Devolución de impuestos al gran capital, igual a 60% de la deuda pública
Carlos Fernández-Vega
Estaba el inquilino de Los Pinos con sangre en las comisuras de los labios –se mordió la lengua el pobre hombre– duro que te dale con aquello del shock de las finanzas públicas (como si hubiera sido producto de un rayo), cuando enfiló baterías en contra de sus aliados naturales (se respeta sintaxis original): “es imprescindible que los gastos públicos, indispensables para proveerles satisfactores al ciudadano, puedan ser sufragados con contribuciones equitativas, tal y como lo manda la Constitución… Es fundamental que entendamos que todos, todos los mexicanos, salvo los que menos tienen, los que viven en la pobreza extrema, los que no tienen, verdaderamente, ingreso; todos quienes tenemos en mayor o menor medida de hacerlo, podamos aportar al gasto nacional… Y si esto es obligado para cualquier ciudadano, en términos de la Constitución y en términos de la justicia, lo es más, más obligado para quien más tiene y más ha recibido; para quien más gana, para las empresas que más ganan: y si esto es obligado para las empresas que más ganan, es más obligado todavía para las empresas que más ganan y que rara, rara vez pagan impuestos en el país”.
¡Milagro! El haiga sido como haiga sido descubrió que la gran empresa no paga impuestos en el país, que evade y elude con un estilo digno de torerillo y que su gracia no sólo es natural, sino producto del descarado contubernio con las presuntas autoridades fiscales, dependientes, ¡oh, casualidad!, del propio inquilino de Los Pinos, la cual no da paso sin la respectiva autorización de quien ocupa la silla principal en la ex hacienda de La Hormiga, el mismo que hoy dice ver lo que de siempre todo el mundo ve y padece: años y años de exenciones, regímenes tributarios especiales, estímulos, descuentos, cancelaciones, créditos fiscales que nunca se pagan, borrón y cuenta nueva sólo para reiniciar la cadena de evasión y elusión, etcétera, etcétera. ¡Albricias!, porque ahora dice registrar el cáncer denunciado hasta el aburrimiento por los detractores del régimen del bienestar de la familia Forbes, pequeños y medianos empresarios, académicos, periodistas, ciudadanos de a pie, perseguidos fiscales y demás fauna que todavía se indigna por los privilegios concedidos a los brillantes barones que de México han hecho un negocio personal.
Qué bueno que ya se dio cuenta, aunque sea en el discurso. Pero, ¿qué tan seria es la declaración de Calderón? Van unos pasajes: en 2007 la Auditoría Superior de la Federación documentó la multimillonaria devolución de impuestos (IVA e ISR) al gran capital, más la voluminosa y selecta autorización de créditos fiscales concedidos por el gobierno de Vicente Fox: un billón 200 mil millones de pesos (equivalentes a otro Fobaproa), sin considerar regímenes tributarios especiales. En ese entonces, dicho monto equivalía a la mitad del presupuesto de egresos de la Federación, a dos veces la inversión sexenal prometida para infraestructura, y a 60 por ciento de la deuda pública neta (interna y externa) del gobierno federal, entre otros comparativos.
De acuerdo con la Auditoría Superior de la Federación, entre los beneficiarios se detectaron 15 contribuyentes con más de 100 créditos fiscales cada uno y, de ellos, seis registraron más de 300; un solo contribuyente acumuló mil 453 créditos. De lo anterior se desprende que no existe un límite para la determinación de créditos fiscales y que ciertos contribuyentes han omitido sus obligaciones por un tiempo prolongado. La ASF no dio nombres, pero tres bancos concentraron 780 créditos por 28 mil 623 millones de pesos, y uno solo registró 683 créditos por 24 mil 918 millones; en el ramo de la construcción, 14 empresas con 235 créditos adeudaban 9 mil 881 millones y las obligaciones que adeudaban tres de ellas, con 57 créditos, equivalían a 40.7 por ciento de dicho monto. Al equipo pertenecían 11 ingenios azucareros, dos empresas de transportes, cuatro clubes de futbol, una compañía editorial, dos cadenas televisivas, un partido político, bancos, constructoras, transportistas, consorcios de entretenimiento y comunicaciones y otros grandes contribuyentes (así se clasifican, paradójicamente) que hoy se sabe, con la sabia intervención del inquilino de Los Pinos, raramente pagan impuestos.
