- Crecen importaciones de alimentos
- También en el DF se despachan con la cuchara grande
En la pasada cena de "noche buena" no todos comieron con la abundancia que quisieran, pero de cualquier suerte lo mucho o poco que en esa ocasión los mexicanos se llevaron a la boca forma parte, en mayor o menor medida, de la multimillonaria importación de productos alimentarios, la mayoría de los cuales no hace mucho se producían abundantemente en tierras mexicanas. Y lo mismo sucederá con la cena de año viejo para recibir 2010 con el estómago bien atendido, en la medida de lo posible.
Desde muchos años atrás –con mayor intensidad a partir de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte– la importación de alimentos registra un avance igual de sostenido que de peligroso. El estómago de la nación cada día depende más de los abastecedores externos. Sólo en situaciones de crisis –como la del actual "catarrito"– se observan retrocesos en el volumen adquirido en el mercado externo –el estadunidense, fundamentalmente–, pero al primer signo de lo que algunos llaman reactivación económica los indicadores repuntan alegremente para seguir la escala ascendente.
Para dar una idea de qué se trata, tan sólo en la última década han salido de México algo así como 150 mil millones de dólares (de los cuales 60 mil millones, aproximadamente, corresponden al primer trienio calderonista) para a cambio obtener alimentos, en un país en el que se producía prácticamente todo lo que ahora adquiere en el exterior, y no precisamente a precios de ganga. A cada tintineo de las cajas registradoras de las trasnacionales del sector alimentario, México, con la chequera en la mano, es uno de los primeros en decir "presente".
En la urgencia de buscar pretextos para sortear mediáticamente el brutal aumento de precios en los alimentos registrado en 2007 y parte de 2008, el inquilino de Los Pinos inventó que se trataba de una "coyuntura alimentaria", dejando a un lado que la "coyuntura" acumula décadas. Vale recordar que casi 30 años atrás, el 18 de marzo de 1980, el entonces presidente José López Portillo presentó en sociedad el llamado Sistema Alimentario Mexicano (SAM), que establecía "metas de consumo alimentario y medios para satisfacerlas desde dos vertientes fundamentales: un rápido aumento en la producción de alimentos básicos y apoyos múltiples al consumo de las mayorías empobrecidas de México" y advertía que el país "tiene todas las posibilidades, históricas y materiales, para tomar un rumbo que revierta vigorosamente tendencias que, en estos momentos de graves definiciones internacionales, nos pueden conducir a la desnacionalización por la vía de la dependencia económica y tecnológica... (estamos ante) la quizá irrepetible y única posibilidad de satisfacer sin concesiones innecesarias nuestro gran potencial de crecimiento, ampliando la base productiva y el mercado interno, sentando así bases sólidas de soberanía y de una economía eficiente y poderosa".
Sucedió lo contrario. La importación de alimentos avanzó y el sucesor de JLP, Miguel de la Madrid, quiso revertir esa tendencia con otro programa: el Nacional de Alimentación (Pronal), que prometía lo mismo que el SAM ("autosuficiencia alimentaria para resguardar la soberanía nacional y elevar el nivel de vida de los campesinos"), con el añadido de reducir "en cuando menos 30 por ciento" la compra de alimentos en el exterior. Sucedió lo contrario, y llegaron Salinas, Zedillo y Fox, cada cual con su "oferta de gobierno", y la importación de alimentos creció y creció, a grado tal que alrededor de la mitad de lo que los mexicanos comen proviene del extranjero, principalmente del norte, mientras el campo produce pobres y migrantes al por mayor, que ya no van a las grandes ciudades sino se dirigen al mismo norte que nos abastece.
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Las compras al exterior de maíz, de enero a octubre pasado, ascendieron a mil 247 millones de dólaresFoto José Carlo González
¿Y Calderón? Lo mismo, con idéntico discurso: "la seguridad alimentaria es un asunto de Estado", pero de Estados Unidos. Se comprometió a "paliar la situación financiera de los mexicanos ante el incremento de los precios de los alimentos a escala mundial" y a "facilitar el abasto y el acceso de los consumidores mexicanos a los mejores precios de los alimentos en el mercado internacional; impulsar la producción de alimentos y aumentar la productividad del campo mexicano, y proteger el ingreso y fortalecer la economía de las familias más pobres del país".
