de SDP - El Sendero del Peje de AgenciasNTXGeneralCulturaMéxico, 12 Feb (Notimex).-
La pintora y escultora recibió un homenaje en el Museo José Luis Cuevas
Leonora Carrington es el surrealismo; crea “algo más real que la realidad”, dijo Poniatowska
De la Redacción
Ampliar la imagen José Luis Cuevas, Elena Poniatowska y Leonora Carrington, en primer plano; al fondo Carlos Monsiváis y Carlos Fuentes, ayer, durante el homenaje a la pintor surrealista efectuado en el espacio museístico de Academia 13, Centro Histórico Foto: Notimex
Leonora Carrington es el surrealismo, “porque es una mujer que crea algo más real que la realidad”, dijo la escritora y periodista Elena Poniatowska durante el homenaje que este jueves se rindió a la pintora y escultora, al que asistieron los escritores Carlos Monsiváis y Carlos Fuentes, así como el pintor José Luis Cuevas, anfitrión de la ceremonia que se realizó en el museo que lleva su nombre.
El filósofo Ramón Xirau también fue invitado, pero no asistió por cuestiones de salud.
Los amigos de Leonora Carrington, nacida inglesa y naturalizada mexicana, hablaron de su obra, su vida familiar, su participación como activista social (que se ha manifestado en su apoyo a estudiantes o contra la invasión estadunidense a Irak).
Sobreviviente de una Europa cruel
Elena Poniatowska habló de la existencia de Carrington, su vida en Europa, su salida al exilio, su matrimonio con Renato Leduc y su llegada a México, donde restableció contacto con otros artistas de la corriente surrealista, como Remedios Varo y André Bretón. Leonora “sobrevivió a una Europa cruel en una época incomprensible”. Carrington, añadió Poniatowska, aprendió durante su vida a cocinar, coser con aguja, hilo y dedal, “con hilo cósmico”; confeccionaba muñequitos como los que fabrican con su genio y dedos de hada las madres pobres para sus hijas. Habló Poniatowska de la vida familiar de Leonora quien, dijo, “es poseedora de un tesoro de mentadas de madre que a veces dice al amanecer con la voz más dulce”; de su labor como madre de Pablo y Gabriel Weisz, hijos de su matrimonio con el fotógrafo húngaro Imre Weisz.
“No he hablado de surrealismo; he hablado de Leonora, porque ella es el surrealismo. Es decir, una mujer que busca crear algo más que la realidad misma, ir más allá de la realidad cotidiana, de la realidad que nos aterra, de la absoluta injusticia de la sociedad”, expresó Elena Poniatowska. Carlos Monsiváis, a su vez, recordó que cuando llegaron los surrealistas a México pocos entendían esa corriente, sin embargo, con el paso del tiempo “ser surrealista es poseer un título nobiliario en el campo del arte mundial”. Lo fantástico, expresó el escritor Carlos Fuentes, es la realidad más excepcional, “la imaginación es el nombre del conocimiento del arte, el arte es el secreto de la realidad, su sueño la obra de Leonora Carrington”.
El filósofo Ramón Xirau también fue invitado, pero no asistió por cuestiones de salud.
Los amigos de Leonora Carrington, nacida inglesa y naturalizada mexicana, hablaron de su obra, su vida familiar, su participación como activista social (que se ha manifestado en su apoyo a estudiantes o contra la invasión estadunidense a Irak).
Sobreviviente de una Europa cruel
Elena Poniatowska habló de la existencia de Carrington, su vida en Europa, su salida al exilio, su matrimonio con Renato Leduc y su llegada a México, donde restableció contacto con otros artistas de la corriente surrealista, como Remedios Varo y André Bretón. Leonora “sobrevivió a una Europa cruel en una época incomprensible”. Carrington, añadió Poniatowska, aprendió durante su vida a cocinar, coser con aguja, hilo y dedal, “con hilo cósmico”; confeccionaba muñequitos como los que fabrican con su genio y dedos de hada las madres pobres para sus hijas. Habló Poniatowska de la vida familiar de Leonora quien, dijo, “es poseedora de un tesoro de mentadas de madre que a veces dice al amanecer con la voz más dulce”; de su labor como madre de Pablo y Gabriel Weisz, hijos de su matrimonio con el fotógrafo húngaro Imre Weisz.