Buena parte de ese dinero era legalmente recuperable, pero ¿qué hizo el gobierno calderonista? Fácil: a principios de abril de 2007 la Secretaría de Hacienda publicó un acuerdo (JG-SAT-IE-3-2007) en el Diario Oficial de la Federación, por medio del cual autorizó la condonación total o parcial de los créditos fiscales consistentes en contribuciones federales cuya administración corresponda al Servicio de Administración Tributaria (SAT), cuotas compensatorias, actualizaciones y accesorios de ambas, así como las multas por incumplimiento de las obligaciones fiscales federales distintas a las obligaciones de pago, las cuales en su gran mayoría se otorgaron a un grupúsculo de grandes empresas, las mismas que el veloz inquilino de Los Pinos descubrió que rara vez pagan impuestos.
Dos años después, en plena anorexia fiscal (Calderón dixit, según los legisladores panistas), el SAT informó a los diputados que 400 grandes grupos empresariales (con ingresos por 5 billones de pesos, o 40 por ciento del PIB mexicano) apenas pagaron 1.7 por ciento de impuestos (85 mil millones de pesos, contra 1.5 billones que debieron enterar), cuando les correspondía no menos de 28 por ciento. Y el organismo precisó: por el régimen de consolidación fiscal, empresas como las del sector de cosméticos pagaron impuestos por 220 millones de pesos, cuando tuvieron ingresos acumulables por 7 mil 600 millones; en 2008 las cadenas de autoservicio (Wal-Mart, Comercial Mexicana, Soriana, por ejemplo) reportaron ingresos cercanos a 68 mil millones y apenas pagaron 6 mil millones en impuestos; lo mismo con cementeras, tiendas departamentales, cadenas automotrices, cerveceras, televisoras, empresas de electrodomésticos, de telecomunicaciones, refresqueras, constructoras, financieras, grupos hoteleros, empresas mineras, cigarreras, transportistas, casas editoriales y compañías distribuidoras de maquinarias y equipos, entre otras. Y los regímenes tributarios especiales: 3 billones de pesos (estimado para el sexenio de las manos limpias) que ni de lejos visitarán las arcas nacionales.
Ante este devastador panorama, ¿qué hizo el gobierno calderonista? Sencillo: para 2010 ratificó los regímenes tributarios especiales, lo propio hizo con la consolidación fiscal y de pilón concedió nuevas exenciones fiscales a los grandes consorcios de las telecomunicaciones.
Las rebanadas del pastel
Entonces, ¿quejas por el shock de las finanzas públicas? Pase a Los Pinos.
cfvmexico_sa@hotmail.com - mexicosa@infinitum.com.mx
¡Milagro! El haiga sido como haiga sido descubrió que la gran empresa no paga impuestos en el país, que evade y elude con un estilo digno de torerillo y que su gracia no sólo es natural, sino producto del descarado contubernio con las presuntas autoridades fiscales, dependientes, ¡oh, casualidad!, del propio inquilino de Los Pinos, la cual no da paso sin la respectiva autorización de quien ocupa la silla principal en la ex hacienda de La Hormiga, el mismo que hoy dice ver lo que de siempre todo el mundo ve y padece: años y años de exenciones, regímenes tributarios especiales, estímulos, descuentos, cancelaciones, créditos fiscales que nunca se pagan, borrón y cuenta nueva sólo para reiniciar la cadena de evasión y elusión, etcétera, etcétera. ¡Albricias!, porque ahora dice registrar el cáncer denunciado hasta el aburrimiento por los detractores del régimen del bienestar de la familia Forbes, pequeños y medianos empresarios, académicos, periodistas, ciudadanos de a pie, perseguidos fiscales y demás fauna que todavía se indigna por los privilegios concedidos a los brillantes barones que de México han hecho un negocio personal.
