Alfredo Jalife-Rahme
EU cambia de enemigo: ahora es la depresión económica
Ampliar la imagen Dennis C. Blair, director nacional de Inteligencia de EU, durante su comparecencia ante senadores el jueves pasado Foto: Ap
Después de un poco más de siete años, que abarcan las dos cataclísmicas gestiones del bushismo, Estados Unidos cambia su fracasada “guerra contra el terrorismo global” por la “amenaza de la depresión económica y sus implicaciones geopolíticas”.
La llegada de Obama, que hereda un país y el globo en descomposición, opera el viraje, como se desprende de la ponencia el pasado 12 de febrero del almirante Dennis C. Blair, director de los servicios nacionales de inteligencia (que aglutinan a las 16 agencias de espionaje), ante el comité especializado del Senado: “En el corto plazo, la primera preocupación en materia de seguridad de Estados Unidos es la crisis económica global y sus implicaciones geopolíticas”.
Pasamos de la hollywoodense “guerra contra el terrorismo global” a la cruda realidad de la crisis financiera y económica: “la más seria en décadas, si no en siglos”, según Dennis C. Blair, quien refirió insistentemente las consecuencias geopolíticas y sociales de las décadas de los 20 y los 30.
Ubica el inicio de la crisis a principios de 2008 (y no al 15 de septiembre, cuando el banco de inversiones Lehman Brothers “quebró”, habiendo previamente expatriado 400 mil millones de dólares a Israel), lo que lo lleva a deducir que las turbulencias políticas y las desestabilizaciones serán incandescentes el año entrante.
Constata que la “cuarta parte (¡súper-sic!)” de los países del mundo sufren las consecuencias desestabilizadoras de “baja intensidad” que se expresan en “cambios de gobierno”. Hasta ahora, el “grueso de las manifestaciones antigubernamentales” se han escenificado en Europa y en los países de la ex URSS. Sobre México alertó que “sería fuertemente golpeado si la recesión se prolonga”.
Con todo y su entreguismo, el “México calderonista” es considerado como un “país fracasado” por la CIA, el Pentágono y el Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, mientras Stratfor (13/2/09) reitera la ingobernabilidad del régimen calderonista.
Ahora Dennis C. Blair señala la amenaza de que la crisis provocará sublevaciones el año entrante debido al oleaje del derretimiento financiero en los mercados emergentes, donde el crecimiento económico se ha desplomado en forma dramática: “gran (sic) parte de Latinoamérica, la anterior URSS y el sub Sahara africano carecen de reservas de divisas suficientes, acceso a la ayuda internacional o crédito”. ¿A poco Estados Unidos cuenta con suficientes reservas de divisas?
Se basa en “modelos estadísticos” que demuestran que las “crisis económicas incrementan los riesgos de inestabilidad que amenazan a los regímenes en caso de que duren un lapso mayor de uno a dos años”.
Refiere que los mismos economistas no se ponen de acuerdo respecto a cuándo tocará fondo la crisis. Es cierto: los “optimistas” aseguran tres años y los “pesimistas” apuestan a una generación entera.
Cita que “incluso algunos temen que la recesión pueda profundizarse y alcanzar el nivel de la Gran Depresión (¡súper-sic!)”.
Por alguna razón, Dennis C. Blair concede crédito a los profetas de la Gran Depresión, porque también los pudo haber ignorado: “todos recordamos las dramáticas consecuencias políticas ocasionadas por las turbulencias económicas de la década de los 20 y los 30 en Europa, la inestabilidad, y los altos niveles de extremismo violento”. Mínimamente se pudiera aducir que los 16 servicios de inteligencia de Estados Unidos se encuentran alertas en su radar a la aparición de la Gran Depresión.
No aborda expresamente las “implicaciones geopolíticas” de la doble crisis financiera y económica, pero las deja entrever bajo el factor “tiempo”, que será determinante para socavar los intereses estratégicos de Estados Unidos: “El tiempo es probablemente nuestra mayor amenaza. Mientras más largo sea el inicio de la recuperación, mayor será la probabilidad de daño severo (¡súper-sic!) a los intereses estratégicos de Estados Unidos”.
En el cronograma de la década de los 20 y los 30 del siglo pasado, sabido es que la Gran Depresión desembocó en el ascenso del nazismo y en la Segunda Guerra Mundial, cuyo desenlace fue exitoso para Estados Unidos, que salió airoso con el acaparamiento aproximado de 50 por ciento del PIB mundial (ahora anda en 25.3 por ciento, y cada vez más declinante, cuando ha sido desplazado por la Unión Europea –UE–, con 31 por ciento).
Un sector bancario del bélico eje anglosajón, cuyo conspicuo portavoz es Ambrose Evans-Pritchard (ver Bajo la Lupa, 7/12/09) se prepara obscenamente a otra guerra mundial que tanto anhela Norman Podhoretz, teórico neoconservador muy cercano a Israel.