Nada sucedió, porque las cifras oficiales (Inegi) documentan que sólo en 2009, el año de la gran crisis y de la astringencia de divisas, de México habrán salido alrededor de 17 mil 500 millones de dólares para adquirir alimentos, especialmente en el país vecino del norte. Dicho monto resulta alrededor de 25 por ciento menor al erogado, por igual concepto, en 2008 (poco más de 23 mil millones, que deben sumarse a los cerca de 20 mil millones en 2007), pero la baja no se debe al incremento interno de la producción, sino, precisamente, a la crisis. De cualquier forma, el valor de las importaciones alimentarias de 2009 resulta 77 por ciento superior al del año 2000, cuando no había crisis formal.
Así, a lo largo de la última década (2000-2009) han salido del país 41 millones de dólares diarios, en promedio, para comprar alimentos en el exterior, los mismos que no hace mucho se producían internamente (maíz, trigo, arroz, frijol, carne de bovino, aves de corral, pescado, frutas, huevo, chile, etcétera). En el trienio calderonista ese mismo promedio se incrementa a casi 55 millones cada 24 horas. Casi 30 años atrás, entre otras cosas, el SAM proponía estimular la producción interna como vía para alcanzar no sólo la autosuficiencia alimentaria, sino para promover el empleo, aumentar el ingreso y el bienestar de los campesinos, y evitar la emigración (en aquel entonces hacia las zonas urbanas, en primer lugar, y a otros países, en última instancia; ahora es primerísima instancia, pero no sólo de los campesinos).
Las rebanadas del pastel
No sólo en Los Pinos y en San Lázaro se cuecen habas. Por unanimidad, en sólo 20 minutos consumaron el inmisericorde asalto: con la cuchara más grande que encontraron a la mano se despacharon los asambleístas del Distrito Federal y el gobierno capitalino, al aprobar un alud de aumentos de precios en bienes y servicios, con lo que exprimen aún más los bolsillos de los heroicos habitantes de lo que alguna vez fue la región más transparente, en la que el desempleo ronda el 9 por ciento… Y si de desvergonzados se trata, allí está la "autoridad judicial" liberando a los pocos detenidos por el incendio en la guardería ABC de Hermosillo, mientras los verdaderos responsables brindan en Los Pinos… Un beso para Marianita en su octavo aniversario.
Desde muchos años atrás –con mayor intensidad a partir de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte– la importación de alimentos registra un avance igual de sostenido que de peligroso. El estómago de la nación cada día depende más de los abastecedores externos. Sólo en situaciones de crisis –como la del actual "catarrito"– se observan retrocesos en el volumen adquirido en el mercado externo –el estadunidense, fundamentalmente–, pero al primer signo de lo que algunos llaman reactivación económica los indicadores repuntan alegremente para seguir la escala ascendente.
Para dar una idea de qué se trata, tan sólo en la última década han salido de México algo así como 150 mil millones de dólares (de los cuales 60 mil millones, aproximadamente, corresponden al primer trienio calderonista) para a cambio obtener alimentos, en un país en el que se producía prácticamente todo lo que ahora adquiere en el exterior, y no precisamente a precios de ganga. A cada tintineo de las cajas registradoras de las trasnacionales del sector alimentario, México, con la chequera en la mano, es uno de los primeros en decir "presente".
En la urgencia de buscar pretextos para sortear mediáticamente el brutal aumento de precios en los alimentos registrado en 2007 y parte de 2008, el inquilino de Los Pinos inventó que se trataba de una "coyuntura alimentaria", dejando a un lado que la "coyuntura" acumula décadas. Vale recordar que casi 30 años atrás, el 18 de marzo de 1980, el entonces presidente José López Portillo presentó en sociedad el llamado Sistema Alimentario Mexicano (SAM), que establecía "metas de consumo alimentario y medios para satisfacerlas desde dos vertientes fundamentales: un rápido aumento en la producción de alimentos básicos y apoyos múltiples al consumo de las mayorías empobrecidas de México" y advertía que el país "tiene todas las posibilidades, históricas y materiales, para tomar un rumbo que revierta vigorosamente tendencias que, en estos momentos de graves definiciones internacionales, nos pueden conducir a la desnacionalización por la vía de la dependencia económica y tecnológica... (estamos ante) la quizá irrepetible y única posibilidad de satisfacer sin concesiones innecesarias nuestro gran potencial de crecimiento, ampliando la base productiva y el mercado interno, sentando así bases sólidas de soberanía y de una economía eficiente y poderosa".
