Raymundo Riva Palacio
A controlar la debacle
Lunes, 06 de Julio de 2009
Sabía, como todos, que el referéndum sobre gobierno iba a ser negativo y que al final, la estrategia del líder nacional del PAN de hacer de esta elección un voto en contra del régimen priista –que definió el enfoque de las campañas negativas contra los ex presidentes del PRI-, no iba a resultar. Todas las casas encuestadoras se alinearon en el último mes a favor del PRI en las elecciones federales, lo que también envió un mensaje importante: la electorización del tema de la seguridad, le dio legitimidad al presidente Felipe Calderón, pero no votos. Aunque no sabía era de qué tamaño iba a ser la derrota del PAN, el Presidente comenzó a operar su control de daños.
Calderón dejó bastante claro esta semana que no quería conflictos postelectorales que le entorpecieran la negociación con los partidos de oposición durante los próximos 18 meses, que para efectos prácticos, son los únicos que le quedan para hacer cosas en su gobierno. Calderón actuó de dos maneras. La primera fue pedirle al secretario de Gobernación que tendiera todos los puentes y abriera los canales de comunicación con los líderes de los partidos para untar bálsamo en las heridas por la agresiva campaña del PAN, particularmente en contra del PRI, y la segunda fue hablar personalmente con algunos panistas de relevancia nacional para pedirles que si perdían contiendas electorales no iniciaran un pleito en tribunales y aceptaran que la alternancia es parte del juego que se vive.
El mensaje tiene como destinatario principal el PRI, que no sólo se perfila como el ganador en la elección intermedia, sino que por las tendencias que se estaban dando al terminar la jornada electoral del 5 de julio, lo iba a hacer de manera arrolladora. Las encuestas de salida de diferentes casas encuestadores lo colocaban entre 35 y 39% del voto nacional, con probabilidades de irse hasta el 42% si Convergencia, el Partido Socialdemocrático y Nueva Alianza, no alcanzaran el 2% del voto que necesitan para mantener su registro. El PRI le pegó al PAN tan espectacular como sorpresivamente en sus bastiones metropolitanos en la ciudad de México y en plazas que pensaban seguras, como Jalisco y Guadalajara. Borró las diferencias en San Luis Potosí y Querétaro, donde el PAN está en riesgo de perder las gubernaturas, y lo frenó también en Nuevo León y disputan fuertemente Sonora, donde habían apostado darle la vuelta al control estatal.
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El control de daños del Presidente, busca principalmente establecer los términos de la negociación política con el PRI, haciendo a un lado al líder del PAN, Germán Martínez. La operación de pinza de obligar a los gobernantes panistas a no ir a tribunales para cambiar resultados electorales, va acompañada con las gestiones realizadas en los últimos días por el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, con los diferentes actores políticos de la oposición. Funcionarios federales dijeron que Gómez Mont abrió puertas de negociación con los líderes camarales del PRI, Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa, y estableció puentes con el dirigente del PRD, Jesús Ortega, y con los gobernadores de ese partido, incluido el del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, con quien se ha establecido un canal de comunicación fluido.
La parte más agraviada es el PRI, pero líderes de ese partido dicen que sus términos de negociación con el gobierno federal no pasan por la cabeza de Martínez. Si permanece o no al frente del PAN, indicó uno de ellos, no es algo que ocupe sus prioridades. Si el Presidente quiere establecer un marco de negociación durante la próxima legislatura, añadió uno de los más prominentes dirigentes, se tiene que sentar a establecer la agenda. Gómez Mont ha tenido varias reuniones con Beltrones para establecer cuáles son los temas que quisiera plantear al gobierno, pero aún no ha podido avanzar con el gobernador del estado de México, Enrique Peña Nieto, que es uno de los priistas más fortalecidos tras esta elección.
Pero el problema externo será quizás menos grave que el que se vivirá hacia el interior del PAN. El más enconado, por sanguíneo, lo enfrentará Calderón a partir de este lunes, en una cita prevista con el grupo más radical de los panistas, cuya cabeza visible es Manuel Espino, antecesor de Martínez. La debacle del PAN en esta elección será atribuida al líder panista, según ha venido anticipando el propio Espino, quien estableció en 206 diputados la marca mínima de legisladores que tenía que alcanzar su sucesor para que su gestión no fuera considerada como un fracaso. El PAN está muy lejos de ello, y peor aún, se espera que el PRI duplique su número de diputados en el Congreso y que se confirme que de tercera fuerza nacional, se convierte holgadamente en primera.
Martínez ya venía siendo cuestionado por Espino y otras personalidades panistas, subrayando que su estrategia no había funcionado. Habían puesto en duda su operación de choque, beligerante y audaz. La embestida de Espino contra Martínez tendrá como objetivo debilitarlo y removerlo del partido, pero para arrebatarle a Calderón el control sobre la estructura. Martínez es la pieza desechable de Calderón, pero el Presidente es realmente quien estuvo a prueba este 5 de julio. Martínez y el PAN colgaron siempre la estrategia electoral de Calderón y su guerra contra las drogas. En las urnas, en referéndum no fue sobre Martínez, sino sobre Calderón. El problema que enfrenta, entonces, es múltiple. Si el control de daños que busca con la oposición no se extiende hacia el interior del PAN, quedará como un Presidente muy debilitado al iniciar el segundo trienio de su mandato, precisamente, el que se supone debía de ser el de su consolidación y proyección.