Otro paralelo con la década de los 30, a su juicio, versa sobre el “desencadenamiento de un oleaje de proteccionismo destructivo” y las guerras comerciales que desembocaron en la Segunda Guerra Mundial. Si algún país tiende en este momento al neoproteccionismo es justamente Estados Unidos, lo cual afloró con la aprobación del paquete de estímulo económico por el Congreso que bajo piruetas semánticas obliga a “comprar estadunidense”.
Aunque no especifica las “implicaciones geopolíticas”, se deduce que las fronteras de Estados Unidos, la UE y el BRIC (Brasil, Rusia, India y China) serán incandescentes e indecentes, lo cual tendrá consecuencias estratégicas devastadoras en la cartografía mundial.
En una sana autocrítica, Blair sacó a colación el daño que la crisis ha causado a la credibilidad de EU en todo el mundo: “la percepción ampliamente sostenida de que los excesos en los mercados financieros de Estados Unidos y las regulaciones inadecuadas fueron responsables ha incrementado la crítica sobre las políticas del libre mercado, que pueden dificultar conseguir los objetivos (sic) de largo plazo de Estados Unidos”.
Luego entonces, ¿el libre mercado facilita(ba) la implementación de los objetivos unilaterales de Estados Unidos?
Dennis C. Blair, anterior mandamás del Comando del Pacífico, ha exhibido una peculiar debilidad por los negocios neoliberales (su membresía en EDO, adquirida por ITT, y Tyco Intl.), razón por la cual, quizá, se exceda en sus críticas nada militares al proteccionismo.
Peor aún: asegura que el colapso de Wall Street “ha aumentado el cuestionamiento en la conducción de la economía global y la estructura financiera internacional por Estados Unidos”.
Aquí discrepamos con Dennis C. Blair: siempre existieron “cuestionamientos” muy severos desde hace mucho tiempo sobre el unilateralismo financiero, económico, militar y político de Estados Unidos (producto de la perniciosa unipolaridad), que tanto daño provocó en el mundo.
No fue sino hasta que Estados Unidos exhibió sus vulnerabilidades militares (v.gr. en Irak y Afganistán; su aliado Israel en el sur de Líbano y en Gaza; y el eje Estados Unidos-Israel en Georgia) que los grandes (la UE y el BRIC), medianos (v.gr. Irán) y pequeños (v.gr. Bolivia) comenzaron a rebelarse y a revelarse con la nueva exigencia imperativa de reconstruir el mundo que dejó hecho añicos el régimen torturador bushiano.
La llegada de Obama, que hereda un país y el globo en descomposición, opera el viraje, como se desprende de la ponencia el pasado 12 de febrero del almirante Dennis C. Blair, director de los servicios nacionales de inteligencia (que aglutinan a las 16 agencias de espionaje), ante el comité especializado del Senado: “En el corto plazo, la primera preocupación en materia de seguridad de Estados Unidos es la crisis económica global y sus implicaciones geopolíticas”.
Pasamos de la hollywoodense “guerra contra el terrorismo global” a la cruda realidad de la crisis financiera y económica: “la más seria en décadas, si no en siglos”, según Dennis C. Blair, quien refirió insistentemente las consecuencias geopolíticas y sociales de las décadas de los 20 y los 30.
Ubica el inicio de la crisis a principios de 2008 (y no al 15 de septiembre, cuando el banco de inversiones Lehman Brothers “quebró”, habiendo previamente expatriado 400 mil millones de dólares a Israel), lo que lo lleva a deducir que las turbulencias políticas y las desestabilizaciones serán incandescentes el año entrante.
Constata que la “cuarta parte (¡súper-sic!)” de los países del mundo sufren las consecuencias desestabilizadoras de “baja intensidad” que se expresan en “cambios de gobierno”. Hasta ahora, el “grueso de las manifestaciones antigubernamentales” se han escenificado en Europa y en los países de la ex URSS. Sobre México alertó que “sería fuertemente golpeado si la recesión se prolonga”.
Con todo y su entreguismo, el “México calderonista” es considerado como un “país fracasado” por la CIA, el Pentágono y el Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, mientras Stratfor (13/2/09) reitera la ingobernabilidad del régimen calderonista.
Ahora Dennis C. Blair señala la amenaza de que la crisis provocará sublevaciones el año entrante debido al oleaje del derretimiento financiero en los mercados emergentes, donde el crecimiento económico se ha desplomado en forma dramática: “gran (sic) parte de Latinoamérica, la anterior URSS y el sub Sahara africano carecen de reservas de divisas suficientes, acceso a la ayuda internacional o crédito”. ¿A poco Estados Unidos cuenta con suficientes reservas de divisas?