“No he hablado de surrealismo; he hablado de Leonora, porque ella es el surrealismo. Es decir, una mujer que busca crear algo más que la realidad misma, ir más allá de la realidad cotidiana, de la realidad que nos aterra, de la absoluta injusticia de la sociedad”, expresó Elena Poniatowska. Carlos Monsiváis, a su vez, recordó que cuando llegaron los surrealistas a México pocos entendían esa corriente, sin embargo, con el paso del tiempo “ser surrealista es poseer un título nobiliario en el campo del arte mundial”. Lo fantástico, expresó el escritor Carlos Fuentes, es la realidad más excepcional, “la imaginación es el nombre del conocimiento del arte, el arte es el secreto de la realidad, su sueño la obra de Leonora Carrington”.
Carlos Fuentes, ingenioso, lúcido, conocedor de la obra surrealista, y dueño del lenguaje, jugó al señalar que “lo fantástico es la realidad más excepcional; la imaginación es el nombre del conocimiento del arte; el arte es el secreto de la realidad, su sueño. la obra de Leonora Carrington”. Los escritores Fuentes, Carlos Monsiváis y Elena Poniatowska rindieron hoy aquí tributo, en aras de la amistad que los une, a la pintora surrealista de origen inglés, Leonora Carrington, en un emotivo encuentro que tuvo lugar en el Museo José Luis Cuevas; el ausente, Ramón Xirau, filósofo. Cuevas, anfitrión del acto. gestionado por su esposa Beatriz del Carmen, recibió a los invitados en el patio del recinto enclavado en el Centro Histórico de esta ciudad.
Ante “La Giganta”, los asistentes dieron la bienvenida a Carrington, quien se sorprendió por la nutrida ovación de pie. Monsiváis, también crítico y cronista, dejó ver su admiración por la obra de su “queridísima Leonora”. Luego, y según él, inevitablemente, citó repasos y evocaciones que datan de los años en que se conocieron. “Entre 1924 y 1935 llegaron a México participantes y simpatizantes del surrealismo”, recordó. Tras ese enunciado, el cronista y coleccionista de arte popular recordó que entre ellos, se encontraba Carrington. Explicó que si bien en ese entonces mucha gente no se explicaba esa corriente artística y estética, “hoy ser surrealista es poseer un título nobiliario en el campo del arte mundial”. La obra de Leonora “ha destacado entre todas las demás, por su discreción y capacidad de sorprender al público más diverso”, apuntó el escritor, quien arribó al recinto enfundado en pulcro traje azul, aunque, fiel a sus decires, sin portar corbata, porque sólo la usará, dice, si llega a ser presidente.
Calificó a la artista de “vidente”, de un ser “capaz de conocer los sueños que tras ella ya no pueden ser abandonados” y de muchas cosas más, todas ellas con una pátina de sincero aprecio por quien ha sido su amiga de años. Luego, Monsiváis refirió una anécdota que retrata su bondad y solidaridad: “En 1968, un grupo de estudiantes y trabajadores pidió ayuda a Leonora. La idea era hacer rifas para recaudar fondos y fortalecer los movimientos propios de la época. Ella, me citó en su casa y ahí me entregó un cuadro, precioso, con el que manifestó su total simpatía con todos esos jóvenes”. La artista, que hoy se rodeó de amigos, amplió Monsiváis su charla, dejó en claro su entusiasmo con los estudiantes, con quienes durante muchos años compartió sus sueños; “el cuadro se rifó y ella, así lo externó entonces, quedó gratamente satisfecha con esa acción que mezcló arte y lucha social” Carlos Fuentes recreó la obra de la festejada al leer un texto en el que refirió haber tenido un sueño. “Una fantasía en medio de la más completa oscuridad. Luego, la penumbra. Con dificultad, pude ubicar arriba y abajo, abajo y arriba; era mi culpa no saber darme cuenta de las cosas”.
El laureado autor de “Aura” explicó que luego vino una luz tenue y, poco a poco, vio el paso de mucha gente pequeña que salía de la tierra. “También un caballo de juguete, un lobo, un gato, una silla, dos ruiseñores, cuatro ratones, una serpiente y una hiena vestida de debutante en sociedad”. Fuentes, ingenioso, lúcido, conocedor de la obra de esa surrealista, y dueño del lenguaje, repitió para señalar que lo fantástico es la realidad más excepcional; la imaginación es el nombre del conocimiento del arte; el arte es el secreto de la realidad, su sueño. la obra de Leonora Carrington”. Convidado también estuvo el filósofo Ramón Xirau, quien no pudo asistir por estar enfermo de neumonía. En su representación acudió su esposa, Anita, quien tras disculpar a su marido entregó el mensaje del maestro: “Dice Ramón que te queremos mucho y que tu obra es mágica”.