Sucedió lo contrario. La importación de alimentos avanzó y el sucesor de JLP, Miguel de la Madrid, quiso revertir esa tendencia con otro programa: el Nacional de Alimentación (Pronal), que prometía lo mismo que el SAM ("autosuficiencia alimentaria para resguardar la soberanía nacional y elevar el nivel de vida de los campesinos"), con el añadido de reducir "en cuando menos 30 por ciento" la compra de alimentos en el exterior. Sucedió lo contrario, y llegaron Salinas, Zedillo y Fox, cada cual con su "oferta de gobierno", y la importación de alimentos creció y creció, a grado tal que alrededor de la mitad de lo que los mexicanos comen proviene del extranjero, principalmente del norte, mientras el campo produce pobres y migrantes al por mayor, que ya no van a las grandes ciudades sino se dirigen al mismo norte que nos abastece.
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Las compras al exterior de maíz, de enero a octubre pasado, ascendieron a mil 247 millones de dólaresFoto José Carlo González
¿Y Calderón? Lo mismo, con idéntico discurso: "la seguridad alimentaria es un asunto de Estado", pero de Estados Unidos. Se comprometió a "paliar la situación financiera de los mexicanos ante el incremento de los precios de los alimentos a escala mundial" y a "facilitar el abasto y el acceso de los consumidores mexicanos a los mejores precios de los alimentos en el mercado internacional; impulsar la producción de alimentos y aumentar la productividad del campo mexicano, y proteger el ingreso y fortalecer la economía de las familias más pobres del país".
Nada sucedió, porque las cifras oficiales (Inegi) documentan que sólo en 2009, el año de la gran crisis y de la astringencia de divisas, de México habrán salido alrededor de 17 mil 500 millones de dólares para adquirir alimentos, especialmente en el país vecino del norte. Dicho monto resulta alrededor de 25 por ciento menor al erogado, por igual concepto, en 2008 (poco más de 23 mil millones, que deben sumarse a los cerca de 20 mil millones en 2007), pero la baja no se debe al incremento interno de la producción, sino, precisamente, a la crisis. De cualquier forma, el valor de las importaciones alimentarias de 2009 resulta 77 por ciento superior al del año 2000, cuando no había crisis formal.
Así, a lo largo de la última década (2000-2009) han salido del país 41 millones de dólares diarios, en promedio, para comprar alimentos en el exterior, los mismos que no hace mucho se producían internamente (maíz, trigo, arroz, frijol, carne de bovino, aves de corral, pescado, frutas, huevo, chile, etcétera). En el trienio calderonista ese mismo promedio se incrementa a casi 55 millones cada 24 horas. Casi 30 años atrás, entre otras cosas, el SAM proponía estimular la producción interna como vía para alcanzar no sólo la autosuficiencia alimentaria, sino para promover el empleo, aumentar el ingreso y el bienestar de los campesinos, y evitar la emigración (en aquel entonces hacia las zonas urbanas, en primer lugar, y a otros países, en última instancia; ahora es primerísima instancia, pero no sólo de los campesinos).
Las rebanadas del pastel
No sólo en Los Pinos y en San Lázaro se cuecen habas. Por unanimidad, en sólo 20 minutos consumaron el inmisericorde asalto: con la cuchara más grande que encontraron a la mano se despacharon los asambleístas del Distrito Federal y el gobierno capitalino, al aprobar un alud de aumentos de precios en bienes y servicios, con lo que exprimen aún más los bolsillos de los heroicos habitantes de lo que alguna vez fue la región más transparente, en la que el desempleo ronda el 9 por ciento… Y si de desvergonzados se trata, allí está la "autoridad judicial" liberando a los pocos detenidos por el incendio en la guardería ABC de Hermosillo, mientras los verdaderos responsables brindan en Los Pinos… Un beso para Marianita en su octavo aniversario.
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