los estudiantes pintaron en las paredes de la Sorbonne y que decían cosas como: "Prohibir lo prohibido". "Sea realista, pida lo imposible". "¡Desear la realidad, está bien! ¡Realizar sus deseos, es mejor!". "El sueño es la realidad". "La imaginación toma el poder". "Decreto el estado de felicidad permanente". "Consuma más, vivirá menos". "Debajo de los adoquines, está la playa". Ah, qué bien le hubiera hecho aprenderse de memoria estos slogans a este candidato de Neuilly de derecha, tan de derecha que no puede dejar de pensar como de derecha. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que es de derecha.
En mayo de 1968, Nicolas Sarkozy tenía 13 años. A pesar de su corta edad, quería, absolutamente, participar en la contramanifestación organizada por los golistas. Entonces Sarkozy, hijo de padres divorciados en 1960, vivía en casa de su abuelo (viudo) con su madre y sus dos hermanos y una tía solterona. No obstante su abuelo era judío, sus nietos no se enteraron de ello hasta el día en que murió. "He allí un tema del que nunca se hablaba en familia", escribe Catherine Nay, autora de la biografía de Sarkozy: Un Poder Llamado Deseo. Según la autora, Nicolas no fue ni un niño ni mucho menos un adolescente feliz: "Lo que me formó fue la suma de humillaciones recibidas en la infancia", confesó no hace mucho el mismo candidato por la derecha. Pal Sarkozy de Nagy-Bocsa, originario de la pequeña nobleza húngara, es un padre ausente (en esa época, en el medio burgués, el divorcio era considerado como algo muy raro) que se niega a pasar la pensión familiar a su madre. (Algunos años después Nicolas estuvo a punto de denunciarlo ante los tribunales). De ahí que Andrée Mallah se hubiera visto obligada de retomar sus estudios de derecho para trabajar: "En esa época me despertaba a las cinco y media de la mañana, trabajaba en mis cursos, en la cama, hasta las siete y media. En seguida me ocupaba de los niños, los llevaba a la escuela, hacía las compras, arreglaba la casa y a las dos de la tarde me iba a la oficina, a esa hora una joven llegaba a la casa para ocuparse de los niños, los bañaba y les daba de cenar. Cuando regresaba a casa cenaba con Guillaume (el hijo mayor)".
Para Nicolas, su madre, a la que adora y admira, "representa mis verdaderas raíces", por ella estudió derecho y por ella también creció de la derecha. De vez en cuando, los niños Sarkozy comen con su padre en una pizzería de la plaza Wagram, pero la mayor parte del tiempo, Pal está viajando. Nicolas necesita un padre y lo encuentra en la persona de su abuelo, el doctor Benedict Mallah, golista convencido. Es con él que asiste a diferentes ceremonias y a todos los desfiles del 14 de julio, lo que marcaría profundamente al futuro ministro del Interior. Por eso, la tarde en que quiso ir a manifestar contra los estudiantes de mayo de 68 y que su madre fue a ver al director del colegio para que no le permitiera salir, se sintió profundamente frustrado. Habrá sido por esa frustración, regresión, amor al abuelo, adolescencia infeliz o lo que fuera, que 39 años después, el candidato de la UMP dijera en Bercy frente a 20 mil personas: "Mayo 1968, nos impuso el relativismo intelectual y moral. Los herederos de mayo 1968 nos impusieron la idea de que todo se valía, que a partir de ahora no había diferencia entre el bien y el mal, entre lo verdadero y lo falso, lo bello y lo feo. Son ellos los que nos hicieron creer que no podía existir ninguna jerarquía de valores. Además, no había valores, ni jerarquía. No había nada". El domingo 29 de abril hacía mucho calor y mientras Nicolas Sarkozy sudaba a chorros, seguía diciendo: "La herencia de mayo de 1968 introdujo el cinismo tanto en la sociedad como en la política. Vean ustedes el culto por el dinero, el rey; el provecho a plazos cortos, la especulación, cómo las consecuencias del capitalismo financiero fueron importadas por los valores de mayo de 1968".