Los hijos de Leonora Carrington, Gabriel y Pablo Báez, agradecieron a nombre de su madre, en el presidium, y dieron sus puntos de vista fraternos en torno a la obra de la artista, una de las mujeres pertenecientes a la corriente surrealista, quien convivió con monstruos como André Bretón, Joan Miró, Pablo Picasso, Salvador Dalí, Peret y Alice Rahom.
Ante “La Giganta”, los asistentes dieron la bienvenida a Carrington, quien se sorprendió por la nutrida ovación de pie. Monsiváis, también crítico y cronista, dejó ver su admiración por la obra de su “queridísima Leonora”. Luego, y según él, inevitablemente, citó repasos y evocaciones que datan de los años en que se conocieron. “Entre 1924 y 1935 llegaron a México participantes y simpatizantes del surrealismo”, recordó. Tras ese enunciado, el cronista y coleccionista de arte popular recordó que entre ellos, se encontraba Carrington. Explicó que si bien en ese entonces mucha gente no se explicaba esa corriente artística y estética, “hoy ser surrealista es poseer un título nobiliario en el campo del arte mundial”. La obra de Leonora “ha destacado entre todas las demás, por su discreción y capacidad de sorprender al público más diverso”, apuntó el escritor, quien arribó al recinto enfundado en pulcro traje azul, aunque, fiel a sus decires, sin portar corbata, porque sólo la usará, dice, si llega a ser presidente.
Calificó a la artista de “vidente”, de un ser “capaz de conocer los sueños que tras ella ya no pueden ser abandonados” y de muchas cosas más, todas ellas con una pátina de sincero aprecio por quien ha sido su amiga de años. Luego, Monsiváis refirió una anécdota que retrata su bondad y solidaridad: “En 1968, un grupo de estudiantes y trabajadores pidió ayuda a Leonora. La idea era hacer rifas para recaudar fondos y fortalecer los movimientos propios de la época. Ella, me citó en su casa y ahí me entregó un cuadro, precioso, con el que manifestó su total simpatía con todos esos jóvenes”. La artista, que hoy se rodeó de amigos, amplió Monsiváis su charla, dejó en claro su entusiasmo con los estudiantes, con quienes durante muchos años compartió sus sueños; “el cuadro se rifó y ella, así lo externó entonces, quedó gratamente satisfecha con esa acción que mezcló arte y lucha social” Carlos Fuentes recreó la obra de la festejada al leer un texto en el que refirió haber tenido un sueño. “Una fantasía en medio de la más completa oscuridad. Luego, la penumbra. Con dificultad, pude ubicar arriba y abajo, abajo y arriba; era mi culpa no saber darme cuenta de las cosas”.
El laureado autor de “Aura” explicó que luego vino una luz tenue y, poco a poco, vio el paso de mucha gente pequeña que salía de la tierra. “También un caballo de juguete, un lobo, un gato, una silla, dos ruiseñores, cuatro ratones, una serpiente y una hiena vestida de debutante en sociedad”. Fuentes, ingenioso, lúcido, conocedor de la obra de esa surrealista, y dueño del lenguaje, repitió para señalar que lo fantástico es la realidad más excepcional; la imaginación es el nombre del conocimiento del arte; el arte es el secreto de la realidad, su sueño. la obra de Leonora Carrington”. Convidado también estuvo el filósofo Ramón Xirau, quien no pudo asistir por estar enfermo de neumonía. En su representación acudió su esposa, Anita, quien tras disculpar a su marido entregó el mensaje del maestro: “Dice Ramón que te queremos mucho y que tu obra es mágica”.
Los hijos de Leonora Carrington, Gabriel y Pablo Báez, agradecieron a nombre de su madre, en el presidium, y dieron sus puntos de vista fraternos en torno a la obra de la artista, una de las mujeres pertenecientes a la corriente surrealista, quien convivió con monstruos como André Bretón, Joan Miró, Pablo Picasso, Salvador Dalí, Peret y Alice Rahom.
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