Crónica: Yeidckol, punta de lanza en la fallida toma Por: José Contreras | Nacional Viernes 24 de Octubre de 2008 | Hora de publicación: 03:32 Disturbio. Simpatizantes de López Obrador, al momento de ser desalojados por la PFP.Foto:Francisco Huerta . La puerta del elevador abre en el piso 5 de la Torre Caballito y aparece lo insólito: una valla de robocops de la Policía Federal Preventiva en plena sede alterna del Senado. Frente a ellos otra valla, pero de personal de Resguardo del Senado, contiene a unos 10 diputados federales del PRD y de Convergencia y a otra cantidad igual de brigadistas de López Obrador que lograron colarse. Nadie se mueve. A las 11:15 llega la senadora Yeidckol Polevnsky y rompe en forma natural la valla de resguardo. Y ahí van los diputados, entre golpes y empujones, hacia el salón en donde se discute la reforma petrolera. El Senado sesiona, por primera vez en su historia, bajo la vigilancia de la fuerza pública. A punto de llegar, los diputados y adelitas son contenidos por una columna de policías vestidos con traje gris. El caos se generaliza en ese pasillo de 10 metros de largo y 2 de ancho. Los diputados, entre ellos Layda Sansores, de Convergencia, y Valentina Batres, del PRD, intentan entrar al salón. Empujan, forcejean con los policías federales. Del otro lado del cristal, el secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, encabeza el operativo de contención. Da vueltas como león enjaulado, llama una y otra vez por celular. Uno de sus hombres toma de los cabellos a la diputada del PRD, Aleida Alavez, y la derriba. Ella se intenta detener, sin éxito, de la corbata de García Luna. —Vete, no te queremos agredir —le dicen. —No tienen por que agredirme —responde. El senador Francisco Labastida se levanta de su improvisado escaño y le reclama a la diputada. ¡Ustedes, váyanse a su recinto! En el salón, los grupos parlamentarios fijan posiciones. En el pasillo siguen los golpes y empujones entre policías, legisladores y brigadistas. Aleida grita con todas sus fuerzas: “¡Me están ahogando! ¡Me están asfixiando!” En un rincón las senadoras Yeidckol Polevnsky y Rosario observan todo, pero no dicen ni pío. Llegan más policías de civil y en los forcejeos se asoma la cacha de una pistola. “¡Están armados! ¡Traen armas!” Layda Sansores y otros diputados se le van encima al policía armado, pero en segundos la pistola pasa de mano en mano hasta quedar oculta en una oficina. En el salón el presidente de la Mesa Directiva, Gustavo Madero, pide el ingreso de la fuerza pública en plena sesión. Los ánimos se encienden. Los diputados y brigadistas empujan y cuando la puerta de cristal está a punto de ceder, García Luna da instrucciones por celular. 11:35. Llegan al pasillo dos columnas de antimotines de la PFP y se agudiza la trifulca. Gritos, manotazos, golpes, empujones por doquier. Empieza el desalojo. El diputado del PRD, Gerardo Villanueva, cae severamente golpeado. Su compañero de bancada, Víctor Varela, parece un hilacho que va de un lado a otro por los zarandeos. Los robocops repliegan a legisladores y acompañantes hasta la salida del pasillo e imponen un cerco, al que ellos deciden “resistir” sentados. Aleida llora. “La golpearon y está embarazada”, dice uno de sus acompañantes. Una brigadista se quita los zapatos y posa sus pies desnudos sobre la duela. Se los soba, exhausta. El diputado Adrián Pedrozo muestra una bola morada en una espinilla, producto de una patada. Otra brigadista se lleva la mano al vientre, a la altura del hígado, mientras los paramédicos se llevan a la enfermería al muy lastimado Gerardo Villanueva. Tras el cristal infranqueable, sigue la sesión. El coordinador de Convergencia, Dante Delgado, reclama indignado al panista Felipe González. —¿Ustedes pidieron la fuerza pública? ¿Por qué la pidieron? —Por nuestros güevos —responde el corpulento legislador. —Déjame partirle su madre —interviene el también panista Alejandro González Alcocer, pero es contenido por los verdes Arturo Escobar y Jorge Legorreta cuando ya está a milímetros de Dante. Genaro García Luna abandona la Torre Caballito a las 13:28, rodeado por unos 15 agentes de la PFP, vestidos de traje. Minutos más tarde los siete dictámenes de la reforma petrolera son votados a velocidad turbo. El último se aprueba a las 15:12. Tres minutos más tarde se levanta la accidentada sesión, entre aplausos de panistas y priistas. Manlio Fabio Beltrones, Gustavo Madero y Graco Ramírez, se toman “la foto”. Cuando el tercero de ellos abandona el recinto, es increpado por el ya para entonces más repuesto Gerardo Villanueva. ¡Graco, eres un traidor, recuérdalo siempre! Los senadores se escurren como caudales de agua por varias salidas. La reforma petrolera está aprobada. “Bendito sea Dios”, dice sonriente el panista Rubén Camarillo. |
Kikka Roja