¿Por qué se habrá referido de ese modo el candidato de la derecha al hablar de una fecha, en la que aparece sobre la escena pública un nuevo personaje colectivo, como dice la historiadora Alice Kaplan: "La clase de la adolescencia, la cual se afirma por sí sola por oposición al mundo adulto"? Fue precisamente durante el mes de mayo que estudiantes, sindicatos, trabajadores, intelectuales y maestros franceses denuncian el capitalismo, la austeridad moral golista y las detenciones de sus compañeros; al mismo tiempo que proclamaban la liberación sexual y los derechos de la mujer. Ah, cómo enojaron las declaraciones del candidato de la derecha a Ségolène Royal. Al otro día, la socialista dijo furiosa que el vocabulario de Sarkozy había sido "sumamente violento" sobre el movimiento estudiantil. "Cuando lo escucho decir que hay que 'liquidar' mayo del 68, pienso que es un vocabulario muy violento y él que descubre, al final de su campaña a los obreros gracias a las cámaras, debería de recordar que Mayo 68 también es 11 millones de huelguistas". Igualmente Ségolène recordó los acuerdos de Grenelle, "la sección sindical de la empresa" y la "revalorización de los salarios", obtenidos por los huelguistas hace 39 años. "Fue así que Francia se desbloqueó y volvió a surgir el crecimiento. Claro que hubo excesos, como en todos los períodos difíciles, pero eso ya pasó hace tiempo. Desde entonces las cosas han tomado su curso. Todos los excesos han significado avances formidables en relación a las conquistas de libertad, de autonomía, de igualdad hombres y mujeres y de derecho sindical".
No, Nicolas Sarkozy no fue a la contramanifestación organizada por los golistas. Ni su madre ni el director del liceo se lo permitieron; de haber podido ir, seguramente hubiera leído algunos slogans que los estudiantes pintaron en las paredes de la Sorbonne y que decían cosas como: "Prohibir lo prohibido". "Sea realista, pida lo imposible". "¡Desear la realidad, está bien! ¡Realizar sus deseos, es mejor!". "El sueño es la realidad". "La imaginación toma el poder". "Decreto el estado de felicidad permanente". "Consuma más, vivirá menos". "Debajo de los adoquines, está la playa". Ah, qué bien le hubiera hecho aprenderse de memoria estos slogans a este candidato de Neuilly de derecha, tan de derecha que no puede dejar de pensar como de derecha. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que es de derecha.
El otro debate
"¿Giran hacia la derecha los intelectuales?", se preguntaba la revista Le Nouvel Observateur en su número 2206, del mes de febrero. Entonces el semanario describía lo volcados que se encontraban los antiguos intelectuales de izquierda en la persona del candidato de la UMP, mientras que otros se pitorreaban o dudaban frente al fenómeno Royal. En el caso del filósofo André Glucksmann, desde que empezó la campaña ha estado apoyando a Nicolas Sarkozy. En una tribuna pública de la edición de Le Monde, del 30 de enero de este año, Glucksmann se pronunció totalmente a favor del candidato de la UMP. En este mismo ejemplar, Glucksmann "se rehusa incriminar" a Ségolène Royal, una candidata que "respeta", pero fustiga una izquierda que "moralmente se cree infalible" no obstante reconoce el debate de ideas y la solidaridad international. Pero lo importante fue lo que sucedió en el meeting de Nicolas Sarkozy en París Bercy. Allí el filósofo atacó con virulencia a Ségolène Royal respecto a un comentario que hizo en China en relación a los derechos del hombre y a la justicia que se practicaba en ese país, la cual podría ser ejemplo para Francia. Curiosamente en el mismo ejemplar de la revista mencionada líneas arriba, entre diversas entrevistas a otros intelectuales franceses, llama la atención la de Bernard-Henri Lévy, promotor de los Nuevos Filósofos en donde examina el "caso Glucksmann" y defiende a Ségolène Royal; no obstante, se niega "diabolizar" a Nicolas Sarkozy. "Sí, soy de izquierda", dice el título de la entrevista. "La izquierda es mi universo fundador. Mi padre fue un joven comunista. Se enlistó para la España republicana. Uno no puede renegar de las cosas tan fácilmente. Yo suelo dialogar con la izquierda. He batallado toda mi vida por una izquierda liberal, antitotalitaria. Pero, bueno, uno no se disputa realmente con los suyos. Mi relación con la izquierda consiste en 30 años de guerras constantes consolidadas con una buena dosis de fidelidad inquebrantable". Más adelante en la entrevista, BHL dice no entender la actitud de Glucksmann.