Calderón dejó bastante claro esta semana que no quería conflictos postelectorales que le entorpecieran la negociación con los partidos de oposición durante los próximos 18 meses, que para efectos prácticos, son los únicos que le quedan para hacer cosas en su gobierno. Calderón actuó de dos maneras. La primera fue pedirle al secretario de Gobernación que tendiera todos los puentes y abriera los canales de comunicación con los líderes de los partidos para untar bálsamo en las heridas por la agresiva campaña del PAN, particularmente en contra del PRI, y la segunda fue hablar personalmente con algunos panistas de relevancia nacional para pedirles que si perdían contiendas electorales no iniciaran un pleito en tribunales y aceptaran que la alternancia es parte del juego que se vive.
El mensaje tiene como destinatario principal el PRI, que no sólo se perfila como el ganador en la elección intermedia, sino que por las tendencias que se estaban dando al terminar la jornada electoral del 5 de julio, lo iba a hacer de manera arrolladora. Las encuestas de salida de diferentes casas encuestadores lo colocaban entre 35 y 39% del voto nacional, con probabilidades de irse hasta el 42% si Convergencia, el Partido Socialdemocrático y Nueva Alianza, no alcanzaran el 2% del voto que necesitan para mantener su registro. El PRI le pegó al PAN tan espectacular como sorpresivamente en sus bastiones metropolitanos en la ciudad de México y en plazas que pensaban seguras, como Jalisco y Guadalajara. Borró las diferencias en San Luis Potosí y Querétaro, donde el PAN está en riesgo de perder las gubernaturas, y lo frenó también en Nuevo León y disputan fuertemente Sonora, donde habían apostado darle la vuelta al control estatal.
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El control de daños del Presidente, busca principalmente establecer los términos de la negociación política con el PRI, haciendo a un lado al líder del PAN, Germán Martínez. La operación de pinza de obligar a los gobernantes panistas a no ir a tribunales para cambiar resultados electorales, va acompañada con las gestiones realizadas en los últimos días por el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, con los diferentes actores políticos de la oposición. Funcionarios federales dijeron que Gómez Mont abrió puertas de negociación con los líderes camarales del PRI, Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa, y estableció puentes con el dirigente del PRD, Jesús Ortega, y con los gobernadores de ese partido, incluido el del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, con quien se ha establecido un canal de comunicación fluido.
La parte más agraviada es el PRI, pero líderes de ese partido dicen que sus términos de negociación con el gobierno federal no pasan por la cabeza de Martínez. Si permanece o no al frente del PAN, indicó uno de ellos, no es algo que ocupe sus prioridades. Si el Presidente quiere establecer un marco de negociación durante la próxima legislatura, añadió uno de los más prominentes dirigentes, se tiene que sentar a establecer la agenda. Gómez Mont ha tenido varias reuniones con Beltrones para establecer cuáles son los temas que quisiera plantear al gobierno, pero aún no ha podido avanzar con el gobernador del estado de México, Enrique Peña Nieto, que es uno de los priistas más fortalecidos tras esta elección.
Pero el problema externo será quizás menos grave que el que se vivirá hacia el interior del PAN. El más enconado, por sanguíneo, lo enfrentará Calderón a partir de este lunes, en una cita prevista con el grupo más radical de los panistas, cuya cabeza visible es Manuel Espino, antecesor de Martínez. La debacle del PAN en esta elección será atribuida al líder panista, según ha venido anticipando el propio Espino, quien estableció en 206 diputados la marca mínima de legisladores que tenía que alcanzar su sucesor para que su gestión no fuera considerada como un fracaso. El PAN está muy lejos de ello, y peor aún, se espera que el PRI duplique su número de diputados en el Congreso y que se confirme que de tercera fuerza nacional, se convierte holgadamente en primera.
Martínez ya venía siendo cuestionado por Espino y otras personalidades panistas, subrayando que su estrategia no había funcionado. Habían puesto en duda su operación de choque, beligerante y audaz. La embestida de Espino contra Martínez tendrá como objetivo debilitarlo y removerlo del partido, pero para arrebatarle a Calderón el control sobre la estructura. Martínez es la pieza desechable de Calderón, pero el Presidente es realmente quien estuvo a prueba este 5 de julio. Martínez y el PAN colgaron siempre la estrategia electoral de Calderón y su guerra contra las drogas. En las urnas, en referéndum no fue sobre Martínez, sino sobre Calderón. El problema que enfrenta, entonces, es múltiple. Si el control de daños que busca con la oposición no se extiende hacia el interior del PAN, quedará como un Presidente muy debilitado al iniciar el segundo trienio de su mandato, precisamente, el que se supone debía de ser el de su consolidación y proyección.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
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