Se basa en “modelos estadísticos” que demuestran que las “crisis económicas incrementan los riesgos de inestabilidad que amenazan a los regímenes en caso de que duren un lapso mayor de uno a dos años”.
Refiere que los mismos economistas no se ponen de acuerdo respecto a cuándo tocará fondo la crisis. Es cierto: los “optimistas” aseguran tres años y los “pesimistas” apuestan a una generación entera.
Cita que “incluso algunos temen que la recesión pueda profundizarse y alcanzar el nivel de la Gran Depresión (¡súper-sic!)”.
Por alguna razón, Dennis C. Blair concede crédito a los profetas de la Gran Depresión, porque también los pudo haber ignorado: “todos recordamos las dramáticas consecuencias políticas ocasionadas por las turbulencias económicas de la década de los 20 y los 30 en Europa, la inestabilidad, y los altos niveles de extremismo violento”. Mínimamente se pudiera aducir que los 16 servicios de inteligencia de Estados Unidos se encuentran alertas en su radar a la aparición de la Gran Depresión.
No aborda expresamente las “implicaciones geopolíticas” de la doble crisis financiera y económica, pero las deja entrever bajo el factor “tiempo”, que será determinante para socavar los intereses estratégicos de Estados Unidos: “El tiempo es probablemente nuestra mayor amenaza. Mientras más largo sea el inicio de la recuperación, mayor será la probabilidad de daño severo (¡súper-sic!) a los intereses estratégicos de Estados Unidos”.
En el cronograma de la década de los 20 y los 30 del siglo pasado, sabido es que la Gran Depresión desembocó en el ascenso del nazismo y en la Segunda Guerra Mundial, cuyo desenlace fue exitoso para Estados Unidos, que salió airoso con el acaparamiento aproximado de 50 por ciento del PIB mundial (ahora anda en 25.3 por ciento, y cada vez más declinante, cuando ha sido desplazado por la Unión Europea –UE–, con 31 por ciento).
Un sector bancario del bélico eje anglosajón, cuyo conspicuo portavoz es Ambrose Evans-Pritchard (ver Bajo la Lupa, 7/12/09) se prepara obscenamente a otra guerra mundial que tanto anhela Norman Podhoretz, teórico neoconservador muy cercano a Israel.
Otro paralelo con la década de los 30, a su juicio, versa sobre el “desencadenamiento de un oleaje de proteccionismo destructivo” y las guerras comerciales que desembocaron en la Segunda Guerra Mundial. Si algún país tiende en este momento al neoproteccionismo es justamente Estados Unidos, lo cual afloró con la aprobación del paquete de estímulo económico por el Congreso que bajo piruetas semánticas obliga a “comprar estadunidense”.
Aunque no especifica las “implicaciones geopolíticas”, se deduce que las fronteras de Estados Unidos, la UE y el BRIC (Brasil, Rusia, India y China) serán incandescentes e indecentes, lo cual tendrá consecuencias estratégicas devastadoras en la cartografía mundial.
En una sana autocrítica, Blair sacó a colación el daño que la crisis ha causado a la credibilidad de EU en todo el mundo: “la percepción ampliamente sostenida de que los excesos en los mercados financieros de Estados Unidos y las regulaciones inadecuadas fueron responsables ha incrementado la crítica sobre las políticas del libre mercado, que pueden dificultar conseguir los objetivos (sic) de largo plazo de Estados Unidos”.
Luego entonces, ¿el libre mercado facilita(ba) la implementación de los objetivos unilaterales de Estados Unidos?
Dennis C. Blair, anterior mandamás del Comando del Pacífico, ha exhibido una peculiar debilidad por los negocios neoliberales (su membresía en EDO, adquirida por ITT, y Tyco Intl.), razón por la cual, quizá, se exceda en sus críticas nada militares al proteccionismo.
Peor aún: asegura que el colapso de Wall Street “ha aumentado el cuestionamiento en la conducción de la economía global y la estructura financiera internacional por Estados Unidos”.
Aquí discrepamos con Dennis C. Blair: siempre existieron “cuestionamientos” muy severos desde hace mucho tiempo sobre el unilateralismo financiero, económico, militar y político de Estados Unidos (producto de la perniciosa unipolaridad), que tanto daño provocó en el mundo.
No fue sino hasta que Estados Unidos exhibió sus vulnerabilidades militares (v.gr. en Irak y Afganistán; su aliado Israel en el sur de Líbano y en Gaza; y el eje Estados Unidos-Israel en Georgia) que los grandes (la UE y el BRIC), medianos (v.gr. Irán) y pequeños (v.gr. Bolivia) comenzaron a rebelarse y a revelarse con la nueva exigencia imperativa de reconstruir el mundo que dejó hecho añicos el régimen torturador bushiano.
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