"Sarko no es ni un mal bicho, ni tampoco es un fascista, es lo que dice la izquierda cuando no tiene nada qué decir". Levy dice que no se imagina a Sartre santificando a un candidato con el fervor de aquellos que apoyan a Sarkozy. Cuando la revista le pregunta si apoyará a Ségolène Royal, Levy dice: "Repito, un intelectual está allí para interpelar, no para acompañar". Entonces Bernard-Henri ya había cenado con la candidata socialista: "una mujer que no se parece a la imagen que han querido darle", pero entonces no estaba tan cercano de la candidata como lo ha estado en las últimas semanas de la campaña. Ayer miércoles, apareció en los kioscos de París, Le Nouvel Observateur, que corresponde a esta semana, en cuya portada aparecen los dos candidatos finalistas, Sarkozy y Royal, en medio de un título que dice: "El choc de valores". Igualmente se anuncia un debate por escrito entre BHL y Glucksmann. "Desde hace 30 años, no habían debatido las dos grandes figuras de la "nueva filosofía", dos personajes que han compartido muchos combates y largos caminos, hasta que llegaron las elecciones presidenciales que ahora los oponen. La entrevista empieza cuando la publicación les pide tanto a BHL, como a Glucksmann que den tres razones por las cuales habría que votar por Royal o por Sarkozy. Una vez que explica que él no estaba al principio con Ségolène, sino con Strauss-Kahn, enumera las tres razones: "Primero, porque es una mujer, y porque en este viejo país machista y además misógino, no ha podido resolver los problemas de paridad.
Segundo, porque su estilo, su flexibilidad, su aspecto democrático participativo es lo que hace que me parezca la mejor opción para que haga pasar las famosas reformas que necesita Francia. Además, por sus posturas respecto a su política internacional, la cual me parece crucial: por ejemplo, respecto al problema de Irán manifiesta una firmeza constante, así como el eventual boycott de los Juegos Olímpicos en Pekín. Por su parte, Glucksmann afirma que: "Nicolas Sarkozy tiene el mérito de confrontar a sus adversarios en relación al malestar de la Francia, que no es de hace cinco, sino de 30 años. Tres decenas de ausencia de reformas claras. Poco crecimiento, desempleo récord y mucha acumulación de frustraciones: Francia no supo tomar la marcha del tren europeo. Ahora vayamos a las tres razones: Primeramente, Nicolas Sarkozy se atreve a hacer una ruptura necesaria con un modelo socioeconómico franco-francés, asimismo quiere desbloquear un mercado de trabajo que está paralizado. Segundo, con la victoria del "no" a la Comunidad Europea, de alguna manera Francia bloquea a Europa. Asumir la construcción europea es atreverse a decir que un nuevo referéndum corre el riesgo de quebrantar la Unión Europea. Su promesa totalmente antidemagógica, la cual consiste en adoptar rápidamente un tratado constitucional por la vía parlamentaria, no hay duda que esto permitirá retomar un nuevo aliento europeo. Y finalmente, la tercera razón: hace mucho tiempo, en materia de relaciones internacionales, Nicolas Sarkozy hace una crítica a fondo de la realpolitik francesa.
Esto con un costo de una ruptura total con las concepciones de Jacques Chirac, Dominique de Villepin, Hubert Védrine o Jean-Pierre Chevènement. Estas tres ambiciones demuestran un proceso que rehabilitará la voluntad política y asumirá lo esencial que nos llevará hacia la democracia". He aquí algunos fragmentos de la larga entrevista entre estos dos filósofos. Tal como sucedió en México en las pasadas elecciones, también en Francia se ha polarizado la opinión, especialmente, entre los intelectuales que solían ser de izquierda, pero que ahora, muchos de ellos se sienten totalmente seducidos por el candidato de la derecha. Ya veremos cómo quedan tanto de un bando, como del otro, el próximo domingo 6 de mayo, día de las elecciones entre Nicolas Sarkozy y Ségolène Royal. El próximo martes les platicaré acerca de esta gran jornada electoral.
