Astillero Manu Chao Derecha tuerta Hillary, Aznar, Solá Julio Hernández López Los gringos se meten hasta la cocina en México e intervienen en el diseño de la política interna mediante declaraciones como las que en un par de días repartió alegremente la secretaria Clinton y como las que un día hacen y otro deshacen algunos funcionarios de la administración Obama, pero el encargado de la secretaría de gobernación, Fernando Gómez Mont, monta en patriotera investigación contra Manu Chao, el cantante que, de visita en México, ha dicho que en San Salvador Atenco hubo terrorismo de Estado. Ya José María Aznar vino, durante el foxismo, a exhortar a los mexicanos a votar por Felipe Calderón, y el español –ahora naturalizado mexicano– Antonio Solá dividió a los mexicanos con su frase propagandística de que López Obrador era un peligro para México, pero nada de ello resultó punible –al ex presidente español le enviaron una carta de reconvención a la embajada de España en México, cuando él ya se había ido del país– sino premiable por la derecha mexicana tuerta que nomás ve una cara de las cosas. Manu Chao ha dicho, por lo demás, lo mismo que cualquier ciudadano que con claridad y objetividad se asome a lo sucedido en aquella población del estado de México a finales del foxismo. Hubo terrorismo de Estado y ha habido complicidad de funcionarios judiciales y del Poder Ejecutivo para mantener en la impunidad a los altos responsables de aquella represión, como serían el propio Vicente Fox, su secretario de gobernación al que algunos pretenden encaminar a los altares, Carlos Abascal, el gobernador engominado de la entidad con capital en Toluca, Enrique Peña Nieto, y funcionarios policiales de la entidad como el almirante Wilfrido Robledo (¿también habrá solicitud de aplicación del artículo 33 constitucional a Peter Gabriel, que junto a otros artistas exigirá justicia en el caso de las mujeres muertas en Ciudad Juárez?) La barbarie mexicana, que ha sido condenada en muchos otros países, también se muestra en los escarceos judiciales con los que la Suprema, Corta de Justicia, pretende acercarse al caso Oaxaca. Mediante un informe de magistrados, y un dictamen que a partir de él redactará el ministro Mariano Azuela, el Poder Judicial federal tratará de torear el fondo del asunto, es decir, si hubo violaciones graves a los derechos humanos y responsabilidad de altos funcionarios. Tal como ha quedado plenamente comprobado, en los años de la represión desatada por Ulises Ruiz hubo allanamientos de morada, privación ilegal de la libertad, torturas, golpizas, asesinatos y acciones concertadas de policías y militares que cual brigadas de la muerte actuaron contra dirigentes y simpatizantes de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, la famosa APPO. Pero esa realidad palmaria, demostrada, evidente, no es sino pretexto para que los jurisperitos federales ensayen formas de evasión y entre palabrería legaloide escurran el bulto. Astillas Necesitados de ganar partidos internacionales para mantener el flujo publicitario, sobre todo en las televisoras, los mercaderes que manejan la selección nacional mexicana de futbol han abierto groseramente las puertas de ese máximo equipo a extranjeros sin pizca de apego genuino a México. Sudamericanos aventureros, que en las selecciones de sus países no serían convocados, y que no necesariamente juegan mejor que los nacidos en México, han sido conminados a naturalizarse mexicanos no por apego al país, sino para enrolarse en juegos de escaparate internacional. No es un asunto de chovinismo: México es un país de larga tradición hospitalaria y su historia está llena de ejemplos brillantes de acogida a nacionales de otros países. Pero en el caso futbolero en mención se trata de meras operaciones mercantiles rápidamente aprobadas por las autoridades federales. Un ejemplo de ese desdén por lo local está en Nery Castillo, un jugador que nació en San Luis Potosí porque su padre, del mismo nombre, jugaba en ese tiempo en esa ciudad, pero que se formó profesionalmente en otros países y que dudó entre enrolarse con la selección de Uruguay o de alguno de los lugares europeos donde ha jugado, aunque acabó prefiriendo las mejores condiciones que la mexicana le ofrecía. Yo estoy en Europa y tú estás aquí, en México, dijo Castillo a un reportero de deportes, durante una ríspida conferencia de prensa, para establecer diferencias... Grrr: la demagogia oficial ha hecho que dos estaciones del Metro cambien de nombre: ahora, Viveros será Derechos Humanos, y Etiopía, Plaza de la Transparencia. Es el colmo del oportunismo el expropiar denominaciones largamente arraigadas y convertirlas en nomenclaturas burocratizadas. Pura politiquería barata y gastos innecesarios, mientras los verdaderos problemas de la ciudad crecen y son mal atendidos. A ese paso, habría otros cambios de nombre: Mariagna, en lugar de la estación Eugenia; Seguro Popular, en lugar de Hospital General; Playas Artificiales, en vez de Zócalo, por ejemplo... Dice Guillermo Sánchez, desde Monterrey: ni un solo día dejó Felipe Calderón que Luis Téllez pisara el infierno del desempleo en donde millones de mexicanos caminan a diario y sin esperanza alguna de salir. Lo que se ve no se pregunta; de ese tamaño serán los compromisos que por lo visto acompañarán a este administrador del país hasta su último día en tal impostura... Antonio Escobar comenta: “en anterior entrega hablabas de la ‘guerra torpe y sin sentido’ iniciada por Calderón contra el narcotráfico. Estoy de acuerdo contigo, y sin embargo tiene el sentido (no creo descubrir algo nuevo) de preparar el terreno para que los panistas se mantengan en el poder. Recientemente volví a ver la pelicula Coronel Redl, de István Szabó, y en la película encuentro las claves del accionar de Calderón: invención de una guerra, búsqueda de chivos expiatorios, provocación y propagación del miedo por un enemigo no visible pero efectivo contra la población, el ejército salvador del pueblo... la escena final es el asesinato del provocador emperador austro-húngaro. Así, sobre ese camino anda el maquiavelismo calderónico”... ¡Feliz fin de semana! Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx |
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