Rafael Segovia
31 Oct. 08
Reforma.com
El clima se antoja como las noticias económicas, un día amanece nublado y frío pero el día siguiente está soleado y cálido. El señor Calderón no tiene el más mínimo poder sobre el tiempo que va a hacer como no tiene poder sobre nada que no se llame el PRI o el PRD, donde hace su voluntad porque así es la política de este país. Resulta digamos curioso que el señor Andrés Manuel López Obrador pueda llenar el Zócalo y calles adyacentes hasta rebasar, mientras sus adláteres no pueden llenar ninguna de las cantinas del centro. Este llamado, que no se había dado desde los tiempos del general Cárdenas, es una expresión que no puede ser más clara de la vida política del país.
El político mexicano vive del presupuesto, ya sea de la Cámara de Diputados o del Senado, cuando no del IFE o de cualquiera de las instituciones gubernamentales, y hay muchas estatales y federales, más las judiciales, más una institución decisiva que se llama la corrupción. Según se puede leer en la prensa del 27 de octubre, la corrupción ha llegado hasta la embajada norteamericana. Más lejos no se puede llegar. Por ejemplo, cuánto le ha costado al país la aprobación de la reforma energética, es un misterio que muy pocos conocen, es una de esas verdades reservadas de las cuales el gobierno tiene la llave. Sólo puede adivinarse que hay un misterio, una negociación entre los partidos de la cual no se informa y sólo trasluce a través de los múltiples aplazamientos de las votaciones, a las cuales no precede ninguna discusión o debate, porque no hay nada que debatir en ningún lado. Ésa es la idea del gobierno actual.
Pero si no hay debate sí hay manifestación. Hay movimientos en las calles, hay ruidos de líderes y de seguidores, hay acusaciones y hay todo lo que puede substituir a la vida política. Hay sobre todo esto un aparato político perfectamente puesto a punto, ajustado, afinado, con un manual de funcionamiento al cual deben todos obedecer para que marchen bien los miles de funcionarios que pertenecen de una manera directa o indirecta a este aparato. No obedecer a las instrucciones no escritas puede traer problemas graves, el primero de los cuales es la corrupción.
El PRD se ha dividido en una multitud de facciones llamadas todas ellas de izquierda y cuya función esencial es la crítica de López Obrador. Todas ellas se deben a las elecciones internas, y estas elecciones internas se deben a que López Obrador no fue declarado vencedor de las elecciones. Tan es así que, haciendo de tripas corazón, le conceden 30 minutos en la Cámara de Diputados para exponer su plan y lo pasan por la televisión del Congreso. Algo tendrá el agua cuando la bendicen.
Resulta curiosa la postura de los señores Navarrete y Ortega, que conscientes del fin de sus mandatos se encontrarán sin oficio ni beneficio, sin partido y sin nada, como es el final de todos los desleales de la izquierda y, también hay que señalar, de la derecha. Pero en México la lección es inútil por más que se los vea en la calle tratando la gente de recordar quiénes son y qué hicieron.
Ya no tiene importancia que los cuerpos e instituciones creados para combatir la violencia organizada o el crimen más común y corriente desaparezcan en un solo instrumento que será inevitablemente penetrado por los narcos. Nada es seguro, la fuerza de lo ilegal no tiene comparación con la legalidad que ya no existe. Se vive en México una vida prolongada por la gracia de los asesinos. Estos días se han cumplido cerca de 4 mil asesinatos en el año, que el señor Calderón habrá celebrado junto a la reforma energética. Es un récord digno de una Presidencia.
Si nos referimos a la situación económica, nos llevaremos la extraordinaria sorpresa de que ya no hay crisis. Como ya es una costumbre, hay un silencio absoluto sobre este tema: la crisis es cosa de gringos; el peso se mantiene en los alrededores de los 14 por dólar que sigue avanzando a expensas de las clases menesterosas, quienes no tienen modo alguno de quejarse.
La protesta está presente aunque no se la quiera ver. Vemos en Chile el avance de la derecha, Lula anda tambaleándose y no sabemos cuándo estallará la situación argentina. La protesta anda de un lado para otro, sin rumbo fijo, es una inconformidad que va creciendo con la misma rapidez que los gobiernos prometen el florecimiento de sus iniciativas que cambian todos los días. Latinoamérica tiene, desde sus orígenes, que a pesar de cuanto se dice es la conquista, una serie de inconvenientes que nunca han sido de verdad enfrentados. Si miramos al origen de nuestra pobreza, de las diferencias monumentales de unos y otros, veremos que la auténtica separación de las clases sociales en este momento es la misma que en el siglo XVIII. No se puede saber qué se va a celebrar pues. Los ricos son los mismos ahora que entonces, con la diferencia de que hoy no obedecen ya a un monarca coronado, creado de la misma manera -la gracia divina- y apoyado, en la medida que se le apoya, por los mismos procedimientos de hace más de 200 años y los mismos hombres: los banqueros, los comerciantes, los mineros, los curas, etcétera. Estamos estacionados en el mismo punto que el virrey Mancera, sólo que hoy es procurador de la muy noble y leal ciudad de las colonias populares.