gloaeza@yahoo.com
"Sarko no es ni un mal bicho, ni tampoco es un fascista, es lo que dice la izquierda cuando no tiene nada qué decir". Levy dice que no se imagina a Sartre santificando a un candidato con el fervor de aquellos que apoyan a Sarkozy. Cuando la revista le pregunta si apoyará a Ségolène Royal, Levy dice: "Repito, un intelectual está allí para interpelar, no para acompañar". Entonces Bernard-Henri ya había cenado con la candidata socialista: "una mujer que no se parece a la imagen que han querido darle", pero entonces no estaba tan cercano de la candidata como lo ha estado en las últimas semanas de la campaña. Ayer miércoles, apareció en los kioscos de París, Le Nouvel Observateur, que corresponde a esta semana, en cuya portada aparecen los dos candidatos finalistas, Sarkozy y Royal, en medio de un título que dice: "El choc de valores". Igualmente se anuncia un debate por escrito entre BHL y Glucksmann. "Desde hace 30 años, no habían debatido las dos grandes figuras de la "nueva filosofía", dos personajes que han compartido muchos combates y largos caminos, hasta que llegaron las elecciones presidenciales que ahora los oponen. La entrevista empieza cuando la publicación les pide tanto a BHL, como a Glucksmann que den tres razones por las cuales habría que votar por Royal o por Sarkozy. Una vez que explica que él no estaba al principio con Ségolène, sino con Strauss-Kahn, enumera las tres razones: "Primero, porque es una mujer, y porque en este viejo país machista y además misógino, no ha podido resolver los problemas de paridad.
Segundo, porque su estilo, su flexibilidad, su aspecto democrático participativo es lo que hace que me parezca la mejor opción para que haga pasar las famosas reformas que necesita Francia. Además, por sus posturas respecto a su política internacional, la cual me parece crucial: por ejemplo, respecto al problema de Irán manifiesta una firmeza constante, así como el eventual boycott de los Juegos Olímpicos en Pekín. Por su parte, Glucksmann afirma que: "Nicolas Sarkozy tiene el mérito de confrontar a sus adversarios en relación al malestar de la Francia, que no es de hace cinco, sino de 30 años. Tres decenas de ausencia de reformas claras. Poco crecimiento, desempleo récord y mucha acumulación de frustraciones: Francia no supo tomar la marcha del tren europeo. Ahora vayamos a las tres razones: Primeramente, Nicolas Sarkozy se atreve a hacer una ruptura necesaria con un modelo socioeconómico franco-francés, asimismo quiere desbloquear un mercado de trabajo que está paralizado. Segundo, con la victoria del "no" a la Comunidad Europea, de alguna manera Francia bloquea a Europa. Asumir la construcción europea es atreverse a decir que un nuevo referéndum corre el riesgo de quebrantar la Unión Europea. Su promesa totalmente antidemagógica, la cual consiste en adoptar rápidamente un tratado constitucional por la vía parlamentaria, no hay duda que esto permitirá retomar un nuevo aliento europeo. Y finalmente, la tercera razón: hace mucho tiempo, en materia de relaciones internacionales, Nicolas Sarkozy hace una crítica a fondo de la realpolitik francesa.
Esto con un costo de una ruptura total con las concepciones de Jacques Chirac, Dominique de Villepin, Hubert Védrine o Jean-Pierre Chevènement. Estas tres ambiciones demuestran un proceso que rehabilitará la voluntad política y asumirá lo esencial que nos llevará hacia la democracia". He aquí algunos fragmentos de la larga entrevista entre estos dos filósofos. Tal como sucedió en México en las pasadas elecciones, también en Francia se ha polarizado la opinión, especialmente, entre los intelectuales que solían ser de izquierda, pero que ahora, muchos de ellos se sienten totalmente seducidos por el candidato de la derecha. Ya veremos cómo quedan tanto de un bando, como del otro, el próximo domingo 6 de mayo, día de las elecciones entre Nicolas Sarkozy y Ségolène Royal. El próximo martes les platicaré acerca de esta gran jornada electoral.
gloaeza@yahoo.com
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