Qué bueno que ya se dio cuenta, aunque sea en el discurso. Pero, ¿qué tan seria es la declaración de Calderón? Van unos pasajes: en 2007 la Auditoría Superior de la Federación documentó la multimillonaria devolución de impuestos (IVA e ISR) al gran capital, más la voluminosa y selecta autorización de créditos fiscales concedidos por el gobierno de Vicente Fox: un billón 200 mil millones de pesos (equivalentes a otro Fobaproa), sin considerar regímenes tributarios especiales. En ese entonces, dicho monto equivalía a la mitad del presupuesto de egresos de la Federación, a dos veces la inversión sexenal prometida para infraestructura, y a 60 por ciento de la deuda pública neta (interna y externa) del gobierno federal, entre otros comparativos.
De acuerdo con la Auditoría Superior de la Federación, entre los beneficiarios se detectaron 15 contribuyentes con más de 100 créditos fiscales cada uno y, de ellos, seis registraron más de 300; un solo contribuyente acumuló mil 453 créditos. De lo anterior se desprende que no existe un límite para la determinación de créditos fiscales y que ciertos contribuyentes han omitido sus obligaciones por un tiempo prolongado. La ASF no dio nombres, pero tres bancos concentraron 780 créditos por 28 mil 623 millones de pesos, y uno solo registró 683 créditos por 24 mil 918 millones; en el ramo de la construcción, 14 empresas con 235 créditos adeudaban 9 mil 881 millones y las obligaciones que adeudaban tres de ellas, con 57 créditos, equivalían a 40.7 por ciento de dicho monto. Al equipo pertenecían 11 ingenios azucareros, dos empresas de transportes, cuatro clubes de futbol, una compañía editorial, dos cadenas televisivas, un partido político, bancos, constructoras, transportistas, consorcios de entretenimiento y comunicaciones y otros grandes contribuyentes (así se clasifican, paradójicamente) que hoy se sabe, con la sabia intervención del inquilino de Los Pinos, raramente pagan impuestos.
Buena parte de ese dinero era legalmente recuperable, pero ¿qué hizo el gobierno calderonista? Fácil: a principios de abril de 2007 la Secretaría de Hacienda publicó un acuerdo (JG-SAT-IE-3-2007) en el Diario Oficial de la Federación, por medio del cual autorizó la condonación total o parcial de los créditos fiscales consistentes en contribuciones federales cuya administración corresponda al Servicio de Administración Tributaria (SAT), cuotas compensatorias, actualizaciones y accesorios de ambas, así como las multas por incumplimiento de las obligaciones fiscales federales distintas a las obligaciones de pago, las cuales en su gran mayoría se otorgaron a un grupúsculo de grandes empresas, las mismas que el veloz inquilino de Los Pinos descubrió que rara vez pagan impuestos.
Dos años después, en plena anorexia fiscal (Calderón dixit, según los legisladores panistas), el SAT informó a los diputados que 400 grandes grupos empresariales (con ingresos por 5 billones de pesos, o 40 por ciento del PIB mexicano) apenas pagaron 1.7 por ciento de impuestos (85 mil millones de pesos, contra 1.5 billones que debieron enterar), cuando les correspondía no menos de 28 por ciento. Y el organismo precisó: por el régimen de consolidación fiscal, empresas como las del sector de cosméticos pagaron impuestos por 220 millones de pesos, cuando tuvieron ingresos acumulables por 7 mil 600 millones; en 2008 las cadenas de autoservicio (Wal-Mart, Comercial Mexicana, Soriana, por ejemplo) reportaron ingresos cercanos a 68 mil millones y apenas pagaron 6 mil millones en impuestos; lo mismo con cementeras, tiendas departamentales, cadenas automotrices, cerveceras, televisoras, empresas de electrodomésticos, de telecomunicaciones, refresqueras, constructoras, financieras, grupos hoteleros, empresas mineras, cigarreras, transportistas, casas editoriales y compañías distribuidoras de maquinarias y equipos, entre otras. Y los regímenes tributarios especiales: 3 billones de pesos (estimado para el sexenio de las manos limpias) que ni de lejos visitarán las arcas nacionales.
Ante este devastador panorama, ¿qué hizo el gobierno calderonista? Sencillo: para 2010 ratificó los regímenes tributarios especiales, lo propio hizo con la consolidación fiscal y de pilón concedió nuevas exenciones fiscales a los grandes consorcios de las telecomunicaciones.
Las rebanadas del pastel
Entonces, ¿quejas por el shock de las finanzas públicas? Pase a Los Pinos.
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