El político mexicano vive del presupuesto, ya sea de la Cámara de Diputados o del Senado, cuando no del IFE o de cualquiera de las instituciones gubernamentales, y hay muchas estatales y federales, más las judiciales, más una institución decisiva que se llama la corrupción. Según se puede leer en la prensa del 27 de octubre, la corrupción ha llegado hasta la embajada norteamericana. Más lejos no se puede llegar. Por ejemplo, cuánto le ha costado al país la aprobación de la reforma energética, es un misterio que muy pocos conocen, es una de esas verdades reservadas de las cuales el gobierno tiene la llave. Sólo puede adivinarse que hay un misterio, una negociación entre los partidos de la cual no se informa y sólo trasluce a través de los múltiples aplazamientos de las votaciones, a las cuales no precede ninguna discusión o debate, porque no hay nada que debatir en ningún lado. Ésa es la idea del gobierno actual.
Pero si no hay debate sí hay manifestación. Hay movimientos en las calles, hay ruidos de líderes y de seguidores, hay acusaciones y hay todo lo que puede substituir a la vida política. Hay sobre todo esto un aparato político perfectamente puesto a punto, ajustado, afinado, con un manual de funcionamiento al cual deben todos obedecer para que marchen bien los miles de funcionarios que pertenecen de una manera directa o indirecta a este aparato. No obedecer a las instrucciones no escritas puede traer problemas graves, el primero de los cuales es la corrupción.
El PRD se ha dividido en una multitud de facciones llamadas todas ellas de izquierda y cuya función esencial es la crítica de López Obrador. Todas ellas se deben a las elecciones internas, y estas elecciones internas se deben a que López Obrador no fue declarado vencedor de las elecciones. Tan es así que, haciendo de tripas corazón, le conceden 30 minutos en la Cámara de Diputados para exponer su plan y lo pasan por la televisión del Congreso. Algo tendrá el agua cuando la bendicen.
Resulta curiosa la postura de los señores Navarrete y Ortega, que conscientes del fin de sus mandatos se encontrarán sin oficio ni beneficio, sin partido y sin nada, como es el final de todos los desleales de la izquierda y, también hay que señalar, de la derecha. Pero en México la lección es inútil por más que se los vea en la calle tratando la gente de recordar quiénes son y qué hicieron.
Ya no tiene importancia que los cuerpos e instituciones creados para combatir la violencia organizada o el crimen más común y corriente desaparezcan en un solo instrumento que será inevitablemente penetrado por los narcos. Nada es seguro, la fuerza de lo ilegal no tiene comparación con la legalidad que ya no existe. Se vive en México una vida prolongada por la gracia de los asesinos. Estos días se han cumplido cerca de 4 mil asesinatos en el año, que el señor Calderón habrá celebrado junto a la reforma energética. Es un récord digno de una Presidencia.
Si nos referimos a la situación económica, nos llevaremos la extraordinaria sorpresa de que ya no hay crisis. Como ya es una costumbre, hay un silencio absoluto sobre este tema: la crisis es cosa de gringos; el peso se mantiene en los alrededores de los 14 por dólar que sigue avanzando a expensas de las clases menesterosas, quienes no tienen modo alguno de quejarse.
La protesta está presente aunque no se la quiera ver. Vemos en Chile el avance de la derecha, Lula anda tambaleándose y no sabemos cuándo estallará la situación argentina. La protesta anda de un lado para otro, sin rumbo fijo, es una inconformidad que va creciendo con la misma rapidez que los gobiernos prometen el florecimiento de sus iniciativas que cambian todos los días. Latinoamérica tiene, desde sus orígenes, que a pesar de cuanto se dice es la conquista, una serie de inconvenientes que nunca han sido de verdad enfrentados. Si miramos al origen de nuestra pobreza, de las diferencias monumentales de unos y otros, veremos que la auténtica separación de las clases sociales en este momento es la misma que en el siglo XVIII. No se puede saber qué se va a celebrar pues. Los ricos son los mismos ahora que entonces, con la diferencia de que hoy no obedecen ya a un monarca coronado, creado de la misma manera -la gracia divina- y apoyado, en la medida que se le apoya, por los mismos procedimientos de hace más de 200 años y los mismos hombres: los banqueros, los comerciantes, los mineros, los curas, etcétera. Estamos estacionados en el mismo punto que el virrey Mancera, sólo que hoy es procurador de la muy noble y leal ciudad de las colonias populares.
Kikka Roja